Partida Rol por web

La Noche del 23-O fue bautizada en los medios como El 11-S Británico: varias cargas explosivas detonaron en la ciudad galesa de Swansea hundiendo edificios y la red de galerías de una antigua mina abandonada. Las tres cuartas partes del distrito de Morriston fueron engullidas por el subsuelo. Los muertos, heridos y desaparecidos se contaron por miles.

Los daños materiales fueron incontables por toda la ciudad. Después de la detonación, la ciudad quedó colapsada con cortes de electricidad y agua por no hablar de las explosiones de gas, los incendios y una nube de polvo que lo cubrió todo como un sudario durante días. Apenas quedaron ventanas sin romper y mucha gente se quedaría con horrendas cicatrices para siempre después de la lluvia de cristales rotos.

Varios grupos oportunistas se atribuyeron la autoría de la debacle: los RedBeat, un grupo de humanistas de ideología radical aseguraban que todo había sido orquestado para eliminar a un "nido de impuros". El recién nacido Culto del Dragón, una secta apocalíptica de creciente popularidad aseguraba que era obra del Rey Dragón como castigo por los pecados de la humanidad. Los RedBeat empezaron a patrullar las calles y los choques no tardaron en surgir. 

El sistema sanitario se saturó rápidamente para atender a todos los heridos y evacuados. La policía decretó el estado de sitio para luchar contra los saqueadores y los fanáticos. Los bomberos trabajaron durante días sin descanso para apagar infinidad de incendios y rescatar a gente atrapada. 

Pero el caos no había hecho sino comenzar. 

Viernes 28 de Octubre. Han pasado varios días desde la explosión.  Ha habido algunos sucesos de interés (es decir, que no hayan quedado tapados por los escombros):

• Los RedBeat empiezan a patrullar las calles, en teoría, para ayudar contra los saqueadores. Aunque contribuyen a la seguridad, aumenta el número de linchamientos en ciertos distritos. Muchos de los asesinados son criaturas sobrenaturales.
• Los Redbeat y el Culto del Dragón se enfrentan en varios disturbios.

¿Estáis todos bien?

Los recuerdos de aquella noche seguían regresando como sueños en los momentos que la mente de Cleo se apagaba.

A veces, como si hubiera sido sólo espectadora de lo sucedido, se veía a si misma agachándose a recoger al señor Yakub del suelo. En ese momento ni siquiera fue consciente de su peso, le pareció tan liviano como cargar con su mochila. Había corrido, o tanto como le permitía el llevar al anciano, hacia la entrada por donde se habían colado el mago y el cazador intentando emboscar a Owain. Humeando en el suelo se encontraba Bayhas, y un instante de pánico cruzó por la mente de la chica, antes de ver que aún respiraba. Se había encogido a su lado, intentando levantarlo sin tocar las partes de su cuerpo afectadas por el fuego. -T-tenemos que salir de aquí.- Dijo, al principio un tartamudeo que terminó de convertirse en palabras de firmeza.

Otras veces, en sus sueños, podía sentir de nuevo el peso de los brazos de Bayhas y Yakub, mientras los forzaba a avanzar tan rápido como les diera sus pies. El olor a humo y a sangre se colaba en su memoria, y su respiración se aceleraba por el esfuerzo. Pero no había cejado. Había continuado avanzando, dando palabras de aliento. Aquel laberinto de túneles la estaba poniendo nerviosa, ¿saldrían a tiempo? Cuando reconoció la salida soltó un suspiro de alivio. Entonces todo comenzó a temblar.

En un último esfuerzo, Cleo había empujado a los dos heridos fuera, en el momento en que el túnel se derrumbaba sobre ellos. La joven gritó al sentir parte de los escombros caer sobre su brazo izquierdo, pero había logrado salir de allí antes de acabar sepultada. De rodillas, con la frente apoyada en el suelo, inhalaba profundas bocanadas de aire. Sólo entonces, al saberse medianamente a salvo, comenzó a gritar. Gritó de pánico puro, de dolor. Pero no tardó en recordar que no estaba sola. Volvió a levantarse, y se acercó a los otros dos. -Hay... Hay qué...- Intentaba centrarse. -¿Están...?- Los miraba, aterrada, sin saber qué hacer. Con mano temblorosa sacó el móvil, empezando a marcar el número de Orion. -N-n-no pue-- no puedo sola...- Murmuró, ahogando un sollozo.

