Partida Rol por web

Amano escuchó a Akari y abrió la boca para objetar algo, pero se lo pensó mejor y se quedó callado. Ella era la mayor experta de todos en aquél tema, y además sería bastante vergonzoso que una niña mantuviese el aplomo más que un adulto.

Miró su botellita de sake. Aún quedaba un trago, así que se la tendió a Moriya.

Yuki continuaba mirando con recelo aquella aparición, como si no estuviese muy segura de que realmente fuese él o de que estuviese allí en realidad, cuando de nuevo, todos comenzaron a hablar de su destino. Aquello le aturdía y a la vez le molestaba. La presencia de su hermano le inquietaba lo suficiente como para no hacerle las preguntas que bullían en su cabeza.

– "Es una mujer que tendrá poder sobre el frío, y cuya vida debe consumirse como sacrificio para sellar la Puerta"– la chica habló; por fin había conseguido sentarse con comodidad. Estaba cansada y la herida dolía, pero desde luego no era ni de lejos el dolor que había sentido cuando se la hicieron– Esas fueron las palabras exactas que Okina-sama dijo en la reunión. Imaginad por un momento que creemos que con un poco de sangre bastará... y que la puerta parece cerrarse, pero vuelve a abrirse en un año. O en dos o en diez. Y que se abra porque no decidí dar el paso que tenía que dar.

Yuki sacudió la cabeza y miró al grupo. Tenía unas leves ojeras, se encontraba nerviosa por lo visto durante su sueño y estaba más pálida que de costumbre, pero hablaba con voz firme. ¿Qué habrían estado diciendo durante su estado inconsciente? Desde luego, estaba claro que ella había sido el tema de conversación. Finalmente, miró a Kaede y se encogió de hombros, como disculpándose por lo que se acercaba.

–No me precipitaré ni haré nada sin meditarlo, pero no me negaré si es necesario. Tampoco perderé el tiempo intentando encontrar una escapatoria... Se dijo en la reunión que dejaríamos a la Dama decidir su destino. Espero que eso se mantenga.

Era curiosa la forma en la que habían cambiado las tornas. El destino era en ocasiones muy bromista, aunque aquella broma en particular no le hacía ninguna gracia a la joven guerrera. Ella, que había prometido luchar porque se diese a la Dama la oportunidad de negarse, ahora temía tener que hacerlo para que le dejasen enfrentarse a su destino.

–Cuando estemos allí veremos que ocurre. Ahora mismo hay otras preocupaciones, ¿no creeis?

Como irnos de aquí ahora mismo. Como si ese de ahí es realmente nuestro hermano. Como... como que no me hace ninguna gracia como va a acabar todo esto.

Si bien es cierto que esas son las palabras que se dijeron en la reunión, también son ciertas las suyas. Siempre hay elección y en ese caso no será diferente. Como ya ha dicho antes, los dioses no les dan cosas que no sepan superar. Meditará y buscará una forma de salvar a Yuki de su destino aciago.

-De todas formas, aun no ha llegado el momento y tampoco podrás hacer mucho en esas condiciones. No sobrevivirás al viaje hacia la Puerta si no recuperas un poco más tu salud. Tus heridas han sido muy graves.

Desvía su mirada hacia Moriya.

-Dejemos, ahora, que Moriya-san nos cuente qué ha pasado.

Se sienta en algún sitio libre. No cabe ni un alma más en ese lugar.

Yuki observó cuidadosamente a Moriya. Las facciones del joven, aunque estaban teñidas de dolor y cansancio, no habían cambiado. Eran los mismos ojos, la misma nariz, el mismo mentón afilado y el mismo cabello rojizo. Su mirada era la de siempre, sólo que abatida por algo que aún no les había contado...

No parecía haber nada a simple vista que hiciera pensar a Yuki que aquél no era el verdadero Moriya. Pero eso no resolvía la mayoría de las dudas...

Moriya tenía la mirada fija en un punto delante de él, en el infinito. No sabían si estaba pensando cómo contarles lo que les había pasado, o si sus pensamientos estaban perdidos. Durante un instante pareció mucho más viejo de lo que era, como una estatua de piedra cubierta por el musgo de muchos años. 

