Partida Rol por web

Estaba claro que Nikita no era una mujer a la que le gustara la compañía. Se había mostrado esquiva desde que se habían reunido aquella mañana con Vanyard, y era la única que en ningún momento había tratado de relacionarse o entablar conversación siquiera con el resto de la tripulación. David no es que fuera el alma de la fiesta, pero tampoco quería pasarse todo el tiempo que tuviera que pasar en aquella nave encerrado en su camarote. Suponiendo que la mujer no era partidaria de largas conversaciones decidió ser directo con ella - Antes has reconocido la frecuencia que ha sonado en la estática, ¿Verdad? ¿También tienes un historial con la Alianza? - aventuró.

La exótica dama avanza unos tímidos pasos hasta apoyar sus antebrazos junto a mi en la barandilla.

Señorita Vasilis says:  Pero necesito saber que la gente con la que voy a compartir, al menos, las próximas dos semanas, no va a hacerme daño.

Fulmino a la dama con la mirada por la insinuación. Mi posición relajada y segura se torna tensa, y aprieto los nudillos para aguantar las ganas que tengo de golpear algo. No me gusta que se me pregunte por cosas de las que no quiero hablar. Dejo de apoyarme en la barandilla y me incorporo en toda mi estatura para acercarme a ella amenazante.

- ¿Que pasa señorita Vasilis? ¿acaso cree que saber algo del pasado de cualquiera de nosotros le va a hacerse sentir más segura? ¿cree que cualquier dato que pueda suponer una amenaza no va a ser ocultado de forma sistemática? ¿acaso nosotros debemos sentirnos seguros sólo porque usted sea una educada acompañante? A saber que crímenes ha cometido que le han llevado a asociarse con un trozo de estiércol como Sugar.

La miro fijamente casi sin dejar que se mueva entre mi cuerpo y la barandilla. Le cojo del cuello y aprieto con fuerza. - NO vuelva a preguntarme... NUNCA.

Aprieto fuerte para callar su respuesta cuando una melodía a través del hilo musical me saca de mis pensamientos. La exótica dama avanza unos tímidos pasos hasta apoyar sus antebrazos junto a mi en la barandilla.

Señorita Vasilis says:  Pero necesito saber que la gente con la que voy a compartir, al menos, las próximas dos semanas, no va a hacerme daño.

Medito mis palabras unos segundos antes de contestar.

Le devuelvo la sonrisa amable a la acompañante y niego con la cabeza, desviando la mirada hacia el pasillo para evitar mirarle a los ojos. - Mi vida no es nada interesante ni emocionante, señorita Vasilis. Fui jefe de personal y recursos en un gran hospital de los mundos centrales hasta que me pillaron con un desvío ilegal de analgésicos restringidos para sacarme una buena jubilación. - alzo los brazos con gesto inocente.

Nada dramático ni heroico. ¿satisfecha?

Mirándole, por un instante y sin saber muy bien por qué, se me eriza el vello de los brazos, y tengo que frotármelos mientras él comienza con su respuesta.

Nada dramático ni heroico. ¿satisfecha?

-Satisfecha -asiento. Aunque no me convence nada. No, ¿un desvío de fondos para una cuenta privada? No me cuadra.

Pero por un instante me aterroriza la idea de saber qué es lo que habrá hecho realmente como para tener que ocultarlo tras una mentira tan humillante para alguien que parece imbuido de tamaña dignidad.

-¿Qué hay del resto de la tripulación? ¿Cree que podremos confiar en ellos si las cosas se ponen... difíciles?

¿confiar en ellos?

Me cruzo de brazos y me río en voz baja. - Por supuesto que no. No nos conocemos de nada.

La confianza es una cosa que se gana.
No confío en ellos, pero confío en la necesidad de Sugar de ganar créditos. Si nos ha metido en esto es porque todos debemos saldar cuentas, y a todos nos interesa terminar trabajos para que Sugar nos libere de la deuda.

La observo y vuelvo a apoyarme divertido en la barandilla - Dígame, ¿como consigue una rata despreciable como Sugar el favor de una experta acompañante?

Dígame, ¿como consigue una rata despreciable como Sugar el favor de una experta acompañante?

Tuerzo el gesto durante unos instantes, pero lo relajo inmediatamente después, y sonrío.

-"La confianza es una cosa que se gana", doctor -le parafraseo, mientras me incorporo y entrelazo las manos a la espalda- no le entretengo más. Seguro que desea hablar con toda la tripulación por separado antes de que lleguemos a nuestro destino. Por mi parte, voy a ver si consigo remendar la cara de ese muchacho.

Tener a un niño haciendo este tipo de trabajos... desde luego, cuanto más conozco de Sugar, menos me gusta. 

-Si es que consigo hacer bajar mis maletas por la trampilla de nuestro camarote. -Me río, recordando la aprensión que he sentido momentos atrás ante la idea de caer con una voluminosa caja y partirme el cuello a las pocas horas de comenzar a trabajar para la mafia. Un final bastante patético para Jun, sin duda.