El sonido de la ambulancia la hizo levantar la mirada a su alrededor, sin saber si el vampiro habría contestado la llamada o no. La determinación volvió a los ojos de Cleo, guardándose el móvil en el bolsillo sin llegar a colgar. -La... la ayuda viene. Resistan. Resistan, joder...- Murmuró, acercándose a ellos para ayudarlos a encaminarse hacia donde las alarmas sonaban más cercanas...

****

Cleo despertó con un gemido de dolor. Se llevó la mano derecha al brazo izquierdo, el sueño devolviéndole el recuerdo del dolor del momento. Se acomodó en el sofá donde se había quedado dormida. Su mirada pasó hacia los presentes, estaba silenciosa, sin querer despertar a quienes dormían. Se llevó una mano al rostro. Dios...

Yakub soñaba con la lucha contra Owain. Había sido un claro error el ir allí de forma tan precipitada. Debería de haber supuesto que Gareth tendría un plan... y que no le importaría lo que fuera que pasaba con tal de llevarlo acabo. Soñaba de forma repetida con como las llamas le alcanzaba el cuerpo haciendo que cayera hacia atrás. Soñaba con como las rocas caían golpeando su pierna derecha y desgarrando músculo y tendones. Revivía el dolor; y entre las llamas podía ver a Mayanin, poseída por el dragón. 

Un gruñido producido por el dolor es todo lo que salió de su boca mientras abría los ojos y contemplaba el techo de su habitación del hospital. La luz blanca lo deslumbraba con su intensidad y el rítmico pitido de alguna máquina era molesto a más no poder. Todo eso pasó a segundo plano con el pinchazo de la pierna. Sus pupilas se contrajeron, pudiendo ver cada detalle del techo durante un segundo antes de comenzar a incorporarse.

Allí estaban Bayhas y Cleo. El primero todavía inconsciente, dormido en la cama de al lado. La segunda con el rostro tapado por su propia mano. ¿Que le pasaría ahora por su mente?

— Cle... Cleo. ¿Estás bien? — Miró a Bayhas. Miró a su pierna y finalmente de nuevo a Cleo. — Yo... Lo siento — Cerró los ojos y suspiró. ¿Estaría en las cercanías Midori? ¿Habría logrado sobrevivir?

— Lo siento — Dijo de nuevo quitando de su mente la imagen de su esposa. Aquello había sido su culpa. Se había despistado. Había mezclado lo personal y lo profesional y eso era lo que pasaba... que aquellos a quien aprecias terminan heridos. — Lo siento — Repitió una tercera vez.

Dormir mientras tienes fiebre se convierte con frecuencia en algo agotador. Se podría llegar a pensar que la inconsciencia es un buen refugio contra el dolor que te tortura durante las horas de vigilia. Pero en el caso de Bayhas, caer dormido no era sino la sustitución de un dolor por otro: el físico por el mental. No bien cerraba los ojos, los sueños febriles le invadían. Imágenes que se repetían, sensaciones revividas una y otra vez, salpicadas de breves momentos en los que despertaba y, agotado, no sabía si tratar de mantenerse consciente o hundirse de nuevo en una pesadilla que se alimentaba de si misma y de su dolor.

A veces recreaba escenas de la pelea contra Owain. En otros momentos no eran sino pedazos absurdos de acontecimientos sin relación entre si, que la fiebre cosía con hilos ardientes. Peleas con hombres lobo, discusiones con policías, estar sentado desnudo en el sillón de Joe y hundirte en él. La risa traviesa de Andy, la brillante dentadura de Orion y el resoplido de Yakub al levantarse de una silla, dolorido. Cleo tirando de él, arrastrándolo, mientras Nina Bowen se reía a sus espaldas y les incineraba con su aliento flamígero por no haber cuidado de su violín. Y en muchos momentos, una bola de fuego que se estrellaba contra su rostro, un calor insoportable que arrasaba con todo lo que se encontraba. Fuego. Luz. Dolor.

