Partida Rol por web

Hace mucho tiempo,
en una galaxia lejana,
muy lejana...

El brillo blanco de la gran Coruscant Prime se abrió paso lentamente entre las siluetas oscurecidas de centenares de edificios que medían kilómetros desde el suelo hasta las cúspides. Era un nuevo día en la capital de la República, pero nadie pareció notar la diferencia. Miles de naves siguieron fluyendo en las ordenadas hileras que formaban las vías de circulación aérea del planeta, atestiguando el bullicio reinante. Coruscant era un planeta que siempre rebosaba actividad, fuera la hora que fuera.

La luz del sol se posó sobre las cinco agujas del Templo Jedi, arrancando destellos irisados. También dentro del milenario edificio se respiraba la normalidad de un día cualquiera de ejercicios, clases, estudio, práctica y meditación. Los Jedi entendían mejor que nadie la rutina de un nuevo día, el orden de las cosas. 

La mayoría de los Jedi se levantaban con el sol, tras una noche de descanso que les preparaba para los ejercicios del día. Pero había seis de ellos que llevaban varias horas despiertos, y esperaban con expectación. Se podía apostar una buena cantidad de créditos a que eran los seis muchachos más nerviosos que había en aquél momento en el Templo, lo cual era comprensible teniendo en cuenta que les faltaban apenas unos minutos para partir a su primera misión de verdad.

Alia, Nop, Theen, Lyna, Arion y Mowar no sabían a dónde iban. Tampoco por qué iban. Ni siquiera sabían con quién iban, ya que sus maestros no les habían explicado nada. La mayoría de ellos habían oído la misma frase en voz pausada: "Mañana al amanecer, nos vamos. Estate con todo preparado en el vestíbulo y espérame allí." Y ellos, como diligentes padawan, habían contenido su entusiasmo y sus preguntas, y se habían limitado a obedecer. Ahora estaban allí los seis, sospechando que todos esperaban para lo mismo.

Se conocían de vista, ya que llevaban muchos años como iniciados en el Templo, y algunos incluso compartían clan. Pero aquella era la primera vez que estaban juntos y solos... y además muy nerviosos por la inminente partida. Sus sables láser tintineaban contra el cinturón mientras se movían inquietos, esperando a sus maestros. Pronto estarían en marcha y descubrirían lo que significaba ser un auténtico Jedi.

Quizás estaba nerviosa. Aunque su cuerpo temblaba, Lyna parecía mantenerse tranquila, apoyada en una columna del porche, y jugueteaba con el comunicador. 

Así que... primera misión, ¿eh? - Digo, para romper el hielo- ¿Cuántos creéis que sobreviviremos? - Sonrío siniestramente y añado-  He oído que soy su cuarta padawan... ¿Sabéis cuántos llegaron a caballeros? - tamborileo en el suelo con los pies, nerviosamente. 

Lyna, Lyna Koon. -Digo, presentándome- Vosotros os llamábais...

Mire con curiosidad a la chica que estaba a mi lado. Trate de hablar, pero los nervios me traicionaban:

-Misa no...-si hubiese sido posible a los de mi raza, habría enrojecido por la vergüenza- No lo se. No conoce..zco a tu maestro.
Genial, mi primera misión y ya tengo problemas hasta para hablarpienso tristemente
Miro a mi alrededor para ver si llegan nuestros maestros, lamentando no haberme relacionado más en el pasadp con mis compañeros.
-Me llamo Mowar Nin- digo finalmente

Temblaba levemente, estaba inquieta por la primera misión. Doy unos pasos con la frente en alto mirando a mis compañeros. Estaba tensa realmente, por las ansias de aventura… y combate… y más combate, aunque regularmente mi maestro me regañaba por ese deseo, pero ya sabía controlarlo. Cuando escucho que preguntan por mi nombre respondo.

-Soy Alia – Digo mirando de lado – Alia Kazu – Mi voz era dulce, pero mi forma de hablar era algo tosca.

