Partida Rol por web

Le acerqué sus bien merecidas salchichas a Diavorai. Allí, en aquel momento, y como casi todas las noches con ellos, compartiendo fuego y sustento con esta familia de artistas ambulantes, me sentí verdaderamente relajado, feliz y en paz. Cierto era, que ayudar a las personas en mi trabajo de mago del día a día también me hacía feliz, muy feliz, pero era un trabajo muy cansado y que requería mucha dedicación. Cuando era más joven no lo entendía, pero ahora sí que veía por qué los hechiceros como yo acabábamos todos volviéndonos huraños y carcamales, aún si eramos más jovenes de lo que podíamos aparentar. Cuando vi que me estaba pasando lo mismo, decidí dar un cambio radical, desaparecer y ocultar mis poderes. No con el fin de dejar de ayudar a la gente, por supuesto, pues sabía que me necesitaban, sino para darme un tiempo a mí mismo, que también era de menester. Aquí, con la troupe, a la luz de la luna y las estrellas, podía de verdad descansar, olvidarme del trabajo y todos los problemas, respirar la brisa nocturna, tomar un poco de sopa y escuchar las historias de Norman y la música de Aura.

Bueno, sin música esta vez, no fuera a ser que Aura acabara tomándose su sopa fría otra vez. Norman podía y solía alargar mucho sus historias, pues sabía que tenía un público deseoso de oirle y, además, que era un excelente narrador, con esa voz tan potente y solemne que tenía. A Aura a su vez le encantaba cantar y tocar música, y era buena, muy buena en lo que hacía. Podéis imaginar entonces cuán inmersivas podían volverse las historias de Norman acompañadas de la música de Aura.

Sin embargo, a diferencia del anciano, Aura no solía tomarse unos segundos de cuando en cuando para comer, distraída con su propia música y la narración de Norman. A menudo se tomaba la sopa fría y Evali se quedaba con ella un rato más, calentándole la sopa y charlando juntas. Esta vez, no obstante, Evali también necesitaba de verdad descansar. Ayer... bueno, ayer ninguno pudo dormir, salvo yo que hice un pequeño truquito mágico. Se veía de verdad el cansancio en las caras de todos.

Por eso también Evali nos había insistido tanto con que nos dieramos prisa para cenar, sabiendo que por una u otra razón la noche se nos alargaría y mañana tendríamos otro día de camino. Ella siempre se preocupaba por la salud de todos, y también además en recordarnos siempre la importancia de las buenas formas, dentro y fuera de la mesa. En ocasiones sospechaba de que esta mujer tuviera quizás sangre noble, pues su educación era la más exquisita de todos nosotros. Tantos saberes que tenía, artes, destrezas y habilidades solían únicamente encontrarse en las personas de sangre alta alcurnia. ¿Sería por tanto una noble, y habría tenido la suerte de nacer en una familia de educación intachable? ¿O quizás, por el contrario se habría hecho a si misma, poco a poco, moneda a moneda, ladrillo a ladrillo? Mi mente, siempre divagando, la imaginaba a veces como una noble que se había fugado de casa, hastiada de tanta pompa y lecciones aquí y allá, y que luego se había luego hecho a si misma refugiándose en una troupe, o mejor dicho, fundando una compañía ella misma.

Más de lo que a menudo me esperaba, mis pensamientos más locos e imaginativos repentinamente se hacían reales de cuando en cuando. Por ejemplo, cuando Norman mencionó la otra historia que quería contarnos. Me atraganté con la sopa en cuantito le escuché decir lo del hechicero, del susto que me pegó. "P-perdonad, perdonad... coff coff..." retomé la conversación con falta de aire. "Norman, decías de una sobre un hechicero que vivía de incógnito... M-me gustaría oir esa..."

- ¡EN GUARDIA COMPAÑEROS! - la voz de Canar se eleva interrumpiendo el momento a la vez que se pone en pie. Vidar sigue su ejemplo de inmediato. Tras un segundo de confusión escucháis los gruñidos y os dais cuenta los demás de que os han rodeado unos lobos.

- Deben de estar hambrientos como para acercarse fuera de los árboles. Habrán olido nuestra cena. - En este momento estáis ya todos espalda contra espalda.

- Ya no podemos llegar a nada para defendernos en los carros. Coged lo que sea del suelo, piedras si hace falta. - La madera para la hoguera es pequeña, y no tenéis grandes ramas cercas que se puedan usar a modo de antorcha. Los lobos se acercan despacio pero unidos sin dejar de gruñir. En cualquier momento estáis seguros de que saltarán.

- Vivir historias es mejor que contarlas - comenta Norman de buen humor -. Yo cuento seis.

- Quédate detrás de mi, Norman - Aura se coloca delante del anciano.

- Creo que eso es útil si algún día nos lanzan flechas, señorita Aura. Pero no creo que sirva de mucho con los lobos. 

- ¿Creéis que bastaría con lanzarles la cena? - Canar no ha cogido ninguna de las piedras. Está claro que confía en sus manos desnudas contra cualquier enemigo.

