Partida Rol por web

La última en bajar fue Penélope, ayudada por Eve y Oz desde abajo*. Había esperado su turno sobre la pasarela, observando el horizonte en llamas; el fuego campaba a sus anchas por todas partes, el complejo entero ardía, y el cielo nocturno teñido de naranja y envuelto en humo blanco ensombrecían las luces eternas de los edificios de Manhattan, al otro lado del río. Estuvo tentada de sacarles de allí hacía otro lugar a todos. ¿Pero a dónde exactamente? Podría ser como caer de la sartén a las brasas. Al ver como se desenvolvían sus compañeros y los extraños confió en que saldrían de allí, pero pensó, mientras daba un repaso los bolsillos de su chaqueta militar para cerciorarse de que la droga aún estaba en su interior, que de todos modos tenían ese as en la manga.

Cuando ya todos habían atravesado el corredor para internarse en el almacén escucharon un estruendo, parte del edificio del que venían se había venido abajo, desperdigando por el suelo montones de ladrillos y vigas de madera carbonizadas. La pasarela aguantó, pero de su entrada salió una bocanada de polvo caliente y humo que los envolvió y los cegó un instante. Tras pasar el susto y comprobar que estaban todos bien James siguió guiándolos por corredores, escaleras y pasillos. El resto se alternaban para reforzar el recorrido, cuando la médium o la vidente detectaban algún posible peligro en el camino.

Llegaron sin demasiadas complicaciones al interior de uno de los almacenes, la entrada los llevo hasta un

altillo desde el que alguna vez algún jefecillo habría pasado media vida vigilando a sus acólitos currantes….

Allí Shoshana había subido una de las máquinas de coser que yacían en el "cementerio de máquinas" de la Ciudad Olvidada. El resto del mobiliario eran una gran mesa para cortar tela, una estantería grande para con ropa, peluches, muñecas, sus diarios de sueño y una modesta colección de cuentos y una hamaca que había hecho ella misma y que estaba colgada de una viga.

Allí la esperaba Leonora, y a Shoshana le pareció escuchar su vocecilla pidiéndole ayuda. Bajo ella, el océano estimulante en el que se zambullía a veces estaba en llamas y el fuego ya estaba trepando por las vigas.

El "aquí y ahora" con que se conducía espontáneamente y que hasta ese momento le había ayudado a no pensar en lo que estaba perdiendo le había acabado traicionando: conforme iba reconociendo el camino se iba poniendo más y más nerviosa.

Podría prescindir de todo, menos de su querida muñeca. Shoshana no sabría explicar lo que era Leonora, pero desde luego no era una cosa, y menos una que pudiera abandonar a su suerte en un incendio, sobre todo cuando se veía capaz de salvarla.

—¡Es Leonora!— Gritó sin caer en la cuenta de que seguramente solo la podía oír ella— ¡Se va a derretir!

Tenían grandes planes juntas y hace poco habían discutido. Leonora tenía muchísimas ganas de conocer a James y sobre todo a Oz, y habían previsto que Shoshana la presentaría como "una muñeca de colección" con la que "probaba los prototipos de sus vestidos" antes de hacerlos tamaño persona grande. Es decir, se la presentaría como una modelo de Prêt-à-porter. Y de hecho, eso no era mentira. Pero claro, Shoshana no se sentía preparada para llevarla ante los chicos, sobre todo porque conocía a Leonora y por mucho que le había jurado que permanecería callada todo el rato sabía que a su muñeca le sería imposible mantener la boca cerrada delante de ellos y no quería parecer una cría o una pirada poniendo voces, por muy interesantes que sonasen.

Se detuvo en seco con la intención no disimulada de desviarse para correr al rescate.

La exclamación de Shoshana, así como que se detuviera de pronto, hizo que sonaran todas las alarmas en la cabeza de James. Antes de darle tiempo a reaccionar, alargó el brazo hasta ella y al aferró muy fuerte de la muñeca con intención de no soltarla. Si tenía que acarrearla lo haría.

—¡Shoshana, no! —clavó los ojos en ella llenos de angustia. Tiró de su brazo para tenerla mucho más cerca y así poder sujetarla si hiciera falta—. Nadie se desvía del camino. ¡Podría desmoronarse todo! Lo siento, pequeña... —pero esto último lo dijo ya apartando la mirada mientras volvía a ponerse en marcha sin soltar a la muchacha. No había un segundo que perder.

Vesper al ver que Shoshana estaba a punto de salir a buscar su muñeca tuvo un escalofrío que la alertó sobre un movimiento del espacio-tiempo por desencadenarse y vislumbró el momento en el que los que estaban en el altillo caían a las llamas. -¡Esto se desmorona, he visto cómo caemos a las llamas! -advirtió -Hay que seguir... -observó cómo James sujetaba a Shoshana y la obligaba a seguir. Tuvo un presentimiento -¡¿Nadie puede ir por la muñeca?! -gritó al resto que estaba más atrás, había visto cómo Oz se había materializado en otro lugar hacia minutos y quizás alguien más también podía hacerlo -Sospecho que es a la muchacha lo mismo que para Oz su cello o para mí mi reloj -metió la mano en el bolsillo y lo tanteó mientra seguían caminando.

