Partida Rol por web

Eché un vistazo a la oscura e inmensa profundidad que se abría ante nosotros. Por más que lo intentaba no conseguía distinguir el fondo. Un escalofrío me recorrió la espalda de arriba a abajo. Sin duda aquel si que era un campo en el que los Astartes se podían desenvolver mucho mejor que yo.

Pero pese a todo sabía que no podía quedarme atrás. No después de todas las bravuconerías que había soltado hace nada, ya que están perderían toda la fuerza y el ya de por si escaso respeto que me tenían estos tres se iría al garete. Así que haciendo acopio de toda la fuerza que pude, tanto física como de voluntad, me dispuse a descender.

Pero la valentía no estaba reñida con la estupidez. Y los que pensaban lo contrarío, orgullosos ellos de su supuesta hombría, solían acabar pronto en una tumba, y no era una idea atrayente. Toda ayuda será agradecida Ángel Sangriento le digo por el canal de voz mientras comienzo el descenso.

El descenso estaba resultando más sencillo de lo esperado. Aunque la altura era mucha, no era una pared lisa, uno podía agarrarse aquí y allá, y las improvisadas herramientas estaban dando bastante buen resultado teniendo en cuenta el inusitado esfuerzo que estaban soportando. De momento no se había roto ninguna, y eso que estaban soportando presiones para las que no estaban preparadas. Así, Astramael y Ernest (este último sin apenas ayuda del anterior) habían casi alcanzado a Grigori en las etapas finales del descenso.

Una vez bajaron todos los demás Marev dejó de cubrir su descenso con el arma y comenzó el suyo propio. En cierto punto alguno de los puntos de apoyo flaquearon de forma peligrosa obligándole a alguna que otra maniobra poco ortodoxa para mantener el equilibrio, pero finalmente pudo completar el descenso como los demás.

Tan pronto como llegó al fondo echó un vistazo, en silencio, observando el panorama que tenían a su alrededor allí abajo. De forma automática volvió a desenfundar el bólter apuntando allí donde movía la vista.

El descenso a través de la grieta había finalizado, pero no las sorpresas. La fractura continuaba medio centenar de metros en un ángulo de casi noventa grados con respecto a la dirección original formando una especie de pasillo ancho y bajo, irregular, cuyo final era discernible, pues de él provenía una luz rojiza y ondulante.

Pero no era lo único que se deslizaba a través aquel pasadizo natural.

De dónde quiera que aquella falla condujese provenían una serie de cánticos rituales ciertamente rítmicos, pero de una extraña frialdad entonados por una gran cantidad de voces. Su carácter extraño y disonante se veía incrementado por la superposición repetida de sus propios ecos, una y otra vez, como si procediesen de una sala de grandes dimensiones que enrarecía y alargaba las frases hasta hacerlas del todo incomprensibles, si es que podían haber sido lo contrario en origen. Al contrario de lo que podría esperarse no había acompañamiento de tambores ni ningún otro aditamento instrumental.

Repentinamente, los cánticos cesaron, y una voz se impuso sobre las demás. Una voz discerniblemente firme y decidida aun con la distorsión y, por lo que parecía, acostumbrada a hacerse oír. Avanzar a través de la grieta también la hizo más inteligible.

— Y entonces el 'n'Dajinn dijo al granjero: "He visto que has aprendido bien las lecciones que te enseñé. Tus cosechas prosperan durante la sequía mientras que las de tus vecinos se marchitan. Debería considerar tu petición..." —hizo una pausa. Parecía haber un silencio expectante—. El granjero no reparó en alabanzas mientras el 'n'Dajinn flotaba elegantemente hacia el niño enfermo. Entonces, el 'n'Dajinn extendió su fría mano sobre la frente del chico y el mal que lo afligía abandonó su cuerpo y estuvo sano de nuevo.

Grigori frunció el ceño cuando llegó al fondo y escuchó los cánticos. Sin pensarlo dos veces recogió la espada claymore y emprendió la marcha hacía el foco de las voces... ya habían dejado de cantar y alguien, probablemente el líder de esa xeno secta estaba recitando escrituras heréticas... aquello no le gustaba y notaba como en el interior de su cuerpo sobrehumano empezaban a segregarse los compuestos químicos que lo preparaban para una batalla...

