Otro suspiro se escapa de mis labios al continuar buscando una calma que debe permanecer en mi, incluso la intervención de la chica pelirroja despertó un interés beneficioso al certificar que tenía razón en lo dicho. Sólo que pese a mostrarme inofensiva desde la actitud, simplemente esquivando ataques que ni siquiera merecía, continúo recibiendo proyectos de golpes aún atenta a la situación en si.

No podía meterme a pelear, no correspondía por la educación recibida y por la disciplina que profesa el Kung fu. ¿Cómo aguantar la tentación de callar a la rubia de una patada? Era imposible, considerando que en su intento de ser mala se resbala para luego golpearse con una mesa. No podía ser tan torpe y tan ciega, no tenía sentido sus acciones aunque era consciente de que había encendido la mecha y con personas tan explosivas es un grave error el que he cometido.

Pero las ganas imperan y la tranquilidad se disipa al igual que una gota de lluvia. Quería una pelea, se la daría pero en su justa medida y con poco. No era mi deseo ofender a mi maestro luego de tantos años de entrenamiento. Por esa razón tras dedicarle una mirada a la pelirroja mientras me encojo de hombros, esquivo con presteza y eficacia el golpe para luego girar sobre si misma e intentar darle una patada en la cara a Jane. *

Esperando que a través de esta acción encuentre la calma y deje de amedrentarme regreso a la postura normal pero atenta a los movimientos. 

Sophie arrugó el ceño ante las palabras de June. Parecía que aquella chica no entendía lo que les estaba pasando, lo único que quería era pegar a alguien... debería de haber dejado que aquel bicho de la silla de ruedas se la hubiese comido por idiota. Así pues dedicando una mirada desagradable a la pego primero y pregunto después, se hizo a un lado para dejarla hacer e intervenir sólo en caso necesario... mientras las miraba se hizo una nota mental a sí misma, no volver a arriesgar su vida por nadie.

Parpadeé varias veces, moviendo la cabeza en un intento de despejarme, de entender lo que había sucedido. Todo había sido demasiado rápido. Me había levantado rápidamente y abalanzado sobre la cría esa, segura de que le borraría la sonrisa de un puñetazo… pero de alguna forma, no la alcancé. No, no es que no la alcanzase, es que esquivó el golpe como si fuese lo más fácil del mundo… y un instante después era yo la que estaba, otra vez, tumbada en el suelo, con un dolor en la cabeza que indicaba que esta vez mi caída no se debía precisamente a un tropezón…

Al notar el sabor de la sangre en mi boca, escupí al suelo, justo frente a los pies de la tipa esa mirándola con odio… y en el fondo, algo de respeto por su habilidad, aunque no es que fuese consciente de ello. Sea como fuese, al menos su golpe había conseguido calmarme un poco, así que, no volví a lanzarme sobre ella, por lo menos, no en ese momento.

Tras haber pateado en la cara a la chica de cabello corto, otro suspiro se escapó de mis labios pero ya buscando en algún rincón de mi interior la calma que lejos estaba de ser algo que tenía continuamente. El problema de sacar ese lado era regresar al estado anterior sin que me carcomiese la ira. 

Por suerte luego de haber recibido un golpe, aquella joven decide no continuar con lo mismo y se lo agradezco. No me gustaba sentir estas sensaciones emerger y quería mostrarme de la forma en que he sido educada, no era una salvaje. - perdón, mi nombre es Jules... Jules Bartlevy. -  expreso al acomodarme la ropa mientras me presento a la pelirroja, que parecía la más coherente de las dos. 

- No sé que les sucedió, el otro día me crucé un hombre aquí que estuvo siguiéndome y tras haberme alcanzado una extraña sensación me invadió, pero no pasó a mayores porque no tenía miedo.  Directamente seguí mi camino y atrás quedó.- si grave error no tenerlo, era un sentir que desconocía bastante. Al menos en esa ocasión me había salvado de aquel infortunio y no pasó a mayores. 

Sophie casi suspiró cuando Jane decidió dejar la cosa estar y no liarse nuevamente a pelear contra aquella especie de hija de Bruce Lee, no sabía muy bien de que iba aquella chica pero lo que si estaba claro es que era una experta en esquivar golpes y por la habilidad que había demostrado casi prefería no saber que alcance de demolición poseían sus puños.

