Partida Rol por web

El viaje estaba siendo largo, muy largo. No había mucho que hacer en estos momentos, simplemente seguir andando y tener cuidado. Al fin y al cabo, los no muertos no descansan.

El mundo se había ido irremediablemente a la mierda en poco tiempo. Aún recordabas tu vida tranquila, sin otras preocupaciones que no fuesen tu trabajo, piso y ver a tu chico. Sin embargo, tu vida cambió cuando los muertos comenzaron a levantarse y atacar a los vivos. Al principio pensabas que era una broma: un simple anuncio de alguna película de zombies que se estrenaría en poco tiempo. Sin embargo, y para vuestra desgracia, la cosa no era un anuncio barato, era una realidad, una cruel (y jodida) realidad. Los muertos caminaban y querían comerse a los vivos.

Los primeros días fue frenético para ti: caos, huidas, disturbios, y sangre y muertos... y zombies, montones de zombies. Lo primero que intentaste hacer fue contactar con tu novio, mas poco podías hacer por él. Estaba muerto, al igual que toda tu familia (hermanos, ex esposo, hijas y amigos). 

Ahora solo podías hacer una cosa, sobrevivir. Aprendiste varias cosas de los zombies: como que el ruido les atrae, y que es con el olor con lo que te detectan. Es por ello que decidiste coger a dos de ellos, que podían servirte para sobrevivir en este mundo. Lo curioso (o irónico) es que tus elegidos fueron tu novio y tu mejor amigo. 

Ahora viajas sola, a excepción de la compañia zombi de tu amigo y novio, atados y bien atados por el pescuezo, así como con los brazos y mandíbula cortadas, andando por la carretera sin un rumbo fijo. Caminas solo con una cosa en mente: sobrevivir. Lo demás se verá por el camino.

El silencio era sólo roto por los guturales sonidos emitidos por sus dos acompañantes y el arrastrar de  sus pies. Por lo demás el rural camino se veía desierto, no obstante sabía por experiencia que esa no era razón para confiar. El sol estaba en todo lo alto y pegaba fuerte, sentía el calor pese a las ténues sombras que los árboles alrededor del camino proyectaban. Aún así, y a raíz del calor, al mirar el horizonte experimentaba la sensación de estar observando el reflejo del agua.

A la izquierda del camino, y a unos cuantos cientos de metros por delante, divisaba lo que tenía toda la apariencia de ser un bosque de coníferas. Internarse en él parecía a bote pronto una buena opción, capearía el calor, quizás consiguiera algo de comer y, con un poco más de suerte, tal vez diera con alguna vieja granja con un pozo de agua del que beber, aunque lo cierto es que se conformaba con encontrar un lugar donde poder dormir sin sobresaltos.

Es lo que tenía viajar sola, no había nadie que le cuidara el sueño, ni menos con quien conversar, aunque para ésto último había encontrado solución. Sí, porque hablar con alguien, hablaba, y algunas veces sostenía interesantes discusiones. ¿Locura? No, en lo absoluto. Así como hay gente que escribe diarios de vida, y que cuando lo hacen sus palabras van dirigidas a éste, como si el diario fuera una persona, Michonne hace exactamente lo mismo, sólo que a falta de un diario en el que escribir lo que hace es hablar. Pero ojo, no habla con cualquiera, ella habla con sus compañeros de viaje, sus dos acompañantes: su novio y su mejor amigo, sobre todo con el primero.

Suspiró y siguió avanzando. Una suave brisa le refrescó el rostro, misma que llegó a sus compañeros de ruta que casi al unísono gruñeron con más bríos.

-También tengo hambre, pero olvídenlo, yo no estoy en el menú de nadie.

Arrugó el ceño, atenta al entorno. El viento soplaba suave en la dirección opuesta a la que seguía y si había caminantes cerca cabía la posibilidad de que detectaran su olor. La luz del sol arrancó destellos del filo de la katana al ser sacada de la saya; mejor era estar preparada.