- No lo creo. Son muchos y parecen bastante delgados. - Evali conserva el cuchillo con el que había cortado la carne - Tenemos que decidir ya qué hacer. ¿Alguna idea? Vidar, vosotros dos habéis estado en mil refriegas, ¿alguna sugerencia?

- Si fueran lobos normales bastaría con hacer todo el ruido que pudiéramos, pero el problema es lo que habías dicho antes. Estos parecen desesperados. - Durante la conversación has estado muy callado. Pero no has estado ocioso.

En efecto, lo primero que hice inmediatamente tras levantarme fue usar el ánima para fortalecerme la mente. Necesitaba tiempo para pensar una solución antes de que los lobos se lanzaran sobre nosotros.

Ya desde verdadera el primer momento en que tomé la decisión de dejar el trabajo un tiempo, de tomarme estas improvisadas vacaciones, me juré a mí mismo que nunca, nunca y bajo ningún concepto, pondría el conservar mi secreto por encima de la vida de nadie.  Hay ocasiones en las que el destino te pone a prueba, y aunque no lo quieras, el sin un plan para lo improvisto el cuerpo puede paralizarse. Yo, que siempre tomaba las decisiones casi sin pensarlas, yo, que siempre tenía la mente en las nubes... por una vez hice un plan, uno solo, contra la  peor situación que pudo ocurrirseme, para así poder tener la consciencia tranquila.

Así pues, mi primera idea, y así lo hice nada más ocurrírseme, fue utilizar Frontera para, con una segunda carga de ánima, crear un círculo de barrera protectora alrededor nuestra. Con solo ese conjuro, gracias al Ánima estaríamos a salvo. Debería ser invisible, así que todavía tenía tiempo para, garantizada la seguridad de los circenses, tratar de encontrar una solución que mantuviera mi secreto intacto también. ¿Sería acaso posible? ¿Encontrar una solución aún mejor, una que hiciera a las criaturas marcharse? Quizás, haciendo mucho ruído, como sugería Vidar... ¿Y si crease la ilusión de un dragón, que ahuyentara a las pobres criaturas? Pero era verdad que parecían desesperadas... ¿Qué hay de la solución de Canar? ¿Y si... y si las alimentase? Pero tendría que ser una a una, o de dos en dos... porque la barrera no pensaba quitarla. ¿Cuántos lobos eran? ¿Cuánto tardaría el ánima en alimentarles? Podría tomarme toda la noche... Pero, ¿y si entonces no se iban? Estarían mucho más fuertes, y nosotros más débiles... Y lo último que quería era empeorar el problema...

Podría ocultar el olor de la sopa... Hacerlo desaparecer. ¿Se irían así, o querrían comer carne humana? Si pudiera usar la Fluidez para cambiar el sabor de la sopa o la carne... podría hacerla tan picante que una vez la probaran tuvieran que salir corriendo a por agua. Pero nunca había usado Fluidez así... ¿era posible, siquiera? Podía hacer que la comida pareciera chocolate, pero no que supiera a chocolate... Nunca me había molestado en intentar lo contrario. Aunque fuera posible, no creía ser capaz de improvisar algo tan complejo tan rápido...

La única solución que se me ocurría era la barrera. Echándole Ánima de la escuela de Aliento podría hacer que incluso repeliera a los lobos. Tal vez así se fueran... Si no, podría tratar de ahuyentarlos con el golem... pero tendría que ir a por él... con otra barrera... Suspiré. Todas las opciones que se me ocurrían requerían revelar quién era yo realmente. Estuve a punto de reir de mala gana. Vivir historias es mejor que contarlas, ¿eh, anciano? ¡Astuto zorro! Él estaba tan tranquilo y contento porque sabía que yo era un mago. ...O eso, o él era el mago y había estado a punto de contarnos su propia historia. Pero fantasías aparte, quizás sí, si que hubiera formas de resolver esto sin revelar mi identidad, pero no se me ocurría ninguna en aquel momento. Asentí y decidí revelarles quién era, aún si, muy probablemente, con tan solo dedicarle tiempo quizás hubiera llegado a alguna solución. Pero tenía miedo. Miedo de que cualquiera de ellos se pusieran en peligro, o se hiceran daño.

"No os mováis de donde estáis. Hablo muy en serio. No os alejéis de la hoguera." casi que ordené, con voz seria, alta y clara. Lo último que quería era que se alejaran de la barrera que había creado para protegernos. Hice el círculo de la barrera bastante amplio, pero podrían intentar traspasarlo y chocarse con un muro invisible. Por fortuna no lo había mejorado con Aliento todavía, así que no dejaría entrar a los lobos, pero tampoco dejaría entrar a los lobos. A no ser que alguno de ellos, lobos u hombres, pudieran volar. Sí, no cerré por arriba, porque no quería que el humo no pudiera salir y nos asfixiara a todos.

