Partida Rol por web

-¿Me estás diciendo que no te queda ni una...?-pese a la evidente mezcla de incredulidad e indignación, Arven cumplió con lo dicho y, paso a paso, cubrió a Ean hasta el cuerpo del asaeteado yaciente.

-Démonos prisa- se acuclilló apoyando parte del interior del escudo en su cabeza, los calambres, el cansancio muscular... incluso el hecho de que tuviesen que arrancar flechas de los muertos para poder atacar eran pequeñas pruebas que tenía que superar.

Quien se sobrepone sigue adelante, quien se rinde... pestañeó interrumpiendo el hilo de sus pensamientos. Registrando como podía el cuerpo del desdichado no había encontrado armas, atrapada bajo el cuerpo del muerto y rota, la espada que había empuñado antes era completamente inútil pero el brillo sucio del colgante que llevaba el difunto la dejó casi meditabunda durante dos segundos.

-Está bien, Arven, ¡regresemos!

-...tsh- chasqueó la lengua dando un tirón del accesorio que le había llamado la atención pretendiendo llevarlo consigo. Se incorporó a medias y colocó el escudo.-te cubro, así que no te alejes al menos hasta que me alcancen- dijo con la voz ronca por el cansancio pero sin que flaquease su determinación. 

Ean consigue recuperar un par de flechas, pero rompe una al intentar sacarla del cuerpo y las otras dos están demasiado dañadas como para poder dispararlas. Las guarda en su carcaj junto con su último proyectil y se gira hacia Arven para decirle que está listo.

La chica, por su parte, coge el medallón del cuerpo y lo observa un momento. Sin poder recordar prácticamente nada de su pasado, no tiene ni idea de qué puede significar el símbolo grabado en él. Imaginando que Liam no tendrá problemas en reconocerlo, y disertar largo y tendido sobre su significado, se guarda el medallón colgándolo en su propio cuello. Tras cambiarse el escudo de brazo, le da instrucciones a Ean para volver junto al resto del grupo.

Empiezan a avanzar y, acto seguido, otra andanada de los virotes sale en su dirección. Arven consigue desviar uno de ellos con su escudo, pero emite un leve quejido cuando el otro le alcanza en la pierna. Durante un par de pasos, se ralentiza para comprobar que no se ha quedado clavado en el muslo y que, a pesar del dolor, puede moverse con normalidad. Enfadada consigo misma por haberse dejado herir, aunque en el fondo sabe que poco podía haber hecho para evitarlo, acelera nuevamente para ponerse detrás del muro semiderruido que antes os había servido de cobertura.

Yldiane y el resto del grupo han avanzado unos metros en dirección opuesta a la que vosotros habíais tomado, así que, a pesar de los esfuerzos de la Varigal en llamar la atención levantando su bastón, ahora mismo la niebla oculta su posición exacta. Os tomáis un instante para retomar el aliento antes de avanzar por donde se habían alejado, pero justo cuando os decidís a hacerlo, un ligero temblor bajo vuestros pies os hace parar para no perder el equilibrio.

Cuando al fin el suelo deja de vibrar, escucháis un nuevo ruido a vuestro lado. La pared de piedra que se mantenía en un precario equilibrio, se empieza a desplomar sobre vosotros.

Sigo a Yldiane esperando que la Varigal haya escogido bien el camino pero, cuando al fin parece que nos hemos puesto a salvo de las flechas, las ruinas nos tienen guardada otra nueva sorpresa. El suelo empieza a temblar y eso me hace preocuparme por la integridad de los muros que tenemos a nuestro alrededor.

Los espíritus de la tierra parecen estar enfadados en esta región, así que trato de recurrir a mis conocimientos para saber qué puede haberles llevado a este estado. Sin embargo, la niebla parece haber afectado mis recuerdos mucho más de lo que imaginaba, pues ninguna de las enseñanzas de los Demorthèn parecen ser de utilidad ahora mismo.

Me mantengo junto a mis compañeros mietras intento distinguir algo a través de la niebla. - Ean y Arven se han quedado atrás - digo con preocupación. - Tal vez deberíamos encender alguna luz para que sepan dónde estamos - digo cogiendo una de las antorchas que llevo encima. - Con suerte nos ayudará a movernos en esta niebla... Aunque es posible que también atraiga a esos que nos estaban disparando - añado con preocupación, esperando a que sea otro el que tome la decisión.