Lo siento. Lo siento. Lo siento.

Las palabras se repetían en su mente, pero no eran suyas. Eran de Yakub. Yakub, que les había enviado a luchar contra un puto Rey de los Dragones, acompañado de aliados tan locos como Gareth, que había debido inspirarse en Chernobyl para preparar su pequeño seguro-anti-fracaso-de-misiones. Putos cazadores.

Bayhas se levantó un poco de sus cama. Le ardía el cuerpo. Le dolía todo. Tenía puesta piel artificial y vendajes por la cara, el pecho y los brazos, allí donde la retribución de Owain le había machacado. 

Y tenía muchas ganas de mandar a tomar por culo a Yakub, levantarse y terminar de patear al viejo. Ponerle la mano en el pecho, concentrarse un poco y hacer que se le parara el corazón. Marcharse del hospital, marcharse de Swansea, tirarse por un acantilado y que le follaran al legado de los Al Rashid, a la magia y al mundo.

Ah, joder, pero ¿y si te mueres y vas al infierno, Bayhas? No tengo ganas de más fuego por el momento.

Miró a Cleo y al viejo cazador. - Todos nos metimos allí porque quisimos, Yakub. Somos tan idiotas como tú. - Suspiró. El dolor le distraía. Cerró los ojos y trató de respirar hondo y calmarse. No resultaba fácil.

Cleo se limitó a asentir a la pregunta del señor Yakub, aunque fue más un gesto mecánico que una verdadera afirmación de estar bien. Sacó el móvil, eran apenas la 1am, aún de madrugada. Se quedó unos segundos mirando sin mirar la pantalla del móvil, antes de volver a guardarlo. Lo tenía en vibrar, por si acaso.

—Tres pedazos de imbéciles, sí señor —sentenció Orion entrando por la puerta. En sus palabras no había ni un leve signo de la socarronería o de la burla que le caracterizaba—. Tres ejemplos generacionales de cretinismo supino.

El vampiro estaba realmente furioso con sus compañeros por haber llevado a cabo un plan suicida contra criaturas realmente poderosas, apoyados solamente por un puñado de asesinos fanáticos y guiados por el ansia de poder. Pero especialmente hervía de rabia por lo que le habían hecho a la ciudad y a sus habitantes.

Swansea se había convertido en la Sarajevo de los 90 en una sola noche. Orion nunca habías sido testigo de tantas muertes, tanto caos y tanta violencia en toda su vida y no-vida. A la anarquía le había sucedido la represión armada, que había puesto de nuevo en marcha la maquinaria de la destrucción de lo que quedaba de la ciudad: arrestos injustificados, interrogatorios dignos de la Gestapo, desapariciones, ejecuciones, movimientos siniestros en las sombras... Todo el equilibrio de poder había quedado subvertido y a expensas de que fuera asaltado por las distintas facciones. O, al menos, por aquellas que aún se mantenían medio en pie.

Él mismo había pasado bastante miedo durante aquella semana. Había escapado de los RedBeat en un par de ocasiones casi por los pelos. Había tenido que quitar de enmedio a más de una alimaña que le había confundido con algún ciudadano débil y desamparado, atrayendo atención no deseada sobre su persona. Había tenido que posponer todos sus planes de manera indefinida...

Todo por culpa de aquellos tres hijos de puta que yacían medio moribundos en aquella triste habitación del saturado hospital de Singleton, a donde les había llevado tras haber acudido a la llamada de Cleo. Se habían salvado de puro milagro, a pesar de haber estado en el epicentro de la catástrofe. Otros no habían disfrutado ni de una pizca de su suerte.