Sujeto mi sable en mi cintura y siento una sensación de tranquilidad, poco a poco comienzo a relajarme, pero seguía con la frente en alto.

Aquella mañana Nop se levantó más temprano que nunca. El sol apenas asomaba la frente por el horizonte y el joven padawan ya se encontraba meditando, intentando poner orden en cuerpo y mente, preparándose para lo que parecía iba a ser su primera misión. Con aparente tranquilidad se vistió con su mejor túnica, se guardó en el cinto material médico imprescindible, envainó su sable de luz y marchó con cierta premura hacia el vestíbulo para encontrarse con su maestro.

Al llegar, el joven zabrak se sorprendió al ver a otros tantos padawans esperando lo mismo que él. Los conocía de vista, aunque hasta el momento no se había relacionado directamente con ninguno de ellos.

Sus ojos se posaron en cada uno de los presentes hasta que la mirada de estos se centró en su presencia.

- Nop Rish. - dijo con voz juvenil y poco tímida - Parece que nuestros maestros nos han reunido a todos en el mismo lugar. Me pregunto si nuestro destino será también el mismo.

El estrepito de varios objetos al caer al suelo anunició la llegada de Arion. Azorado, el padawan se inclinó sobre sus cosas, recogiendolas con cierta parsimonia, para evitar que se le volvieran a caer.

Por un momento el muchacho dudo y, despues de un largo suspiro, abrió la zamarra que habia dejado en el suelo y guardó cuidadosamente las cosas que se le habian caido. Cosas que incluian, entre otra, gran cantidad de discos opticos para data-pads y algunas barritas energeticas envueltas en brillante papel dorado.

Al levantar la vista, se dio cuenta de que un grupo de aprendices padawan estabán reunidos... Entrecerró los ojos, al reconocer a varios de sus compañeros de clase y de entrenamiento. Un leve rubor incendió las enjutas mejillas del muchacho.

"Ah. Hola." Arion cruzó la zamarra sobre el pecho, afirmó el pequeño bolso de cintura y se aseguró de que el sable luz seguia pendiendo de su cinturon. Satisfecho con la comprobación, el muchacho se acercó al grupo, mirando con cierta curiosidad a los padawans.

"Vaya. Que raro. El Maestro Rotwan no mencionó otros aprendices."

"Estooo... Hola. Soy Arion. Arion Ulf Menem." Arion esbozó una media sonrisa, que denotaba tanto nerviosismo como excitación. "Soy el padawan del Maestro Sem-Tar Rotwan... No llego tarde, ¿verdad?" Añadió, pasando del orgullo a la preocupación.

Cuando Arion hace su "aparición" no puedo evitar añadir un comentario en el oído del Zabrak:

-¿Seguro que quieres tener su destino? - Sonrío toscamente, y hago un beve saludo a Arion. - Hola Arion. ¿Cómo llevas el entrenamiento? Espero que bien; ¿Sabías que sólo 2 de cada 10 padawans vuelven de su primera misión?

Miré con dureza a Lyna mientras me acercaba a ayudar a Arion. Antes de que me acercase demasiado el joven ya había recogido todo su material.Pensando mucho para no equivocarme con las palabras comento:

-¿Acaso te-tienes miedo? Yo confío en mi maestra

Si confianza es la palabra... - Digo, negando con la cabeza- Pues diría que no. ¿Sabes cuantos Speeders estampa al mes? -Hago un par de cuentas con las manos- Diría que ya lleva dos, o uno y medio; sólo fundió el motor. Espero que al menos no pilote ella; acabo de desayunar. - Me llevo las manos al estómago y pongo cara de asco- Bah, olvídalo, Mowar, debe ser que yo también estoy nerviosa.

Observé con curiosidad al Anx. Era incluso más alto que yo (y yo ya sacaba una cabeza al resto de mis compañeros). Me acerque a él timidamente y le pregunte:
-¿Y tu cómo te llamas?-recordaba haberlo visto alguna vez, siempre alejado del resto. Eso me daba más confianza con él ya que yo también me había mantenido alejado del resto de mis compañeros.

