Partida Rol por web

-Bu... bueno, hemos vi-visto moviimi-entos sos-sospechosos y... eh... nos gustaría... que hechá... rais un vis-vistazo-te responde.-Vente ma...mañana a Ca-Carabanchel y hablamos... porque a-aún queedan co-cosas que com-probar.

-Con...tándote algo,-continúa después de una pequeña pausa- ha-hay un tipo que... entra y sale mu-mucho y que, según... nue-nuestras in-inv-vestigaciones no es un cu-cura ni nada de... eso. Ta-También hemos visto... a un cha-chaval que saale y entra,aa  veces con el otro y o-otras veces solo.

¨...qué echárais un vistazo...¨... pufff, otra misión de grupo... que poco me apetece. Vale Jean, mañana voy a Carabanchel... pero antes de colgar, dime, ¿tienes pensado que vaya con alguien?

-Pues... te-tenía pen...sado que que fuerais u-unos cuantos, pe-pero no he... he habla-blado con An... Antonia. Es la... In-Inquisi... ción, habrí-bría que tener... cuidado.-Te comenta-Te-Te noto a-a disgusto, ¿pa-pasa algo con... tu cu-cuadrilla?

Conoces desde hace bastante a Jean Carlo, y sabes que tiene un "sexto sentido" para notar pensamientos sólo con tu tono de voz.

Te quedas unos segundos pensativo, pensando qué deberías contestar.

Tan perspicaz como siempre - mi sonrisa lo refleja pero Jean Carlo, obivamente, no puede verlo... ¿o sí? jejeje. Lo que diga la Cardenal va a misa jejeje; pero dile de mi parte que para una misión de espionaje, cuantos menos seamos mejor y a ser posible que sean personas con cualidades para dicha misión... no me traigáis a un patoso que despierte a toda la Inquisición. Mañana estaré en Carabanchel a primera hora de la noche y me das los detalles, hasta luego.

Vuelves a la parroquia a la noche siguiente. Jean Carlo te está esperando en una pequeña sala. Por las sillas y los pósters de la pared parece un aula dedicada a dar catequesis: dibujos de la vida de Jesús y uno bastante grande con los 10 mandamientos.

-Bu-buenas.-dice el viejo Brujah con un efusivo apretón de manos.

Os sentáis y empieza a contarte. Parece ser que Cortázar está interesada en una pequeña misión de espionaje, así que vas a ir solo.

-Y voy y yo me creo que no le has convencido tú, Jean-piensas con una sonrisa en los labios.

Te saca una carpeta de cartón azul con un par de fotos. En ellas aparece un hombre de rasgos angulosos y pelo entrecano. En otras aparece un joven rubio. En unas pocas aparecen los dos.

-Han... si-sido toma-tomadas a... la pu-puerta de San Miguel. V-Ve y ave-rigua algo. C-Cuélate o lo-lo que haga f-falta.

Te extiende otra foto, ésta con un cura más bien gordo y de cara redonda.

-Éste es-es el pa-padre... O-Ochoa, el "mo-mona... guillo". Lo m-más seguro es-es que no-no sepa nada... pe-pero noo te fíes.

Muy bien - cojo las fotos - me pondré a ello hoy mismo. Le doy un apretón de manos y salgo del edificio. En la calle, voy directamente a la parada de metro más cercana para ir lo más rápido posible a la iglesia de San Miguel. Doy una vuelta alrededor de la iglesia, siempre caminado por las calles aledañas, nunca pegado al muro d la iglesia. Observo las ventanas, las puertas y la presencia o ausencia de gente.

Desde que abandonas las calle Mayor, no te encuentras con nadie: las calles está desiertas y el silencio extiende sus finos y sutiles tentáculos por las callejuelas del viejo Madrid.

El muro derecho de la basílica da a un callejón oscuro y lúgubre que está cerrado por una verja de hierro. Das un rodeo y ves que el callejón termina en una calle cercana, y que por ese lado también hay otra verja. Los barrotes de hierro medirán unos 2 metros, por lo que no sería difícil escalar por ellos.

Desde la valla puedes ver una tenue luz en una ventana del primer piso. Mientras la observas puedes ver que una de las hojas de la ventana está entornada.

-Trepando por el y sujetándome a las rejas de la ventana que hay debajo, podría subir en un plis-plás-piensas.

Por la parte trasera, la que da a la plaza donde está el convento de las carboneras, hay un balcón en el segundo piso al que también podrías llegar subiendo por el canalón y apoyándote en las molduras del muro. Lo único es que la ventana está cerrada, o al menos lo parece. El resto de las ventanas están enrejadas o demasiado altas como para llegar.

La puerta principal está cerrada, al igual que otra que hay debajo del balcón y los enrejados que hay a ambos lados de la fachada principal. Existe otra pequeña en el callejón.

Mmm, esa ventana entreabierta sería el mejor punto de entrada... pero es posible que alguien esté ahí y podría verme alguien de fuera subir, aunque no hay nadie en los alrededores.

La puerta del callejón es el mejor punto para no ser visto, pero la puerta podría estar cerrada... bueno, pues vamos al callejón y si es necesario tiro la puerta abajo.

Podría fingir ser un pobre pidiendo asilo o un cura de visita, pero estaría muy vigilado y no colaría.

Tras unos minutos pensando, decido intentar acceder por la pequeña puerta del callejón y sino subir a la ventana del 1º piso entreabierta.

Saltas con agilidad la verja y entras en el callejón. Tienes suerte de que el farol que lo alumbraba estuviese apagado, así que no tienes miedo a ser descubierto.

Te acercas a la puerta, una maciza de madera, antigua pero con aspecto resistente. Intentas girar el picaporte pero la puerta no cede, al igual que al empujarla.