¡Mierda! Estas situaciones me superan. ¿Qué hago? ¿Vuelvo sobre mis pasos para buscar a los dos que se han quedado atrás? Pero... tenemos que avanzar, si seguimos aquí tarde o temprano acabaremos todos pareciendo un colador... ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago... - En ese momento un temblor del suelo me saca de mis pensamientos. El uno quiere que reaccione, siempre tardo demasiado en tomar las decisiones y en esta situación eso puede ser fatal.

Hago caso de lo que ha dicho el grandullón. Envaino mi espada y saco mi lámpara. Me arrodillo en el suelo detrás del muro para poder encenderla. Cuando consigo encenderla y me levanto veo como la pelirroja ya se ha puesto en marcha con una luz en alto y el grandullón va detrás. Casi no consigo distinguir a Yldiane y Liam. Con una mano ocupada con la lámpara y la otra con el escudo en alto cubriéndome de las flechas, espero un poco a que avance Mòr, dejando la mayor distancia para así dejar más tiempo a Ean y Arven a ver mi luz de la lámpara. Estoy constantemente moviendo la cabeza adelante y atrás, en un caso para no perder a Mòr de vista y en el otro con la esperanza de ver salir entre las sombras a Ean y Arven. Y en ese momento otra idea fugaz pasa por mi cabeza. - ¡Mòr, mira a ver si tienes una cuerda! ¡Si es así átatela a la cintura y lánzame el otro extremo! - Haciendo esto por lo menos nos aseguramos de no perdernos si la niebla se hace más densa.

El chico parece completamente ido mientras le recogen y le ayudan a avanzar. Avanza con los ojos desorbitados y la mirada perdida entre sus zapatos. De vez en cuando un pequeño gemido recuerda que ha sido alcanzado en un costado.

Sigue en esa actitud mientras se adentran en la niebla en dirección a las ruinas. Ni siquiera el temblor le ha podido sacar de aquel choque mental.

-¿Arven?- Dice finalmente respondiendo a Môr. Aunque su momentánea lucidez solo le permite echarse una mano al costado y gemir arrastrándose en la dirección que Yldiane le lleva.

-¿A... Arven?-

Las voces de vuestros compañeros no llegan hasta vosotros, completamente amortiguadas por la niebla. Sin embargo, la aguda vista de cazador de Ean consigie distinguir el reflejo de una luz unos metros más adelante. La linterna de Urvan ilumina sólo hacia delante, pero la niebla hace que parte de la luz se refleje hacia vosotros de forma que el arquero pueda fácilmente localizar al resto del grupo.

-Están por ahí, Arven.- Dice Ean con apenas un hilo de voz, completamente aterrorizado ante la posibilidad de perder a sus compañeros y quedar a solas junto a la guerrera frente a los neblinosos enemigos que tanta puntería parecen poseer.-¡Resiste!- Le suplica imperativamente, puesto que es consciente de la herida de su compañera, aunque por su reacción parece que se trata de una herida relativamente superficial y que por fortuna le va a permitir moverse con agilidad.

A continuación la toma por el hombro tratando de ayudar a portar el peso del escudo, de modo que pueda avanzar con mayor comodidad.

Una punzada. Una punzada seguida de un ardor que se extendió por la pierna acompañado de una sensación de pegajosa humedad que bajaba por la pantorrilla. No se había dado cuenta, pero había trastabillado hasta casi darse contra Ean, acompañando el torpe gesto con una maldición  entrecortada por el dolor.

-Estoy bien- no, no lo estaba. Estaba enfadada, avergonzada de sí misma incluso aunque su parte racional (que seguía ahí pese a lo que pudiese parecerle a los demás) sabía perfectamente que se había hecho lo mejor que había podido... pero eso no era suficiente- el muro de ahí- el camino hacia la nueva cobertura se le hizo más sencillo pese al dolor al apoyar la pierna al caminar. Lo más normal habría sido que hubiese dado un soberano empujón al joven para demostrar lo perfectamente que estaba, pero cuando una al correr con el escudo recordaba a un borracho en un barco de tanto vaivén por no apoyar demasiado la pierna herida y empeorar lo que era una herida leve, cualquier opción a salvar la dignidad de puertas para afuera estaba descartada.

