Partida Rol por web

Goldar había visto nacer hacía tiempo a Penas como un hijo más del clan Ygnling. De pequeño, atravesado por la tragedia, el recién nacido goldariano se hizo espacio y luchó para dar su primer grito dejando detrás la vida de su madre. “Un milagro de los Aetyr”, decían aquellos que presenciaron el parto y vieron escapar el último suspiro de la norteña esperando que su hijo viviese... un milagro.

En su infancia se hizo lugar entre los muchachos, alzando sobre sí armas que ligeramente podía esgrimir, y demostró su destreza para el combate superando uno a uno a sus compañeros. Esto no sólo le valió un rápido reconocimiento de los adultos, sino también de sus pares. Cuando su juventud, las rencillas con el clan Thurizung y los Skuling le valieron alcanzar la mayoría de edad a través de la primera sangre, pero no de animales sino de otros en el campo de batalla.

Pelea tras pelea le valieron cada vez más respeto y experiencia. Hábil con su gran espada, demostrando una fuerza superior a la de varios hombres y una resistencia que pocos podían seguir y aún menos alcanzar, el muchacho pasó de un simple guerrero a una figura entre los suyos. Y no sólo fue la capacidad marcial, pues, se decía, tenía la capacidad de ver más allá de lo que otros lograban.

Lejos de las batallas en la ciudad de Komerfest, Kristrem Ygnling, ex príncipe de Goldar y líder del clan, se hacía ecos de la existencia de un muchacho cuya capacidad en bruto para guerrear y extrañas capacidades parecían asemejarse ligeramente a las que antaño el mismo Holst demostró. Y ante ello la respuesta de Kristrem no se hizo esperar pues aunque su clan descendiera de uno de los hijos del gran héroe y señor de Haufmarsormen, no estaría dispuesto a dejar hacerse nombre a nadie que pudiese a futuro entorpecer su deseo de unificar y gobernar sobre todos los clanes de Goldar.

Ante la amenaza del clan Thurizung -quienes según rumores se hallaban urdiendo alianzas con el reino de Hendell- y las constantes y feroces avanzadas del clan Skuling -sirviéndose incluso de extraños animales que nada tienen de naturales-, el clan Ygnling decidió sellar un temporal acuerdo de cooperación y protección con el clan Baldisung. Y así fue que entre los guerreros enviados hacia la frontera de Helenia estaba Penas y unos pocos compañeros más.

Pertenecientes a otro clan y, por lo tanto, desechables, los Baldisung mandaron al grupo a las zonas en el límite sur del principado donde mayor actividad de los Skuling había. Uno a uno los guerreros, bajo un osado Penas al mando, lograron superar los embates enemigos, lo que obligó a Kristrem a intervenir. El líder de los Ygnling, luego de hacer un trato con el mismo Aricin Bjorg, líder del clan Baldisung, selló la suerte de Penas y los suyos.

Organizada una incursión en territorio enemigo, se dividió al grupo en dos, asignándose a Penas a una zona de vigilancia y apoyo. Ni bien estuvieron en posición, no pasó tiempo hasta que la alarma cercana de sus hermanos del otro grupo le obligó acudir en su auxilio. Grande fue su sorpresa al ver sólo cuerpos caídos y el rumor en el aire de las voces que parecían llamarle, hasta que, como si de magia se tratara, sólo lo envolvió el silencio.  Y peor aún fue su ira al percatarse no sólo que las flechas que habían dado muerte a los suyos se asemejaban a las del clan Baldisung, sino también que los pocos que le acompañaban al dirigirse apresurado al lugar habían desaparecido.

Vuelto tras sus pasos no tardó en cruzar su camino con un grupo de jinetes encabezados por el mismísimo Aricin y acompañados por Kristrem. Junto a este último se hallaban aquellos que le acompañaban en el grupo y había perdido de vista, quienes no tardaron en acusar a Penas de haberles abandonado y huido de la batalla. Las palabras del muchacho escaparon como gritos que hicieron temblar a quienes se hicieron llamar sus compañeros, pero no alcanzaron.  Como líder de clan y con la excusa perfecta fabricada, Kristrem sentencio a Penas al exilio al demostrar falta de honor y valía, pero el joven goldariano no pudo aguantar su ira e impotencia y se lanzó contra quienes en verdad no mostraban honor alguno. Demasiados contrincantes había en el lugar, con lo que las primeras flechas retrasaron su marcha y el impacto de una masa lo llevó al sueño, ello sin siquiera poder lanzar aunque sea un golpe.

