Partida Rol por web

Karen oía lo que ellos decían sin entender ni jota. Con su mano derecha se agarraba el pecho intentando que sus latidos dejaran de sonar tan desesperados, pero es que tenía miedo. Estaba aterrada.

La mención del sheriff le dio un poco de tranquilidad, pero mientras Dean volaba con el Impala hacia allá pensó en eso del peligro…

-Mi abuela!!!

Dijo, exaltada.

-Tenemos que ir a buscar a mi abuela. Porfavor porfavor…

Suplicó, sus ojos cristalinos y rojos del llanto.

Por el espejo retrovisor se veían las tranquilas calles del pueblo bajo el anochecer, cuando ya las farolas se encendían de manera automática. No había rastros de la Bestia, no parecía estarlos siguiendo. Tampoco se oían más aullidos de lobos alrededor.

-Ella siempre me llama. Ha pasado todo el día y no ha sonado mi teléfono y y… Joey dijo que que mi abuela me necesitaba…

Dean miró a Karen, que parecía estar en otro mundo, igual que una animadora en un examen de química, y cuando mencionó a su abuela, hizo una mueca de disgusto y miró a Sammy de reojo.

-Eeeeh.... ese no es un buen plan, Karen. La prioridad es dejarte a ti a salvo, pero si nos dices...

Dean no terminó la frase.

¿Dónde iba a estar más seguro que con ellos? Cualquiera podía ser atacado por la bestia; cualquiera.  Si iban con ella, podrían salvar no a una sino a dos personas y eso es lo que hacían, ¿no? ¿Salvar gente?

La mirada que le echó a su hermano, junto con el encogimiento de hombros, lo decía todo.

-Está bien. ¿Por dónde se va a la casa de tu abuela?

Escuchar a Karen hablar sobre ir a buscar a su abuela era descorazonador, sobre todo porque Dean y yo sabíamos que Donna había sido asesinada, aparentemente por la Bestia de Bray Road, la noche anterior. Si llevábamos a la joven camarera de regreso a su casa, se encontraría una escena que en absoluto era recomendable que ella viera.

-Eh, esto... Dean, ¿estás seguro de que deberíamos ir a buscar a su abuela? -le pregunté, dirigiéndole una mirada cargada de preocupación.

No había forma de que pudiéramos ya hacer nada por ayudar a Donna, y que Karen se enterase de lo que le había ocurrido a su abuela en aquellas circunstancias podía ser bastante trágico.

-Pues... ya no estoy seguro de nada, pero si esa bestia nos está persiguiendo, será un sitio como otro cualquiera para recibirlo, ¿no? -le dijo Dean, pensando que quizás podrían tenderle una trampa.

Después de todo, tampoco podían huir eternamente y esconder a Karen iba a resultar complicado. Además, Dean estaba cansado de correr. No le gustaba ser quien huyese, daba igual lo que tuviera detrás de él.

-Lo que tú prefieras, hermanito, pero que sea rápido. Si nos está siguiendo, será mejor saber a dónde vamos.

-La casa de la abuela, entonces -dije, aunque no demasiado convencido de que fuera una buena idea que Karen viera el estado en que se encontraba ahora su abuela-. Espero que no lleguemos demasiado tarde...

Dean tenía razón en algo, y es que no importaba a donde nos dirigiéramos, ya que la Bestia de Bray Road terminaría buscándonos en un lugar o en otro. Lo mejor era llegar cuanto antes. Con suerte, podríamos preparar algunas trampas alrededor de la casa para recibir a la criatura.

La casa de Donna los esperaba, modesta y de dos plantas. La puerta delantera estaba cerrada aunque la trasera estaría abierta ya que Dean la había usado para ingresar al domicilio en donde se encontró con la masacre, ellos ya sabían esto pero no la joven.

-Tengo que avisarle a mi abuela, tengo que avisarle!!

Hizo fuerza para salir del coche pero el seguro estaba puesto. Si iban a preparar la noticia era el momento de hacerlo. O tal vez mejor dejarla ir hacia su abuela… hacia lo que quedaba de ella.

Si mal no recordaban su cuerpo estaría boca abajo, en la cocina, sobre los azulejos que ya a esta altura estarían cubiertos de sangre seca. Nunca tocaron el cuerpo o lo dieron vuelta para saber si le habían sacado el corazón. A estas alturas quizás ya empezaba a tener los signos de rigor mortis.

No, la cocina era un sitio que debía parecer una pesadilla de Stephen King.