No dijo nada, no quiso romper el silencio... pero confiaba en que le siguieran como hasta ahora...

El Guardia del Cuervo también había oído el sonsonete. Sin necesidad de decir nada vio como los otros se empezaban a desplegar. Tan sólo cabía esperar que el interrogador no intentase ir por las buenas otra vez. Aquello era cháchara hereje y estaba entre ellos y su objetivo. De todos modos no rompió el silencio de radio y únicamente asintió, más para si mismo que para los demás. Bolter en mano se fundió con las sombras y avanzó. 

Por lo que parecía Grigori iba a cargar el primero, con algo de apoyo de Astramael valdría como distracción y él podría hacerse cargo de los cabecillas a distancia de forma silenciosa. Que Schneider se adaptase como pudiera fueran cuales fueran sus talentos para estas situaciones.

En cuanto escuchó aquellas voces al bibliotecario le surgió la duda sobre como entrarían y saldrían de allí aquellos nativos, porque lo que tenía claro era que no lo harían descendiendo por la grieta como habían llegado ellos.

El hermano Grigori cogió fuertemente su espada y se dirigió hacía el origen de los canticos. Él, por su parte, hizo exactamente, lo mismo con la suya y siguió sus pasos.

Observe callado como los Astartes desenfundaban sus armas y se preparaban para el combate y yo hice lo mismo, apretando con más fuerza la hellgun en mi mano derecha y limpiandome el sudor que recorría mi frente por el esfuerzo de la bajada. Me quede detrás del bibliotecario a la espera de que los marines actuaran, con la esperanza de que fueran el blanco de los disparos.

Y pese a que mi mente estaba completamente preparada para el combate había una pregunta que rondaba por los rincones mas apartado de mi mente... ¿como narices se las han arreglado para bajar?

Sabiendo que iban a actuar, Grigori asintió a su líder y emprendió una carrera hacía el foco de las voces... espada empuñada con fuerza y listo para masacrar a los herejes ...

La grieta se abría a una sala de dimensiones mucho mayores que las anteriores, solo el mismo Cenotafio le hacía justicia. Se trataba de una estancia rectangular, de unos 80 metros de largo. Las paredes eran lisas como un espejo, y de evidente factura y perfección xénica. Negras, por supuesto. El techo se perdía en las alturas lo que, dado la bajada que acabábais de abordar, no era de extrañar. Aquí y allá, a ambos lados, tililaba la luz mortecina de las antorchas, insuficiente para una sala tan grande, que dejaba grandes zonas de oscuridad y penumbra.

El centro de la estancia estaba presidida por una estatua que representaba vagamente un cuerpo humano o humanoide, de tosca manufactura, aunque no quedaba claro si se había tallado así deliberadamente o era simple falta de habilidad. Destacaba la cabeza, de mucho mayor detalle, blanca como una calavera desnuda de gesto severo.

Alrededor de la estatua, como un enjambre, se apiñaban un buen número de seres humanos, tal vez centenares. Debían de ser lugareños y otros nativos, como delataban sus ropas simplonas de lana y algodón. Parecían armados, aunque tales armatostes debían de haber perdido vigencia antes de que el Emperador abandonase Terra por primera vez. Era de suponer también que hubiese un líder o, al menos, un orador entre aquella masa de gente.

Caísteis en la cuenta de otros detalles más. A ambos lados de la sala se alzaban una especie de salientes a cierta altura, como repisas. Parecían conectadas con el nivel del suelo por medio de unas rampas a ambos lados de la estancia, ligeramente por detrás de la estatua. En ellas, en lo alto, se distinguían unas siluetas ciertamente geométricas, pero discernir su naturaleza era imposible desde vuestra posición debido a la oscuridad y la distancia.