-Offffff-resopló cuando alcanzaron el resguardo del muro y se esforzó por mirar hacia donde Ean había indicado que estaban los demás- menudo ojo tienes-reconoció con media sonrisa reclinó la cabeza hacia atrás intentando encontrar algo de serenidad que le ayudase a seguir adelante y alcanzar de una vez por todas al grupo.

No sé si estoy preparada para que Liam se ponga a disertar sobre el medallón. Estaba a punto de compartir la pequeña bromilla sobre Liam con Ean cuando notó que algo no iba bien, algo que no era el aire cortado por los virotes ni las voces del grupo a lo lejos.

¿Q..?

Ean se apoya sobre el muro que antes habían estado utilizando como cobertura pero, si bien antes había parecido una construcción maciza, sólo afectada por el paso del tiempo, ahora es completamente inestable. Las piedras se desmoronan como si a penas estuvieran apoyadas unas sobre otras y Ean pierde el equilibrio mientras las rocas de la parte superior del muro caen sobre él.

Arven reacciona a tiempo y se aparta rápidamente a un lado, tirando de Ean para que no quede sepultado bajo la pared. Tal vez ese gesto no le salvase la vida, pero al menos evita que el arquero se quede atascado entre las rocas. La guerrera no tarda en levantarse, con la adrenalina haciéndole olvidar el dolor de su herida, y enseguida se preocupa por el estado de su compañero.

Ean ha recibido varios golpes por todo el cuerpo y, aunque no parece que tenga nada roto, los moratones van a tardar semanas en desaparecer. No sin esfuerzo, consigue levantarse ayudado por su compañera. En ese momento, un sonido familiar os hace girar la cabeza hacia el suelo, donde el perno de una ballesta acaba de dejar una marca en una de las rocas. Sin la pared estáis completamente expuestos a los disparos de vuestros oponentes, así que sólo tenéis una opción: correr.

Encendéis las luces de la linterna y la antorcha de Mòr y esperáis un momento mientras el ionnthén busca una cuerda en su equipo de acampada. Yldiane es más rápida y sabe que ningún Varigal, ni nadie en su sano juicio, saldría a explorar las montañas sin una cuerda, así que coge una de su mochila y se la tiende a Urvan.

Mientras lo hace, todos escucháis el brusco ruido de una pared viniéndose abajo, tal vez a causa de los temblores que habéis notado con anterioridad. Sin embargo, el sonido de la piedra llega acompañado por unos gritos, que no tardáis en reconocer como las voces de Arven y Ean.

Unos segundos después, dos figuras se acercan rápidamente. La mujer sangra por la pierna, donde el virote de la ballesta le ha causado una profunda herida, pero sin duda el arquero presenta un estado más lamentable, completamente lleno de polvo y contusiones por todo el cuerpo.

Os miran con cierto alivio al encontraros y, en rápidas palabras explican que se les ha derrumbado una pared encima, dejándoles a merced de los ballesteros. Tal vez no estén en la mejor de las condiciones, pero no tenéis tiempo de pararos a curar sus heridas con vuestros oponentes tan cerca de vosotros. Tenéis que avanzar y parece que la ruta inicialmente trazada por Yldiane sigue siendo la más conveniente.

Le tiendo una cuerda para que al menos tengamos algo que nos une, cojo uno de los extremos:

- Mör, coge a Liam, voy a ir delante, a ver si consigo orientarme - le digo mientras quito el brazo de Liam que hasta entonces estaba sobre mis hombros. - ¿Dónde están los demás? Joder.... - justo cuando termino esa pregunta veo como llegan Arven y Ean. Mierda. No puedo evitar sentir una punzada de culpabilidad ¿hice mal al intentar refugiarnos? ¿Debería haberme quedado? Eso hace que me pare unos segundo pero rápidamente salgo de mi estupor. Ya habrá tiempo de pensar en eso después.

- Cogeos todos de la cuerda, yo iré delante - miro momentáneamente las luces que tenemos - mejor dejamos solo una encendida, mientras menos se nos vea, mejor.

Cuando veo que están preparados, desenvaino la espada y sigo el camino lo más rápido que puedo.