A pesar que las acciones del muchacho no habían sino empeorado su situación, Kristrem no dejaba de temer los rumores que sobre Penas caían, y si en verdad guardaba un ápice de la energía de Holst en su interior no sería él quien lo matase. Por ello ordeno que lo apresaran y transportaran fuera de los límites de Goldar pues ya tenía preparado un mejor destino para el guerrero. Esa fue la última vez que Penas pisó los Yermos Gélidos.

En el noroeste del gran imperio de Lannet se alza la imponente ciudad de Setsu. Allí, entre las miles de personas, nació hace poco más de década y media la pequeña Momoka.

La niña creció en una familia con una madre humilde que se dedicó a los trabajos serviles en la casa de la familia Takashi, y su padre obró como uno de los soldados del ejército de esta familia. Ambos se conocieron prestando ya servicio para los Takashi y, luego de mantener una esporádica relación, decidieron contraer matrimonio. Sin embargo, sus historias no estaban atravesadas por un favorable destino.

El padre de Momoka había tenido siempre una cierta, aunque no sobresaliente, capacidad marcial, por lo que intentó sin éxito en reiteradas oportunidades formar parte del Teikoku Ryu, los samuráis al servicio de la familia imperial Mikoto, descendientes del mismísimo Amaterasu no Mikoto. Estos fallidos intentos terminaron por influir negativamente en el soldado, que contra su voluntad se vio necesitado de sumarse al ejército de la familia Takashi en pos de pensar en su propio futuro. Un trabajo estable y honorable que, sin embargo, no evitó que el hombre se dejase caer en la tentación de la noche, la carne y el alcohol.

Por su parte, la madre de la pequeña venía de una familia del campesinado lannetense y se había abierto paso a la ciudad buscando superar la vida del campo, tratando de hallar un futuro mejor. Cuando ingresó a trabajar como empleada de los Takashi, se sintió orgullosa por servir a una de los cinco grandes linajes, pero su mayor goce devino del amor que se gestó mutuamente con uno de los sobrinos de Eisaku Takashi, señor de la familia. Desgraciadamente para ella, esa relación permaneció siempre en el silencio, pues la posición social de cada uno les impedía tomarse como esponsales.

Cuando Momoka contaba las cinco primaveras, cierta noche su padre regresó ebrio a la casa y al no ver a su esposa salió inmediatamente en su búsqueda. La pequeña, asustada, corrió tras él como pudo pues no quería estar sola y temía el que algo le hubiese pasado a su madre. Bajo la luz de luna, tras dar varios rodeos en la ciudad, finalmente dio con su mujer en una de las callejuelas y grande fue su sorpresa al encontrarla en compañía del joven Takashi. Encolerizado, el soldado se lanzó inmediatamente hacia ambos dándoles muerte a uno y otro, y terrible fue su sorpresa no sólo al ver los cuerpos inertes en el suelo sino también el rostro de su hija envuelto entre el terror y el dolor. Amargado por la muerte de su amada, por una vida que había tomado un rumbo que él no deseaba y por los restos de honor que le habían sido arrancados, el hombre se lanzó de rodillas al suelo observando con trémulos ojos a Momoka y, luego de rogarle su perdón, se suicidó.

La noticia de la muerte del joven Takashi fue aplacada como se pudo, tanto con la influencia económica como política de la familia, y a la niña se la asignó primero a cuidados dentro la casa familiar para luego enviarla uno de los templos de la ciudad donde pasaría su infancia y adolescencia.

Bajo el cuidado e instrucción de los monjes, Momoka creció buscando alejar la tortuosa imagen que acompañaba la muerte de sus padres, llevando a su cuerpo serenidad y aprendiendo de la mano de los sabios del templo los secretos que la energía del espíritu y el alma brindan. Así, a pesar de no haber logrado alejar la tristeza y seriedad de su rostro, la muchacha se transformó en una joven amable aunque implacable e iracunda en momentos.