Pero después sus ojos giraron y volvió a mirar a Yuki, un poco de lado. La expresión que tenía era difícil de desentrañar. ¿Había nostalgia, pena, preocupación, rabia...? Sin embargo, aquella mirada duró sólo un segundo y luego se fijó en la botellita que Amano le tendía. Alzó una mano para rechazarla. Moriya nunca bebía alcohol, como bien sabían Yuki y Kaede. Aquella era una enseñanza férrea de Gaisei, y su hermano nunca se la saltaría.

El joven guerrero respiró hondo y empezó a hablar.

—El maestro Shigen me encontró muy rápido —dijo con voz débil, pero yendo al grano—. Puede hablar con los felinos, y estos le ayudan. Además, puede viajar con rapidez cuando lo necesita. Me dijo que os habían emboscado, que nuestros enemigos sabían lo de nuestra reunión. Yo ya lo sabía, porque a mí también me atacaron durante el viaje, pero me deshice de ellos con facilidad. Trató de convencerme de que me uniese a vosotros. Me negué a venir. Tenía mi propio objetivo, encontrar al asesino de mi padre y acabar de una vez el asunto que dejamos pendiente hace un año. Y no iba a apartarme de mi camino por nada...

Al recordar a Kagami, la mirada de Moriya se hizo gélida y su voz se endureció mientras una sombra cubría su rostro. Pero pasó enseguida, y sus ojos volvieron a perderse en la distancia.

—Discutimos durante horas —continuó—. Yo no cedí y le dije al maestro que si intentaba detenerme se convertiría también en mi enemigo. Así que lo dejó correr de mala gana... pero insistió en seguirme. Según él, yo no sabía lo terrible que puede ser Kagami. A pesar de que le había vencido hacía un año, Shigen no se fiaba de mí. Decía que mi rabia y mis deseos de venganza me quitaban poder...

Rió entre dientes, negando con la cabeza. Un atisbo del antiguo orgullo de Moriya.

—Lo buscamos, pero fue Kagami quien nos encontró a nosotros. Recibimos un mensaje que sin duda alguna era suyo, pues fue traído por un ave roja y Kagami tiene al espíritu de Suzaku en su interior. Se burlaba de mí, diciendo que estaría más seguro con el resto de mis compañeros, y nos citaba en Edo. Furioso, me di la vuelta inmediatamente y me dirigí hacia allí. Viajamos sin descanso, durante todo el día y toda la noche, y estábamos ya cerca de aquí cuando...

Se interrumpió. Aquella parecía ser la parte del relato más difícil, y volvió a mirar a Kaede y Yuki.

—Ocurrió algo extraño —dijo—. Vi un relámpago en la distancia, que no hizo ningún ruido, pero era de color amarillo. Y me sentí traspasado por un dolor horrible en mi espíritu. Casi me caí del caballo. Al maestro Shigen tampoco le gustó aquella luz, y dijo que debíamos alejarnos, que era un mal presagio. Pero yo continué, y él me siguió. Unas horas después... algo nos atacó. Nos derribó de nuestros caballos y antes de que pudiera levantarme para contraatacar, lo que fuera que nos había asaltado se lanzó sobre mí y me sacudió como si fuera un vendaval. Nunca me había sentido tan... indefenso. Me noqueó. Cuando desperté, el maestro Shigen estaba allí, derrotado y débil. Había perdido sus poderes. Sólo pudo decirme que os encontrara, que le dijese al maestro Okina lo que había pasado. Parecía conocer a nuestro atacante, pero se desvaneció antes de poder decirme quién era...

Volvió a respirar hondo y se cubrió el rostro con una mano. Su espíritu y su orgullo estaban hechos pedazos.

—Era algo... indescriptible.  Nunca me había enfrentado a un poder así. Y sin embargo... había algo en él que me resultaba conocido. Pero no era Kagami, no podía serlo. Era demasiado fuerte... Después de eso vi una luz blanca y brillante. Me guió hasta aquí... y gracias a eso os encontré.

Y tras acabar su historia, se quedó en completo silencio. Ni siquiera podían escuchar su respiración, que se perdía en el crepitar de las llamas.

Escucha atentamente la historia de Moriya y ve que ha pasado por mucho. No es de extrañar que se encuentre en esas condiciones, pero lo que más le preocupa de todo eso es que está confirmando una de sus sospechas recientemente adquiridas. Kagami está dando caza a aquellos que tienen el poder de los Cuatro Guardianes. No sabe qué ha pasado con el Maestro Okina, pero escuchando el destino del Maestro Shigen... no puede ser nada bueno. Sin duda, lo sabía cuando se separaron en el camino. O, al menos, lo intuía.