Me duele todo el cuerpo como si fuera una vieja a la que la han obligado a hacer aquagym, pero mejor. Al menos no tengo pérdidas de orina. 
La boca me sabe a ceniza, hay un reguero de lágrimas surcando mis mejillas manchadas de hollín, y mi piel grita por una bocanada de aire fresco. Pero el fuego parece perseguirnos sin descanso, y nunca terminamos de dejarlo atrás. Es como si los cimientos mismos de la tierra se hubiesen incendiado, y fueran esas llamas las que treparan hacia nosotros. El mundo entero está en llamas.

Cuando cruzamos por los aposentos de Shoshana, un grito de la chiquilla me hace detenerme, a pesar de las ganas de atravesar corriendo esa estructura endeble y a punto de venirse abajo.

—¡Es Leonora! ¡Se va a derretir!

 Maldita sea la muñeca, la fábrica de Mattel, y todas las casas de ensueño en Malibú.

Intentar convencer a Shoshana no va a ser fácil, pero tenemos que intentarlo.

-¡Niña, mírame! -La tomo por los hombros, y la obligo a mirarme, cogiéndola de la barbilla si hace falta- ¡Sé todo lo que hay que saber sobre espíritus, así que hazme caso! ¡La muñeca no es importante, sino su espíritu, y su espíritu te seguirá! ¿Me entiendes?

Cuando hay que sacar la vena creativa, se saca. 

-La muñeca sólo es una carcasa, no importa si la dejas. Leonora volverá a ti -afirmo, totalmente convencida-. Tenemos que salir de aquí antes de que esto se venga abajo. Ella lo entiende, es tu amiga, ¿no? Ella quiere que sobrevivas.

Y joder, yo misma le compraré la muñeca de porcelana más embrujada y terrorífica del mundo si hace falta. 

-James -le insto, para que continúe llevándosela lo más rápido posible-.

¡¿Nadie puede ir por la muñeca?!

El grito angustioso de Shosh y las réplicas de James y Blue le hicieron afilar la mirada. Más que pensamientos, la mente de Eve se llenó de instintos. La chiquilla rapada emanaba poder y eso a la rubia siempre le gustaba. Frenó su avance y se puso recta, con los pies separados. Unió sus palmas a media altura y cerró los ojos. 

Yo soy... el centro de todo.

Eve enfocó su mente, se concentró en las muñecas, sintió como las fuerzas obedecían a su voluntad. Un pequeño esfuerzo y…

Mierda

La estantería estalla y la ropa, los peluches, las muñecas, los diarios de sueño y los cuentos salen volando por todas partes, impulsados por una explosión psíquica silenciosa que el empuje de voluntad descontrolada de Eve ha detonado.

Leonora traza un arco, como cuando despegaba con un jetpack en los sueños con Shoshana, asciende un poco, para luego empezar a caer en una peligrosa trayectoria directa hasta las llamas.

Así, en caliente, las razones de Margotte no le calaron. Porque ya tenía el disgusto encima y también porque pensaba que su muñeca era de sobra un ser único y no podría traerla de vuelta sin sospechar haber dado vida a una copia venida de su propia mente. Sería como cuando su hámster murió en misteriosas circunstancias y su madre le compró uno idéntico.

Claro que la pitonisa le hablaba de espíritus, no de mentes, pero ¿Qué sentido tenía traer de vuelta el espíritu de Leonora si ésta había muerto? ¡No quería tener una muñeca muerta-viviente! ¡Y aunque nunca lo habían hablado no creía que a Leo le gustara eso de volver de entre los muertos!

Shoshana lloraba. Las lágrimas le caían a raudales embadurnando el hollín de su cara. La ceniza le sabía a rayos.

Leonora, descansa en paz.

Entonces la vio volando y le tendió la mano, confiada en que el vínculo que las unía y los superpoderes de ambas fueran suficiente para que ella misma viniera volando*.

—¡Aquí Leonora! ¡Aquí!

Leonora cambió su trayectoria como le gustaba hacer en los paseos espaciales, con un "loop" que parecía alejarla más pero que servía para coger velocidad. Llegó a sus brazos con sus bracitos levantados y Shoshana la agarró, poniéndola contra su pecho.

—¡Leonora! 

Sus lágrimas no paraban, pero ahora sonreía mientras James tiraba de ella. 

Menuda entrada espectacular había hecho Leo.

Oz terminó de descender por las escaleras a tiempo para ver cómo Eve hacía volar todas las cosas de Shoshana, que lloraba por una de sus muñecas. Tuvo un escalofrío, a pesar del calor de las llamas, por lo que había oído decir a Vesper. No quería ni imaginarse lo que sentiría él si perdiese el cello y respiraba más tranquilo al saber que había podido ponerlo a salvo. Y, por suerte, Shoshana también pudo rescatar su muñeca, que voló hacia sus brazos. Se permitió una sonrisa contemplando la imagen, pero enseguida buscó a Penélope con la mirada. Iba cerrando la marcha, o eso creía, y quería asegurarse de que llegaría bien a la plataforma. 

—Tenemos que salir de aquí, vamos ya —dijo, para todos, aunque él tenía intención de esperar a la maga para continuar cerca de ella. 

Se había quedado atrás, junto a Penélope, pero siguió avanzando a toda velocidad, en su loca huida a través del infierno en el que se había convertido la Ciudad Olvidada. Bajó las escaleras con rapidez, siguiendo a Oz. El músico se dio la vuelta para mirarlos. - ¡Sigue, sigue, no te pares! - gritó Red. Penélope estaba a su lado (*) y no podían detenerse. En el lugar que estaban a punto de atravesar parecía que había caído una bomba. Un hecha de ropa. Ardiente