Partida Rol por web

—Para eso tendríais que haberme dejado que lo expulsara desde un principio—murmuró Elynea mirando de reojo a Suro. Luego hizo un esfuerzo y se centró en el tema que les ocupaba; lo pasado no se podía cambiar

«O no haber estado quince minutos defendiendo la inocencia del maldito vampiro para pasar AHORA a preocuparnos de que haga daño a nadie» añadió en su fuero interno. Aunque enseguida se volvió a amonestar «¡Maldita seas, ¡deja de gruñir! Eso tambien forma parte de lo que no se puede cambiar».

Casi podía imaginarse la voz de Danica con aquella risita entre dientes suya diciéndole que respirase hondo y relajase su rotundidad o le daría un tirón en el cuello de tanto tensar la mandíbula. Por ese motivo quizá suspiró hondo, estaba tan agotada de aquel asunto que lo último que quería era seguir discutiendo. No ayudaría a nadie.

—Ya, pero a lo que me refiero es que la forma es la misma... —titubeó tratando de sonar lo mas templada que supo—. Es decir, si con lo de advertir a la gente quieres que estén alerta hasta el alba, vale. Lo que me preocupa es que si con la advertencia cunde el pánico, resulte contraproducente.

No quería provocar sin querer justo los daños que pretendían evitar, la gente solía reaccionar muy mal y en cadena cuando estaba aterrorizada. Y eso podía provocar accidentes.

Los cauceños no necesitaban más preocupaciones después del paso de los thalmor por el pueblo. Sin embargo, si alguien moría, se extendería el pánico igualmente... y alguien más estaría muerto, por los Divinos, como si eso no fuera grave.

—Sinceramente —respondió—, me preocupa más que esté desangrando a alguien en estos momentos. La idea de K'Dan no me parece mala.

—Creo que no hay un edificio tan grande como para reunir a todo el mundo. Y de todos modos sería peor que pudiera cundir la histeria en un lugar abarrotado, ¿no?—Elynea dejó caer los hombros y suspiró—. No  me termina de gustar del todo pero... «estoy harta de quedarme sola en las opiniones» ...la verdad es que ahora mismo a mi tampoco se me ocurre otra cosa así que no me voy a poner a discutirlo. Avisarlos en casa y decirles que conserven la calma.

Le estaba empezando a costar no desear que llegase el alba para que Aerin se evaporase con el maldito sol. Tan solo esperaba que los avisos se diesen con cierto tacto. Tacto que al menos Khaled aún parecía conservar si se ponía a ello.

—Pero tenemos que darnos cierta prisa. Mjoll aún puede estar viva—se acordó en ese momento—. Si no os importa yo me... creo que mientras vigilaré la calle principal. Si veo algo, os aviso.

La verdad es que necesitaba un rato de paz que no fuera tener que estar hablando con alguien o escuchando voces. De lo contrario, le iba a dar un ataque. Necesitaba poder pensar. Ya había quedado servida de verse obligada a hablar con gente para varias semanas.

Aunque lo de vigilar no era mentira.

Suro volvió a preguntar.

- ¿Por dónde se fue la niebla?

Thyra volvió a responder:

—Se convirtió en niebla, maldita sea —rugió, aún de mal humor—. Se filtró por entre los maderos. y cuando salí de la casa, ya no había rastro.

Sintiendo que Aerin se escurría entre vuestros dedos y sin ningún rastro que seguir, decidisteis secundar la propuesta de Khaled y avisar a la población. En la primera casa os recibió un anciano nórdico con una porra de madera. En sus ojos se leía la intención de usarla para defender su hogar aunque lo superarais numéricamente y estuvierais armados.

Lanzó un suspiro de alivio cuando os presentasteis como Thanes de la Comarca, aunque el alivio le duró poco.

—Primero esos malditos elfos y ahora vampiros —dijo, meneando la cabeza—. Que los Divinos nos amparen, sólo somos gentes sencillas que queremos vivir en paz.

—¡Camila, no! —se escuchó la voz de Lucano, desde el umbral del Comercio de Cauce Boscoso.

Camila Valerio cruzaba la calle a grandes zancadas enérgicas, sujetándose las faldas. Su rostro estaba congestionado por la ira... y algo más.

—¡Tú! —le increpó a Khaled, señalándolo con el dedo—. ¡Por tu culpa Faendal está muerto!

