Partida Rol por web

Las once y veinticinco minutos, marcaba el reloj de la parroquia. A cada lado de la arena, separados por veinte metros, los dos contendientes del primer duelo del día. Carlo Matteucci a un lado, Chuck McCoy al otro, ambos con los revólveres enfundados y esperando a que llegase la hora. El tiempo sucede lentamente, el reloj marca la hora, la campana de inicio suena.

Chuck se rascó distraídamente la entrepierna mientras pensaba en todo aquello. Odiaba los duelos a primera hora de la mañana. De hecho, odiaba los duelos. Chuck era mas de meter balas por la espalda. Le gustaba ir a lo seguro, sin posibilidad de error ni riesgo. Era lo que se solía llamar un bastardo hijeputa. ¡Pero qué cojones! Un premio tan gordo como aquel bien mereceía jugarse el pellejo.

Estiró ambos brazos sin dejar de mirar a los ojos al "Ragazzo". Se crujió los nudillos, que restallaron secos, tan secos como el polvo que separaba a los dos hombres. Pateó ligeramente el suelo con ambos pies, primero uno, luego el otro, haciendo sonar el metal de las espuelas que calzaba en las botas, desentumeciéndo las piernas. Estaba algo cansado. La noche anterior la había pasado conociendo a las chicas de mala vida del burdel y, que le jodieran, McCoy ya no estaba tan joven como antes.

Por lo menos se había tomado la molestia de engrasar y limpiar el revólver antes del duelo.

Se caló el sombrero, se volvió a rascar la entrepierna y deslizó la mano derecha hacia la culata del revólver, asegurándose de dejar los dedos bien lejos del armas. No quería empezar y terminar el duelo alojando el plomo de alguno de los tiradores que habría colocado King por los tejados.

Y en cuanto la campana suena, con una carcajada demencial, McCoy desenfunda con rápido gesto y jala el gatillo, enviando muerte a su rival en forma de plomo.

Carlo solo se concentra en el silencio del momento, sientiendo como el viento roza su piel y como la adrenalina se le comienza a subir a la cabeza. Comienza a respirar relajadamente y suelta una carcajada nerviosa, le encanta vivir el momento y disfruta cada segundo su alboroto de adrenalina en el cuerpo. 

Su cabello se contornea al son del viento y su mirada segura se mantiene fija en su oponente, sabe que en solo algunos segundos el destino puede cambiar totalmente para uno o para otro. Se mantiene atento al momento de la campanada. Escalofríos recorren su cuerpo y otra sonrisa algo desquiciada aparece en su rostro.

Sabe que el tiempo de desenfundar se acerca lentamente. Suena la campana. En un abrir y cerrar de ojos Carlo desenfunda su revólver y lanza un tiro que puede significar una victoria inminente.

Se marca la hora. Il Ragazzo demuestra claramente ser el más rápido, y cuando suena la campana ya ha desenfundado y abierto fuego. Por desgracia, lo hace tan rápido que su fallo es bastante estrepitoso. En el otro lado del duelo, Resucitado McCoy se lo toma con más calma, desenfundando y abriendo fuego dos veces con su revolver. Por suerte para él, el primero de los disparos acierta por los pelos, pero aun así causa un daño tremendo.

Se da paso a la siguiente ronda.

Carlo, pierdes 10 pdV.

-Mierda! - grita Carlo cuando recibe un impacto que lo deja muy aquejado por el momento. La adrenalina alimenta su ser y rápidamente piensa una estrategia para derrotar a su oponente. 

Carlo suelta su primer disparo confiado, seguido de otro disparo sin perder el ritmo. Decide que es el mejor momento para dejar de utilizar su revolver y comenzar a usar su querido rifle. Bota su revolver y con el sonido de las balas alrededor coge su rifle. Luego de eso se echa a un lado para tratar de esquivar la barrida de balas que de seguro podrían avecinarse.

- ¡Primera sangre, hijo de puta! - Exclamó al tiempo que veía como se manchaba la ropa del "ragazzo" de carmesí. Había sido un tiro endiabladamente afortunado, porque le había dado por pelos pero lo había jodido a base de bien. - ¡Punto para McCoy cabronazo!

Con una sonrisa maliciosa que convertía su fea cara en una máscara repugnante de odio acarició una sola vez el percutor de su arma haciéndola vomitar plomo y se preparó para echarse a un lado por si aquel media mierda lograba hacer un buen tiro.

Il Ragazzo resulta más rápido en esta ronda, abriendo fuego un instante antes de que el Resucitado McCoy lo haga, y volviendo a hacerlo tras de él. Para su desgracia, es la bala de Chuck la que acierta en el blanco aunque haciendo un daño irrisorio. Decidido porque su arma está vacía, Matteucci echa mano de su rifle, apuntando a McCoy con él... y entonces dos disparos reverberan en el tejado de los dos edificios colindantes al duelo. Y en ese momento, mientras el cuerpo del italiano cae al suelo con un balazo entre ceja y ceja, resuenan las palabras de Henry King antes de empezar el duelo...

los contendientes usarán exclusivamente revólveres. Quien use cualquier otra clase de arma que no sea una pistola acabará con un tiro entre ceja y ceja antes de que pueda decir "misa".

Y entonces Henry se levanta de su asiento, con una sonrisa tenebrosa en el rostro y dice -Misa.

El duelo se ha acabado.