Sigues caminando, ¿que otra cosa podías hacer sino? y tus extraños acompañantes te acompañan... aunque como si tuviesen otra elección. Habías estado viajando bastante tiempo, tanto que ya no recordabas el tiempo que había pasado. Durante tu viaje, no habías visto mas hombres o mujeres vivos (vamos, como tu) y si un puñado de asquerosos zombies. Evitabas el enfrentamiento a no ser que fuese estrictamente necesario, que era generalmente cuando estabas claramente superada en número, en el resto de los casos, despachabas con gusto a los caminantes que veías. 

No obstante, ahora tenías un problema. Ya no te quedaban reservas de comida, por lo que esperabas encontrar alguna casa abandonada para poder registrarla. Quizás tendrías suerte y encontrases por donde ibas algo útil

¿Vas a seguir por este camino o te adentrarás en el bosque?- oyes la voz de tu novio, claramente, preguntando que vas hacer- el bosque puede ser peligroso, y con lo que llevas a cuesta mas todavía. 

-¿Y por dónde si no? -respondió reacomodándose la capa para protegerse un poco del sol- Si sigo por aquí lo que me va a matar va a ser el calor y no los muertos vivientes. Deberías confiar más en mí. ¿Acaso no he llegado hasta aquí sola? Lo logré cuando nadie más lo hizo y he acabado con muchos en el camino. Confía en mí y no te preocupes por lo que llevo a cuestas -miró por sobre su hombro, tanto para observar a sus 'mascotas' como para cerciorarse que no había caminantes siguiéndola-, me sirven de distracción, pero si veo que me estorban me deshago de ellos y punto.

No acababa de decir eso cuando saliendo de entre los arbustos, a un costado del camino, vio a un zombie aparecer y a éste le siguieron otros dos. Michonne ni siquiera se inmutó. Los miró con desprecio, haciendo morritos inclusive; "criaturas molestas" parecía decir su rostro, aunque más acertado era interpretar su expresión como un "¡qué fastidio!". Y sin siquiera soltar las cadenas de las que tiraba, blandió la katana poniendo fin a sus molestias.

Llegado a un punto se encontró con una desviación. Por un lado tenía el camino principal, el mismo por el que iba, y por otro un camino secundario, aunque más que camino era una huella, que se internaba en el bosque. Movió la cabeza de un lado a otro, haciendo que las articulaciones de su cuello sonaran, miró a lo alto, directo al cielo y entrecerrando un poco los ojos para que el sol no la cegara para luego observar lo que tenía por delante.

-Mmmm... definitivamente el bosque es la mejor opción.

Y convencida de ello continuó su andar siguiendo la huella que se internaba en el bosque. Se estaba jugando la vida, pero... ¿acaso no era eso lo que venía haciendo día tras día y hora tras hora desde hace semanas?

Como quieras- es lo único que te dijo la voz de tu cabeza. Al fin y al cabo, había aprendido que, cuando se te metía algo en la cabeza, era muy difícil que cambiaras de opinión. 

Te adentras en el bosque, con tus mascotas cerca de ti. Mientras caminas no pierdes de vista la zona. Sabes que los caminantes pueden estar en cualquier parte, y no te iban a pillar desprevenida. Eso nunca iba a pasar.Al fin y al cabo, tu sola habías sobrevivido gracias a eso, a permanecer siempre en guardia.

Sigues adentrándote mas y mas en el bosque, esperando encontrar algún refugio o algo que pudiera servirte para pasar la noche.

Parece que vas a tener suerte- te dice la voz. Y era verdad: justo a tu frente encuentras una pequeña casa de madera.

Se aproximó a la cabaña con excesivo celo. Avanzaba con cautela, un paso cada vez; oído, vista y olfato totalmente puestos en la labor de detectar la presencia de algún caminante o cualquier cosa susceptible de ser considerada amenaza.

La cabaña estaba construída sobre unos pilotes que la separaban del suelo. La altura bordeaba el metro por lo que debía subir algunos escalones antes de llegar a la puerta; sin embargo Michonne no se confiaba y antes de subir esos escalones se agachó para observar debajo de la casa, no fuera cosa que debajo de ésta se encontrara con alguna sorpresa. No se veía nada, salvo maleza.