- Encantada Jules- cuando la rubia comentó lo que la había traído allí la señorita Stark arrugó el ceño- ¿Tener miedo? ¿Todo se soluciona con eso? yo nunca he sido muy proclive a la imaginación y no suelo ser muy impresionable pero te aseguro que nos han estado persiguiendo cosas muy malas y no cre que solucionen así de fácil... por eso nos hemos enfadado contigo.

Claro, como no se nos ha ocurrido…- dije, con evidente sarcasmo cuando la escuché -No tener miedo, que fácil. Vuelve a decirlo cuando lo que te persiga no sea un hombre- le dije mientras me incorporaba -Eso si es que consigues escapar con vida, claro- añadí, tras lo cual decidí ignorarla y examinar la habitación en busca de cualquier cosa que pudiese ayudarnos, pues con todo lo ocurrido ni siquiera me había parado a ver dónde habíamos ido a parar.

Negando con la cabeza, respondo. - Piensa en donde estamos, lo que podría ser y lo que uds cuentan. ¿No les parece extraño? ¿En una Universidad? -  pregunto al cruzar mis brazos, satisfecha en parte porque la rubia cesó su intento de querer golpearme. Ya había trasgredido la primer regla del Kung fu y no quería seguir con lo mismo, encontrar la calma en un interior revolucionado por la tempestad era difícil de controlar. Apelaba al raciocinio de la pelirroja, que parecía la más sensata de las dos. 

- Entiendo todo, pero el ataque gratuito no es de buena educación. Al margen de ello, tenemos que encontrar la forma de salir. -  agrego ya buscando al igual que Jane una salida. Una puerta escondida, alguna ventana sin el cerrojo, algo. Jamás se me escapaba un detalle, esta no iba a ser una excepción. 

Dos de las estudiantes comenzaron a examinar la sala de los profesores, buscando cualquier posible salida, sea esta una puerta, ventana o abertura de ventilación para la caldera.

Aparte de una rejilla ubicada en el techo, la única posibilidad es la pequeña ventana que solo sirve para permitir algo de entrada de luz y para albergar un aire acondicionado adicional. Al parecer las comodidades de los profesores superan ampliamente al alumnado.

Por desgracia para llegar a la ventana – que se encuentra a casi dos metros de altura- hay que acercar un mueble bastante pesado o correr la mesa para café y apilar encima una silla o algo más.

Entonces en ese momento el aparato de televisión, que se encuentra en una esquina de la habitación, se enciende por sí solo. El volumen del aparato se encuentra al máximo, y la estática de la imagen conforma una situación apabullante.

A pesar del encontronazo inicial al menos si que habían sido capaces de ponerse deacuerdo en que debían salir de allí, pues sólo era cuestión de tiempo que el bicho que aguardaba detrás de la puerta se abriese camino, de manera que se pusieron a investigar la sala de profesores. Al ver la pequeña ventaba Sophie estuvo a punto de desechar la opción, lo veía muy poco viable, sin embargo tenía que admitir que no había más opciones.

- Nos va a tocar trepar.. - chasqueó la lengua no muy convencida pero entonces el sonido de la televisión hizo que girase la cabeza y mirara el aparato electrónico, un frío glacial le recorrió la columna vertebral al tiempo que abrió los ojos de par en par- Tenemos que salir... ¡¡YA!! ¡¡Vamos!!- exclamó aterrada dispuesta a salir la primera y todo

Ignorando por completo lo que decía la tipa esa para no cabrearme más y volver a intentar atizarle un puñetazo, me puse a buscar una forma de salir de la habitación que no pasase por usar la puerta y volver los pasillos donde seguro que aquella criatura seguía al acecho.

Tal vez podemos salir por ahí…- pensé tras echar un vistazo a la habitación y ver la pequeña ventana, y aunque tendrían que mover algún mueble para poder llegar a ella, tampoco le suponía mucho problema hacerlo -Si movemos…- empecé a pensar cuando, sin motivo aparente, la televisión que había en una esquina de la habitación, se encendió de golpe, inundando el lugar con el sonido de la estática.

