Partida Rol por web

Seguramente, en otras circunstancias, Karin habría saludado a Carcette de alguna forma respetuosa y un pelín sarcástica, hubiera dicho algo amable a Elynea, hubiera acribillado al desconocido a preguntas y habría creído que K´Dan no era más que un producto de su imaginación. No habría estado dispuesta a creer que estaba allí, justo en ése momento. Pero encontrándose como se encontraba, Karin estaba dispuesta a aceptar aquel apoyo, se lo mandara Kyne o se lo mandara una deidad más siniestra.

Era una noche rara, sin duda, puesto que no dijo nada. Sólo cruzó la distancia que la separaba con K´Dan y se aferró a él, abrazándole y enterrando la cabeza en su hombro. 

K’Dan sonrió al ver a Karin. Estaba a salvo. Eran buenas noticias. Pero entonces algo llamó la atención del khajita. Él la conocía lo suficiente como para saber que algo no iba bien y frunció el ceño preocupado al notarlo.

Antes de poder decir nada más, la chica se dirigió hacia K’Dan abrazándole y ocultando su rostro en su hombro. El khajita la abrazó, poniendo su brazo derecho en su espalda y su mano izquierda en la cabeza, y la reconfortó.

—Tranquila, sea lo que sea, ya ha pasado—dijo  con su ronca y tranquila voz—. Encontraremos una forma de seguir adelante.

Orgnar guardó silencio, y fue poco después cuando Khaled escuchó sonidos en el exterior: los de sus compañeros llegando a la posada para ver qué sucedía allí. Además de Suro, había un khajiita que abrazaba a una Karin de ojos rojizos, y un gigantón nórdico con el torso desnudo lleno de tatuajes que hablaba animadamente con Elynea, como si la conociera. Y también estaba Uthgerd y Carcette, que no hablaban con nadie.

Los thanes que acaban de llegar encontraron al guardia rojo y al camarero de la posada sentados en la barra, tomando algún tipo de bebida. Parecía que alguien le había dado una paliza a Orgnar, y tenía un muñón vendado por mano izquierda.

Elynea entró con una expresión algo lúgubre, aunque cuando vio lo que había dentro se alivió de que al menos Orgnar estuviese bien... relativamente. No iba a poder devolverle la mano, pero sí curarle aquella brutalidad.

—¿Orgnar?—preguntó dando un paso titubeante hacia el interior—. Khaled, ¿qué ha pasado?

Khaled contempló con escepticismo la procesión. Los compañeros no estaban por ninguna parte, y tampoco el pobre Aerin. Sin embargo, seis fueron, en lugar de tres, los que aparecieron en la posada.

El cazador caminaba en solitario. La sacerdotisa lo hacía junto a un nórdico que, aunque no se movía dando tumbos ni tenía la mirada perdida, debía estar borracho, pues andaba con el torso desnudo, exhibiendo una maraña de tatuajes. Karin iba abrazada a un khajiit a quien no reconocía; no podía reprocharle nada, aunque no se había dado cuenta hasta que pasó una temporada en Elsweyr, a él también le resultaban atractivas las khajiitas. Uthgerd también tenía compañía; la de una conocida esta vez, Carcette.

Echó una mirada rápida a la botella de aguamiel que habían vaciado entre Orgnar y él. Solo era una. No habían bebido demasiado. Solo habían pasado unos minutos.

—Lo  han torturado —respondió Khaled, omitiendo la narración de los hechos. El vendaje de Orgnar dejaba bastante claro lo que había ocurrido—. Creo que no tiene fiebre, pero te agradeceré que compruebes que no va a tener posteriores complicaciones.

Elynea suspiró.

—Claro... — se adelantó luchando internamente por no soltar una blasfemia sobre todos y cada uno de los ancestros de los Thalmor. Se quitó los guanteletes ya que le resultaban demasiado toscos para algo tan delicado, por debajo sin embargo llevaba ambas manos cubiertas por mitones—. Dame la mano, Orgnar. No te dolerá.