Dean sintió una lástima inmensa por Karen. Comprendía perfectamente cómo debía sentirse, equiparando su situación a la que él había vivido cuando su padre desaparecía y no daba señales de vida durante días. Dean no era tan fuerte como pensaban los demás. De hecho, en el fondo, era el mismo niño de siempre, solitario, que había tenido que crecer demasiado rápido.

Dean se levantó de su asiento, se giró y colocó una mano sobre la de Karen.

-Es... demasiado tarde, Karen. Llegamos demasiado tarde. 

Después, miró a Sam.

-Sam, ve tú por delante y llega hasta la cocina. Ahora iremos nosotros. 

Ahora sería Karen quien tendría que crecer de manera acelerada. Era su única posibilidad de sobrevivir a todo aquello.

Sabiendo ya de antemano lo que iba a encontrar en el interior de la vivienda, cuando entré por la puerta trasera decidí encaminarme rápidamente hacia el dormitorio de la anciana, tomar una sábana y cubrir con ella el cadáver de Donna. Si al menos podíamos evitar que Karen viera el cuerpo de su abuela, al menos no tendría que cargar con la desagradable imagen que nosotros habíamos visto antes.

-¡Dean! -llamé a mi hermano, en tono despejado, una vez que ya había cubierto el cuerpo-. Ya está... despejado...

Dean salió del coche en cuanto escuchó a su hermano, rápidamente, para retener a Karen y que no se lanzase hacia la casa sin ningún control. Cuando dio la vuelta al impala, la agarró de la muñeca para impedirlo.

-Karen, mejor que vayamos... despacio -le dijo, mirando además a su alrededor, por si había algún peligro. No terminaba de fiarse de nada.

Demasiadas veces se había cruzado con la muerte como para no sentir en sus carnes lo que debía estar pasando Karen. Aquella chiquilla, porque eso es lo que era para él, acababa de entrar en el mundo de la desesperación. Dean, en cambio, lo había convertido en su hogar particular y había aprendido a hacerse fuerte en él. Era la única manera de sobrevivir.

Con Karen cogida de la mano, Dean tiró de ella hacia la casa y se reunión con Sam. Todo estaba igual que la última vez.

-¿Todo... en orden? - le preguntó

Los ojos de Karen se llenaron de llanto pero ella se mantuvo firme. Su mano, fría de los nervios, se mantuvo unida a la de Dean. Cuando entraron a la vivienda, el cuerpo de Donna estaba cubierto por una sábana blanca. Sam no había tenido oportunidad de buscar algo más oscuro, como para tapar los indicios de sangre.

La cocina despedía el olor de la sangre coagulada, así que de todos modos no dejaron que ella entrara allí. De soslayo llegó a ver el cuerpo pero fue inteligente y en vez de desarmarse, se sentó en el sillón de la sala.

-¿Qué pue… cómo puedo ayudar?

Dijo, mirando la nada. Sus manos presionaban los bordes de cuero del asiento con enorme fuerza, su boca se cerraba en una tensionada expresión de ira y tristeza.

Conocían ambos demasiado bien ese sentimiento.

La cocina, para ellos dos, no era territorio vedado. Allí habían cuchillos y otros elementos que podrían utilizar. Debían pensar qué tipo de trampa le armarían a la Bestia, ¿cómo podían acabar con ese ser de pesadilla? Es que no sabían realmente qué era pero lo cierto, era que la plata lo dañaba.

En el baúl del Impala tenían balas de plata… tenían una enorme cantidad de armas por allí.

Dean se dio cuenta de la oportunidad que tenían allí. La bestia iba detrás de Karen y dudaba mucho que una vez seleccionada su presa, fuese a ignorarla, así que sí o sí, vendría a por ella.

-Está bien. Tengo un plan. O al menos, una especie de plan. Lo primero, voy a ir a por el equipo. Balas de plata, escopetas y revólveres para todos. Karen, necesito que... ejem, te quites la ropa.

Los ojos de Dean se encontraron con los de Sam.

-Se me ha ocurrido que si se guía por el olfato, quizás podamos confundirlo. Me vestiré con sus ropas y cuando aparezca... hamburguesa de lobo -le dijo, haciendo el gesto de disparar con una escopeta imaginaria -. Ella puede quedarse arriba, encerrada en el baño, mientras nosotros nos ocupamos.

No era un plan perfecto y lo sabía, pero en tan poco tiempo, no se podía pedir mucho más. Era como ir a ver una película de Scorsese y al no quedar entradas, conformarte con una de serie B. Al menos te lo pasabas bien viendo sangre, tetas y culos. Dean sonrió mentalmente al pensar que él jamás iría a ver una peli de Scorsese.