¡Joder!- grité, evidentemente alterada, sorprendida y asustada por el repentino estallido de luz y ruido hasta tal punto que sin tan siquiera pensarlo, cogí lo primero que pillé y lo lancé hacia el lugar de donde venía el ruido antes siquiera de ver siquiera que provenía de la televisión.

Encontrar una salida en un lugar completamente cerrado era una ardua tarea, no me gustaba sentirme presa en un lugar con una loca que en cuanto se le raye algo vuelve a la carga con los puñetazos. Por esa razón era exhaustiva la búsqueda, más que nada para no perder el control y estrellarle la cabeza contra la pared. 

- En eso estamos. -  respondo a la pelirroja, me daba igual saltar por la ventana, trepar o lo que fuese necesario con tal de salir. El problema no radica en mi agilidad, sino en la de quienes estaban conmigo. No pensaba cargar como bebés al resto, al margen de que no era muy consciente a que distancia del suelo estábamos. - Mierda, puto sentido de orientación dañado que tengo. -  protesto entre dientes hasta que mi atención se centra en aquel sonido que invadió mis sentidos. 

Y justo cuando estaba por investigar de donde proviene, la rubia lanza algo. - ¡Serás tonta! No ves que proviene del televisor, hay que revisar antes de que lo destruyas. -  afirmo un tanto ofuscada. Por algo se había encendido y pese a no soportar el tedioso sonido, quería saber la causa. 

El aparato de televisión dejó de emitir el insoportable sonido e imagen de estática y lluvia de sintonía para cambiar por una proyección cual película.

La proyección se trata de una especie de bodega de algún barco de gran porte, con mucho cargamento pero aun así un gran espacio en el medio de la bodega de carga. En el centro un círculo de velas e inscripciones de carácter ocultista sirve de barrera para un par de docenas de personas encapuchadas que portan candelabros y otros elementos de difícil distinción.

En el centro de la escena dos encapuchados asisten a una mujer tendida en el suelo que se retuerce de dolor. Al parecer se celebra un nacimiento, uno de carácter oscuro e impío.

La secuencia continua con el natalicio de dos bebes, los cuales son apartados drásticamente de la madre que es encadenada y arrastrada fuera de sitio.

El ángulo y la distancia de la filmación dificulta identificar a cualquier participe, solo que hacia el final de la proyección la pareja que custodia a los bebes se retira, y en su camino pasan cerca de quien los filma. Se puede apreciar claramente un salvavidas con el nombre de “Atlantic Express”.

Los bebes están parcialmente envueltos en mantas negras, dejando entrever sus diminutas caderas. Cada bebe tiene en su costado derecho una mancha de nacimiento.

Esa imagen de los bebes y sus marchas distintivas representa todo un golpe para dos de las allí presentes. Incluso la tercer espectadora casi cae al dar un traspié al descubrir quién es uno de los portadores de los bebes.

Una mujer y un hombre de gafas son quienes llevan a los bebes. El hombre es familiar para las estudiantes, y la mujer también.

Desde luego el único sonido de la filmación es un cantico y sonido de tambores acompañado por las siguientes palabras en latín, que se repiten sin cesar.

Vidi angelum fortem praedicantem voce magna et dixi: Quis est dignus aperire sigillum paradiso unleashing poena - in caelo neque in terra neque subtus terram et nullus est qui aperiat signaculo neque respicere.

Et vidi in medio throni et quattuor animalium et in medio stans natu capra tamquam occisum habentem cornua septem et oculos septem, qui sunt septem spiritus Dei fuisse referunt missi in omnem terram. Deinde accepta dextera sedentis supra thronum. Et cum aperuisset sigillum quattuor animalia et viginti quattuor seniores ceciderunt coram caper.

Jane lanza un florero hacia la tv pero falla por escasos centímetros al pasar por encima del aparato. Entonces el florero debería de chocar contra la pared y estallar.

Pero nada de eso sucede. El florero es tragado por la oscuridad detrás del aparato de televisión, dejando solo un haz de iluminación que es la proyección del televisor. Al enfocar la vista hacia la oscuridad detrás del tv Jane y las demás logran distinguir a “alguien”. Aunque alguien no es suficiente descripción.

