Partida Rol por web

-Maldición - Digo viendo la oscuridad del pasillo, no me aterraba pero si era una molestia - ¿Que puedo hacer ahora?

Doy unos pasos a ciegas y por poco choco con un muro, toco de a poco las paredes para orientarme y decido prender mi sable de luz, para tener aunque sea aquella poca luz púrpura que deriva de mi arma, en momentos así es cuando hubiese deseado un sable de luz amarillo o verde, que seguramente darían una luz más clara que la que se desprender del mío.

-Algo es algo... - Digo sacudiendo la cabeza, luego comienzo a pensar. - Maldita sea, mis compañeros están en peligro, y yo aquí perdiendo el tiempo en un pasillo... más vale que encuentre a los maestros, o lamentare esto por el resto de mi vida.

Sigo adelante con la poca luz que tengo, buscando la habitación que Mowar me ha indicado. 

Alia encendió su sable púrpura y se dejó iluminar por su luz para abrirse camino hasta la última puerta que les quedaba por explorar. Dejó atrás todo el camino que habían recorrido hasta el hangar, esforzándose por no desfallecer y por centrar su atención en su tarea, olvidando los destellos de la Fuerza que le recordaban que sus amigos seguían en peligro.

A los pocos segundos, se encontró por fin frente a la puerta cerrada, cuyo metal emitía brillos púrpuras al reflejar la luz de su sable láser.

La quemazón del pecho de Theen era terrible, y el anx se sentía débil, muy débil... pero de algún modo se obligó a aguantar y evitó caer desmayado. No tenía fuerzas para hacer casi ningún gesto, y el sólo hecho de coger y encender su sable le costó un esfuerzo tremendo. ¿Cómo podría pelear así? Y de todas formas, había algo raro en todo aquello. El golpe de aquél aprendiz Sith debería haber sido mortal, le había atravesado el pecho de costado a costado. Pero Theen continuaba con vida, y aunque el golpe le dolía horriblemente, continuaba respirando.

Arion, por su parte, había propinado un rápido puntapié a su rival...

... que le alcanzó de lleno en el estómago, dado que el Sith no se esperaba un cambio así en la ofensiva de su rival. El pie de Arion se clavó en la carne blanda e hizo que Darth Phiras se quedara sin aire y se tambalease, aunque no logró derribarle.

- ¡Muy hábil! -dijo, llevándose la mano al vientre y doblándose por el dolor-. ¿Tu Maestro te enseñó eso?

Enseguida se rehizo, sin duda impulsado por el Lado Oscuro, y volvió a su posición de guardia.

- El mismo truco no funcionará dos veces, te lo advierto -siseó-. Y ahora que has perdido a tu compañero, no te queda más opción que rendirte y someterte a nosotros. Esta es tu última oportunidad, ya has visto de lo que soy capaz. Si te niegas, acabaré contigo. Mi maestro os prefiere vivos... pero a mi la verdad es que me da igual, como has podido comprobar.

Se colocó de nuevo en una posición que a Arion le recordaba enormemente a los entrenamientos con Sem-Tar, y le amenazó con la mirada. Si no aceptaba su ultimátum, esta vez el objetivo del ataque sería él... y como había pasado con Theen, no se contendría ni un ápice.

El golpe de Mowar fue certero, dirigido contra las marcas de contacto que Imara le había enseñado con tanta dedicación. El brazo, la pierna... eran marcas no letales que sólo tenían por objetivo someter al rival sin causarle la muerte, desarmándole y haciendo que dejara de ser una amenaza. Estaba claro que un lord Sith tendría otros medios de atacarles que con su sable láser, pero sin duda desarmarle sería un gran paso para derrotarle. ¿Y qué otra cosa podía hacer la gungan?

Sus golpes alcanzaron superficialmente al Sith, que clavó una rodilla en el suelo y lanzó un grito, más de sorpresa que de dolor. Se incorporó enseguida, y se aseguró de no perder su sable láser agarrándolo con fuerza, pero la joven Mowar había conseguido herirle. La miró con los ojos llenos de asombro y esbozó una trémula sonrisa tras mirarse el antebrazo. Había una quemadura en él.

- Esto me pasa por menospreciar a los padawan del Templo Jedi -dijo, con una carcajada-. ¡No ha estado nada mal el ataque combinado! Está claro que sabéis jugar en equipo... Muy bien, eso podría salvaros la vida algún día.

