Partida Rol por web

McQueen luchó contra Ford para intentar arrebatarle el arma, pero el ingeniero fue un rival más difícil de lo que el sargento se esperaba y le contuvo.

El sargento maldecía por lo bajo, pero no cejaba en su empeño de conseguir el arma cuando el cuerpo de Ford comenzó a cambiar, McQueen se apartó con los ojos desencajados.

-¡SOIS IMPOSTORES! ¡LO SABÍA!

Me superan en número y armamento, hay que replegarse y analizar la situación de nuevo

McQueen viéndose superado dio unos pasos hacia atrás y comenzó a correr todo lo posible por donde había venido

A lo que saquéis le quitáis, Ford 2 y Vick 1, y eso es lo que comparáis.

A duras penas, Brochard consiguió incorporarse. Se llevó la mano a la nuca, deslizándola por la zona del impacto, para comprobar con alivio que todo seguía en su sitio. Ningún hueso roto. Sin duda, había tenido bastante más suerte que Kleist, el cuál ahora ejercía de decoración en forma de varios fragmentos dispersos por la estancia. Trozos de carne que, apenas unos instantes atrás, formaban parte de un alemán de metro noventaiseis que había perdido la cabeza.

A su frente, Langley parecía incorporarse sin demasiada dificultad tras la deflagración. A su alrededor, un infierno ígneo que amenazaba con devorarlo. A su lado...

La mujer a la que había encañonado.

Brochard clavó la mirada en Bright durante unos instantes, sin mediar palabra. El estallido del bueno de Kleist interrumpido su improvisado "interrogatorio", dejándole aún con grandes dudas que aún no habían encontrado respuesta. Sea como fuere, no se sentía cómodo junto a ella. En realidad, tampoco podía fiarse de Langley.

Al comprobar cómo el fusil que portaba era ahora pasto de las llamas, Brochard sacó lentamente la P38 que guardaba en el bolsillo del abrigo. El fuego cada vez estaba más cerca, iluminándolos, proyectando sombras que torcian sus rostros. El de Brochard no auguraba nada bueno. Avanzando de espaldas hacia la puerta, el médico levantó su arma sin mediar palabra, alternando su blanco entre las dos mujeres que allí estaban.

- A partir de ahora voy solo. No os movais hasta que me perdais de vista...

Brochard salió de la estancia, cogiendo rápidamente un nuevo fúsil y volvió al túnel. Guardó la P38, intrujo munición en el fusil y corrió el cerrojo. No sabía si lo utilizaría, pero aquel trasto intimidaba bastante más que una pistola. Ahora dependía de si mismo. Avanzó hacia su derecha, iluminando el conducto, a la vez que dirigía una mirada hacia la armería.

- Repose en paix, Kleist.

Brochard avanza en solitario, armado y desconfiando de todo y de todos. El túnel se extiende en las sombras pero antes de alcanzar la puerta que debe dar a los barracones (la que estaba bloqueada) encuentra otra puerta cerrada, y un letrero que dice:

"Aufenthaltsraum"

Atraparlo, debía de atraparlo, era un intruso, un enemigo, asimilarlo y huir de aquel lugar. Demasiado tiempo allí encerrado y necesitaba salir y seguir asimilando, sobrevivir...si lo tengo..no intentes huir. La resistencia el inútil, serás asimilado, eres asimilado, ahora eres uno más.

(Gritos y más gritos)

Thalassa se puso en pie, retirándose algunos escombros, y ayuda a levantarse a Langley.

-Parece que nuestro buen doctor no confía en nosotras. Da lo mismo. Debemos salir de aquí, eso lo primero, sino queremos ser pasto de las llamas.

Thalassa abrió la puerta que daba a la armería y miró a su alrededor, viendo el otro lanzallamas. Era verdad que todo aquello lo había causado la explosión del otro, pero... era un buen arma y si de verdad estaba en buen estado. Pero no, no podía arriesgarse. En lugar de eso, cogió un fusil y algunas balas y salió al túnel principal.

McQueen no tuvo ninguna oportunidad. Nada más girarse para echar a correr, la cabeza de Ford/Cosa se abrió por la mitad y lanzó un tentáculo que se adhirió a la del sargento. Éste cayó y de inmediato, fue engullido por la masa viscosa y amorfa, que no tardó en introducirse a través de boca, nariz y ojos, y empezar a invadir todo su cuerpo.

Minutos más tarde, su cuerpo implosionaba para volver a reorganizarse. El sargento McQueen volvió a formarse, y tanto él como Ford y Victoria se miraron, comprendiendo su situación a la perfección. Eran tres cosas y aún quedaban humanos en la base. Su naturaleza les impedía dejarlos con vida.