Partida Rol por web

La enfermera sonríe, poniendo cara de niña buena pesé a esos ojos aún húmedos, mientras revisa en el libro las últimas entradas en silencio. Tras pasar unas cuantas páginas hacía atrás os pregunta, sin levantar la vista del libro.
-Vaya, no encuentro ningún señor grant. ¿Cuanto tiempo lleva su primo ingresado aquí?

- ¡Lo tengo señor Vólkov! ¡Lo he encontrado! - Gritó entusiasmado el chico a su corpulento acompañante. Su euforia era palpable como si hubiese encontrado un tesoro.

Con una amplia sonrisa se acercó a Nikolay para tenderle los papeles donde figuraba la dirección. Mientras lo leía, a duras penas, no le gustó mucho la zona donde, al parecer, tenía una propiedad a nombre de la esposa de Grant.

- En los muelles suele haber gente muy mala, señor Vólkov... Pero si allí vive la esposa del señor Grant, tal vez sepa algo de nuestra enfermedad. Tendremos que ir con cuidado.

Se me dibuja una sonrisa de oreja a oreja cuando Iván anuncia su descubrimiento. Miro los papeles que me tiende, moviendo los labios mientras leo los documentos.

Me rasco la cabeza ante lo que dice el muchacho y releo una vez más los papeles. Interrumpe mi lectura las palabras del judío. Tomo su tarjeta y asiento a lo que dice.

Da. Luego irr a casa a llevarr dinerro*. ¿Qué horra poder encontrrar? Grrasias. 

Entonces me vuelvo otra vez hacia el rapaz.

Nikolay no entenderr... Serr almacén... ¿Vivirr almacén? Si comprrarr mujerr crreerr que no serr donde vivirr... Serr como serr serr pista parra hablarr con seniorra Grrant. Muelles mal sitio. Da. No prreocoparr.

Y tras mirarle a él y mi propio aspecto algo desastrado le dedico una mueca al chiquillo.

Rrata no rrobarr a rrata.

Sonreís alegres por vuestro descubrimiento, una pista que investigar. Por desgracia el tiempo transcurre muy rápido cuando te peleas con la burocracia londinense. Ya están avisando del cierre, pronto os echarán a todos de este lugar.

Revuelvo el pelo al rapaz, muy impresionado por sus dotes. Cuando nos echan a la calle suspiro, algo cansado. Es tarde, tengo sueño y se acerca la noche. Eso significa soñar... Y no quiero soñar.

Saco mi petaca y le doy un largo trago. Chasqueo la lengua y miro al chaval, con una mirada un poco turbia.

Vania vuen shico... Tomarr shocolate caliente. Nikolay invitarr. Vania merreserr. Segurro que astuto Vania conoserr vuen lugarr parra shocolate. Irrr antes de volverr con amigos. Vania se lo ha ganado. Da. Se lo ha ganado.

Comento, un dócil cabeceo.

El joven Iván sonreía abiertamente cuando el señor Vólkov le hablaba sobre recompensarle con una taza de chocolate caliente. Ya se estaba relamiendo cuando le preguntó por algún lugar donde tomarlo. El chico recordaba algún café donde más de una vez había obtenido algunas monedas de mujeres que tomaban el te en la terraza del mismo, y se lo indicó a su compañero ruso.

- Si, señor Vólkov. Hay un café de camino donde sirven te con pastas y chocolate caliente. Siempre hay gente tomando algo allí y alguna vez he probado algún trozo de tarta que no se acaban las señoras. Suelo pasar por allí día si y día no. No tiene perdida, yo le guiaré.

Mientras camináis, os vais alejando del centro avanzando por las calles frías y oscuras del Londres victoriano de la época. Los empleados del ayuntamiento pasan cerca vuestra cargados con una pesada escalera, se disponen a encender las farolas. Señal de que esta empezando a oscurecer.

Cuando pasáis cerca de un tugurio de mala muerte, que huele peor que cualquier baño después de haber hecho aguas mayores, escucháis una voz en un callejón cercano. Es una voz de una muchacha jovencita, una niña.

-Eh, iván. La tía Agatha esta preocupada por ti, hoy no te ha visto en todo el día.

Iván se hechó las manos a la cabeza, literalmente. No había dado,señales de vida en todo el día y podría ser recriminado por la tía Ágatha. Pensó en que podría mentirle, aludiendo a que había estado trabajando, las monedas que guardaba de otros "trabajos" le servirían como tapadera.

- Hola Susi. He estado "trabajando" y he conseguido algo de dinero, pero es cierto que es tarde... - Miró de pronto a su compañero, el señor Vólkov.- Señor Vólkov, he de irme. Quizás tendremos que seguir mañana con la investigación, antes de ir al sanatorio. Podemos quedar en algún lugar que conozca y continuaremos... - Dejó sus palabras en el aire, esperando una contestación por parte de Nikolya. Iván sabia que Susan¹ habría sido enviada a buscarlo de parte de la tía Ágatha y no quería impacientarla.