Mowar y Nop se sorprendieron de que el Sith les regalara los oídos con aquellos halagos, pero naturalmente, aquello no duró mucho.

- Algún día... ¡pero hoy no! -exclamó el oscuro ser, y se lanzó sobre Mowar como un rayo, con su sable por delante.

El ataque estuvo a punto de hacer añicos la defensa de la gungan, pero esta logró bloquear el sable in extremis y apartarse a tiempo. Ahora podía contraatacar y tratar de dañar de nuevo al lord Sith.

Mientras Mowar aguantaba como podía contra Darth Maleng, Nop corrió hasta alcanzar a los maestros inconscientes. Kavo, Imara y Tam-Ung estaban allí, tendidos y atados de pies y manos. O para ser más exactos, no estaban atados. Lo que tenían alrededor de los tobillos y muñecas eran unos dispositivos de seguridad que sólo se abrían utilizando una clave numérica. Parecían estar recubiertos del mismo material que aquellas puertas que no podían abrirse con sables láser. Los Sith habían pensado en todo...

Nop observó las caras de sus maestros y comprobó que, aunque estaban débiles, ninguno parecía estar en peligro de muerte.

La padawan retrocedió un par de pasos respirando agitadamente. Tal vez hubiese herido al sith pero estaban muy lejos de vencerle y sus ataques... la fuerza, destreza y sobre todo la corriente de Fuerza Oscura que había sentido la hubiese puesto los pelos de punta, de tener pelaje. La respiración de la gungan hacía mecerse suavemente la pequeña cadena que hacía las veces de trenza padawan.

Tan solo tengo que entretenerlo un rato más... Nop...aprovechalo

El rayo verdoso se abalanzó de nuevo contra el señor oscuro, quizas con menos habilidad que la vez anterior, pero sin duda con la suficiente destreza como para dar más tiempo al pequeño zabrak, que ya estaba junto a sus maestros. Tan pronto como hubo lanzado su ataqué la gungan retrocedió en actitud defensiva. La gungan tragó saliva, rogando porque aquel no fuese su final...si tan sólo Alia hubiese encontrado a los maestros desaparecidos o Nop consiguiese despertar a alguno de los maestros.

Nosotros nos protegemos mutuamente. No como vosotros... si a tu aprendiz le pasara algo ni pestañearías—exclamó— no harías nada por salvarlo

Arion se revolvió para ponerse en pie de un salto. Su semblante mostraba una extraña serenidad y una renovada convicción...

"El Maestro Sem-Tar me enseñó lo mismo que a ti, Phiras... Sabía que algo no encajaba en todo esto..."

El padawan alzó el sable luz frente a si, en vertical, viendo a su oponente a la luz de su arma...

"Arrebatar una vida es un acto sencillo, Phiras... Demasiado sencillo... Engañosamente sencillo... El Maestro Sem-Tar lo sabía y estoy seguro de que asi te lo transmitió... No puedo dejar que hagas más daño... Ni a mi, ni a Theen... Ni a ti mismo..."

Arion enarboló su espada laser...

... Y la apagó.

"Si me matas, no podrás devolverme la vida... Ni evitaras que me una a la Fuerza... Mis amigos me llorarán hasta que comprendan que no me he ido..."

Lentamente, consciente de que cada movimiento, cada palabra podía ser la última, el padawan bajo los brazos...

"Tengo miedo, Phiras... Solo soy un padawan y tengo miedo... Quiero volver a casa, al Templo... Pero no puedo permitirte que sigas adelante... Amigo."

"Y que la Fuerza te acompañe"

Theen fue consciente de las acciones de su compañero y aprobando todo se unió a su táctica. Apagando su láser se sentó de inmediato con los rodillas cruzadas frente a el aprendiz de Sith y con el láser entre las piernas.

-Todos tenemos miedo Phiras, somos jóvenes aun y desconocemos el camino que nos repara la vida y el mundo. Sin embargo la ira y el odio no es la solución, debes enfrentar a tu yo interior y abordar el camino de la vida de forma voluntaria, no dejes que nada externo te controle-

El joven zabrak oraba por su compañera padawan. Sentía un leve miedo en su interior proveniente de la valiente gungan; sin duda su espíritu era poderoso, sin embargo aún era joven e inexperta, y Nop percibía una terrible y oscura fuerza en el Lord Sith, capaz de aplastar a su duelista con facilidad.