Cuando la adolescencia floreció, la joven decidió emprender su propia marcha buscando un crecimiento interno y aprendizaje que sólo la vida y la experiencia podría darle. Así fue como llegó a la ciudad puerto de Hong Kua en Pahion Eien Seimon, lugar en el que iniciaría su viaje sola pero donde poco después conocería a un compañero de camino.

El sonido de una gota cayendo a lo lejos parecía haber despertado a Sfenos. En el centro de una estancia, atado a una cama que unía cruel y dolorosamente el metal y el cuero, los ojos del muchacho comenzaron a perseguir cada rincón con nerviosismo y miedo. Su respiración se volvió cada vez rápida y las extremidades no pidieron permiso a su cabeza para comenzar a moverse de forma caótica, intentando desprenderse de las tiras que le sujetaban.

Sfenos se paró junto a la camilla y miró en derredor. No conocía el lugar, no sabía dónde estaba y, peor aún, poco recordaba sobre sí. Dio unos pasos y se detuvo para ver el reflejo de su rostro en un charco de agua en el suelo. Su rostro demostraba una geometría extrañamente marcada, su piel pálida, sus ojos blanquecinos.  Se volteó hacia la fuente de la que la luz emanaba y notó un recipiente con líquido en la pared dentro del que se hallaba una piedra. “Lampyridae”, se dijo a sí mismo y una sensación de extrañeza se marcó en su rostro pues no sabía cómo ni por qué conocía qué era eso.

No se preguntó más y mientras daba un paso tras otro se dio cuenta que se había acercado hacia la salida de la habitación. Miró hacia atrás un momento y echó a correr. El lugar parecía un laberinto hecho de roca sólida, en el que el eco de sus pisadas generaba un sonido que le apretaba el pecho y la cabeza. “Mi cabeza”, pensó en un momento y se paró en seco, apoyando un brazo en la pared. Un dolor punzante lo atravesó y cegó sus ojos y sentidos un momento.

En la oscuridad de su mente se vio a sí mismo en la camilla y, sobre él, personas con la cara cubierta y extrañas ropas que realizaban algo que no podía reconocer, algo sobre él, sobre su cuerpo.

“- Es un hecho. Su capacidad para manipular el flujo anímico se encontraba innata y ha demostrado ser un receptor excepcional- dijo una voz femenina-. En breve podremos observar si se adapta favorablemente a la energía matricial. Anota los resultados obtenidos y sédalo, parece que está despertando- agregó antes de darse la vuelta y salir del lugar”.

Con ambas manos refregando sus ojos, Sfenos volvió en si sólo para notar una extraña criatura antropomorfa que se acercaba a lo lejos por el pasillo. Notó al momento la carne descubierta de lo que parecía asemejar una persona, pequeñas juntas de metal que parecían unir partes del cuerpo o suplir incluso faltantes, los pies que se arrastraban, la mirada perdida que débilmente podía decirse que se centraba en él. El miedo invadió al joven y en ese momento el dolor de su cabeza cesó y dejó espacio a una extraña sensación de calor que le recorrió por completo. Sus ojos comenzaron  a ver cómo a su alrededor se formaba pequeñas ráfagas de luz y energía, y al señalar hacia la criatura una suerte de relámpago estalló de su mano y golpeó al ser, dejándolo desplomado en el suelo. No se movía y era lo único que necesitaba para seguir corriendo.

Sus pies se movían a prisa, sin dirección, hasta que notó la claridad en uno de los pasajes. Con la tranquilidad de haber hallado la salida, se dirigió hacia la luz rápidamente hasta detenerse súbitamente por lo que sus ojos percibían. La criatura que había dejado atrás no era la única, delante de la salida de ese extraño sitio otras más se movían torpemente y en dirección hacia él. Acorralado como estaba, el joven dio un paso atrás hasta darse cuenta que otras criaturas también se acercaban a sus espaldas.

En ese momento, un susurro llegó a sus oídos, como si entre los lamentos y gemidos de esos seres pudiese entender algo. Una nueva sensación se movió por su cuerpo pero era diferente a la que había sentido antes, cuando una descarga pareció exteriorizarse de sus manos y atacar a su enemigo. Sin entender el por qué, como si algo en su interior lo supiera, Sfenos levanto una de sus manos y en su mente aparecieron dos palabras que se manifestaron como órdenes: “Aléjense ahora”. Las criaturas cesaron en su marcha y comenzaron a moverse en dirección contraria a la del joven, quien entonces comenzó a caminar hacia la salida sin que nada ni nadie le molestara.