Veo cómo mis palabras, aunque no llegan a Mòr, son escuchadas por Yldiane la que me tiende la cuerda que pedí. Justo cuando me dispongo para atármela a la cintura veo como atraviesan la niebla nuestros compañeros. Ambos gravemente heridos aunque uno más que el otro. Me empiezan a explicar lo que les ha pasado, pero no hay tiempo  que perder, ya nos hemos entretenido suficiente y arriesgado nuestras vidas inútilmente.

Me acerco a Arven y Ean y les ato la cuerda a ambos en la cintura dejando una distancia para que no se estorben entre ellos, pero lo suficientemente estrecha para que no se enreden en la cuerda que queda entre medias de los dos. Una vez atados les digo. - Vamos chicos, no hay tiempo para hablar, necesitamos encontrar un lugar donde escondernos. - Me pongo en su retaguardia para intentar parar posibles proyectiles con el escudo en alto como estoy acostumbrado. Y con la otra mano en la que sujeto la lámpara les animo para que avancen siguiendo la cuerda.

Liam había empezado a hiperventilar. Observaba la niebla escudriñándola en todas direcciones, intentando hacerse una idea de donde podían encontrarse sus compañeros. El shock le mantenía aún atontado. Normalmente un torrente de ideas hubiese inundado su mente y su boca, en una situación así era imposible que se quedase pasmado como se encontraba ahora mismo. Pero ahora mismo se encontraba fuera de si, ahora mismo no era el mismo Liam de siempre, ¿De siempre? ¿Como podría ser el de siempre si apenas lo recordaba? Su mente se había acercado peligrosamente al abismo de la locura, pero de alguna forma u otra aún se mantenía cuerda. -¿Cuerda? Ah sí, Urvan. Urvan les va a encon... Y allí estaban ellos. De alguna forma el alma volvió a sus pies al verles aparecer al otro lado de la cortina de niebla. -¡Tenemos que mirar esa herida...!- empezó a balbucear al ver a Arven, pero enseguida se dio cuenta de que aquello era una necedad. Tenían que seguir adelante como Yldiane decía. Recuperando ligeramente la compostura ayuda en lo que pudo a atarse y se dispuso a avanzar el penúltimo, solo delante de Urvan que les protegería con su escudo. -Por favor, por favor... no os detengáis. Os lo ruego. Seguid a Yldiane. ¡Seguidle! Llegaremos a... a .. .a algún lugar. Algo con paredes que podamos defender fácilmente y que no se nos caiga encima. Vamos. ¡Rápido!-

Ean estaba vivo, eso era lo que importaba, podía haber sido mucho peor. Se repetía eso una y otra vez en la penosa carrera en busca del grupo mientras cargaba con parte de su peso. Aquel muro bien le podría haber matado aunque desde luego el resultado no era como para envidiarle.

-Ya casi estamos- murmuró jadeante mientras se aproximaban al grupo.

No hubo tiempo para explicaciones, tampoco para enseñarle a Liam el abalorio ese para darle la oportunidad de sumergirse en un discurso sobre lo que conocía o no sobre él ni calmarle sobre la escasa gravedad de su estado comparado con el de Ean.

Se hizo a un lado, lo justo para que Urvan pudiese atarles la cuerda. Ella podía andar pese a la herida, pero no tenía claro que Ean pudiese moverse sin acabar desplomándose de un momento a otro, tal era su estado.

-Si no puedes continuar yo te ayudo- le animó acortando la distancia que Urvan había impuesto con la cuerda para poder reaccionar a tiempo sin entorpecerle al seguir al resto.

Al menos se han dado cuenta de mucha luz no es bueno para el grupo,había sido un buen método para encontrarles y llegar hasta ellos pero desde luego también servía para atraer la atención de los que les atacaban. Pensó en el abalorio que colgaba del cuello y por un instante se preguntó si no debería haber cogido el brazalete del guerrero. 

Ya es tarde para pensar en eso.¿Alguien lo cogió?...Ya puede quedarse ahí pudriéndose, no volveré a por él.

Maldigo una y otra vez ese montón de cascotes que se habían desprendido como si de una broma divina se tratara. Desde luego toda aquella intentona había constituido un grave error. Solo por un par de flechas; las heridas de Arven y las mías propias eran un precio muy alto a pagar.