-Kagami está acabando con los recipientes mundanos del poder de los Cuatro Guardianes. Deben de ser necesarios para llevar a cabo el ritual, de nuevo. Pero el poder de un kami no se destruye al destruir su cuerpo. Su poder inmortal vuelve al Palacio Celestial y se reencarna en el dios en sí. Aun puede usarse su poder con canalizadores y rituales. 

Eso significa que también podrían estar tras Kaede. El grupo está en una muy mala posición y es cierto que no podrán salir de ahí si no se marchan de inmediato. La luz que ha guiado a Moriya también puede haber guiado a otros. Pero el problema está en que hay heridos y la noche a la intemperie no será buena para nadie. Se pone en pie dispuesta a hacer lo que mejor se le da, aunque quizá no sirva con esos poderes tan superiores.

-Debemos proteger la casa hasta que la tormenta amaine. No podemos caminar con los caminos cubiertos de nieve mientras esté la tormenta sobre nosotros. 

Su mirada se posa en Moriya.

-Y yo debo restaurar tu alma. Ese rayo amarillo dejó a un soldado como la sombra de lo que era. A ti te ha afectado mucho aunque tu espíritu es más fuerte que el de ese soldado. 

Mira a los demás.

-Podéis protestar todo lo que queráis. Estoy segura de que me equivoco, pero sin un plan mejor es lo que podemos hacer. Si a alguien se le ocurre algo, que lo diga.

Lee escuchó la historia de Moriya y no dijo nada. La primera en hablar fue Akari, y cuando lo hizo, el monje asintió despacio. Aunque había algo que no le encajaba.

—El año pasado, Kagami también atacó a Shigen —dijo—. Lo encerró, para que no se interpusiera en sus planes. Pero... no le robó su poder. Abrió la Puerta por sus propios medios. ¿Por qué iba a necesitarlos ahora?

Amano se encogió de hombros. Akari entendía mucho más que ellos de esos temas, y algo le decía que estaba en lo cierto con sus sospechas.

—Quizá no sabía cómo hacerlo y lo ha descubierto en este último año —opinó—. Si Kagami ya tenía el poder de Suzaku en su interior y ahora tiene el de Byakko y Genbu... ¿cómo vamos a detenerle? Un ser con esos poderes tiene que ser invencible...

Miró a Kaede. Si todo aquello era cierto, él era el último de los tres recipientes humanos que eran aliados y aún estaba en pie. Aquello no era nada tranquilizador.

–Ese rayo también nos afectó más a Kaede y a mí que a los demás– murmuró Yuki, que ya no dudaba de ante quien se encontraba. Solo Moriya podía ser tan egoísta. Mientras su hermano contaba la historia había sentido deseos de consolarlo, pues a pesar de todo lo quería... pero también de pegarle un buen golpe. ¿Por qué siempre tenía que ser tan... tan...? Yuki se removió incómoda.– Y lo he vuelto a sentir hace un momento, cuando estaba... inconsciente. Puede que penséis que eran delirios, pero sé lo que vi, lo que sentí, lo que me dijo. Era padre. Sentí lo mismo que con el rayo silencioso y me dio instrucciones claras, aunque ahora me resulten más confusas. 

Yuki cerró los ojos unos segundos, tratando de pensar, de poner en orden sus ideas, de centrarse. Akari tenía algo de razón con sus heridas, pero tendrían que arriesgarse tarde o temprano. Además, se le había ocurrido algo. Después de unos momentos meditando abrió de nuevo los ojos y miró directamente a Moriya. Se sentía terriblemente mal por él y nada le hubiese gustado más que encontrar las palabras que calmasen su espíritu.

—Moriya– dijo finalmente – tienes razón: que no era Kagami está claro, no porque no le hayas vencido, no por su poder. Si fuese él... Te habría matado, se habría asegurado de ello. Así de sencillo...  Tampoco debemos pensar que está yendo precisamente a por los Guardianes. Solo sabemos que ha atacado a Shingen, y puede haber sido porque estaba en su camino... 

Yuki miró de nuevo a la puerta. La tormenta golpeaba con furia la pequeña estructura pero si permitía a la Dama salir de nuevo, podría controlar aquel temporal. Lo sabía...el problema era ¿por cuanto tiempo? ¿Y no sería aquello una señal para sus enemigos?