La explicación a vuestras dudas (pues parecía poco probable que varios centenares de personas repitieran la proeza de vuestra bajada sin que ninguno se matase) estaba al fondo de la sala. Parecía haber una salida, una arcada que llevaría a otras salas o pasillos.

Música

¡PERO ESTO QUE CLASE DE AFRENTA ES AL IMPERIO! - bramó dejándose llevar por la ira... bramó para atraer la atención del enemigo declarado hacía el propio Grigori. Valoró las opciones que tenía y aunque eran una muchedumbre bastante amplía él no dejaba de ser un marine espacial, el pináculo de la ciencia y tecnología humana... agarró el sacris con las dos manos y lo puso frente a él en un acto puramente ceremonial recordando a su maestro y hermanos caídos en batalla... recordó sus nombres impresos en el muro de la gloría del templo de su capítulo, sintió sus espíritus cerca de él, sus almas poderosas e inmortales... doradas como el trono, puras y leales...

Grigori empezó una carrera hacía la muchedumbre mientras mandaba las ordenes a la mochila retro la cual empezó a cargar potencia y a iniciar un rugido que iba en aumento. La distancia había sido calibrada, la parábola estimada y los datos cargados... el marine saltó como una exhalación mientras echaba hacía atrás su enorme sacris - ¡POR LA INQUISICIÓN! ¡POR EL IMPERIO! ¡POR EL TODOPODEROSO EMPERADOR! ¡POR LOS CAÍDOS! - bramó por su vox externo cargado de una furia justiciera que lo impulsaba hacía el grupo de enemigos... Cayó como un peso muerto levantando polvo y piedras por la potencia del impacto y con un rugido brutal trazó un arco con su enorme arma dispuesto a segar la vida de esos traidores - ¡PARAD TODA ESTA TRAICIÓN Y SE OS DARÁ UN FINAL DIGNO! ¡RENDID VUESTRAS ALMAS EN NOMBRE DE LA INQUISICIÓN! - les sugirió para evitárles el agónico sufrimiento de un combate a muerte

El bibliotecario había visto antes el rostro cadavérico de la estatua, sino ese al menos uno muy parecido. Había sido solo un segundo, mientras se sumergía en el inmaterium en busca de respuestas sobre las esferas negras.

En cuanto los vio, rodeando esa impía estatua, estuvo completamente seguro que los reunidos en aquella estancia no eran creyentes en la fe del emperador y debían ser purgados. El hermano Grigori era de la misma opinión pues se elevó a los cielos para caer sobre ellos como un ángel vengador lleno de justa ira.

Sin necesidad de pensarlo mucho más disparó su pistola bolter contra aquellos herejes. Sus vidas se esfumaban de sus cuerpos al estallar los proyectiles dentro de ellos, reventando cabezas y extremidades por igual, pero se dio cuenta de que aquello no sería suficiente.

Aunque no era algo con lo que disfrutase, el ángel sangriento volvió a introducirse en la disformidad, acumulando la energía que flotaba a su alrededor con una técnica que años de entrenamiento habían perfeccionado. Concentrándola en el puño con el que sujetaba su espada psíquica, cuando la energía almacenada alcanzó su punto máximo, Astramael apuntó con ella a la masa enfurecida. Luminosos rayos salieron de la punta de la espada, quemando y haciendo explotar enemigos de la humanidad.

Pero algo salió mal. El bibliotecario no pudo controlar completamente las energías que manipulaba y parte de la energía disforme se vertió en el universo material, la temperatura cayó de forma brusca alrededor de Astramael y una helada que cubrió con una fina capa de escarcha todo a su alrededor.

Los herejes habían comprendido bien que eso eran Marines Espaciales, aunque solo hubieran oído hablar de ellos en cuentos y mitología, y que ahora estaban luchando por lo miserable de sus vidas. La masa se dispersó rápidamente en tres grupos. El central, el más numeroso, comenzó a un tiempo a luchar con armas cuerpo a cuerpo bastant primitivas contra Grigori, al que rodearon rápidamente, y a disparar contra Astramael, el único de los demás al que podían ver. Dos grupos más pequeños, los que estaban más a los lados, corrieron hacia las rampas a buena velocidad y subieron a aquellas repisas, sospechosamente cerca de las dos siluetas que habíais visto anteriormente.

