Partida Rol por web

No había pasado mucho tiempo y ya comenzaba a echarles de menos. Empecé a sentirme perdido, desorientado y por mucho que apetecía gritar cosas como " ¿Dónde estáis? Dónde la habéis llevado " todo resultaría francamente inútil. En aquel lugar en el que me encontraba parecia que reinaba un silencio espectral.

De mis mejillas cayeron algunas lágrimas como si fueran las últimas pesadas hojas de un gran árbol. Alcé la mirada hacia el cielo y recordé algunas palabras de Padre. Decía que el cielo era como un mapa, si te fijabas bien podías seguir el rumbo de las estrellas y ellas te ayudarían a seguir el camino.

-¿Qué camino? Qué camino he de seguir Padre...

Quizá no tuve la suficiente valentía para seguir adelante haciendo frente a la oscuridad de aquella rasa noche. Pero poco a poco, sintiendo la fría brisa caí rendido sobre la propia y escasa hierba que crecía en aquella zona. Sólo los Dioses sabrían cuando volvería a despertar.

Eldar nota el cálido calor del sol sobre su cuerpo. Un calor agradable que poco a poco comienza a hacerse bastante pesado ya que lleva la capa encima y se ha dormido en una posición poco cómoda. Además, los párpados ya no le protegen de la claridad que le rodea.

Moría de sueño y no podía dejar de pensar en ella. No quería dormir porque era una sensación placentera pero, podría existir una posibilidad de soñar contigo si me queddaba dormido. Estaba en una encrucijada. Si había algo que me brindaba el dormir era paz a mi mente, pero existían algunos minutos en donde no se si estaba despierto, dormido o existía y era en aquellos momentos donde me llenaba de angustia, te me escapabas antes de soñarte.

-¡¡Maron!!-

Me desperté sobresaltado de lo que suponía que era una pesadilla. Sudado y conmocionado. No se si estaba vivo o muerto ni el tiempo que llevaba tirado. Miré a mi alrededor tras recuperar un poco de cordura y gracias al apoyo de un gélida pared de roca conseguí levantarme.

Parece que la luz del día aclara las ideas de Eldar y consigue situarse. Toda la noche corriendo le ha llevado hacia el Este, por las praderas de Hyrule. En el horizonte, bañando por la luz del amanecer emergente, se puede ver la Montaña de la Muerte, en el pueblo de Kakariko.

Cerca de donde está, se puede ver una especie de campamento con un fuego ya extinto y lo que parece una tienda de lona bastante sencilla.

La caricia de los rayos del Sol no solo me ayudaron a despertarme, si no que, también trataron de ayudarme para orientarme, como si quisieran indicarme el lugar por el que debía seguir.

A lo lejos, sobre el horizonte, se alzaba aquella majestuosa montaña. Mis pasos nunca me habían llevado más allá del Castillo y el pueblo adyacente, pero sin duda aquel montón de piedra se alzaba como si de un monstruo abyecto se tratara. Comprobé provisiones, me calcé la mochila tras la espalda y tras una mirada hacia el cielo, continúe hacia delante.

Tras unos pocos metros, divisé lo que debió de ser un improvisado campamento. Me llamó la atención que no pudiera divisarlo la noche anterior, pero el cansancio y la fatigo debió de ser mi peor enemigo. Fuí hacia allí con la única intención de dar un raudo vistazo.

No tarda mucho en llegar al pequeño campamento. Parece que está vacío en un primer vistazo, pero cuando Eldar ya ha decidido que no hay nada interesante, oye una voz desde el interior de la tienda. Al asomarse, puede ver una figura sentada en una silla, tras una mesa, vestida con una capa roja. Frente a ella, en la mesa, hay una bola de cristal.

-Pasad a mi humilde morada... buscáis el camino, pero no podréis encontrarlo sin ayuda.

Principalmente eché un vistazo a la hoguera y sus alrededores. Tiré de vista también para tratar de ver lo que escondía aquella tienda, pero en un principio no me pareció detectar nada. Así que volví a centrarme en las cenizas de la hoguera, tocando algunas ascuas ya apagadas para calcular el tiempo que podía haber transcurrido.

Fué entonces cuando una voz, oculta en la cabaña, se manifestó. Inevitablemente mis dedos fueron a parar al mango de la espada, pero no llegaron a desenvainarla con el transcurso de las palabras de la desconocida, más bien al contrario. Palabras que en un principio no emitían sospecha. Entonces mis pasos me llevaron hacia allí, tuve que agachar un poco la cabeza para colarme al interior de la tienda sin quitar ojo a la desconocida.

-¿Qui... quienes sois? ¿Cómo sabéis lo del camino....

Mi voz vaciló unos instantes, mostrándome con gesto confuso y manteniendo cierta distancia. Y aunque en un principio me rocordó a la bruja que hizo migas con Kururu, sentí que aquella misteriosa dama tenía algo importante que mostrarme.

La mujer, bastante joven, le indica que se siente frente a ella. No parece emitir ningún aura oscura, como la bruja que tentó a Kururu. De cabellos largos y negros, vestida totalmente de rojo y con los ojos de un color rojizo. Parece la viva imagen del fuego.

-Mi nombre es Phoe si es lo que queréis saber... En mis manos reside el poder de Din pues soy su emisaria en la tierra de Hyrule.

Hace unos gestos y en el interior de la bola comienza a arder un fuego.