–Podemos esperar a que amanezca, pero no a que el temporal pase. Para eso pueden pasar semanas... Convendría arriesgarse y quizás...quizás pueda hacer algo con él. 

Moriya alzó por primera vez la cabeza con decisión cuando Yuki dijo que había visto a Gaisei. La miró y había incredulidad en sus ojos.

—Que viste a... ¿padre? —preguntó.

Aquello parecía haberle afectado. Miró a Kaede, y luego dejó vagar otra vez la vista. Asintió en silencio, como si esas palabras de Yuki le confirmaran una terrible sospecha. Pero enseguida recuperó su expresión taciturna.

—Si hubiese sido Kagami, tal vez hubiese intentado matarme —dijo—. Pero no podrá. Por muchos dioses que albergue en su interior. Descansaré esta noche, me recuperaré... y volveré a ir tras él, con tormenta o sin ella.

Seguía siendo orgulloso, pero incluso él se daba cuenta de que necesitaba reposo. Y, de algún modo, todos tuvieron la sensación de que había algo que se guardaba para sí. Su mirada no había vuelto a ser la misma desde que había oído decir a Yuki lo de su padre.

–¿Sí?– por primera vez en mucho tiempo su tono de voz sonó enfadado –¿Y qué podrías haber hecho estando inconsciente? ¿Disuadirle con tu elocuencia? Y de nuevo hablas de irte tras él.  Ya tuviste tu venganza el año pasado. Lo que quieres ahora mismo es algo muy distinto. Lo que quieres ahora es...

Un latigazo de dolor recorrió el cuerpo de la joven, interrumpiéndola, pero de nuevo volvió a hablar. Moriya les estaba abandonando a Kaede y a ella. Pero no solo eso, estaba optando por una solución fácil en lugar de luchar por la causa justa, como siempre les habían enseñado.

–Lo que quieres es eludir tus responsabilidades y justificarlo con el pasado.

Alza una ceja al ver la situación.

-¿Para que has vuelto entonces? - le pregunta a Moriya -. Kagami está al final del camino. Deja de perseguir fantasmas. Nosotros necesitamos toda la ayuda de la que podamos disponer. ¿Y como te enfrentarás a ese hombre en tu estado? No podrás. Simplemente, quieres dirigirte a tu muerte. Egoístamente.

Mira a Yuki entonces pues lo que ha propuesto es una locura y más en su condición. Dejar salir a la dama puede causarle más daño si no está recuperada.

-Y tú, deja de sacrificarte innecesariamente. Nuestro destino está tan lejos que tu cuerpo no resistiría. Pero si todos estáis empeñados en morir, adelante - señala hacia la puerta -. Sentíos libres de cometer una locura.

Entrecierra los ojos y se va aun lugar más alejado, si se puede, con sus objetos de onmyôji.

-Hay que ver... uno descubre que tiene algo especial dentro y ya se vuelve mártir... - murmura mientras se prepara para rezar - Han perdido la cabeza... - vuelve a murmurar - Insensatos... eso es lo que son. Irresponsables... Victimistas...

Las palabras de mi hermano son duras, su relato como mínimo es desesperanzador y no hace más que inundar la sala con un manto de tristeza y preocupación.

Akari habla poniendo algunas cosas en claro, compartiendo su sabiduría y dando ideas de lo que teníamos que hacer, en esta situación esta niña tenía las cosas más claras que todos nosotros y eso era algo que agradecer.

Escucho como debaten los demás sobre lo que está pasando y no puedo evitar reaccionar a las miradas de los demás, si Kagami quería venir tras de mi que lo hiciera, la última vez no había podido liberar mi poder del todo, pero contra él estaba seguro de que si.

Yuki reprende a Moriya y nombra a nuestro padre, acaso los relámpagos eran señales de él? Lo dudaba porque nos hacía sentir mal, pero siempre creí que nos cuidaba desde dónde estaba y quizás ahora se estaba manifestando en sueños.