Solamente tenía que dejar caer sus nombres y su ubicación a cualquiera de los múltiples interesados en esclarecer lo sucedido y Yakub, Cleo y Bayhas pasarían a ser tres nombres malditos en la historia sobrenatural de Gales y de Gran Bretaña. Eso si la damnatio memoriae no los borraba para siempre de la crónica oculta de las islas.

Y, sin embargo, a pesar de todo, allí estaba él: velando por su descanso cada noche, durmiendo en la tienda de Yakub para evitar los saqueos, dando todo tipo de explicaciones más o menos falsas a sus conocidos y amigos, tratando de recabar información para anticiparse a las posibles represalias de sus enemigos...

—Pero, sin lugar a dudas, yo soy el más gilipollas de todos. Inmortalmente estúpido, desde luego.

Bayhas miró a Orion y se fijó en su mirada, salvaje y con un furor apenas contenido. Y en su dentadura. Brillante. 

- ¿Por qué, Orion?

Lo preguntó con el tono de voz más neutro, más inocente, que pudo utilizar. 

Con todo el caos, el personal sanitario escaseaba e incluso las recepcionistas debían hacer horas extras. Siempre que estaba Orion, curiosamente, solía aparecer la misma con café de hospital (horrible) y galletas.

-Un pequeño refrigerio...

Intercambió una mirada indescifrable con el vampiro. 

Cleo se levantó y se acercó a tomar los cafés que había traído la enfermera para repartirlos, dejando uno junto a la mesa del señor Yakub y entregándole el otro a Bayhas. Luego volvió al sofá, encogiéndose con los pies sobre los asientos, bebiendo a sorbos el café.

Cuando salió la mujer Orion se giró hacia Bayhas. Continuaba muy serio y ahora también se le notaba pensativo.

—Debería estar a muchos kilómetros de aquí. No, ¡qué coño! Debería haberme alistado ya para la misión a Marte. 

Luego miró a Cleo y finalmente a Yakub.

—En cambio, aquí estoy —concluyó, casi en un susurro.

Yakub solo miraba al techo. Pensativo. Había escuchado a Orion llegar, también sus palabras. Pero había decidido no procesarlas. Tampoco es que le fueran a aportar nada que no supiera ya el veterano. Por su cabeza corrían varios hilos de pensamiento diferentes. Owain, vampiros, la llave de Bayhas,Midori... Gareth.

Si el dragón había caído la lucha por su posición iba a ser descarnada. Por el contrario... si no lo había hecho estábamos en serio peligro. Orion incluído... no creo que Owain distinga entre vampiros. Por otro lado estaban los vampiros. Nos habían visto y habían huido, les habíamos jodido el plan y encima habíamos matado a varios de los suyos... seguramente estarían enfadados.

Miró el café que Cleo había dejado al lado de su teléfono. Si algo sabía el viejo era que ahora no era el momento de estarse quietos... eso sería la muerte. Tenían que conseguir información. Orion era su mejor contacto para saber como estaban las cosas en general pero si Gareth estaba vivo... que lo estaría... tendría información también valiosa.

Se incorporó y cogió su teléfono en silencio, tecleando unos segundos antes de dejarlo sobre la mesa. Dejando el café sin tocar. 

— Gracias Orion — Dijo mirándolo. Luego pasó a Cleo asintiendo con la cabeza y finalmente a Bayhas.

— ¿Como están las cosas ahí fuera? — De nuevo miraba al vampiro... le dolía cada parte de su cuerpo, pero haría todo lo posible por que no se notara...o al menos lo hiciera lo menos posible.

Bayhas no abrió los ojos. Orion les había dicho que estaba aquí, que no se iba a ningún sitio. Hasta cierto punto, que les apoyaba. Pero no les había dicho por qué lo hacía. ¿Porque, al fin y al cabo, si Yakub le hubiera dicho que fuera con ellos a atacar a Owain, lo habría hecho también? Suspiró. Ah, qué extraño es el destino, cómo entreteje las historias de todos con hilos hechos de deudas, culpa e, incluso, buenas intenciones. Esas últimas son las peores. Malditas sean las buenas intenciones.