Observo el encuentreo entre la niña y el pequeño Vania. Lo que se dicen no es tan extraño para mí... Ya se puede llamar tía, tya, o como sea... En todas partes existen esa especie de protectores de niños de la calle que a cambio de una supuesta protección, ellos hacen pequeños hurtos.

la vida de la calle es dura en todas partes...

Miro a Vania con ojos dulces.

Es un buen chico este Vania...

Da... Tomarr chelines. Tomarr shiocolate a mi salud.

Comento, mientras le alargo un puñado de monedas.

Ojalá pudiera sacarlo de la calle. Es un rapaz muy listo. Quizás podría empezar como aprendiz... Y pagarle una buena educación... Si logramos curarnos...

Pienso mientras lo observo alejarse con la muchachita. Una vez que los pierdo de vista me dirijo al lugar de encuentro.

Aún me encontraba avergonzada por fingir que el señor Turner era mi esposo cuando el llanto de la monja me sorprendió. De ahí que me hubiera quedado en blanco cuando nos preguntó por la persona que veníamos a visitar. Por suerte, Jack reaccionó enseguida y salió al paso, salvándonos del momento incómodo.

-Hará dos semanas... ¿o ya son tres? -miré interrogadoramente a Jack, esperando que la hermana creyera mi mentira. No había previsto que decir en caso de que no tuvieran noticias del señor Grant. Pero debíamos continuar con la parodia si queríamos sacar algo en claro.

-Disculpe el atrevimiento... quiere que la ayude a buscar? veo que se encuentra muy atribulada por su pérdida... o tal vez desea tomarse unos minutos y dejar que nos reciba otra persona... No quisiéramos molestarla en su dolor.

La monja escucha tu ofrecimiento con una sonrisa, esta dispuesta a dejarte el libro pero entonces duda.
-Es que... no debería... aquí hay información privada sobre los enfermos... ya me entiende...

Tus palabras, pero sobretodo tu actitud te permiten hacerte con el libro. Pero muy pronto descubres que este libro de ingresos es solo para los últimos meses. Si pasó por aquí no fue recientemente, así que en este libro no lo vais a poder encontrar.

Observo detenidamente el libro junto a la señorita MacGuffin, pasando hojas y hojas con todo tipo de perfiles clínicos de pacientes del hospital. El nombre de Rupert Grant no aparece por ninguna parte. Así que procuro comunicarle de manera discreta mis conclusiones a mi compañera:

-Piense en el tiempo que debía llevar aquel hombre en el sanatorio, para acabar tan deteriorado como nosotros lo conocimos. Si en algún momento pasó por un hospital como este, debió ser hace bastante tiempo ya. Antes de las fechas que abarca este libro. Habrá que pedirle otro favor a la enfermera para remontarnos más atrás en los archivos del hospital.

Confiaba en que las habilidades sociales de mi compañera como institutriz fueran mejores que las que yo gastaba en alta mar.

Al escuchar las palabras de Jack caí en la cuenta de que tenía razón. Si Rupert había pasado algún tiempo en este lugar, debía ser bastante atrás en el tiempo. Aquel libro no iba a servirnos. Contrariada e intentando que se me notara, volví a dirigirme a la hermana.

-No puede ser... nos han dicho que Rupert estaba aquí... será posible que lo hubieran trasladado? Por favor, hermana. Necesitamos saber si estuvo aquí y a donde ha ido a parar... es un ser muy querido para nosotros.

Lucrecia apega a su tono de voz habitual cuando trata con sus alumnos. Su voz adquiere una velocidad menor, hablando con lentitud mientras vocabiliza con intensidad las palabras. La monja baja la cabeza avergonzada, se levanta y abre el armario donde están los libros antiguos.

- Entonces debe estar aquí, tal vez lleve mucho tiempo ingresado en el hospital. Oh, perdón, tengo que atender otra visita. Quédense aquí, volveré en cuanto pueda.

Por la reacción de la monja comprendo que, salvo casos de urgencia, debo dejar que sea mi compañera la que trate de llevar los asuntos con buenas palabras y yo me reservaré para cuando sea necesario tirar de intimidación y fuerza bruta.

-No se preocupe hermana, nos hacemos cargo de que en un hospital siempre hay mucho que hacer y pocos momentos de tranquilidad. Esperaremos su regreso.

Parecía que contábamos con cierto margen de tiempo para curiosear por los archivos del hospital, así que tras esperar prudencialmente durante unos segundos para asegurarme de que la religiosa no volviera repentinamente a por algo, me dediqué a echar un vistazo en busca de algún libro que pudiera contener ingresos anteriores al libro que había consultado aquella mujer.