Mientras esperaba a que el hombre hiciera lo propio, miró a Khaled con expreisón grave. No quería hacer la pregunta pero al mismo tiempo necesitaba hacerla. En vista del panorama, ella también se había preocupado..

—¿Alguna noticia de Delphine?

Khaled consiguió esbozar una sonrisa al responder.

—No está aquí. No estaba en Cauce Boscoso cuando llegaron esos bastardos.

Se había adelantado a los planes de los thalmor, pero no había previsto hasta donde era capaz de llegar esa zorra sádica para conseguir lo que quería.

Karin se dejó conducir por K´Dan sin estar demasiado pendiente de nada. Estaba deseando que pasara algo. Una buena pelea, por ejemplo, para abandonar sus pensamientos lóbregos, al menos durante un rato. La joven bardo no hubiera podido cantar para inspirar a nadie si se hubiera producido un enfrentamiento, pero hubiera gritado con la Voz de Kyne hasta desgarrarse la garganta.

Pero no estaba preparada para otra de las puñaladas del destino.

- ¿Orgnar? - preguntó sin querer creérselo, a través de sus ojos enrojecidos - ¿Quién te ha hecho esto?

Se imaginaba quien, por supuesto, y sabía que todos sus compañeros estaban de acuerdo. "Vienen a mi país y mutilan a mi gente...cerdos pomposos de orejas puntiagudas"

Elynea se sorprendió a si misma suspirando de alivio al escuchar la respuesta de Khaled. Demasiado tarde como para disimularlo estoicamente así que carraspeó con torpeza.

—Me... Me alegro, Khaled.

Orgnar había sufrido la por parte, peor estaba vivo que era lo que importaba, y Delphine se había adelantado a los Thalmor. Al menos algo en toda la noche parecía haber salido bien. Ahora solo quedaban las cosas que podían salir mal... pero al menos algo en toda la noche parecía haber salido bien.

La pregunta de Karin se resondía sola, o al menos la dunmer se la respondió en su propia cabeza. No sabía quienes se pensaban que eran aquellos malditos "Justicias" pero una cosa era tener determinado cargo de poder y otra pasearse por Skyrim torturando a la gente y arremetiendo contra quien les diese la gana como si no tuvieran que rendirle cuentas a nadie. Los jarls seguían teniendo algo que decir sobre sus comarcas.

—Bueno—suspiró terminando de sanar la mano del posadero y volviéndose hacia el gigante nórdico de piel tatuada—. Antes de que pase algo más: ¿Qué te trae por aquí, Osbjorn? Esto está muy lejos de Solstheim...

- ¿Ya no estaba en Cauce Boscoso? ¿Pudo huir antes que llegasen los Thalmor? Suro miró con intensidad a Khaled. Si hay algo que no nos cuentas es el momento, necesitamos continuar camino de noche, como bien sabes, y es el momento de tomar las decisiones de hacia donde. Si hay algo que debamos saber... Si no, seguimos con lo que estábamos haciendo.

Khaled asintió, ampliando apenas la sonrisa cuando Elynea suspiró. La pregunta de Suro, sin embargo, le devolvió la consciencia de lo mucho que faltaba aún por hacer y la gravedad de los problemas que se les presentaban. Miró al cazador a los ojos y sacudió la cabeza.

—No —respondió—. Podemos seguir en cuanto estéis listos.

Levantó entonces la mirada y observó a los dos recién llegados.

—No os reconozco, pero como amigos de mis compañeros, os saludo. Soy Khaled, de Carrera Blanca desde hace una buena temporada.

Karin se separó levemente de K´Dan. Aún no terminaba de creer que estuviera allí, pero se empezaba a dar cuenta de que no tenía tiempo para dolerse. El mundo, la guerra y la política no esperaban por nadie, y mucho menos por las lágrimas de una bardo. Tendría que esperar para llorar, su país la necesitaba,

Sorbió por la nariz y miró fijamente a sus compañeros.