Los golpes con cuchillos, palos, sierras, cuchillas de carnicero y similares cayeron sobre Grigori desde todos los ángulos, como una granizada de grandes dimensiones. Lo máximo que consiguieron fue saltar la pintura de la servoarmadura en los mejores casos. El Guardián de la Tormenta se defendía (o mucho más correctamente, atacaba) como un diablo, lanzando estocadas aquí y allá mientras ignoraba por completo las improvisadas armas enemigas. Gastar un movimiento para parar era un desperdicio, un hereje vivo más, así que ni siquiera se preocupaba por eso. Al mismo tiempo, muchos de los nativos estaban disparando contra Astramael. Tenían unas armas que generaban un humo espeso al disparar y provocaban un estruendo comparable al pedo de un dios al disparar. Espera... ¿eso eran fusiles de chispa?... El ambiente se llenó del petardeo de los disparos hasta el punto en que era difícil oiros los unos a los otros. Su puntería podría haber generado varios poemas satíricos al respecto y, si alguno dio al psíquico, fue pura chiripa y sus consecuencias, anecdóticas. A su vez, el mismo bibliotecario había causado algunas bajas con la pistola, pero los enemigos eran demasiados para seguir a ese ritmo. Los ojos de los sectarios casi se dislocaron cuando vieron aparecer aquellas letales bolas de rayo y empezar a causar bajas por doquier. Los desgraciados morían quemados, electrocutados o ambas cosas a un tiempo. Sin embargo no se dejaron arredrar por eso: quizá ya habían visto cosas peores

Como de costumbre en ellos sabiéndose, y en realidad con razón, superiores al grupo de simples humanos los Astartes se lanzaron al combate sin pensarlo dos veces y sin ningún plan de ataque aparente que no sea despedazar y disparar. Y yo tampoco es que en mis años de servicio me haya mantenido al margen de los tiroteos y haya tenido que llevarme algún hereje por delante. Pero había algo que me hacía afrontar el combate con cautela. Tal vez fuera la ABRUMADORA superioridad numérica de los herejes, no sabría decirlo bien. Así que mientras los marines se exponían al fuego enemigo, yo me busque la cobertura más cercana, en espera de que la situación se igualase un poco más antes de actuar.

Marev entró en la sala tras sus hermanos de batalla, mateniéndose entre la penumbra y la oscuridad a las que estaba acostumbrado. Echó un vistazo rápido y comprobó que eran ampliamente superados en números y que no era capaz de diferenciar a nadie relevante entre la multitud. Pero había una manera de reducir esa ventaja y atacar a la cabeza del enemigo directamente.

Echó mano de una granada de fragmentación de su cinturón y, apuntando a uno de los grupos que pretendían disparar desde arriba, la arrojó con gesto experto a una distancia considerable. El satisfactorio sonido de la deflagración y los aullidos de dolor de los herejes le hicieron esbozar media sonrisa dentro del casco mientras se mantenía en las sombras. Tal vez la actuación devastadora del grupo hiciera asomar al líder y cuando eso pasase... tendría el bolter listo.

Grigori, rodeado por enemigos que no parecían rendirse, emprendió contra ellos una danza de muerte. El marine de asalto, Guardian de la Tormenta, movía con extrema letalidad y perfección su mandoble sacris. Sesgó vidas allá donde se ponían a su alcance trazando amplios arcos y atacando a una velocidad muy superior de lo que se podría esperar de alguien del tamaño de Grigori...

Cercenaba vidas como si fuera un segador en maizal, ya no habló, ya no dijo nada... solo atacó con una concentración fruto del entrenamiento exhaustivo y el perfeccionamiento de la practica.

El bibliotecario estaba demasiado lejos para incinerar a los herejes que habían subido por la rampa derecha, por lo que decidió acercarse. Los proyectiles rebotaban en la ceramita mientras se adentraba hacia el centro de aquella sala para reducir la distancia que les separaba.