El día de la marmota...

Podría ser un día como cualquier otro

Un día sin grandes revelaciones

Solo que en los detalles la locura acecha

En la repetición de hechos sin importancia

Allí el horror aguarda…

Era un día de lluvia torrencial, típica de la estación, donde el agua llegaba hasta lugares insospechados, abarcando las aceras y calles de la gran ciudad que nunca duerme.

Las clases de la tarde en la universidad donde asiste Jules se suspendieron de improvisto por la amenaza meteorológica, lo cual provocó un aluvión de estudiantes hacia el exterior, y de allí a los medios de transporte. El complejo cerró sus puertas en menos de media hora y no esperó por aquellos que pierdan en tiempo dentro.

Entonces la damisela llamó a casa pidiendo aventón, y fue James con William al volante quienes acudieron a la universidad en busca de Jules.

Ellos esperan en la playa de estacionamiento a medio inundar, mientras el viento arrecia y los arboles se estiran hasta casi tocar el suelo a causa del viento.

Por supuesto la muchacha llegará en cualquier momento a la limousine completamente empapada…

James estaba preocupado ese día. Con el tiempo que hacía, las carreteras estarían llenas de coches y la conducción sería complicada. Si bien ya no le parecía seguro viajar en autobús un día como aquellos, más le preocupaba a James que Jules se dejase llevar a casa por un joven galante y lleno de testosterona que acudiera en su auxilio.

La llamada de la joven, le tranquilizó.

-No te preocupes. Vamos ahora a buscarte-dijo sonriendo-.

Así que cogió su abrigo, su sombrero y dos paraguas y junto con William, se subió en el Lincoln negro. Al lado quedaba el Ashton Martin que ya no utilizaba desde hace años y que guardaba tan solo como recuerdo de un pasado que a decir verdad, no añoraba demasiado.

El viaje se hizo un tanto pesado. La lluvia caía copiosamente sobre el parabrisas del vehículo de forma que los limpias, aún a máxima velocidad, apenas conseguían liberar el agua lo suficientemente rápido como para permitir una buena visibilidad. William tuvo que conducir despacio. La radio estaba con el noticiario. La noticia del día era la condena de 5 tipos que seis meses atrás, habían irrumpido en el edificio Watergate, acusados de conspiración, robo y otros cargos.

Si lo de Har Harbour no hubiese sucedido y Jules no hubiese entrado en su vida, James seguramente hubiera estado metido en aquellos tinglados, aunque no sabía de qué lado. Pero esas cosas ya no tenían cabida en su vida. Había algo por encima de todo aquello que hacía que el poder, al menos el concepto al usu del poder, resultase vago e insignificante.

El coche se detuvo finalmente en la isleta donde deberían esperar a Jules. Ella no estaba. William tocó el cláxon, por avisar a la joven, si es que se había guarecido en algún lugar cercano esperando a que llegasen y no les veía. Pero lo cierto es que no se veía a nadie. Salvo por la lluvia, James se acordó del día en que aquel tipo, el desagradable mayordomo de Martinson, les había ido a recoger en coche a la salida del hospital de Bar Harbour. Aquel tipo al que había matado.

James cogió los dos paraguas y la buscó con la mirada. Se había acostumbrado a temer ese tipo de escenarios. Un día gris, lluvia torrencial y nadie, absolutamente nadie a la vista.

Sophie se quedó mirando la televisión con el ceño fruncido y expresión de terror... una expresión que terminó por hacer que abriese la boca por la sopresa que le produjo reconocer a la mujer que sostuvo a uno de los bebés.

- ¿Tía...?- no podía creerlo... ¿pero que narices estaba ella haciendo allí?

Sin embargo todas las preguntas que acudieron a su mente mientras escuchaba el cántico y veía la escena se le fueron en el mismo momento que vio como un monstruo emergía de la pared. Aquello ya fue lo último que necesitaba ver para reafirmar su primera reacción, salir cagando leches de allí por al ventana. En aquella ocasión la pelirroja no avisó se dió la vuelta y se encaminó hacia la única salida como alma que lleva el diablo...
 