- Si los carniceros se han marchado deberíamos proseguir - dijo con voz ahogada y nasal. Dirigió sus ojos a Orgnar -. Lejos de mi intención menospreciar tu sufrimiento, pero no hay mucho que podamos hacer...además, seguramente los bastardos estarán en Helgen cuando lleguemos. Allí podríamos demandar justicia en tu nombre, en el de los inocentes muertos y en el de Carrera Blanca

"Y que el Imperio ose ponerse de su lado, a punto de ejecutar a Ulfric delante de cientos de personas" Su instinto de intrigante le decía que era una buena forma de hacer que el Imperio mostrase definitivamente su corrupción o que empezase a hacer las cosas bien y prendiera a los Thalmor

K’Dan se sintió extraño al entrar en la taberna. No había nadie y sabía que nada malo iba a ocurrir, pero seguía sin ser normal. Cuando entró, el kahijta reconoció al guardia rojo. Fue el hombre al que vio cuando vio las luces desde fuera de la ciudad.

No tenía muy claro que había ocurrido realmente. Pero algo estaba claro, alguien había atacado el Cauce Boscoso. Por el comentario de Elynea sobre la taberna quizás fueran los thalmor.

—Thalmors—pensó el khajita—. En otro tiempo admirados y cuan triste la realidad.

Antes de que K’Dan pudiera responder a Khaled y presentarse, Karin le respondió hablando de marchar a Helgen. Era la dirección totalmente contraria a la que tanto el khajita como su compañero tenían. Sabía que la bardo le necesitaba ahora más que nunca, pero su viaje era el momento que llevaba tanto tiempo esperando...

—¿Qué hacer ahora?—se dijo a sí mismo mientras fruncía el ceño pensativo.

El khajita emitió un cansado y ronco suspiro.

—Mi nombre es K’Dan—dijo presentándose.

A continuación fijó su mirada un instante a Karin antes de añadir volviendo a mirar a los demás:

—Si necesitáis mi ayuda, podéis contar conmigo. Está claro que tenéis problemas.

La decisión estaba tomada. Podía retrasar su viaje unas jornadas, no iba a ser una gran diferencia. A fin de cuentas, una parte fundamental de su aprendizaje en Skyrim, había sido la de confiar y apoyarse en los demás. Si ahora daba de lado a las personas que le importaban, ¿de qué habría servido todo?

- De acuerdo... Suro miró a los recién llegados. Esta es la situación, necesitamos movernos de noche porque viajamos con un vampiro, resulta que un joven que en el pasado fue un gran amigo mío y que dejó a otra gran amiga mía en la cueva donde fue contagiado. No tengo certezas, no sé si ella sigue viva, muerta, o es una vampiresa. La tercera opción es la peor de todas, porque es una luchadora absolutamente formidable, y con los poderes que da el vampirismo podría matarnos a todos, pero por principios no puedo dejarla allí. Si está viva la rescataremos, si no arrasaremos el nido, y este vampiro que nos acompaña nos llevará esa cueva. Sea como sea, tengo intención de encontrarle cura, aunque ya sé que se dice que no hay cura, no me importa, la encontraré o gastaré mi vida intentándolo. Los que me acompañan lo hacen voluntariamente, así que ni pido ni exijo ayuda, pero sí lealtad en mi misión mientras sigamos juntos. El destino es hacia el Sur, que coincide con la dirección que parece que han tomado esos Thalmor aficionados a torturar y mutilar cocineros. Si nos los encontramos... bueno, igual mi amigo Aerin puede comer sin que eso me cause un remordimiento. Cuando queráis y esteis listos continuamos camino.

Elynea no creía que Helgen fuese el mejor lugar para montar barullo, y menos teniendo en cuenta la misión que les había dado el jarl ya que podrían poner en peligro la neutralidad de Carrera Blanca. No obstante, tampoco creía que Karin fuese idiota como para liarse a golpes con el primer Thalmor que viera por allí en medio de la ejecución, y compartía la misma "simpatía" por ellos que la bardo así que no le molestaría en absoluto ayudarla a patearles el trasero en cualquier otra parte.