Pronunciar aquello en voz alta hizo que la furia se quebrara en un llanto contenido a duras penas.

Uthgerd frunció el ceño y bajó la cabeza, rebullendo inquieta en su sitio.

Suro no tenía tiempo para atender a riñas, mientras los demás llamaban a una casa, él husmeaba los alrededores buscando algún tipo de rastro.

—Si nos dividimos en dos o tres grupos iremos más rápido —dijo, después de pedir al anciano nórdico que no se quedara solo hasta que se hiciera de día.  

El golpe de la madera contra la madera y las voces de los Valerio, él temeroso y ella encolerizada, interrumpieron sus palabras. La mujer lo acusó de la muerte de Faendal, deshaciéndose su furia en un torrente de lágrimas.

No solía comprender a los demás, pero esa vez estaba seguro de que no era solo la pena por la muerte de su amante la que movía a Camila. Como él, debía sentirse culpable por lo ocurrido. Había creído un juego lo que era una amenaza letal. Fuera cierto o no, no era la responsabilidad de la muchacha con la tenía que lidiar Khaled, sino la propia.

—Lo es —dijo, simple y honestamente—. Si pudiera, haría las cosas de otra forma. No puedo, así que viviré con ello, buscaré a la perra que dirigía a esos thalmor y la mataré o moriré intentándolo. Eso no me hará menos responsable, pero es lo único sé qué hacer.

En aquel momento, Khaled era incapaz de sentir verdadera ira. La frustración y la culpabilidad habían congelado la sangre en sus venas. La sucesión de problemas de incierta conclusión a los que se enfrentaba, a los que nos enfrentamos, había embotado su mente, y sin embargo, era lo único que impedía que se hubiera derrumbado en El Gigante Dormido, bebiendo hasta perder la consciencia con la esperanza de que la resaca mantuviera alejada la duda y estimulara su sesera.

Elynea había creído por un momentoque la noche no podía ir peor. Bien. Camila se encargó de sacarla de su error.

En principio la había preocupado el que Faendal se quedase colgado del porche como un festín de cuervos; lo conocía de las veces que había ido al establecimiento de Lucano en bsuca de algún ingrediente alquímico por habérselo encontrado revoloteando en rorno a Camila, es más, en ocasiones incluso era él quien se ofrecía a traerle alguna planta concreta si la veía mientras estaba de caza. Luego había descubierto que al parecer ya se habían encargado de bajarlo.

Y ahora de pronto ocurría aquello.

—¿Camila?—habia parpadeado en un principo al ver aparecer a la muchacha desaciéndose en lágrimas y escupiendo aquella acusación. Culpa de khaled. Miró al susodicho con gesto interrogante—. ¿Qué?

Estaba bastante segura de que Khaled no había cogido su espada y había ensartado al bosmer porque le había dado la gana. El monosílabo no estaba teñido del tono inquisitivo de quien exige respuestas, sino del de quien está sinceramente desconcertada por la situación.

—Alguien... —titubeó con torpeza, nacida de la confusión—. ¿Alguien por favor me... puede explicar qué pasa?

El guardia rojo había omitido algo en su explicación inicial de lo ocurrido en cauce boscoso. Bien a propósito por alguna razón, o bien por la prisa y la preocupación por Delphine. Esperaba que fuese lo segundo; lo primero no estaba segura si lo entendía.

Al ver la expresión de Elyena, Khaled no quería imaginar lo que estaba pasando por su cabeza.

—Les dije a los Lucano que necesitaba que alguien vigilara la posada para informarme cuando regresara —explicó —. Camila habló con Faendal, y lo hemos encontrado ejecutado. Supongo que lo encontraron y lo ejecutaron.

El guardia rojo suspiró. Compartir emociones sobre la muerte del bosmer no iba a devolverle la vida, y Aerin seguía libre en un pueblo inconsciente del peligro que suponía.

—Pero podemos hablar de esto cuando terminemos con el asunto del vampiro, joder.

La flor del desierto se daba cuenta de que habían perdido por completo el control de la situación. Habían jugado con fuego, un fuego con colmillos que podía convertirse en niebla, y la habían liado. Había que ajustar cuentas, al parecer, con una Thalmor que se había llevado por delante al bueno de Faendal, y todo ello mientras limpiaban un nido de vampiros y viajaban a Helgen a salvar a Ulfric...con mucha labia y cada vez menos autoridad, al parecer. Bien por los Thanes de Carrera Blanca.