Se detuvo frente a los escalones y alzó una ceja. Miró a sus mascotas e hizo una mueca, pensativa.

-Ustedes se quedan aquí -les dijo asegurando las cadenas en el tronco de un árbol lo suficientemente robusto como para que no se escaparan-... Vigilando la entrada -añadió como si alguno de ellos la entendiera.

Al subir el primer escalón, éste crujió bajo su peso; un nuevo paso y lo mismo sucedió. No era de extrañar que la casa crujiera, estaba hecha de madera y no se trataba de una construcción nueva, aunque tampoco era lo suficientemente vieja como para temer que se cayera. Se veía sólida y no estaba más maltratada de lo que podría estar una casa en medio de un bosque. Michonne, siempre en alerta, se acercó a la puerta y con sumo cuidado la abrió.

La cabaña era pequeña... pero confortable. A decir verdad, te sorprende de su buen estado, y es que en la mayoría de las casas que has usado como refugio, han estado siempre en un estado lamentable. 

La cabaña comprende un pequeño salón, con una mesa, un sofá y varios sillones, así como estanterías con libros y algún que otro cuadro en la pared. La cocina se encuentra pegada al salón. 

Por otro lado, al fondo hay una puerta, que supones que te llevará hacia la habitación. Te acercas con cuidado, y tras abrirla  te das cuenta de que no hay nadie. Tras revisar el baño (última puerta de la cabaña) cercioras de que la cabaña esta completamente deshabitada. 

Respiró aliviada tras cerciorarse que la casa estaba desocupada y que resultaba ser un lugar seguro.

-Lástima que no hay nada para comer... Mmmm... ¿habrá agua al menos? -miró por la ventana para cerciorarse de que sus compañeros de ruta estuvieran tranquilos y que continuaran donde los había dejado, antes de buscar agua.

Por muy en medio del bosque que estuviera, debía haber un estanque de agua donde almacenarla o un pozo en las cercanías, ni modo que sus ocupantes la llevaran embotellada cada vez que la visitaran.

-Sí, sí, ya sé, con mi suerte seguro resulta ser que lo hacen -sonrió-. ¿Te das cuenta que esta podría ser la primera noche que duerma en una cama decente en semanas?

Me doy cuenta perfectamente- responde- la cuestión es, ¿hasta cuando durará esto? ya nos ha pasado antes. Lo que era un lugar seguro se convirtió en un hervidero de esos seres. No te acostumbres a esto, Michonne. 

Por otro lado, si quieres pasar algo de tiempo aquí habrá que intentar cazar algo, así como conseguir agua. 

-No me importa hasta cuándo dure, con que dure hasta mañana me basta. Una noche, sólo una noche es lo que quiero -se notaba el fastidio en su voz- ¿Es mucho pedir?

Bufó, estaba cansada y en ocasiones harta, al punto de preguntarse si valía la pena seguir luchando pero era esa misma voz que ahora sonábale pesimista, la que la animaba a seguir luchando, desafiándola, apelando a su orgullo, a su fuerza interior.

Su Pepe Grillo personal tenía razón. Vamos, tampoco es que le hubiera descubierto el mundo ni nada, mucho menos que le estuviera recordando algo por ella olvidado. La seca boca y la sensación de vacío en su estómago, además del, a veces, particular concierto que se montaban sus intentinos o el estómago, daba igual cuál de ellos, era recordatorio más que suficiente.

Por suerte el haber tenido un novio que gustaba de programas del estilo de "El último sobreviviente" y que una de sus hijas fuera scout, le habían servido para ampliar sus conocimientos en cuanto a comestibles y bebibles. Cierto, beber de su propia orina no era ninguna delicatessen, pero sabía que en caso extremo tendría que hacerlo...

Se había alejado algunos cientos de metros ya de la casa, no había dejado nada atrás y eso incluía a sus mascotas. Por mucho que quisiera no podía hacerlo ya que no tenía forma de saber con qué podría encontrarse más adelante, además su carga era poca. Lo puesto y la katana. No tenía nada más.