La atención estaba puesta en aquel televisor que al cortar con la interferencia y ese agudo pitido, emite una imagen que ha cautivado mi interés. 

La secuencia de la imagen genera curiosidad en mi interior, despertando una marea de intriga y dudas. - ¿Es mi nacimiento? No puede ser...  Pero la marca, si. Es la misma que tengo yo. - pienso al morderme el labio casi al punto de hacerlo sangrar. 

Eran demasiadas casualidades, rostros que de alguna manera los reconocía en algún lugar de mi mente. Tenía un pasado fragmentado, dividido entre el olvido y lo que recuerdo donde un puzzle estaba incompleto, carente de sentido. 

Tenía que llegar al epicentro de la verdad, al origen de todo esto, pero para ello necesitaba a mi Padre. Quien era el dueño de todas las repuestas, el único testigo de mi infancia y quien de ocultar lo que sabe con tanto recelo por algún motivo será. 

Sin embargo, al lanzar el florero observo como no se estrella contra la pared y es absorbido por algo más. - ¿Qué hay más allá? - me pregunto al dar otro paso, hacia ese misterioso lugar.  Dejando atrás las acciones temerosas de la pelirroja,  quería ver, encontrarme con lo que allí se está por descubrir. 

Desde luego, la… ¿película? Que aparecía en el televisor era mucho mejor que el insoportable ruido de estática de antes, o al menos, así sería si toda aquella escena no me resultase familiar de algún modo. Las inscripciones, el círculo, los encapuchados… la mujer encadenada. Era como si de algún modo debiera reconocer aquello, incluso a pesar de estar convencida de que nunca había visto nada igual. Hasta que, al salir del lugar, los encapuchados que llevan a los recién nacidos se acercan a la cámara.

No…- alcancé a pensar cuando, entre las mantas negras que los envolvían, pude avistar a los bebés, o más bien, la marca de nacimiento que había en sus caderas -No puede ser verdad…- me dije, retrocediendo y llevando instintivamente mi mano a mi cadera, justo al lugar exacto donde tenía una marca de nacimiento. La misma que la que tenían los bebés, como si fueran…

Incapaz de soportar más la escena, lancé un florero hacia la tele con tal de acabar con aquellas imágenes, con aquellas palabras que una parte de mi recordaba haber escuchado en algún lugar, pero agitada como estaba, erré el disparo y estrellé el florero contra la pared. O eso era lo que debía haber pasado, puesto que en lugar de ello, fue tragado por la oscuridad sin dejar rastro, una oscuridad en la que había alguien… algo…

Fue más de lo que podía soportar, y sin tan siquiera pensarlo, me giré en dirección a la única salida que había visto aparte de la puerta, dispuesta a saltar por aquella ventana sin tan siquiera plantearme la distancia a la que estaría del suelo.

La radio no cesa de parlotear sobre los trucos sucios del “régimen Nixon” y el Nuevo Federalismo, que tampoco parece ser útil en medio de una guerra contra un distante país del tercer mundo. En definitiva nada mejor para una tarde de lluvia sin control.

Pero tampoco es suficiente, porque el dial escapa al control de los ocupantes del vehículo… hasta caer al final de la sintonía, quizás descompuesto. O tal vez no.

Un orador, de mala monta, comienza su tarea de llenar los huecos de una melodía poco más que decrepita y por demás inquietante.

Olvida esa mierda.

Arrepentimiento y remordimientos. Resarcimiento y redención.

Eso es la vida, ¿no? Esto es para ustedes... almas perdidas recorriendo el largo camino a la redención... pecadores huyendo de su pasado... pero yendo derecho al agujero de oscuridad que está allá adelante.

Estamos todos en la misma autopista sin fin... la que no tiene nombre ni salidas... intentando salir de esta noche que jamás terminó, y llegar a mañana.

Van a tratar de detenerlos, pero digan: "Vete al diablo"... y sigan en movimiento porque esta es su autopista... y esta podría ser el día en que finalmente escapen... de esos malvados demonios, de una vez y para siempre.

Yo estaré aquí con ustedes, para asegurarme de que lleguen a destino.