Sfenos llegó a Hong Kua luego de pasar una innumerable cantidad de días de viaje hacia el sudeste, alejándose de aquel lugar que deseaba olvidar. En el camino se había contentado con cazar como podía algunos animales, aplicando las extrañas capacidades de las que estaba dotado y que, con extraña rapidez, aprendía cada vez más a usar. A pesar de intentar esquivar constantemente los asentamientos y el contacto humano, finalmente se topó con la ciudad puerto, comprendiendo que el mar no le dejaría continuar su viaje hacia el sur.

Vivir en la metrópolis no se asemejaba a la vida a la intemperie y el muchacho rápidamente comprendió que a falta de alimento que cazar necesitaba hacerse de los objetos que otros no echarían en falta. Sin embargo, esta actividad no siempre sería segura y más de una vez atravesaría persecuciones junto a la guardia de la ciudad, tratando de encontrar lugar seguro donde esconderse. Fue en uno de estos escapes donde encontró el auxilio y la amistad de Momoka.

La muchacha venida de oriente hacía tiempo que había llegado a la ciudad portuaria y luego de rebuscársela en las calles terminó por convertir en su hogar un lugar abandonado del distrito del muelle, el más pobre y populoso de la urbe phaiana. Allí Momoka y Sfenos intentaron sobrevivir en las calles, intentando llevar adelante las escasas tareas remuneradas que encontraban  o robando aquello que podían.

Hace pocos días, ambos jóvenes se enteraron del movimiento nocturno de un cargamento que tal vez podría llegar a contener algo de valor. Creyendo posible hacerse con algunas mercancías que convertir luego en dinero, los dos se dirigieron en la noche hacia los mulles y se toparon con el grupo que atípicamente movía de un lugar a otro la carga. Aprovechando la escasez de gente y la ausencia de guardias, los muchachos se hicieron de algunos paquetes dentro de una de las cajas y echaron a correr, ignorantes del hecho que su accionar no había pasado desapercibido.

En la seguridad de su cubil, bajo la luz de la luna los camaradas celebraron el botín obtenido e imaginaron un mejor pasar aunque sea por unos meses. Pero el siguiente día los tomaría por sorpresa y al abrir los ojos no solo notaron que una mujer encapuchada lo observaba sonriendo, sino que la misma llevaba consigo la mercancía que la noche anterior habían tomado.

“- Respeto aquellos que toman lo que quieren, en verdad- comenzó a decir mientras corría el frente de su capote descubriendo su curvilínea figura así como dos espadas cortas en el cinto-. Pero detesto la estupidez y si piensan robarle a alguien, ese alguien no ha de ser un Rey pirata- prosiguió comenzando a esgrimir ambos filos”.

Tanto Sfenos como Momoka saltaron y se posicionaron para combatir. El miedo caminaba por la espalda ambos, cubriendo sus cuerpos de frío y temblor. Sin embargo, a pesar del temor ambos estaban seguros de sus capacidades, aunque no esperaban demostración tan hábil de combate como la dada por la encapuchada.

La pelea duró unos minutos hasta que finalmente ambos amigos cayeron de bruces al suelo. En sus últimos momentos de conciencia, los dos notaron el crujir de las pisadas de la mujer que continuaba sonriendo como lo hacía desde el principio.

“- Quién diría que serían tan especiales... los dos. Van a ser más útiles vivos que muertos- escucharon de la boca de la extraña antes que la oscuridad llegara para acobijarlos”.

El sonido del agua así como el movimiento del barco los sacó a cada uno del sueño en el que se encontraban perdidos. El aroma salado junto al trepidar de la madera los desconcierta y los giros en sus cabezas se confunden con el inusual mecer del lugar en el que se encuentran.

Uno a uno abren con dificultad cada vez más sus ojos hasta que, pasado un momento, no necesitan esforzarse para lograrlo. Sus cuerpos se sienten pesados y aletargados, respondiendo con torpeza a pesar de los intentos de cada uno por hacer que sus extremidades respondan.

Pequeños rayos plateados se escurren entre la madera y les brindan suficiente iluminación como para poder verse los tres. También notan inicialmente el brillo metálico a su alrededor para luego reparar en los barrotes que no les dejan dudas de cuál es su actual suerte.