Esbozó media sonrisa con el comentario de K'Dan pero con el del explorador estuvo a punto de darle un infarto. De hecho, se quedó boquabierta durante varios segundos incapaz de articular palabra. Peor público imposible. En el siguiente segundo pasó de la estupefacción a la exasperación.

—Suficiente.

Dio un golpe seco en la mesa que tenía al lado con el guantelete que aún no se había puesto y el sonido se quedó flotando en el ambiente vacío de la posada. No pensaba ir alimentando a un vampiro con la gente que se encontrase por ahí, ni aunque fuesen Thalmor. Se negaba a criar un monstruo.

—Mi lealtad está con el Jarl, y con Carrera Blanca, no con esta especie de chiste, ¿"que mi amigo pueda comer"?—bufó—. Los Thalmor serán monstruos, ¡pero yo no veo mucha diferencia entre la animalada que han hecho ellos y la que acabo de escuchar! 

Carcette se había mantenido en un segundo plano con gesto hosco, mientras Elynea hacía lo que podía con las heridas de Orgnar y Osbjorn se presentaba a Khaled. Pero abrió mucho los ojos con la revelación de Suro y abriéndose camino entre vosotros agarró a Suro por las solapas y le gritó a un centímetro de su rostro.

—¿Te has vuelto loco o eres rematadamente estúpido? ¿Es que no tienes ni idea de los peligrosos que son esos seres? —lo zarandeó antes de señalar enfáticamente con el dedo en dirección a la puerta de la taberna—. ¡Después de todo lo que ha pasado aquí, has puesto en peligro a todo Cauce Boscoso por salvar a tu amiguito!

Soltó al arquero y se dirigió a los demás.

—EXIJO que se ejecute al chupasangres de forma inmediata o iré a Cuenca del Dragón para pedir responsabilidades a vuestro Jarl.

La presentación fue breve por necesidad.

Entornó las cejas con incredulidad cuando escuchó al cazador revelar lo que se habían ocupado de ocultar. De qué me sorprendo, si es la segunda vez que lo hace desde que está en el pueblo. Incluso él reconocía que algunas verdades debían ocultarse. En especial delante de ciertas personas.

—Joder, Suro, no hables tan a la ligera —ladró, exasperado—. ¿Nos llevamos los cadáveres de los enemigos que caen ante nosotros y los despiezamos como si fueran animales? No hemos tenido en cuenta lo que quiere el muchacho, pero si su necesidad se hace demasiado fuerte, sabes que no podrás cumplir esa promesa.

Aerin no se había alimentado todavía. Desconocían cuánto tiempo podría resistir y cuánto sufriría mientras tanto. Más pronto que tarde tendrían que tomar una nueva decisión. Cuando la necesidad fuera lo bastante acuciante como para vencer su resistencia a la realidad, podían tratar de saciar su sed con la sangre de un animal. Si eso no funcionaba, solo les restaría una opción.

—Ya tuvimos esa discusión y tomamos esta decisión. Haz lo que te dicte tu conciencia, Custodio —respondió al exabrupto de Cacette, mostrando las palmas de las manos—. Pero ahora que conoces lo que te ocultamos en la Sangrera, cuéntanos lo que sepas sobre esas criaturas. Él se debilita por el hambre, y nosotros nos encaminamos a un enfrentamiento contra varias de ellas.

Suro no perdió la calma, de hecho no movió ni un músculo mientras le gritaban. Cuando la nórdica acabo respondió con mucha calma.

- Si eres tan imbécil como para querer matar a un vampiro antes que acabar con un nido que sólo él sabe donde está, es tu problema, no el mío. Yo hago lo que el honor me exige, y por ahora no he llevado a mis hombres a una masacre como has hecho tú por puro orgullo. Si quieres ir a contárselo al Jarl estás en tu derecho. Y ahora te ruego que me sueltes, o que me mates, que ya tienes experiencia en llevar a la gente a la muerte por tomar decisiones equivocadas.