-Qué fue lo que te dijo mi padre?- pregunté a Yuki para luego escuchar a Moriya y también mirarlo enfadado - hermano, eres fuerte, muy fuerte, pero no seas estúpido, porque no lo eres y lo que sugieres es dejarte ir a morir, Kagami no esta solo y encima tiene sirvientes no-muertos ahora, descansa e iremos en grupo, te prometo que llegado el momento juntos combatiremos a Kagami y dejaré que seas tú quién le de el golpe de gracia, pero no vuelvas a sugerir que te dejemos ir solo de nuevo-

Lee escuchó las palabras de todos, y asintió para mostrar su acuerdo. 

—Si es como dices, Moriya, desde luego todo apunta a una trampa de Kagami —dijo—. Entiendo que quieras enfrentarte a él sin demora, pero ya sabemos todos como actúa. Si te ha puesto el cebo es para que vayas tras él y poder tenerte a su merced. Si vamos todos juntos, seremos más fuertes y podremos evitar que caiga con sus esbirros sobre ti.

Luego miró a Yuki.

—Lo primero es que ella descanse y se reponga.

Moriya había escuchado a todos sin variar un ápice su expresión. Cuando se hizo el silencio, continuó sin decir nada. Yuki y Kaede sabían que aquello no era propio de él. El Moriya que ellos habían conocido era muy orgulloso, tanto que hubiera desdeñado las advertencias de todos y se hubiera lanzado sin más en pos de su enemigo. Igual que hizo en la reunión de Kyoto, donde partió solo sin esperar a nadie más.

Pero ahora estaba herido y derrotado. Y había viajado sin descanso durante un día y medio. Era el primero en saber que ir a por Kagami solo en esa situación era una sentencia de muerte. Y un samurái no teme a la muerte, pero tampoco se deja matar de forma inútil. Se recostó y suspiró.

—Bien —dijo con esfuerzo—. Ya es suficiente. Descansaré hoy, pero nada más. En cuanto me restablezca un poco, partiré.

Y no dijo nada más.

Juzoh parecía abatido. No le había gustado aquella disputa entre hermanos, y además le preocupaba lo que Moriya había contado.

—Pero... —dudó— ¿qué pasa con el que atacó a Moriya y al maestro Shigen? Ya sabemos que Setsuna no pudo ser, y según dice Moriya es aún más fuerte que Kagami. Si es verdad que va tras los portadores de los dioses, irá a por Kaede. ¿Creéis que vamos a poder con alguien así?

La conversación es muy interesante y todo eso, pero nada van a poder hacer si se continúan preguntando si podrán con ellos. Sin duda alguna, el enemigo es más fuerte ahora que hace un año, mientras ellos se han relajado, pensando que todo había acabado con los acontecimientos del año anterior. Pecaron de confiados y ahora pagan las consecuencias. No entra en la conversación y se concentra para poder imbuir sus sellos con poder sagrado. 

Esa es la única forma que tiene para mantener la casa protegida de ataques o, al menos, de mantener a sus enemigos a raya.

Mientras el resto debatía lo peligroso de la situación, Akari se concentró en proteger aquél improvisado lugar de descanso lo mejor que pudo. Su poder se había revelado como el arma más efectiva contra los esbirros reanimados de Setsuna, así que la idea de los sellos era buena. Los papelitos brillaron con una tenue luz aturquesada cuando la onmyoji los consagró y colocó por la casa. Sólo faltaba esperar que no fuera necesaria su protección...

Con Moriya por fin convencido de que no buscase la muerte sin más, no podían hacer otra cosa que descansar lo mejor posible aquella noche. Establecieron turnos de guardia y todos durmieron lo mejor que pudieron. El techo y la hoguera sin duda ayudaron a que pudieran reponer fuerzas mucho mejor que si hubiesen estado a la intemperie. 

Finalmente, llegó la mañana. La luz se filtraba por las ventanas de la pequeña cabaña, y pudieron comprobar que la ventisca había cesado. El suelo, eso sí, estaba cubierto por una gruesa capa de nieve.

Amano, al que le había tocado la última guardia, entró en la cabaña frotándose los brazos.

—Uf, al fin es de día —murmuró—. Creo que deberíamos irnos poniendo en movimiento ya. Acaba de amanecer y ya no nieva.

Moriya acababa de despertar, y ya estaba listo y en pie. No parecía dispuesto a esperar a nadie.

—Me siento mejor —dijo, quitándose la venda del cabestrillo y arrojándola al fuego—. Si alguien quiere venir, que sea ahora. No voy a esperar más para encontrar a ese malnacido.