A su alrededor pueden notar otras varias celdas en las que parecen haber más personas, aunque el único sonido que se escucha es el que procede del mar. No hay palabras, ni preguntas, aunque algunos gemidos se escuchan un momento para luego perderse de inmediato.

Pasados unos minutos, sus cuerpos parecen haber reaccionado y empiezan a responder de a poco. Sus sentidos también parecen haber dejado atrás el sopor en el que estaban y notan débilmente algunas voces que vienen desde arriba de donde se encuentran.

Transcurre el tiempo mientras comparten el lugar y en un momento alguien parece bajar de unas escaleras, iluminadas por la luz natural que se cuela por la abertura que hay arriba. El sujeto comienza a caminar por el pasillo y, en su camino, va dejando algo en cada celda.

¿Pa...papá? 

No. Otra vez estaba el recuerdo de aquella noche me invadía y me hacía prisionera. Hacía tiempo había dejado de tener aquellos sueños recurrentes, ¿por qué ahora? El enfrentamiento con aquella muchacha ha de haber traído devuelta memorias de aquel lugar oscuro. Intento alejar de mi mente esas imágenes a medida que me voy desperezando.

El mecer de la nave me toma por sorpresa. Hacía algún tiempo no viajaba, y los barcos definitivamente no son mi fuerte. Me esfuerzo por mantener las náuseas a raya y cierro mis ojos a medida que doy algunas inhalaciones profundas. Calmada, mécete como el agua. Intento recordar alguna lección del maestro que pudiese ayudarme en un momento como este, ¿qué haría él en mi lugar? Bueno, seguro no se hubiera metido en este lío en primer lugar. Algo de culpa se cuela en mi sistema. Miro a Sfenos, asegurándome de que se encuentre bien. Intento forzar algunas palabras, pero no se me ocurre nada bueno que decir.

En ese momento, me percato de la presencia de una tercera persona que nos acompaña. Dado a su enorme porte, me sorprendo de no haberlo visto antes. ¿Se habrá enfrentado él también a esa mujer? ¿perdió? Hago un esfuerzo por recordar la pelea que tuvimos con Sfenos, repasando los movimientos de la encapuchada, pero entonces, un sonido proveniente de la superficie captura mi atención. Alguien parece estar bajando por las escaleras. Me acerco a los barrotes y, mientras tomo con mi mano uno de ellos, intento distinguir al sujeto que camina por el pasillo.

Mientras la visión se recupera, flexiono los músculos revisando si hay alguna lesión o pérdida o merma de fuerza; "Un mal diablo los lleve a todos donde mierda estoy". Con la visión ya estable reviso en los alrededores, una niña de pie junto a unos barrotes... /Barrotes?/ "Niña, donde estamos, quien eres?"

Sin apartarme de la posición en la que me encuentro, y girando levemente mi cuerpo, duvuelvo la mirada a aquel imponente hombre que me acompaña. 

"-Momoka, me llamo Momoka. Y... no sé dónde estamos, eso intento averiguar- digo, a la vez que miro nuevamente hacia el sujeto que recorre el pasillo. Creo que nos enteraremos pronto -susurro, como pensando en voz alta-".

Hago un esfuerzo para salir de mi ensimismamiento, para así finalmente repreguntarle:

"- ¿Y tú quién eres... cómo terminaste aquí?-".

"Soy...Penas, y probablemente lo único que vayamos a averiguar es que vamos a comer hoy, que tan bien se te da remar?
Mientras recorro la celda con la mirada buscando la puerta, pongo atención al chico que comparte celda..lo pateo para que se espabile. "Si no quieres que te use como escudo muchacho será mejor que te saques las lagañas de la cara".
/Maldita sea la mierda que me dieron para que duerma, si lograra recordar algo de lo que se hablaba arriba, podría saber aunque sea hacia donde vamos./

Sentís un regusto amargo en la boca y al comenzar a mover la lengua de un lado a otro se siente concentrado en diversos puntos, de forma irregular, ese mismo sabor que pareciera remitirte a algún tipo de hierba. Sin embargo, no tenés idea qué podría llegar a ser.

