Partida Rol por web

Marcho ultimo en la comitiva y al ver que el camino comienza a cada vez estar más complicado y la cienaga amenaza con hacernos caer en una trampa, me acerco a Kazurh y le digo.
- Compañero, creo que es momento de dejar la mula aqui atada. En el peor de los los Chasind se la llevaran, pero es mejor que seguir arrastrandola por la cienaga y que terminemos arrastrados por ella a lo profundo de un lodazal.
Le ayudo a coger lo impresindible para lo que queda del viaje, que espero que no fuese mucho más sobre todo por la presencia de la rabia amarilla en nuestros compañeros. Entonces antes de ver como los chasind parecen recapitular sobre seguirnos, tomo una cuerda con la que fuimos bajando la pendiente y les digo a todos al tiempo que voy pasando un extremo para anudar el otro a mi cintura.
Sera mejor que nos sujetemos con esto, en caso de que alguno de nosotros pise en falso o caiga en una cienaga demasiado profundo el resto podremos socorrerle.
Luego avanzo lentamente con cuidado y mirando el camino por delante, asi como tambien los pasos de mis compañeros para estar alerta de cualquier situacion.

Me sorprende con desagrado que los Chanid se del la vuelte justo en este momento. Tal vez ellos piensan que esto es demasiado peligroso hasta para ellos...

Yo tiraré de la mula, si salimos de aquí con vida, habrá que volver de alguna forma.

Morrowir abre la marcha seguido por el resto y con Artros cerrando la marcha con la mula. El avance es lento y agotador. Varias veces, notáis "cosas" escurrirse entre vuestras piernas mientras las botas se hunden en el fango del fondo. Los insectos zumban en manadas en torno a vuestras cabezas y el olor es insoportable. 

De repente, Morrowir pierde pié y se hunde estrepitosamente en el agua cenagosa. Sólo la cuerda que mantienen Itán y Kazurh hace que no se pierda bajo el fango. Aún así, el peso de la armadura le arrastra hacia abajo.

El ruido, asusta a la mula y al tratar de sujetarla, Artros se desequilibra y pierde pié cayendo al agua y quedando sumergido...

De repente el clérigo emite un grito de sorpresa, en cuestión de poco tiempo comienza a hundirse.
- ¡Morrorir!
Debo hacer algo. La mula libre intenta ir por su cuenta, pero mi atención se centra en el clérigo ¡se va a hundir en el lodo!. Mi mente salta y no lo pienso dos veces, debo ayudarlo

Finalmente, Artros se empeña en llevar la mula, aunque retrase nuestro avance. La lentitud de la marcha me exaspera por momentos, y en ocasiones temo que la rabia me consuma de pura impotencia. No obstante, cuando ya llevamos un buen rato, Morrowir se hunde al frente de la marcha, y pienso que quizá Artros haya tenido buen sentido al hacer que el animal siga con nosotros... Sin pensármelo dos veces, trato de calmar a la mula para que sirva de asidero a la cadena humana que preveo formaremos para rescatar al guerrero humano.

- Sshhh, vamos mulita, tienes que sacarnos de esta...

Avanzó a la cabeza del equipo, cuidando que ninguno pierda pie. Sin embargo soy yo el que se descuida y cae en una profunda ciencia, organizando suerte había temido la idea de la cuerda e manera que me concentró en nadar hacia la orilla con movimientos mínimos sabiendo que la desesperación podría llevar ayudarme peor.
-Con cuidado, no se acerquen demasiado o caerán todos.

Aunque la mula retrase, creo que nos vendrá bien a la vuelta.

Pero la maldita al sustarse me tira al barr4o.

Mis músculos se bloquean ante la presión del barro, intento coger aire por lo que pueda pasar...

- ¡Maldita sea! - exclama Kazurh mientras agarra la cuerda con fuerza tratando de evitar que ambos se hundan...

La frialdad de Morrowir evita el desastre y a pesar de la armadura, consigue "nadar" hasta agarrarse a una rama y con la ayuda de Kazurh y Lilith consigue salir del lodo traicionero. Artros, también tiene suerte y consigue evitar que la ciénaga se lo trague.

Itán por su parte, se lanza al agua y logra alcanzar la rienda de la mula antes de que huya para luego tranquilizarla.

Estáis empapados de agua y lodo pero vivos.

El cuervo, vuelve a graznar parado sobre una rama baja allí en los árboles. Sin embargo, la zona parece un poco más segura y podéis ver que el suelo, a un centenar de pasos, asciende dejando de estar enlodado, aunque la neblina del pantano os impide ver demasiado lejos.