Maldices por lo bajo: tendrás que intentar subir a la ventana del primer piso.

De venir Yakov seguro que la hubiera tirado a bajo... Bueno, veamos quien está arriba. Subo sin ninguna dificultad y antes de entrar intento mirar si hay alguien sin que me vean.

Antes de trepar miras hacia la calle, esperando que no hibiera nadie viéndote escalar por las paredes. Compruebas que todo sigue sereno, y eso te da fuerzas para llegar a la ventana.

Cuando tu cabeza llega a la altura del alfeizar echas una mirada rápida y discreta, esperando no encontrar nada desagradable. Te das cuenta que es la ventana de un cuarto de baño, y que la luz proviene de una sala más allá de una puerta entornada. Tomas un último impulso y entras en el baño.

Desde detrás de la puerta te llegan unas voces masculinas.

-Señor Maltés, hace tiempo que no veo a su ayudante-dice una de las voces.-¿Sigue trabajando?

Le responde una voz grave y dura.

-Sí padre, yo también hace bastante que no le veo, pero nuestras misiones son así.

-Sólo espero que esté bien. Rezaré a San Judas Tadeo, patrón de las situaciones desesperadas y de los imposibles. Seguro que le ayudará.

-Sí, seguro.-responde el señor de voz grave-¿Le apetece una taza de café?

-¡Oh, sí! Y así podríamos charlar un rato.

Apagan la luz y siguen hablando, mientras se oyen sus pisadas en una escalera.

Les oigo bajar la escalera pero ¿no han cerrado ninguna puerta al salir de la habitación?... intento mirar por la cerradura de la puerta. Si no veo nada a través de la cerradura o no veo a nadie, entreabro un poco la puerta para saber si alguien se ha quedado en la sala y observar un primer plano de la misma. Ojala encontrará algunos documentos para terminar la misión... pero entonces, ¿qué diversión habría? jejeeje

Miras por la mirilla y ves al fondo una puerta cerrada y un escritorio. Todo hace indicar que no hay nadie en la habitación. Te asomas con cuidado por la puerta entornada.

Ves un cuarto no muy grande, con una cama, una mesilla de noche, un escritorio y un armario de dos puertas. El escritorio está lleno de papeles y libros de aspecto antiguo. La habitación está vacía y a oscuras.

Salgo del baño y veo un dormitorio. Ains... curas tenían que ser. Veo un montón de papeles. Parece ser que alguien trabaja aquí. Me pongo a registrar la habitación.

Abres el armario, pero en él sólo ves un abrigo raído y unas cuantas prendas: nada interesante. Te acercas a la mesa y empiezas a rebuscar entre los papeles con cuidado, no quieres que se den cuenta de que alguien ha estado husmeando.

Hay dos libros, uno de ellos es una edición del "Ritual romano", muy usado y ajado; y otro es un tomo en latín de aspecto antiguo. Parece un libro de rituales o algo así, con una serie de mapas extraños con dibujos grotescos. En la primera página está aparece el título, que reza "Tratado de demonios y otras perversiones y aberraciones" o algo parecido. Los papeles son anotaciones en clave y alguna que otra factura.

En la mesilla sólo aparece una biblia y un rosario.

Cuando cierras el cajón de la mesilla, algo roza. Palpas el cajón por la parte de debajo y encuentras un pequeño libro, concretamente un diario. La última anotación, de hace sólo 2 días, está señalada con una estampita.

Lo ojeas rápidamente. En una de las anotaciones, de hace medio año, escribe "la Sociedad me ha encomendado exterminar el mal que anida en esta ciudad. He traído conmigo a Otto para que aprenda". Otra, de hace sólo unos meses, reza así: "Estoy preocupado, Otto aparece y desaparece a placer"; "No sé cuáles son sus métodos, pero está encontrando seres impíos muy rápido. Yo me aventuraría a decir que demasiado rápido. Espero que sus métodos sean limpios a ojos de Dios". Un jueves escribió: "Otto ha encontrado y terminado él solo con uno de esos demonios en una alcantarilla cerca de Cuatro Vientos". El día anterior había escrito: "Ha encontrado otro y lo ha eliminado, pero cada vez que intento hablar con él sobre cómo lo consigue, se vuelve violento. A veces me da miedo. Desde que hemos llegado aquí ha cambiado. Espero que se trate sólo de una mala etapa.".

Abro el diario y veo la estampita - La misma que apareció en mi refugio - lo tomo como una señal y comienzo a leer. Ese tal Otto parece un tipo interesante.... Seguramente el vampiro de las alcantarillas sea un Nosferatu, son la única tribu que prefiere las cloacas. Decido no tocar ningún papel, ni siquiera el diario; y me coloco cerca de la puerta por donde supuestamente han salido los humanos. Me paro un momento a escuchar, por si alguien sube.

Apoyas la oreja en la fría madera y agudizas el oído, pero no escuchas nada.

Parece ser que no hay nadie esperándome al otro lado de la puerta. Abro la puerta y me muevo sigilosamente hacia donde hay luz o sonido, parándome en el momento en el cual soy capaz de escuchar la conversación y no ser detectado por los interlocutores.

Al lado de la puerta hay una escalera y al fondo se ve una tenue luz. Bajas con el sigilo de un gato y te acercas a la puerta de donde procede la luz.

A tus oídos llega el sonido de una cafetera y las voces de los dos señores que has escuchado desde el cuarto de baño. El olor del café llena el ambiente.

La conversación gira entorno a tremas triviales: una gotera en el desván, la nueva encíclica del papa, la conversación que tuvo uno de ellos (al que el otro llamó "padre"), con las mojas del convento de clausura cercano, etc.