No recordás más que siluetas y murmullos apagados, pero aunque tratás de endurecer tu mente y concentrarte, no te es posible. Sin embargo, tu cuerpo si que reacciona a las órdenes que le das y pareciera que el adormecimiento que tenían se ha ido pasando con el tiempo.

Por zona en la que se encuentra Momoka, donde los barrotes limitan con el pasillo, da la impresión que hubiese una puerta. Sería lo más lógico que estuviese y, más lógico aún, que los hubieran metido a la celda por ahí.

"- No lo decía por eso... creo que tengo un plan- digo, bajando un poco la voz, a la vez que me giro completamente y me acerco a Penas-. Puedo salir de esta celda, pero voy a necesitar tu ayuda. Esa persona debe saber donde estamos y hacia donde nos dirigimos. Si, una vez fuera, lo empujo contra los barrotes, tú podrías apresarlo y obligarlo a que nos lo diga". Observo la expresión de Penas y rápidamente añado: "Ehm... eso sí, te pediría que no lo mates- la voz apacible con la que se lo digo es un intento por no hacerlo enfurecer aún más de lo que deduzco ya está".

Observo alternativamente a la muchacha y a los barotes con cara de desconcierto sin encontrar si quiera la sombra de una idea de como piensa sobrepasar los barrotes; sin embargo es su cara de determinación la que me dice todo lo que necesito.
JAJAJAJAJA Niña, tienes la mirada de una doncella del escudo...he conocido caciques 4 veces mas viejos que tu, que no tienen esa fiereza.
Una emoción invade mi cuerpo aun algo abarrotado, la sangre fluye rapido por mi cuerpo y no puedo evitar recitar la vieja letanía de guerra.
Sigo tu huella y soy testigo de tu hazaña

Muerte... ¿Estoy muerto? No. Me siento débil, mi cuerpo responde con dificultad. Oigo el mar. Estoy en un barco. ¡Momoka! Oh, ahí está, cerca de los barrotes. Somos prisioneros. Hay alguien más, se presenta como "Penas". Se acerca a mí, me patea y me dice algo de un escudo, no importa. "Un rey pirata"... Es lo que dijo la mujer. Estamos en el barco de un rey pirata. "Van a ser más útiles vivos que muertos". Por eso no nos mataron, quieren que hagamos algo, y por la situación en la que estábamos incluye pelear.

Alguien bajó. Deja algo en cada celda. Espero que sea comida, tengo hambre.

Momoka se acerca a Penas y le dice algo. Intentaré escuchar.

Mientras el hombre continúa repartiendo objetos junto a cada celda, vuelven a escucharse apagados gemidos, preguntas sobre el lugar en el que están, reproches respecto a qué nadie ha hecho nada para merecer lo que acontece, pero todas las palabras terminan apagándose ante el silencio del sujeto, que simplemente se limita a sonreír con sorna y continuar su caminata.

Junto a los barrotes que dan al pasillo se yergue Momoka, quien alterna su vista entre sus compañeros y el espacio por el que camina aquel que acaba de bajar a la bodega. Penas aguarda paciente a las directrices de la muchacha y Sfenos se limita a mirarles y aguardar. Ante las palabras de enojo del corpulento norne sobre lo que les han dado para dormir, la joven y el introvertido muchacho comienzan a darse cuenta, al mover sus lenguas, que se mantiene aún en sus bocas sabor extraño y amargo que pareciera provenir de algún tipo de hierba.

Luego de un rato el hombre finalmente se acerca adonde están ustedes y notan que deja un cuenco con pan y una botella con algún tipo de líquido cerca de la celda. Los mira a todos y en ese momento notan que sobre su cabeza calva se ve una serpiente que parece observarles desde la frente del sujeto y, asimismo, extenderse hasta la nuca y bajar por su espalda. Sus ojos negros se mantienen entrecerrados, los párpados se ven abultados y rojizos por la irritación, la piel reseca y atravesada por gotas que podrían ser de sudor o de la misma agua que salta hacia cubierta,  y los labios y orejas cubiertos con aros que lo adornan al punto de aumentar su aspecto intimidante. Sobre unos pantalones raídos el torso se mantiene descubierto, dejando visible una pequeña barriga acompañada de unos brazos y un pecho musculoso.