Ahora, mojados y enlodados, sois pasto de los insectos voladores...

- ¿Estás bien, compañero?
Respirando grandes bocanadas de aire me siento a su lado y trato de mantener la calma. Cuando he recuperado el aliento añado:
- Este lugar me está poniendo enferma.
Observa con ojos cansado el cuervo. Debían continuar, pero la voluntad estaba constreñida por la desolación del lugar. La presencia de insectos indeseable no favorecía la situación y estaba deseando abandonar ese cenagales de una vez por todas, ese era un único motivo que le daba fuerzas para continuar.

Completamente empapado me siento junto a la hechicea mientras recupera el aliento. Intentando despojarse del agua de mis botas y escurriendo lo que puedo de mis ropas le respondo.
- preferiría perderme una temporada en las profundidades antes de pasar otro día eme este lugar. Espero que ese maldito pájaro nos guíe rápidamente a donde debemos encontrar esa cura
Luego reanudarse la marcha siguiendo al grajo me pongo nuevamente a la cabeza, el caminar se hace aún más difícil con los ropas empapados y el animo próximo el suelo . Ni hablar de esas grandes insectos que parecen verse atraídos por nuestro hedor.

Morrowir, guía el grupo pinchando con su espada el traicionero fondo mientras Itán cierra la marcha con la mula. Con grandes esfuerzos lográis alcanzar la zona más elevada y dejar atrás el agua cenagosa.

- ¡Maldita ciénaga! - gruñe Kazurh que tiene barro hasta en la barba. 

Una vez en tierra parece que los mosquitos dejan de incordiaros y el calor se vuelve más espeso y pegajoso. Tenéis la sensación de que hay más silencio y como si cien mil ojos os observaran. Ahora, los arbolejos se vuelven más espesos pero esta vez el cuervo vuela recto hacia un gran y muy viejo árbol que está en lo alto de una pequeña loma. Sus raíces surgen del suelo todo en derredor creando una especie de maraña. El aspecto del árbol es realmente tétrico y alguna que otra serpiente, se enrosca en torno a su tronco.

El negro cuervo, vuela hasta las ramas del árbol. Se posa en la más baja y empieza a golpear el tronco con el pico. 

TOK! TOK! TOK!

Golpea tres veces y ... cae muerto al suelo. Poco a poco su cuerpo se convierte en polvo que se funde con la arena suelta del suelo...

Por suerte consigo salir vivo del lodo, pero mi mida no mejora con ello.

Sacudo con asco mis ropas a la vez que maldigo mi asquerosa suerte.

AL verme envuelto por hordas de insectos, mi carácter no aguanta más y comienzo a gritar y pegar patadas a lo primero que me encuentro. Me tiro al suelo y lo golpeo con un ataque de ira desproporcionado.

TRas la inmensa pataleta, me tranquilizo, con lo cabeza gacha, y continuo el viaje, a ver que mierda más nos depara.

Estupefacto, observo lo que le ha pasado al cuervo y corro hacia el lugar.

No, no, un momento. Remuevo la tierra que antes era cuervo, deseando que sea un truco de magia, y que éste aparezca del polvo.

Cuando consigo calmar a la mula y me dispongo a ayudar a Morrowir con ayuda de su fuerza bruta, distingo entre el barro que me gotea de las cejas al guerrero humano ¿nadando? entre el barro hábilmente, hasta que consigue hacer pie y reincorporarse.

Parece que el guerrero no tiene sólo habilidad con el arma... -medito, a la par que compruebo que nos encontramos todos bien.

Finalmente, llegamos a tierra más o menos firme y seguimos la penosa marcha, acosados por la sospecha de ojos que nos vigilan y por la certeza de las crueles fauces de los mosquitos que nos acosan, hasta un punto en que Artros no puede soportarlo más y nos regala un espectáculo que casi consigue hacerme olvidar mis miserias.

Por todos los dragones del cielo, ni que le hubieran infectado con la rabia amarilla... Umm, espera...

Entonces, aparece ante nuestra vista el solitario árbol, y al ver al pajarraco dirigirse en vuelo recto hacia él, un soplo de esperanza me recorre el ánimo.

- ¿Es ahí? ¿Hemos llegado? -no puedo evitar decir a los demás.