El guardián de la tormenta estaba acabando con las vidas de los herejes que aún permanecían en el centro de la sala y por lo visto no necesitaba ninguna ayuda para hacerlo, pero los de las alturas aún no habían recibido el justo castigo el Emperador. Se concentró y de sus guanteletes brotaron nuevamente rayos de energía psíquica que acabaron con decenas de ellos.

Viendo que como era de esperar los marines se las bastaban y se las sobraban para acabar con los sectarios, y de paso para soportar todos los disparos y ataques de estos, me quede quieto tras la cobertura, esperando y rezando para que mi intervención no fuera necesaria por el momento.

La batalla se estaba decantando rápidamente hacia el lado de los Marines por dos razones principales. Porque eran los mejores guerreros del Imperio de la Humanidad contra pobres diablos armados con palos y piedras... o casi. Y dos, porque tenían servoarmaduras y un psíquico. Aquel conflicto era desigual, pero aquello carecía de importancia porque todos los combates lo son. Aquellos herejes que en un principio habían sonreído confiados por su abrumadora superioridad numérica empezaban a comprender que no podían causar ningún daño a aquel Marine Espacial que estaba causando estragos entre sus filas con solamente una espada y cantidades ingentes de mala leche. Aquel arma se movía como un borrón y los muertos e incapacitados empezaban a caer sobre los cadáveres de sus compañeros. De pronto, Grigori miró a su alrededor y vió que no le quedaban oponentes. Aquellos cobardes estaban corriendo hacia la salida que quedaba a su espalda. A nadie le gustan los enemigos que parecen inmortales.

Mientras tanto y previendo aquella victoria habían comenzado a ocuparse de los herejes restantes. Recuperado de aquel frío innatural que había causado el bibliotecario, Marev arrojó una granada que cruzó media sala, expotando justo a en los límites de la muchedumbre, incapacitando a varios de ellos con la metralla. Astramael por su parte, lejos de considerar aquel fenómeno psíquico una advertencia, se dedicaba a segar vidas al otro lado con aquellas bolas de rayo que tan útiles estaban demostrando ser.

Pero de pronto un nuevo arma hizo acto de presencia en aquella batalla. Los herejes apiñados en las repisas habían puesto en funcionamiento los objetos que las ocupaban, que no eran si no alguna clase de arma Xénica defensiva. Las torretas zumbaron sobrecargadas de energía magnética, dos nodos esféricos se alzaron y rotaron conectados por arcos voltaicos que convergieron lanzardo unos destellos verdes. El primer disparo falló por mucho e impactó a una decena de metros del bibliotecario, que solo pudo plantearse si de verdad querían darle a él. Al parecer, los herejes no controlaban aquellas cosas del todo y tenían que recalibrarlas. El segundo vaporizó la piedra justo bajo el pie de Marev, que no sintió calor residual alguno. Cuando miró abajo había solo un agujero perfectamente esférico que incluía un trozo de la bota de su servoarmadura. No había llegado a penetrar porque solo le había dado de refilón, pero ahora sus botas no eran perfectamente simétricas. Simulatáneamente, uno de los herejes era moría electrocutado por un rayo que se desviaba tangencialmente.

Mientras tanto el interrogador seguía a cubierto

Temporalmente el Guardia del Cuervo ignoró el arma con el que le habían hecho objetivo, si no quedaba dotación para usarla dejaría de ser un problema. Y visto que la moral de los herejes flaqueaba decidió poner a los más dañados bajo fuego cruzado de tal forma que su falta de valor quedase más de relieve. 

Con precisión y rapidez sobrehumanas desenfundó la pistola bólter que portaba al costado y sin dudarlo roció la repisa con una ráfaga de munición bólter observando con satisfacción que la precisión de sus impactos causaban gran perjuicio entre aquellos que se les oponían. Puede que se hubiera expuesto a si mismo, pero aún sus hermanos parecían llevar la iniciativa y, visto lo visto, no defraudarían. Ciertamente estaba más que satisfecho por las capacidades de choque de Grigori y Astramael.