"- 'Itan dispiertos- les dice sonriente, pasando la lengua por sus escasos dientes superiores-. Ni sé pa' que se molestan de dormirlos si van a terminar como aquellos- agrega señalando con la cabeza hacia las celdas junto a las escaleras, de donde proceden aún gemidos-. Pero eh... órdenes de la contrimestre".

Continúa mirándolos un momento como si le resultara extraño el crisol de etnias que se ha juntado en ese espacio. Sin embargo, centra su atención en la muchacha

"- Ahora si, le vei preguntá' si nos podemos quedar con esta- dice mirando a Momoka, sonriendo, haciendo jugar su lengua entre sus dientes y mordiéndose el labio inferior-. E' linda y parece entretenida. ¿No queré' vení' a jugar un poco?- concluye levantando las cejas al hacer la pregunta y volviendo a morderse el labio".

Observo al tipo de arriba abajo evaluandolo; la cara de asco en mi rostro es patente.
Tienen que haberme dado mucha de esas sustancias para que una porquería tan patética como tu me pueda haber tocado siquiera sin que le arrancara la cabeza.
Esperando haber captado toda la atención del tipo me levanto en toda mi estatura Juro por mi lugar en la batalla final, si no abres esta reja ya, voy a arrancar cada uno de los barrotes y los voy a ensartar uno a uno a todos los que hay en esta mugre flotante.

Muy bien, creo que ahora es el momento.

Una vez Penas hace su actuación, me muevo discretamente hacia un lado (o hacia atrás, si es que él se acercó), y realizó mi movimiento. Uso Detrás tuyo, para posicionarme detrás del sujeto con la serpiente e intentar darle un golpe.

Bien, comida. ¿Qué tan sano será beber ese líquido?

Esa serpiente... parece observarnos. Intentaré identificarla.

El sujeto le habla a Momoka. Me gustaría poder borrarle esa sonrisa.

Momoka se aparta. Tal vez planea hacer algo. Tal vez sea el momento de empezar a incorporarme.

Las palabras del hombre se ven interrumpidas inmediatamente por Penas. Este se levanta de su lugar y mientras se acerca hacia la puerta de la celda cada paso enfatiza una y otra vez sus palabras. Su interlocutor sonríe inicialmente con superación pero su rostro se va poniendo serio de a poco, pues el norne muestra en su cuerpo las marcas que dan testimonio de varias batallas, y unas manos callosas y curtidas que sólo otro que conozca una vida de combates puede distinguir. Una sensación helada recorre la espalda del sujeto que les ve del otro lado de los barrotes y no puede evitar que su mandíbula tiemble un poco antes de intentar recobrar la compostura.

Mientras esto sucede, Momoka se concentra en su enemigo y observa cada movimiento que hace. Penas y Sfenos pueden notar en ese momento cómo alrededor de la muchacha se va formando una leve y casi imperceptible luminiscencia, aunque mientras el primero no se detiene a observarla dado que ocupa sus sentidos el hombre de la serpiente, Sfenos si puede percibir que esta emanación va tomando un color celeste con pequeñas líneas rosa que aparecen y desaparecen.

Ni bien las palabras de Penas llegan a su fin, sorpresivamente Momoka desaparece del lugar en el que está. El contrincante, al notarlo, mira instintivamente a su espalda para notar a la muchacha que acaba de aparecer nuevamente girando en el aire, quien deja caer su pierna derecha sobre el rostro del sujeto con fuerza. Este último siente el peso del golpe aunque se mantiene en su posición y, observándola con cierta incredulidad, sostiene ahora en su mano un sable.

Miro de reojo a la muchacha puedo sentir como se me erizan los bellos del cuerpo, su ira, su espíritu de pelea asciende. Así que la niña es también una luchadora, que emoción, en cuanto esto termine voy a darme unos golpes con ella jajaja va a ser interesante Sintiendo que la chica puede arreglárselas sola, empiezo a revisar los obstáculos que me separan del cabeza de culebra. [/B]Tenias que hacer las cosas del modo doloroso; por mi esta bien[/B]

Ahora sí, juguemos- proclamo, decidida, una vez aterrizo enfrente del sujeto.

A medida que centro mi atención en el hombre que tengo delante y me percato de la distancia que queda entre los él y los barrotes, pienso: Demonios, no fue suficiente. Tengo que encontrar la manera de hacerlo retroceder...