- ...¿Camila? - preguntó dubitativa, pues sólo la conocía de vista -. Seguramente Khaled tenga culpa de muchas cosas por acción y omisión, pero no sé si este muerto es suyo

Faendal había muerto mal, pero con honor. Ayudando a sus amigos y enfrentándose a los Thalmor, como debían morir los nórdicos. Y echar la culpa a Khaled de eso sólo era una cuestión de la sangre caliente de la imperial.

- Por favor, amigos, tenemos un vampiro suelto por el pueblo y necesitamos a Khaled si queremos detenerlo. Luego podréis hablar con él si estáis todos vivos

Elynea miró un instante a Khaled, le valía con el escueto resúmen por el momento, no era el mejor idem para estar soltando explicaciones interminables. Ya habría tiempo de sobras para detalles más tarde aunque se le había quedado el cuerpo destemplado.

—Claro... contaba con ello—asintió.

El comentario de Karin la hizo fruncir suavemente el ceño mientras se rascaba una ceja, era bastante probable que Camila no fuera a atender a ese tipo de argumentos en aquel momento, y no podía decir que la culpase. Cualquiera en su lugar habría arremetido del mismo modo.

—Ya, lo lleva habiendo desde hace un buen rato—murmuró bajando el brazo.

«A buenas horas venimos actuando de responsables» añadió refunfuñando para sus adentros

Cogió aire, ¿por qué rayos estaba tan frustrada con aquella situación? No tenía ningún sentido lamentarse por la leche derramada y sin embargo cada dos por tres la asaltaba un pensamiento malhumorado.

«Debías haber sido más dura, aunque te odiasen» se reprendió «Por Azura, empiezo a hablar como Carcette... esto no puede ser sano»

Soltó el aire que había cogido y buscó algún punto en el que sentarse a la vera del camino en el que estaban. Lo mejor que podían hacer era no meterse ahora todos a opinar de aquello, en todo caso, dejar que fuese Khaled quien hablase con Camila que para algo era quien tenía conocimiento total de causa.

Lo peor era que empezaba a dolerle la cabeza y aun quedaba noche.... oh, y problermas. Por supuesto. Seguro que aún quedaban problemas.

Mientras Suro examinaba la negrura de la noche a vuestro alrededor, Osbjorn frunció el ceño, dibujándose largas y profundas arrugas en su rostro.

—Deber y responsabilidad... nunca son garantía de nada. No siempre es mejor actuar que quedarse de brazos cruzados —rumió para sus adentros, y levantó la cabeza—. Y tampoco es siempre posible acertar en nuestras decisiones. Lo único que importa es ser honestos cuando las llevamos a cabo.

Depositó una manaza curtida en el hombro de Camila.

—Esta joven no está culpando a Khaled, Karin. Sólo quiere que la culpa sea de él para que no sea suya, y que pueda dormir por las noches.

Camila levantó un rostro confuso ante aquel amable gigante.

—Los únicos culpables son los thalmor, Camila. Y les haremos pagar por lo que han hecho. Eso no te lo devolverá, pero su espíritu podrá descansar en paz. Y el tuyo también.

—Y deberíamos ir detrás de ellos, en vez de perder el tiempo aquí —estalló Uthgerd—. Si la sed de sangre lo hubiera dominado por completo, hubiera atacado a Thyra en vez de convertirse en una nube de niebla y huir.

La Indómita señaló en dirección a Vilkas.

—Además, dos Compañeros van a pasar la noche aquí. ¿No se supone que son los guerreros más hábiles de todo Tamriel? Ellos solos se bastan.

—¿Por qué no te callas? —soltó Thyra, pero Vilkas la sujetó del antebrazo en un gesto apaciguador antes de que siguiera.

—Podemos defender la aldea esta noche, pero no más —advirtió Vilkas—. Debemos abandonar Cauce Boscoso al alba.

Camila parecía haberse quitado un peso de encima cuando Khaled se atribuyó la muerte de Faendal. Pero su alivio duró muy poco cuando empezó a percatarse de que la amenaza de los vampiros era real.

—¿Estáis hablando en serio? ¿Vampiros? ¿Como en los cuentos de miedo? —dijo, arrebujándose en el chal de piel—. ¡Por el amor de Mara! Debemos avisar a Gerdur. Ella sabrá que hacer y organizará al resto del pueblo.