El pequeño zabrak sonrió ante el fortuito comentario de la padawan, aparentemente humana, llamada Lyna. Y durante un instante pudo olvidarse de aquello que le rondaba la cabeza desde que su maestro le dijera que se vieran en aquel vestíbulo. Se encontraba ansioso porque Tam-Ung Kbahr apareciera, pero recordó las enseñanzas de su anciano maestro acerca de vivir el instante, y no para el futuro; si los caminos de la Fuerza eran ciertos, incluso aquella espera en el vestíbulo tendría sentido para él.

Quiso decir algo, pero la padawan gungan se adelantó recordando al resto de presentes que aún había alguien que no se había presentado. Nop no conocía al Anx, aunque creyó haberlo visto alguna vez: sin duda tenía que ser él, pues no habían muchos de su especie en el Templo. Se fijó en su rostro bondadoso y esperó con cortesía a que se presentara antes de inclinar ligeramente su cabeza a modo de respetuoso y silencioso saludo.

-Si hay problemas mi maestro se encargara – Pienso para mi misma mientras miro con una cara poco expresiva el suelo donde me siento y me agarro las piernas con las manos – Me pregunto si esta vez me dejara luchar junto a el.

Doy un prolongado suspiro y cierro los ojos para recordar enseñanzas de mi maestro, realmente admiraba a Bashram, aspiraba a algún día ser como el, aunque mantengo esos pensamientos solo para mi.

Con la mano izquierda me rasco un poco la cabeza, esa noche había tenido pesadillas nuevamente, pero era algo normal para mi, ya no me perturbaban, y nunca les tuve miedo, pero simplemente alteraban un poco mi estado de animo, no lo suficiente como para desanimarme. Lo que si me inquietaba era porque tanto secreto en esta misión… ¿Por qué el maestro Bashram no me dijo a donde íbamos? ¿Y porque se necesitaba tanta gente? ¿Tan peligroso era el lugar? Miro fijamente el cielo mientras reflexiono.

Theen observo al grupo ni jóvenes allí reunidos, había sido el primero en llegar y se había sorprendido por la llegada de mas gente, no se esperaba tener que convivir, su maestro no le había dicho nada al respecto. Quizá seria mejor ir a buscarlo y preguntarle al respecto…, sin embargo, su maestro no aprobaría su miedo, tal como no lo había aprobado nunca antes; “un joven de 2 metros y medio no debería tener miedo de las reacciones de unos pequeños niños” solía decirle. Había pasado ya varios años en aquel lugar y no había logrado aun trabar serias amistades con los jóvenes de su edad a pesar de tener ya 14 años, lo cual le parecía inapropiado a su maestro y a otros Jedis adultos más que había conocido en su estancia en el tempo.
Así, el “pequeño” Theen se decidió a presentarse…, bueno al menos no escaparía. Pero aquella chica corto sus ideas y su concentración de improvisto al preguntarle por su nombre.
-Theen…, Theen Argun- Dijo el joven precipitada y temerosamente sin saber que mas responder, tenia miedo de quizá al decir algo mas aquellos niños pensaran algo malo de él. Su cresta se había tornado un tanto café, señal de que estaba nervioso y el sabia perfectamente que los demás niños se darían cuenta fácilmente. Tenia que salir de allí cuanto antes.
-Debo marcharme, he olvidado algo… importante. Decidle a mi maestro que…, que fui por un libro- Alcanzo a decir el “pequeño” Theen al tiempo que se marchaba del lugar.

Antes de que se fuese le toque suavemente el hombro y le susurré cuidando que no lo oyese el resto.

Tranquilo. No te pongas nervioso...Muchas veces tambien nerviosa yo.-me doy cuenta de mi error. -Y entonces hablo cómo una estupida.-concluí tristemente.

