Partida Rol por web

El castillo de Hyrule está en una extraña calma. No es que no haya calma por parte de sirvientes, consejeros y soldados... solo parece que el ambiente que reina dentro de él es diferente a como es normalmente. Y además, otra cosa extraña es que la Princesa hubiese cancelado todas las audiencias reales hasta nuevo aviso y que en ese momento se encontrase en encerrada en su habitación, observando las tierras que se ven desde la ventana mas alta del castillo, la ventana de su habitación. Quizá ella notase que algo no va bien en los límites de Hyrule... al fin y al cabo, ella es la Princesa, la guardiana del triforce de la Sabiduria, el fragmento que pertenece al poder de Nayru.

Y más extraño es que haya llamado a Eldar, un joven soldado, a que se presente ante ella.

Me encontraba, como casi siempre en lo más alto del Castillo. Me gustaba presenciar desde una de sus torres todo el paisaje, y de vez en cuando algún animal alado se acercaba a saludarme. Era lo más parecido a sentir la libertad.

Al poco tiempo recibí una llamada por parte de la Princesa, me extraño un poco pero no me pude negar y bajé lo más rápido posible hacia su trono para no hacerla esperar.

Con el sonido de mis botas rompía el silencio por el vestíbulo hasta que, a una distancia considerable me incliné para hacer una reverencia.

-Siento la tardanza Princesa. ¿A qué se debe su llamada?- Hasta que no me lo indicara o viera el momento oportuno seguiría con la mirada en el suelo y un rodilla hincada sobre el piso.

La Princesa se gira al oír que el soldado al que ha mandado llamar está ya ante su presencia. Extiende el brazo hacia Eldar, como pidiendo que se acerque a ella.

Después vuelve a mirar por los ventanales de su habitación, austera, sin muchos adornos. Es una princesa que antepone el bien de su pueblo antes que sus propias riquezas.

-Vos sois un soldado leal verdad, Eldar? Necesito que me hagáis un favor. Vos sois el único en quien puedo confiar en estos momentos.

Me levanté al comprobar el movimiento de su brazo, indicándome que me acercara a ella. Eso fué lo que hice, aunque antes de dar los pasos necesarios me daba la sensación de que nuestra Princesa estaba preocupada por algo, nunca la había visto de aquella manera.

Tras dar los pasos necesarios me quedé a una distancia de mi Princesa y volví a hacer una corta reverencia antes de hablar, esta vez con un gesto de cabeza, a pesar de que ella me daba la espalda mirando tras aquel gran ventanal.

-Servería a vos hasta la muerte Princesa, jamás os traicionaría. Pero, carraspeé permítidme una pregunta; ¿Qués os mantiene tan preocupada?.-

Tarda unos minutos en responder.

-Mi bisabuela una vez se encontró de la misma forma que yo... mirando a través de esta ventana los confines de la tierra de Hyrule... y no lo hizo para admirar su belleza, al menos no esa vez... el Mal, la Oscuridad, se cierne de nuevo sobre estas pacíficas tierras.

Mira a Eldar con una mirada triste en su ojos.

-Quizá mañana vengan unos jóvenes de alguna aldea lejana para traerme un mensaje... los guardias de palacio no les dejarán entrar... quiero que contactes con ellos en la ciudad cuando hayan desistido y les infiltren en el castillo... deberás traerlos a esta misma habitación...

Apoya una mano en el hombro del soldado, dándole su confianza.

-Soy una prisionera en mi propio castillo, en mi propio reino... no traiciones la confianza que he puesto en ti.

Se separa de él, alejándose hacia el escritorio donde tiene muchos papeles, algunos de ellos son importantes para el porvenir del reino.

-Ahora será mejor que vuelvas a tu puesto... no digas a nadie lo que hemos hablado... 

La Princesa sonríe y espera a que Eldar salga de sus aposentos para dedicarse a aquello por lo que está allí.

Escuchaba atento cada una de sus palabras. No comprendía del todo aquello de la Oscuridad que quería gobernar en Hyrule, no dije nada al respecto.