-¿Te parece bien? -le preguntó.

-No sé si la plata le afectará, Dean, pero no perdemos nada por intentarlo -le dije a mi hermano, asintiendo a su plan. Al oír que se dirigía al Impala para buscar el equipo, añadí-: Y la espada, Dean. Trae también la espada. Nos podría ser de ayuda en las distancias cortas.

Si bien una parte de mí le hubiera dicho que sí al plan de Dean sólo por el hecho de verle vestido con ropas de chica, lo cierto es que era una gran idea. Si Dean llevaba las ropas de Karen, la Bestia se guiaría por el olfato y acudiría hasta donde se encontrase "Karen". De ese modo, no solo desviaríamos la atención de la Bestia, sino que la haríamos acudir directa hasta nosotros.

-Karen, quizá puedas coger algún cuchillo de la cocina, pero creo que lo mejor es que te mantengas escondida mientras nosotros atraemos a la Bestia. Joey... él va a venir a por ti, pero no dejaremos que te encuentre. Lo mejor es que te mantengas en alguna habitación por la que él no pueda entrar.

Karen accedió al pedido de Dean. Fue al baño y se cambió, trayendo las ropas que había usado para que él se las pusiera. Ella se había colocado una sudadera y un Jean gastado. El pullover que antes llevaba estaba en sus manos extendidas hacia Dean.

-Creo que te quedará muy ajustado y el pantalón dudo te entre, pero aquí están ambas cosas.

Sam le había explicado que era conveniente que se quedara escondida en el lugar más seguro de la casa.

La chica asintió sin titubeos.

-El baño de mi habitación, cerraré con llave.

Mientras estaba yéndose se detuvo y los abrazó con fuerza:

-Gracias, seais quien seais de verdad.

Ella se fue llorando a sabiendas de que estos dos chicos eran mucho más de lo que decían ser.

El Impala tenía todo el arsenal necesario. Así que juntaron las balas de plata, cogieron las espadas y todo lo demás y comenzaron con el plan.

El final estaba cerca…

El de la Bestia o el de ellos dos era algo que iban a averiguar, como en cada ocasión en que combatían al mal, bailarían con la muerte una vez más.

Karen le dio las ropas a Dean, que se quedó mirándolas un buen rato. Nunca le había apetecido interpretar a Priscilla, pero estaba claro que era lo que tocaba.

-Creo que te quedará muy ajustado y el pantalón dudo te entre, pero aquí están ambas cosas.

-No te preocupes, se trata de atraerlo, no de pasar un casting -le dijo Dean con su media sonrisa habitual.

Al final, antes de irse, les dio uno de esos abrazos extraños, que hacen que uno se sienta incómodo porque en realidad, solo estás haciendo tu trabajo, pero que agradeces. Era de esos momentos en los que Dean se sentía bien.

Cuando desapareció en las escaleras, miró a su hermano.

-Vamos allá. Creo que me pondré la sudadera pero los pantalones, me parece que no. Será mejor que solo me los anude a la cintura. Con eso debería bastar, ¿verdad?

Dean se puso la sudadera y se echó la capucha en la cabeza. Después se ató los pantalones alrededor de la cintura de una forma extraña, y cogió la espada y el revolver.

-Quédate tú el rifle y déjame a mí las armas de corto alcance. Me pondré allí, delante del mueble. Como tiene un cristal, podré ver cuando aparezca. Entonces me giraré y le atacamos los dos, ¿de acuerdo?

Me aproximé al Impala para tomar la espada, el rifle de asalto y una pistola cargada con balas de plata, pese a que no sabíamos si aquello funcionaría contra la Bestia de Bray Road.

-Dean, creo que los dos deberíamos llevar una de estas, aunque sea como precaución -dije, señalándole a la pistola cargada con balas de plata-. No sabemos si la plata es efectiva contra ese ser, pero por si acaso... Aunque empezaré con el rifle. Puede que las balas normales también le hieran igualmente.

Los dos hermanos se prepararon: cada uno tomó las armas que habían elegido. De todos modos el coche estaba aparcado fuera de la casa, así que ir a por más no era imposible. Por ahora Sam había escogido: una espada, un rifle de asalto y una pistola cargada con balas de plata, también tenía un rifle a mano.

Dean por su lado, vestido ahora con el pantalón de Karen anudado a su cintura y un pullover muy apretado se preparaba para la guerra. Su elección había sido: la espada y el revólver. También podía usar balas de plata con ese, así que estaba cubierto si es que la plata (y así lo había comprobado su hermano antes) dañaba a la criatura.