-Puedo mostraros el camino, si es vuestro deseo... o quizá... os gustaría saber donde se halla la persona que más perturba vuestro corazón.

Tomé asiento. Se podía respirar el ambiente benigno que flotaba en el interior de la tienda en cuanto terminé de acomodarme. El atuendo de aquella muchacha era la imagen del mismo fuego, fué cayendo presa de el, de la llama que creció de la nada en el interior de la bola mágica.

Phoe, era su nombre. Decía ser la emisaria de Din. ¿Pero quién era Din? ¿Un Dios? Una vez más maldije para mis adentros el perderme las clases del castillo. Clavé mis ojos en su mirada anaranjada.

-Conduciría mis pasos hasta la infinita oscuridad para salvarla. Daría mi vida por ella... Pero todo eso es vano si no encuentro el camino verdadero, la senda que hay que seguir para que Hyrule siga brillando como lo ha hecho siempre. Prometí a la Princesa Zelda que algún día eso ocurriría... Y ahora, siento que la estoy traicionando...

Pero la quiero, he de encontrarla. Si los Dioses ven con malos ojos mi decisión, deseo y espero que me castiguen por equivocarme .-

Dije, dando varios puntos de vista pero sólo uno quedó más claro que el resto. Y no era otro que ir en busca de Maron.

La joven guía, sonríe ante las palabras de Eldar. La llama en el interior de la bola va disminuyendo hasta apagarse completamente, como si nunca hubiese habido un fuego en su interior. Se levanta poco a poco y con un gesto de la mano hace desaparecer el pequeño campamento que había montado.

-Puedo mostrarte tu camino, puedo ser tu guía... pero no puedo asegurarte que ese camino te lleve a tu amada. Aunque puedo asegurarte que, siempre, al final del camino hay un premio que compensa nuestras acciones. Si deseas seguirme, te guiaré por el territorio del fuego y las sombras.

Esperaba de forma un tanto espectante la respuesta de aquella preciosa dama. Primero respondió haciendo desaparecer la cálida llama del interior de aquella bola. En segundo lugar despejó todo el campamento con un sólo chasquido de dedos. Impresionante.

En tercer lugar, y para mí el más importante, se ofrecío en ser mi guía. Viajaríamos por un lugar lleno de fuego, oscuridad y sombras. ¿Había oído bien? Fuego y sombras. Aquello sonaba espectacular para mis oídos. Inevitablemente la vena del apellido Pinchabolsas se encendió y no tarde en contestar más que un breve periodo de tiempo, lo que se suele tardar en pestañear. Ya había dejado muy claro lo que haría por salvar a Maron. Creo que ir acompañada de aquella poderosa muchacha era un corto pero gran primer paso para encontrarla.

La miré, nació una sonrisa de lado en mi boca y finalmente asentí.

-No se presentan demasiadas oportunidades como esta... Será un placer seguirla.-

La mujer se pone en marcha, en dirección a la entrada del pueblo. El día parece normal y el son brilla con toda su fuerza, no hay ni rastro de esa Oscuridad que intenta apoderarse de todo. O eso parece porque al entrar en el pueblo, parece que es un pueblo fantasma. Muy pocas personas o ninguna son las que pasean por las calles.

Y es que el calor es abrumador.

Seguí a la mujer hasta la entrada del pueblo. El calor era sofocante e irritante. Tuve que tirar del frasco de agua para aclararme la garganta mientras echaba un fugaz vistazo a los habitantes del pueblo.

-¿Me has traído hasta un pueblo fantasma? ¿qué es lo que pretendes? Bromeé por sus posibles intenciones. En breve comencé a caminar, mirando de un lado a otro.

Quizá han decidido refugiarse del calor dentro de sus viviendas, o de las sombras... ¿Crees que necesitaremos algo de provisiones allá donde vamos? Comida, agua, o flechas nunca están de más. ¿Qué opinas? ¿habrá algún mercader por aquí? Lo dudo...

Todavía no me has contado que más sabes hacer a parte de crear y desaparecer fuego a tu antojo.-

Siguen avanzando por la calle.

-Ahora es un pueblo fantasma, pero porque sus habitantes, la mayoría humanos, han huido a la ciudad. No pueden vivir con este calor.

Con un gesto de la mano le indica uno de los edificios y camina hacia él.

-Creo que flechas y bombas si que necesitarás, pero no otras provisiones. Y en cuento a lo que puedo o no puedo hacer... ahora no puedo mostrártelo ya que sólo soy una mera guía... quizá cuando llegue el momento.

Dentro se encuentra la única persona que aun vive en el pueblo... y parece que no tiene punta de querer irse... es más, seguramente es el único que tenga las cosas que Eldar necesita.

Me gustó la sinceridad de la muchacha, le dió un toque de misterio e intriga a sus palabras en las que daba mucho juego el poder hacer hincapié a sus extraños poderes. Aunque en un principio no lo pudo parecer, si que presté atención a sus primeras palabras. Eso sí, desconocía el motivo del porque hacía aquel calor tan frustrante. -Así que eres una chica a la que le gusta mantener sus secretos cerrados. Muy bien.

Sin dejar muy claro si su comentario me había gustado o no me acerqué al único habitante del pueblo, golpeándo amistosamente el brazo de la mujer al pasar por su lado.

Disculpe buen señor. Mi... mi escudera y yo vamos a hacer un largo viaje. Visto la multitud de gente que hay por aquí no creo que tenga problemas en vendernos algo de sus mercancías.-