Tras un viaje de dos días llegáis a las cercanías de Snowfall, en un momento dado una onda os entra en el sistema de comunicación, parece que alguien os indica unas coordenadas como punto de encuentro para la entrega de la mercancía. Desde fuera de la Atmo, Snowfall parece una roca arenosa a medio terraformar, no se ven grandes nucleos de luz como en Perséfone o Beaumond, ni siquiera podéis distinguir agua.

No hay mucho tráfico cerca, unas naves dedicadas a recolectar hielo en los asteroides cercanos. Hace unas horas que no véis patrullas de la alianza, es una luna fronteriza poco habitada que no parece interesar a nadie. Las coordenadas que os han dado os llevarían a una pequeña hondonada que forman un desfiladero estrecho donde no podréis meter a Constanze, aunque si aterrizarla en la parte alta del mismo.

Según los datos de navegación del Cortex, hay fuerte viento en el satélite y tormentas de arena en algunas zonas. Parece que va a ser un aterrizaje interesante, es hora de asegurarse para la secuencia de entrada.

Cuando sonó la alarma de su reloj, Faraday salió de debajo de uno de los motores, deslizándose ayudado por la carretilla deslizante, y cerrando rápido uno de los trastos que mantenían el motor corriendo y funcionando.
Atravesó con paso ligero la cámara, ayudándose de algunas tuberías para llegar rápido a la cabina del piloto y sentarse allí. A la vista se encontraba aquel trozo de roca fría que alguna persona sin demasiadas luces le había puesto SnowFall.

Levanto el comunicador y llamo a la tripulación. Capitán, resto de maleantes, el destino está a la vista. Mientras lo hacía, mas por costumbre adquirida en entrenamientos repetidos hasta el cansancio, se coloco el arnés que lo sujetaría a la silla, y finalmente, las gafas de piloto que lo cubrirían de cualquier destello distractorio.

Aunque nadie lo había mencionado, el había notado una mejora en el ánimo, luego de la canción elegida, había puesto otras, pero ninguna digna de mención, la mayoría música sin demasiada letra, para pasar el rato y en un volumen sosegado. Tenía intenciones de poner más, pero en el momento adecuado.

Oiga Jefe. dijo cuando vio a KaineEste trozo de roca es complicado de maniobrar para una nave de este volumen. ¿Bajo o usamos una de las lanzaderas?.

La nave entra en la atmo planeando suavemente como una hoja en el viento, deslizándose calmadamente y sin apenas vibraciones. Es, lo que los manuales describen, una entrada perfecta.

El suelo se acerca y hay que tomar una decisión antes de que el suelo la tome por vosotros.

Salgo del camarote del capitán y miro a ambos lados comprobando que no haya nadie en el pasillo. Me espero unos segundos para escuchar las voces y pasos de los tripulantes, haciéndome una idea de que no hay nadie cerca al usar los cinco sentidos.
Instalo el código de seguridad con los diecisiete dígitos para bloquear la puerta y me ajusto los botones de la chaqueta.

Accedo al puente mientras observo a los que allí se han desplazado haciendo un gesto. Miro los sensores y paso la mano por mi pelo para retirar un largo mechón de mi frente. Me siento en el asiento del copiloto y miro la entrada. Acaricio mi barbilla sopesando pros y contras.

- Su habilidad es tremenda, señor Faraday. Esta es una nave grande pero confío que podrá entrar. Eso les demostrará que llevamos una nave maniobrable y un piloto fuera de lo común.

Además, todavía no sabemos lo que vamos a encontrar. Podría necesitar a cualquiera de ustedes.

Bajenos a tierra, señor Faraday.

En esta habitación-miniatura donde hemos tenido que acostumbrarnos a convivir las dos mujeres, no había mucho espacio para montar mi altar, así que he tenido que conformarme con una pequeña repisa que a Nikita no le ha importado cederme. Allí he podido situar un dibujo de los Ocho Inmortales, unas pocas velas y una ofrenda de té. Enciendo una barrita de incienso mientras medito frente al altar, y junto mis manos en una oración silenciosa, cuando de pronto la voz del piloto resuena por toda la nave.

 Capitán, resto de maleantes, el destino está a la vista. 

Vaya, parece que tenemos trabajo.

Me pongo en pie lentamente, y cojo un espejo de mano para terminar de acomodarme el cabello. No conozco mucho sobre el mundo de la delincuencia, pero si se rige por las mismas normas no escritas que el mundo normal, un buen aspecto puede abrir más puertas que el cañón de una pistola. Suspiro, mirando mi reflejo en el espejo. O al menos, eso espero.

Deposito el espejo sobre mi cama, en la litera inferior, y me aproximo hacia la escalerilla adherida a la pared, para comenzar a ascender por ella. Una vez en el pasillo, me dirijo hacia la cabina del piloto.