Pero entonces, ante nuestros rostros atónitos, el plumífero guía se desvanece y... Artros parece empezar a sucumbir a la desesperación. Yo mismo siento como un peso en el corazón, los pulmones y el estómago, un peso que me oprime impidiéndome casi la respiración.

- Esperad... Tiene que estar aquí... ¡Tiene que estar aquí! ¡El musgo sombrío!

Dicho y hecho, me pongo a buscar frenéticamente, entre las raíces del árbol, alrededor de su tronco, en los alrededores del disuelto cuervo, y en todo lugar cercano al que llega mi vista y mis manos.

Maldigo en silencio y quejándome de mi suerte . Mis ropajes y cabellos están lleno de lodo y los mosquitos están acuchillándome la piel.
- ¡Por todos los dioses, cuando va a acabar esto! - mi voz denota angustia y desesperación.
Auqnue trato de aparentar tranquilidad, no puedo mantener la serenidad, el viaje está mermando mis fuerzas y temo con perdernos en las ciénagas. Mi esperanza era el pájaro negro que nos guiaba. Entonces se detiene en una de las ramas más alta de aquel viejo árbol. La escena es totalmente aterradora. Un nudoso tronco repleto de sombrías ramas alzándose sobre nuestras cabezas y el pájaro negro que golpea rítmicamente con su curvado pico.

Las armaduras eran eficientes contra las espadas, e incluso contra pesadas mazas y hachas, sin embargo aquellas miserables criaturas de la cienaga burlaban toda proteccion y conseguian azotar cualquier resquicio de carne que tuvieran disponible. Teniamos suerte si lograbamos nuestro cometido y no sucumbiamos a alguna de esas terribles afecciones que trasmitian los insectos de las cienagas.
Vi el pajaro posandose en el arbol y a punto estuve de decirle a la hechicera que preparara una nueva racion de comida, creyendo que este se habia detenido a comer alguna termina o gusano de la corteza. Sin embargo aquel prodigio me dejo helado. No estaba esperando que aquel pajarraco se convirtiese en cenizas de la nada.
No habia prestado atencion a las palabras de la anciana, por lo que me limite a encojerme de hombros y mirar a Lilith para preguntarle
- Que se supone que debemos hacer cuando el pajarraco nos llevase al lugar indicado?

El enano avanza murmurando y cabizbajo hasta llegar frente al árbol. El cuervo se desvanece. Parece que han llegado al sitio correcto. Observa a Artros y al elfo y murmura de nuevo.

- Esperad. La bruja dijo que teníamos que preparar un "guiso" o algo así con unas hierbas que nos dio... 

- Seguid al cuervo para encontrar el Musgo. Esta bolsa contiene su comida. Acampad, donde se pare el cuervo y sólo donde lo haga. Pero recordad el camino... el cuervo os llevará a vuestro destino; pero no os traerá de vuelta...

Se vuelve hacia la niña, y coge la otra bolsa, que despide un olor agrio y desagradable. Se acerca a Kazurh, y pone la bolsa en sus manos.

- Una vez lleguéis a vuestro destino, pone esta mezcla en agua hirviendo. Los Seres de Fuego, vendrán a vosotros y os llevarán al Musgo.

- ¡¡Eso es!! Buscad leña y preparad el caldero... - comenta mientras empieza a buscar leños secos en ese lugar tan desolado.

Itán y Artros dan vueltas como locos buscando el musgo más no encuentran más que bichos, musgo normal, plantujas y antiguos cráneos semienterrados...

Con sangre en las uñas de escarbar entre las tierra y las raíces en busca de algo parecido a una clase de musgo oscuro, oigo de pronto al enano hablando como el más cuerdo de los humanos. Sintiéndome más animal que elfo, me levanto poco a poco y me sacudo la mugre que me cubre las ropas de arriba a abajo:

- Maldita sea... ¡Es verdad! ¡Los caminantes del fuego! ¡Debemos llamarles!

Casi con el mismo frenetismo con que me empleé hace poco en buscar lo que no podía encontrar, me esmero ahora tratando de dar con el mayor número de ramitas, ramas y trozos de troncos secos.

- ¡Vamos, Artros, aún debemos volver con Stoyanka si queremos salir de ésta!

Suelto mis pertenencias y corro al árbol para escarbar. Esa era la respuesta. Debían encontrar el maldito musgo y el tiempo apremiaba.
- ¡Claro Kazur esa es la respuesta, el musgo!
Ignoro el dolor en los dedos, las uñas están negras de tierra pero ignoro todo y sigo adelante. Debían encontrar el musgo.