A pesar de no llegar a comprender, el mensaje venía de la mismísima Princesa y yo no sólo había jurado lealtad ante ella, si no que, era una de las personas en las que más había posado mi confianza. Jamás la traicionaria, como le dije. Cuando me dió todas las instrucciones fué cuando me tomé el atrevimiento de hablar sobre ese Mal. -Un vez alguien me dijo que la oscuridad no existe, lo que llamamos oscuridad es la luz que no vemos. Realmente nunca llegué a comprenderlo, pero creo que es una buena situación para recordarlo. Como ya dije, tenía buena confianza con ella, así que me podía permitir comentarios divertidos pero sin dejar caer mi profesionalidad.

Todo saldrá bien. Os traeré a esos jovenes lo más rápido que pueda.- La miré a los ojos como si quisiera decirle algo más, pero no lo dije.

Finalmente giré sobre mis pasos y me despedí con una reverencia habitual hacia mi puesto de guardia.

Eldar vuelve a su puesto... aunque pronto vendrán a hacer el cambio de guardia y tendrá descanso hasta la mañana siguiente, para su próximo turno.

El rato que tarda en venir el soldado de la siguiente guardia se le hace un poco pesado pensando en las palabras de la Princesa, pero luego no tiene mucho tiempo para pensar ya que un amigo suyo se le acerca.

-Hola Pinchabolsas... - le da un golpe amistoso en el hombro - quieres ir a entrenar un poco? Estar tantos días inactivo en el castillo siempre engarrota las articulaciones.

Tras despedirme de la Princesa mis pasos me llevaron de nuevo al puesto de guardia. Normalmente siempre era algo aburrido, pues casi nunca pasaba nada de acción y básicamente me limitaba a observar las estrellas mientras me sumergía en multitud de pensamientos. Aunque esta vez era un poco especial. Las palabras de la Princesa hicieron mella en mi, y trataba de estudiar el horizonte como si pudiera alcanzar con mi vista toda aquella Oscuridad de la que hablaba.

Un golpe amistoso me volvió de nuevo a al realidad, con un pequeño sobresalto que me obligó a rozar con la punta de mis dedos el mango de la espada.

-Vaya, me has asustado. Reí de mi propio comentario. Tardé un poco responder a su petición, quizá la charla con Zelda tuvo algo que ver. De acuerdo, parece que de momento está todo tranquilo por aquí.

Creo que esta vez volveré a darte otra lección..- Reí de buena gana, e invité a que él diera los primeros pasos hacia el campo de entrenamiento.

Llegan a una sala amplia donde hay otros soldados entrenando sus habilidades tanto con espada, como con lanza o cuerpo a cuerpo... El compañero de Eldar se quita la armadura de soldado y la deja en una de las mesas que hay en los rincones que sirven justamente para eso...

Cuando ya está vestido solo con su ropa ligera, espera a que Eldar se prepare para luchar.

-Prefieres cuerpo a cuerpo o con espadas?

Solía vestir con armaduras ligeras, pero visto lo visto me gustaba estar en igualdad de condiciones y odiaba tener ventaja. Así que, hice lo propio y me deshice de la parte de arriba, mostrando un torso completamente desnudo, tan sólo enmascarado por algunas cicatrices de batalla y un tatuaje de un hada que buscaba su libertad en pleno bosque.

-Vamos, no me habrás hecho venir hasta aquí para pelear como los niños pelean con sus padres en una preciosa mañana de Domingo. Cogí un par de espadas en igualdad de condiciones, y una la lance con la habilidad suficiente para que mi compañero la pudiera atrapar al vuelo.

Estoy listo.- Con el arma en mano me mostré desafiante, y con la mano libre, hice un gesto con los dedos invitando a que él diera los primeros pasos para atacar amistosamente.

El compañero sonríe y coge la espada.

-Pues entonces cuando quieras...

Lo mira desafiantemente divertido y se pone en posición de combate.

Para sorpresa de mi compañero tomé la iniciativa en el combate y realicé un golpe en vertical, de abajo arriba tratando de desmontar su guardia. Sabía que no era un golpe fácil, pero no se trataba de un combate con sangre.

Tras mi ataque di un par de pasos hacia atrás para esperar su posible contraataque.