Aguanta Mowar...

Gotas de sudor recorrían las sienes del pequeño zabrak, cuyo rostro estaba iluminado por el haz verde de su sable de luz. Observó a los maestros Jedi apenado, aunque al menos sentía que estaban vivos. Se percató de la imposibilidad de abrir con su arma las cadenas que los apresaban, así que lo apagó y trató de concentrarse en los códigos de seguridad.

Abro la puerta usando la fuerza, del mismo modo que las demás puertas del edificio y asumo una posición defensiva, trago saliva y doy un salto al interior de la sala, dando un grito y poniéndome en guardia de forma casi inmediata, esperando algún golpe o algún ataque sorpresa de alguna trampa o droide, en los pocos segundos de concentración al entrar observo la sala para ver que encuentro. 

Darth Maleng se defendió con habilidad de la acometida de Mowar y su sable carmesí bloqueó la hoja verde de la gungan. Empujó levemente para mantener el contacto, mientras miraba con saña a la padawan. Por el rabillo del ojo observó cómo el zabrak, por su parte, se concentraba en tratar de liberar a los maestros Jedi. Dejó inmediatamente de sonreír.

- ¿De verdad creéis que en su estado podrán ayudaros? -preguntó-. Me parece que estais muy equivocados. Y de todos modos... ¿por qué no uniros a nosotros? ¿Qué es lo que os hace tan especiales como para rechazar el Lado Oscuro, aún a riesgo de morir?

Presionó un poco más para hacer retroceder ligeramente a Mowar. Luego hizo una finta y con un movimiento circular, trató de arrebatarle el sable láser a la gungan, pero ella aferró la empuñadura metálica con firmeza y se negó a dejarla abandonar sus manos. El Lord Sith pareció exasperarse.

- ¡¿Quieres decirme qué demonios pretendes resistiéndote?! ¡Todos vosotros vais a morir, rendíos de una vez!

Echó un brazo hacia atrás, y tanto Mowar como Nop pudieron sentir la Fuerza concentrada en su mano. Estaba claro que se preparaba para atacar, y esta vez no iba a contenerse lo más mínimo.

Nop se esforzó por ignorar la lucha que Mowar mantenía con su captor, al menos en aquél momento. Liberar a los maestros era una prioridad absoluta, y se concentró al máximo en la Fuerza para lograr superar la barrera que representaban aquellos cerrojos electrónicos.

Poco a poco, notó como el poder fluía en su interior, y la respuesta empezó a materializarse clara en su mente. La Fuerza nunca le había fallado cuando la necesitaba, y aquél momento no fue una excepción. Introdujo los códigos a toda prisa, y los cerrojos se abrieron a un tiempo.

¡Clic, clac!

Las muñecas y los tobillos de los tres maestros se separaron, liberados al fin. Sin embargo, no se movieron. Estaban demasiado debilitados, por lo que se deducía de sus gemidos y sus rostros angustiados.

Alia entró en la pequeña habitación, completamente a oscuras. La tenue luz de su sable púrpura iluminaba el suelo y las paredes, pero no parecía haber nadie allí. Únicamente podían verse las losas del suelo y, en el centro de la estancia, algo que parecían ropas.

La padawan se aproximó con cuidado, y al mirar más de cerca aquellos ropajes, se dio cuenta de que eran túnicas. Túnicas Jedi. Una de ellas le era increíblemente familiar. No tuvo la menor duda de que se trataba de la túnica de su maestro, Kar-Dot Bashram. ¿Qué significaba aquello?

Inspeccionó la sala en busca de más pistas, y se dio cuenta de que el sable láser de su maestro también estaba allí, junto con otros dos que debían pertenecer a la maestra Pallan'dari y al maestro Sem-Tar. A Alia le daba vueltas la cabeza, pero en ese momento recordó la pose makashi del Sith y su manera de hablar y luchar. Se parecía tanto a su maestro...

La gungan mantuvo la mirada firme, su oponente era mucho más poderoso que ella pero notaba su desesperación. Su desesperación por no conseguir hacerlos caer era incluso mayor que la que habían sentido ellos al ver a sus maestros ya que, en el fondo si sus maestros o ellos morían se unirían de un modo u otro a la Fuerza. La Muerte era parte de la Vida. Mientras los sables se presionaban y Mowar notaba su piel humeda por el sudor respondió ya sin miedo alguno.