Pero en fin, para que confiaran en que sabía qué estaba haciendo, necesitaba una forma de demostrarles quién era, para que confiaran en mi magia y en que sabía lo que hacía. Fue un dilema muy curioso, ya que me había pasado todas estas semanas tratando de engañarles haciéndoles creer que yo era un ilusionista, no un mago de verdad. Y ahora, tenía que convencerles de lo contrario en apenas unos segundos. Tan pronto como hablé se me ocurrió una idea más sencilla y prometedora. Una que, fantaseando de nuevo, quizás podría incluso mantener mi secreto intacto. "Voy a probar una de esas ilusiones mías, seguro que esto les asusta..." Utilizaría la Escuela de Aliento en su forma más básica y a distancia, para generar luces calurosas más allá de la barrera, justo donde estaban los lobos. Pequeñas explosiones que asustaran a los lobos y les ahuyentaran. Como fuegos artificiales. Quizás hasta podría conservar mi secreto...

Una respuesta simple a un problema simple. Los lobos huyen mientras el aire estalla a la vez en una docena de sitios provocando estruendos propios de una tormenta particularmente horrible. Aura se tapa los oídos y se tira al suelo. Tanto Norman como Evali se cubren también del ruido con las manos, pero permanecen muy atentos a lo que ocurre. Vidar y Canar en cambio dan un respingo y se colocan espalda contra espalda con los puños en alto esperando cualquier cosa.

Cuando el momento termina y las luces dejan de aparecer se producen un momento de silencio. Aura levanta la vista aún en el suelo y los demás miran en todas direcciones. No se oye ningún animal o insecto. Es un silencio casi absoluto solo roto por el sonido del viento en los árboles y el crepitar del fuego.

¿Qué diablos...?

Tanto Norman como Evali no dicen nada, pero se giran para mirarte.

...

Me pasé con la potencia ¿verdad?

Me dejé caer de vuelta al pequeño tronco que me había hecho de asiento. Hice desaparecer la barrera y la mejora física sobre la mente. Me pregunté si habría habido quizás alguna forma más sutil de resolver este el problema. Pero que yo supiera y sepa, no existen hechizos ni forma alguna de utilizar el ánima para retroceder en el tiempo. Lo hecho, hecho está, y si te distraes demasiado con lo incómodo del pasado te pierdes lo cómodo del presente.

No estaba seguro de si el resto me había pillado, pero por la manera en que Evali y Norman me miraron, casi de seguro ellos ya lo sabían. Mi verdadera identidad... lo que podía hacer. Quizás Norman dijo esa historia para invitarme a contarlo. Vivir historias es siempre mejor que contarlas... ¿eh?...

Sí, quizás ya era hora de contarles. Creo que lo necesitaba. Y en aquel momento pensé que quizás Norman, y quizás también Evali, se habían dado cuenta antes que yo de que lo necesitaba. Quizás por eso mismo Norman había propuesto exactamente esa historia además de la otra...

"Érase una vez..." comencé a decir yo mismo, y empecé a juguetear con un palito sobre las ascuas y la ceniza en los extremos de la hoguera. "...Un hechicero que vivía de incógnito entre un grupo de artistas que recorrían el mundo." mezclando los avances de las dos historias que Norman propuso contarnos, aunque mi voz no era desde luego tan poderosa como la suya. "A este hechicero, como a todos los hechiceros, le gustaba la magia. Estudiar el ánima, experimentar con ella, crear nuevos hechizos y ponerlos en práctica. Pero, como a todos los hechiceros, aunque la mayoría de ellos nunca estuvieran dispuestos a reconocerlo... lo que de verdad le gustaba era tener un público al que satisfacer con su magia. Como a los músicos, bailarines, narradores, deportistas y luchadores... le gustaba el arte por el arte, sí, pero también la gente, el público, el cliente... sus sonrisas de alivio, sorpresa o alegría..." acaricié casi inconscientemente el pelaje de Diavorai. "Pero un día ese mago empezó a notarse viejo y gruñón. Carcamal, vago, poco apasionado, poco interesado en hacerse feliz haciendo felices a los demás. Había perdido la mitad de su pasión, la mitad de la gracia de su profesión. Aquello no le gustaba... pero no sabía cómo dejar de caer en esa dirección, cómo salir de esa encrucijada. Así que... bueno, salió corriendo... cerró su 'tienda' y se buscó unas... debo añadir, bien merecidas... vacaciones. Se hizo pasar por ilusionista, encontró una familia de bondadosos y amables artistas... e intentó participar en la venturosa y fascinante vida que ellos vivían...."

"Eh... y bueno... luego vinieron unos lobos, se asustó y los asustó así mismo a ellos de la forma más escandalosa, espectacular y poco sutil que pudo habérsele ocurrido." me rasqué la nuca haciendo una mueca y gesto de dolorosa y avergönzada disculpa. "..Lo siento. Siento... no haberoslo contado antes. Quería... quería... no sé... huir... p-para reencontrarme a mí mismo, supongo..."

- Ahora en serio... ¿Cómo lo has hecho?!! ¡¡Ha sido una pasada!! ¿¿Me enseñarás??

- Chicos, ¿no deberíais estar buscando algún arma en lugar de estar ahí parados? - su mirada se centra en Vidar, y tienes la sensación de que está diciendo mucho más con ella que con las palabras.