-Entonces el plan es llegar, recoger la mercancía, y llevarla a Harmony, ¿no? -Trago saliva lentamente- Parece fácil.

Sí, parece fácil, pero entonces ¿por qué me tiemblan las manos?

Aria pasó aquellos dos días sin muchas obligaciones, deambuló a lo largo y ancho de la Constanze sin molestar demasiado al resto de la tripulación. Visitó la zona de motores para intentar comprender mejor su funcionamiento. Observó en silencio a Nathan toquetear botones a toda velocidad en la cabina de mando, pretendiendo entender algo demasiado complejo para él. Incluso limpió la porquería que había en la bodega de carga una mañana bastante aburrida para él.

Pero estaba a punto de cambiar, o lo parecía. Aria estaba subido en su litera lanzando al aire unos dados que había encontrado mientras ordenaba la bodega, cuando el comunicador de la nave se encendió y el piloto comunicó que estaban próximos a llegar al destino. El adolescente se incorporó y miró los dados durante unos instantes. Los volvió a lanzar una última vez al aire y ambos cayeron sobre la cama. Hmmm. El primero de ellos se hundió entre los pliegos, con un dos bien visible. El segundo rebotó y rodó hasta caer al suelo. 

Aria saltó de lo alto de la litera y agachándose para recoger el dado vio que había salido un seis. Bueno, algo de suerte tendremos... Guardó ambos en el bolsillo del pantalón prestado y salió del pequeño camarote dispuesto, esta vez, a cumplir las ordenes. Estaba en territorio desconocido y quería salir ileso. 

Traté de pasar los dos siguiente días fiel a mis principios. Aquello sólo era un trabajo más, no había acudido a esa nave para hacer amigos. La mayoría del tiempo lo pasaba escuchando en silencio las conversaciones de los demás, o limpiando mi arma y comprobando de cuánta munición disponía.

-Capitán, cuando estemos en tierra, le sugeriría que la mayoría, si no todos, bajemos de la nave -dije, en tono serio-. Si vamos a reunirnos con quien tenga que darnos la mercancía, es conveniente que lleve con usted al menos a un par de pistoleros. Creo que Kovacs y yo podríamos serle útiles en ese aspecto. Puede que también Nikita. Y al chaval -señaló a Aria con un gesto de cabeza- puede usarlo para recabar información por la zona. Ya ha demostrado tener cierta verborrea, y no creo que todos vayan a tratarle igual que los hombres de Chang. Él podría ponernos al día sobre algunos rumores u otros posibles trabajos en este lugar.

Menudos dos días de infierno. A ver si a la princesita le daban ya su propia habitación porque si no un día Nikita despertaría ahogada con el montón de ropa de su alteza o ahogada también por ese asqueroso olor que ponía cada maldito día. A rezarle a vete-a-saber-quién. Nikita ni lo entendía ni lo quería entender, cuando hacía eso, se salía de la habitación como si hubiera fuego. No le decía nada, tan solo salía lo más rápido que podía poniendo los ojos en blanco. Dar una vuelta por la nave y sentarse a observar el espacio en silencio, ya fuese desde la zona del piloto a un lado o en algún rincón de la nave, le parecía mucha mejor opción.

Por fin parecía que iban a poner los pies en el suelo. Parecía que todos iban a bajar, lo que a Nikita le provocó un escalofrío por todo el cuerpo. ¡Por fin iba a haber movimiento! Pero parecía no quedar muy claro quién iba a bajar, hasta que oyó lo de: "Puede que también Nikita". Levantó una ceja y se el hinchó un poco la nariz, le dedicó una mirada de "una de mis balas tiene tu nombre" y se dirigió al capitán.

Yo, bajo. Dijo simplemente y se preparó poniéndose en su funda su pistola de mano y llevando su rifle al hombro.

La nave vuela ya a baja altura, el punto de encuentro es visible y en él no parece haber ninguna nave, aunque algo parece percibirse. El suelo se aproxima y necesitáis un plan. Sabéis que tendréis que cargar mercancía en la nave y puede que para ello necesitéis la mula de la nave o aterrizar cerca.
 

Aria había visto cientos de aterrizajes en el puerto comercial de Perséfone. Pero nunca había estado en uno, y aunque sabía que estaba trabajando no pudo evitar la tentación de ir a la cabina de mando para ver maniobrar a un piloto en directo. Palpó el bolsillo del pantalón cerciorándose de que tenía los dados y con cierto sigilo se puso en un lugar donde no molestara. Snowfall parecía... poca cosa después de dos días de divagaciones e imaginaciones en la cabeza del adolescente. 

A medida que se acercaban la geografía se iba haciendo más nítida, más espectacular para alguien que no había salido nunca de su planeta. Nathan parecía que dirigía la Constanze hacia un desfiladero estrecho. Aria iba observándolo todo con detalle, entre el asombro y la intriga por ver que más territorios desconocidos para él estaban ahí fuera...