La casa se había vuelto más silenciosa y un viento frío movía la silueta de los árboles. Estaban a la espera, dentro de la vivienda, en la sala principal cuando sintieron el primer indicio:

Un aullido largo, seguido de dos cortos que fue respondido por varios aullidos más. Al final uno gutural, un aullido largo y grave, finalizó la “convocatoria”. Bestia de Bray Road había una, pero lobos a su mando (u hombres lobo) parecía que no.

La sala principal constaba de: un sillón triple, una mesa chata, de esas de café y una chimenea que se hallaba casi extinguida en sus fuegos. Sobre el la mesa de café  y algunas otras áreas seguía el desorden de Donna del día anterior: simplemente se trataba de diarios viejos abiertos y libros a medio leer que ocupaban una poltrona vieja, y parte de la mesita. Desde esa sala había una puerta (la principal que daba a la calle), una puerta que daba a la cocina, las escaleras que conducían a la primera planta y la puertita que daba al cuarto de lavado.

Como vengan más, lo tenemos crudo, pensó Dean al escuchar los aullidos. De cualquier manera, su elección estaba hecha. Para bien o para mal, ese era el plan, y Dean siempre decía que había que aferrarse al plan.

Miró a Sam, preocupado, trago saliva con dificultad, y entonces decidió irse al salón. Allí tendría más capacidad de movimiento.

-Ocúltate tras las cortinas -le dijo a Sam en voz baja, mientras se acercaba a la chimenea, manteniendo oculta la espada y el revolver, que había cargado con balas de plata, y caminaba nervioso arriba y abajo. Se había colocado la espada atada al cinturón pero tenía el revolver a mano. Era preferible empezar disparando para jugarse el tipo después.

No era la primera vez que se dejaba ver como cebo, pero siempre le producía la misma sensación de que iba a cagarla. 

Qué haremos si vienen varios lobos, joder, volvió a pensar.

Entonces vio los pies de su hermano bajo la cortina.

-Tío, ocúltate mejor. Hasta una abuela ciega podría encontrarte -insistió, mirando de reojo una y otra vez la puerta, a la espera de que llegaran.

Como estaba nervioso, se acercó entonces a la cortina.

-En cuanto te avise, disparamos a discreción, ¿entendido? No dejes que uno de esos bichos se me acerque. Los acribillamos -le dijo. Dean estaba asustado, aunque no iba a reconocerlo

 Después de eso, volvió a la chimenea... y continuó paseando, mientras esperaba.

Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda al escuchar aquellos aullidos. Una cosa era enfrentarnos a la Bestia de Bray Road, y otra muy distinta tener que hacer frente a una posible manada de hombres lobo. ¿Era posible que hubiera más licántropos en el pueblo además del sheriff y del propio Joey Brown?

Escucho las palabras de mi hermano y, tomando entre mis manos el rifle de asalto, procedo a esconderme entre las cortinas para proceder a darle un sorpresivo recibimiento a Joey y sus posibles seguidores. En principio, el joven no creo que supiera de la existencia de Dean, por lo que como mucho contaría con la posibilidad de que sólo hubiera una persona protegiendo a Karen.

-Puede que haya que pedir refuerzos si son varios hombres lobo, Dean -le dije a mi hermano, mientras me ocultaba tras las cortinas-. Si vemos que son demasiados, tal vez lo más seguro sea llamar al sheriff si tienes su número. Al fin y al cabo, él también es... -Sabiendo que era posible que Karen estuviese escuchando la conversación, preferí no revelar la condición de licántropo del sheriff. Al fin y al cabo, había colaborado con nosotros-...ya sabes...

-Supongo que no estaría de más, pero dudo que haya tiempo ahora de hacerlo -le respondió Dean, buscando entonces el teléfono con la mirada. A pesar de lo individualista que era, sabía cuando su hermano llevaba razón y si lo que tenían delante era una manada, y no un solo lobo, podían estar en graves aprietos.

-Mierda -dijo en voz alta, dirigiéndose hacia el teléfono para llamar al sheriff, fastidiado por tener que reconocer su propia derrota.

-Ya podías haberlo pensado antes. No sé como lo hacemos que siempre vamos contrarreloj con todo -le dijo de malas formas, descargando parte de su frustración en forma de ira. Además, al mirarse cómo iba vestido, giró sus ojos hacia arriba con desesperación -. Menos mal que papá no está aquí para verme.