Mi maestra siempre había tratado de que me rerlacionase con los demás chicos y nunca entendía porque. AL ver a Theen lo comprendí, al menos en parte. Quizás por eso me había dejado sola con 5 chicos que no conocía. Para que tratase de relacionarme

Theen marchaba ahora solo por los pasillos del templo, sabia que cometía un error y que probablemente seria reprendido, pero necesitaba alejarse, era importante que siempre tuviera calma y paz consigo mismo, y eso su maestro tenia que saberlo. Aunque seguro su maestro Kabo N´Trabus encontraría una manera de hacerle ver que había actuado mal sin que el joven Theen pudiese excusarse, a veces le molestaba que su maestro fuera tan inteligente y esta era una de esas. Aunque sin duda alguna a la par era lo que mas apreciaba de él, siempre tenia algo que enseñarle, y si algo le encantaba a Theen era aprender, y mas si estaba en algún libro que pudiese leer.
Pero, que haría ahora?, no podía quedarse allí parado a medio pasillo pensando…, a la biblioteca seria entonces; quizá lograra convencer a alguien de que le prestasen un libro para el viaje.

El joven Theen se había alejado unos cien metros de sus compañeros (el vestíbulo del Templo Jedi era realmente colosal...), y dejado atrás un par de grandes columnas, cuando notó una presencia familiar en la Fuerza. Siempre la sentía como una luz cálida y familiar entre el millar de luces que poblaban el Templo, y supo al instante que su maestro estaba cerca... muy cerca. Se volvió y pudo ver la cara verde y barbuda del maestro Kavo, sonriendo en su dirección.

- ¿Y a dónde vas tú, buena pieza? -preguntó con voz nasal- ¿Has olvidado algo?

Theen se alejó rápidamente. O al menos, todo lo rápidamente que podía alejarse un anx nervioso al punto de que su cresta se hubiera puesto del color del café recién molido de las lunas de Tunnkg. Los muchachos lo miraron mientras se marchaba, incluso planteándose hacer lo mismo ante la presión de estar solos. Pero en ese momento, Arion y Mowar sintieron algo a su derecha. Presencias que brillaban familiarmente en la Fuerza y se acercaban a ellos. Se tranquilizaron de inmediato y todos miraron en aquella dirección.

El miembro masculino del grupo, un hombre de unos treinta años, venía sonriendo con los brazos cruzados ante el pecho. Era alto y delgado, con el pelo ondulado peinado hacia atrás, y una cicatriz que le cruzaba el lado derecho del rostro. Todos los padawan lo conocían: era el caballero Jedi Sem-Tar Rotwan, un gran guardián de la Orden, que pasaba el tiempo practicando con su sable y estudiando sobre las técnicas de lucha más variadas. Cuando llegó junto a los padawan, sonrió aún más y les saludó a todos.

- ¡Buenos días! ¡Veo que sois muy puntuales!

Ya no quedaba duda alguna de que irían todos juntos a alguna parte. El caballero aguardó a ser saludado por los jóvenes aprendices como mandaba el Código, y cuando todos lo hubieron hecho, se dirigió a Arion.

- Pero... solo cuento cinco, ¿dónde está el que falta?

La mujer que acompañaba a Sem-Tar era de raza negra, con el pelo largo y ondulado, y curiosos tatuajes en las mejillas y la barbilla. Tenía unos ojos azules y penetrantes, pero amables y que inspiraban confianza. Les sonrió a todos al recibir su saludo, pues la reconocieron como Imara Tellmin, también caballero Jedi y una gran vidente de la Fuerza, aunque aún era joven.

- Tranquilo, Sem-Tar -le dijo al otro caballero-. Aún tenemos tiempo, y todavía tienen que llegar todos los demás.

Miró a Mowar, que era casi tan alta como ella, y con las manos ocultas en las mangas de su túnica Jedi, le preguntó.

- ¿Tienes todo bien preparado? -sin perder su sonrisa.

-Si maestra, estoy lista-digo timidamente. -Theen Argun está listo, pero a ido a recoger un libro que se le había olvidado-digo prudentemente. Se que estaba nervioso era fácil de ver, pero si el chico habia dicho eso, por algo sería