Vampiros y thalmors torturadores. Por suerte no tenía nada que ver una cosa con la otra o con toda seguridad las cosas serían mucho más problemáticas de lo que ya eran. A K’Dan no le gustaba la idea de viajar de noche. Bastante desagradable era ya el frío del día. Pero ya no podía echarse atrás y además tampoco lo quería.

El khajita encontraba loable la determinación de Suro, aunque no podía dejar de pensar que estaba persiguiendo un imposible. Y si a eso le sumamos el esfuerzo de contener a un vampiro… solo de pensarlo, K’Dan se sintió agotado. Matarlo y poner fin a su agonía sería más fácil, y nadie podría juzgar que era algo erróneo. Sería un acto de misericordia. Sin embargo el khajita no dijo nada, no le correspondía a él hacer ningún juicio de valor con personas que acababa de conocer.

Tras la respuesta de Elynea, K’Dan arrugó la frente preocupado. Un acompañante vampiro era un problema de por sí, pero lo sería mucho más si los demás se enfrentaban por su causa. De hecho la criatura podría aprovechar esa situación para sus aviesas intenciones. Al khajita le tocaría estar atento.

Pero los incidentes acaban llegando incluso antes de partir. K’Dan comparte la opinión de Carcette, pero ésta quiere discutir algo que ya está resuelto. Si a esto unimos que queda patente que entre los thanes y la mujer ha habido diferencias, al khajita no le merece la pena ponerse de su parte. Sin olvidar que a la mujer como Custodio, no le hará gracia descubrir que K’Dan es un devoto de Azurah, Khaled le ha hecho un favor revelando su condición.

—Suro, por favor, eso es una chiquillada—suspiró Elynea pellizcándose la nariz con ambas palmas. Cerró los ojos un instante tratando de mantener el temple con lo que su voz sono amortiguada. Entonces las separó—. Que le restriegues por la cara un error que cometió no va a decir absolutamente nada bueno en tu favor. Lo ha pagado ya con creces.

Es más, estaba segura de que Carcette lo seguiría pagando. Había visto morir a sus hombres por un amala decisión suya, había estado a punto de morir ella teniendo que aceptar la ayuda de una daedrina que odiaba, y había dejado el cargo de Custodio por pura vergüenza para redimirse. Pero la muerte de tanta gente por un error propio no es algo que deje de atormentar fácilmente ni por poco tiempo a alguien.

«¿Y qué malditos drémora hago yo entendiendo a una maldita vigilante de Stendarr?» se enfurruñó para sus adentros «El mundo se ha vuelto loco»

Aquello la había exasperado tanto como al guarda rojo. Normalmente quizá no habría dicho lo que diría a continuación, pero estaba tan harta de que hablasen por ella, de las salidas de veleta y de aquella comedia que sí lo dijo.

—Y sí que hay una forma de encontrar el nido de vampiros sin él—gruñó poniéndose el guantelete que le faltaba.

El error de la ex-custodio no era muy distinto del que el explorador estaba a punto de cometer. La dunmer había decidido ayudar a un amigo y a una persona en apuros, pero también había dicho que si la cosa llegaba al límite, haría lo que tenía que hacer. Y él mismo la había puesto al límite delante de la peor persona posible.

Ya bastante insufribles eran los vigilantes de Stendar con la dunmer como para darles más excusas. No iba a meterse en medio de eso.

—Estoy con Khaled—imitó el gesto de palmas del guarda rojo y luego dejó caer los brazos—. En las dos cosas.

Miró a Carcette con la última frase. Elynea sabía algo sobre vampiros, pero quien se dedicaba a perseguirlos por todas partes hasta el infinito y más allá como era la ex-custodio definitivamente sabría más de vampiros. Si iban a meteres en un nido de aquellas cosas, quería las menos sorpresas desagradables posibles.