—Porque ¡soy libre!. Si muero y me uno a la Fuerza será por mi decisión.—la mirada de la gungan ya no mostraba ni siquiera desprecio, sunicamente compasión— Y tu eres un esclavo. Esclavo de tu propia ira y de tu MIEDO. Puedo sentirlo... ¡¡TIENES MIEDO!!

La gungan retrocedió con agilidad un par de pasos para separarse del sith y poder atacar con mayor libertad y preparó de nuevo el sable. Se sentía en paz consigo misma. No fallaría a su maestra, ni a ella misma. Decidió dar una última oportunidad al sith y tratar de desarmarlo de nuevo antes de atacarle fisicamente.

—Antes muerta que esclava.—sentenció con firmeza —Deberías pensarlo

La acción de Arion pareció coger por sorpresa al aprendiz Sith, que le miró con los ojos muy abiertos. Ya no sonreía. Miró también a Theen y escuchó sus palabras. Luego abandonó su postura de guardia, pero no apagó su sable rojo.

- ¿Eso es todo? -preguntó-. ¿Vais a rendiros, así sin más? Ya os he dicho que si no os unís a nosotros, os mataré... ¿Estáis dispuestos a eso?

Miró ceñudo a Arion, que le observaba a su vez. Aquella amenaza no era un farol, y el aprendiz era perfectamente capaz de hacer lo que había dicho. Dio un par de pasos hacia ellos, y alzó la hoja carmesí que brillaba con fuerza. En ese momento, tanto Arion como Theen pudieron ver que detrás de ellos, Nop se había abierto camino hasta los maestros y había logrado liberarlos. Darth Phiras también debió sentirlo, porque arrugó el ceño. Aquello no parecía ir por donde los Sith habían planeado.

- Hay demasiadas cosas de las que no sabéis nada. Pero esto se acaba aquí, y ahora. No podemos permitir que vuestros maestros se os unan. Si no vais a luchar, y tampoco os unís al Lado Oscuro... moriréis -aseguró-. Por lo tanto, última oportunidad. ¿Os unís a nosotros... o no?

El sable rojo ardía amenazador. Tanto Arion como Theen sabían que de aquella respuesta dependía todo su futuro y su vida. La prueba de todo Jedi había llegado para ellos, quizá demasiado pronto, pero no había forma de darle la espalda.

El fulgor carmesí de la hoja de Phiras se reflejaba en los ojos de Arion. El joven padawan mantenía controlada la respiración, la tensión y el pulso, mirando con fijeza a su contrincante...

"Esta asustado... Nervioso... Ese anciano le ha engañado y, muy en el fondo, lo sabe... Sin embargo, su miedo... Su ira, todavía le dominan y puede hacernos mucho daño... Ah, Maestro Sem-Tar... ¿Como superar esta prueba? ¡No me preparaste para esto!.. No estoy listo para elegir entre luchar o morir... Todavía no lo comprendo..."

Arion aferró con firmeza la empuñadura de su sable luz, con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos...

"Estoy en blanco, Maestro... No recuerdo tus enseñanzas... Estoy... cegado por el brillo de su espada laser..."

El padawan encendió su sable luz y lo volteó con un rápido giro de muñeca para cruzarlo frente a si, mientras respondía a la última pregunta del aprendiz oscuro...

"No" Arion se afirmó en su posición, listo para devolver el golpe... "No me voy a unir a tú... maestro, Phiras... Y me gustaría que tú también lo abandonaras... Por favor..." Arion no podía ocultar su nerviosismo. A pesar de sus titubeos, parecía dispuesto a defender sus argumentos hasta el final... Dudas incluidas...

Cuando veo las ropas, me había sorprendido y la rabia me inundaba nuevamente, pero al ver los sables de luz mi rabia se va poco a poco, hasta evaporarse, aquí sucedía algo extraño, ¿acaso esto es solamente parte del rito de iniciación? niego con la cabeza ¿como puede ser? ¿ellos harían algo tan cruel como esto? Me levanto y vuelvo por mis pasos hasta la habitación, llevándome conmigo los sables de luz, hasta llegar a la sala en donde mis compañeros estaban luchando. 

-¡Alto! - Grito en voz alta al entrar - ¡Esto ha ido demasiado lejos!. 

Arrojo los sables de luz al suelo cerca de la pelea.