-Mierda, ¡ay!- Cada movimiento constituía un dolor indecible en mis miembros, y de hecho sentía incluso alguna dificultad al respirar. El terror inicial al verme aplastado ha pasado a la posibilidad de una lenta agonía, aunque por suerte los dolores parecen haberse estabilizado e incluso puedo andar. No obstante, trato de no alejarme de Arven, cuya ayuda me resulta ahora más necesaria que nunca.

-Casi estamos...-Sollozó-No tenemos ni idea de dónde estamos, Arven, ¡ay!- lanzo algunas blasfemias a continuación, indiferente a la reprobatoria mirada de Urvan. -¡Avanzamos como mulas!, -mascullo molesto,- ¿dónde demonios nos llevas, Yldiane? ¿Directamente al enemigo o qué?

Os sujetáis todos a la cuerda y seguís a Yldiane, iluminados por la lámpara de Urvan. El camino es complicado, pues las ruinas parecen estar en un estado aún más lastimoso que hace unos minutos. Sin embargo, la habilidad de Yldiane para escoger el camino y la iluminación adicional hace que evitéis más tropiezos e incidentes con las inestables paredes de las ruinas.

Arven rechaza la ayuda que le ofrecen por su herida en la pierna y ella misma echa una mano al lastimado Ean, que consigue mantener el ritmo de los demás, pero no sin dificultad. Pero las preguntas del arquero minan aún más la moral del grupo, ya bastante tocada por la niebla y la desorientación generada por la niebla.

Pero no es Yldiane quien responde, sino vuestros propios recuerdos:

Las llamas aparecen al fin en la húmeda yesca, que Yldiane no tarda en acercar a la poca leña que habéis conseguido. Poco a poco, el fuego arde hasta convertirse en una hoguera, que ilumina un improvisado campamento localizado entre tres muros prácticamente derruidos en las ruinas. Os aproximáis a las llamas y el calor del fuego y la relativa seguridad de vuestro refugio os proporcionan una sensación de tranquilidad.

Avanzáis un poco más, pensando que estáis completamente perdidos en las ruinas, cuando a través de la niebla distinguís una luz. Urvan no tarda en apagar su lámpara para no llamar la atención sobre vosotros y os acercáis en silencio hacia la zona iluminada. Al menos tres personas parecen moverse alrededor de un fuego en lo que hace tiempo pudo ser un cobertizo o tal vez una habitación.

Cuando veo las luces a lo lejos me paro en seco y levanto un puño, haciendo que pare el grupo. Voy a susurrarle a Urvan que apague esa maldita luz cuando veo que se me adelanta. Y ahora qué, sino teníamos suficiente con los de antes ahora estos...

Pero algo me resulta familiar, no se si es la escena en sí o ese sitio en concreto. Parada, me debato en lo que hacer acontinuación. El grupo está cada vez peor, y si no nos movemos nos van a aplastar de todas formas. No tenemos mucho tiempo para pensarlo, así que voy lo más sigilosamente que puedo hacia la luz, a ver si recuerdo algo más.

El chico avanzaba arrastrando los pies. El dolor se había apoderado de él hasta tal punto que era imposible concentrarse en nada más. Necesitaba descansar. Fue de lejos el último en darse cuenta de la luz que aparecía delante de ellos, pero el primero en cometer la imprudencia de hablar. En un susurro intento llegar hasta Yldiane hablando muy nervioso -¿Creesqueseránhostiles también? Podríanserhostiles, quizá no. Ellugarmerecuerdaalgo ¿noterecuerda a al... ah... algo?- Sigilosamente se acercaba hacia la luz como todos los demás, intentando discernir las figuras que parecían descansar alrededor del fuego.

Por fin parece que llegamos a un refugio... - Mierda, hay luz. ¿Estará ocupado? ¿Serán amistosos? Después de la experiencia propia mejor ser precavidos. - En ese momento apago la luz.

Veo como Yldiane se adelanta en sigilo para observar. Me acerco a Ean y le hago un gesto para que se apoye. - Será mejor que nos quedemos aquí mientras nuestros compañeros miran a ver quienes son. En tu estado es mejor que no entres en combate. - Digo susurrando para no alertar a la posible gente que pudiera haber en la hoguera.

Me quedo al lado de Ean y el resto que no se atrevan a acercarse por sus heridas, con el escudo preparado y vigilante. Mi deber ahora es proteger a los que están heridos.