Buscaba serpientes, conejos, roedores a los que poder cazar y comer. También buscaba nidos de aves para hacerse con sus huevos o crías si es que las hubiera. Buscaba cualquier cosa comestibles, desde plantas a gusanos... la lucha por la sobrevivencia era un todo vale y ella lo sabía muy bien.

La voz esta en silencio, algo a lo que ya estas acostumbrada. Y es que había una especie de acuerdo: nada de hablar cuando te disponías a cazar. Tus sentidos debían estar atento a lo que pudiera venir, bien sea animal de caza o caminante. Tus ojos observaban el terreno, buscando algún posible animal apetecible (conejo vendría de fábula) pero sabedora de que te conformarías con lo que sea.

Al poco rato tus ojos (alabado sea Dios o tu suerte) encuentran un posible manjar: un conejo. Dios... si lo cazabas podías comer carne caliente, algo que no habías probado en ¿dias, semanas? no podías saberlo con exactitud. 

Se relamió los labios nada más ver el conejo. De sólo imaginar el aroma que desprendería el conejo tras ser cocinado, -vamos que ni siquiera lo imaginaba estofado, sino simplemente atravesado por un palo y asado al fuego- la boca se le hizo agua. El conejo aún no la había visto, tampoco oído o de lo contrario ya habría huído, así que, manteniéndose todo lo silenciosa que pudo, ató nuevamente a un árbol a sus cachorros (que de sigilosos tenían lo que ella de damisela en apuros), se amarró la capa a la cintura y comenzó a aproximarse al tiempo que pensaba de qué modo cazarle.

-Si le arrojo la capa encima -pensaba- puedo correr y atraparlo, pero tengo que acercarme más y... -torció el gesto en una mueca- mmm... no, eso no va a resultar, tampoco puedo acercarme para asestarle un golpe de katana, sin embargo...

Sin embargo tenía otra opción, que fue por la que finalmente optó. Ocultándose entre los árboles y acercándose todo cuanto pudo antes de que el conejo notara su presencia, le arrojó la katana esperando, rogando que su puntería fuera suficiente para asertar en el blanco.

La espada cae hacia el conejo... y este se mueve. Afortunadamente para ti, logras darle de refilón lo que, si bien es cierto no le detiene en su huida si le hace un feo corte en su parte trasera. El conejo huye, pero deja un reguero de sangr. Esperas que puedas seguirle... podías tener una buena comida hoy, siempre y cuando el animal no decidiese esconderse en una madriguera. 

Te dispones a perseguir el rastro, cuando oyes una en tu mente. 

Vaya, parece que no has estado atenta, después de todo- te dice la voz, y maldices en silencio. Habías estado tan pendiente del conejo que no te habías dado cuenta de los dos caminantes que se habían acercado hacia a ti. Afortunadamente los habías detectado a tiempo para que te pillasen desprevenida. No obstante, sabías que podías haberlos detectado mucho antes- creo que te toca usarla- no hacía falta que lo jurase. Aunque primero había que recogerla del suelo. La cuestión era, ¿daría tiempo antes de que los caminantes fuesen hacia ella?

Frunce el ceño y su mirada se endurece todavía más. Maldice, pero no sólo por no haberse percatado antes de esos z's, sino también porque la cena se le había escapado y el valioso tiempo que iba a perder deshaciéndose de ese par podía acabar en una pérdida absoluta.

-No me gustan los invitados no deseados... -dijo mal humorada y corrió a recoger el arma.

El arma ya estaba en su poder, sujetada firmemente, y con ambas manos, por la empuñadura.

-Y si por culpa de esos invitados se me escapa la comida -el filo del acero brilló al reflejo de la luz cuando blandió la katana-... la cosa empeora... -el sonido del acero cortando el aire rápidamente fue reemplazado por el producido al cercenar la cabeza del primer zombie. Un corte en diagonal le partió el cráneo en dos y cayó desplomado al suelo.

Prácticamente como si retrocediera sobre sus pasos, o en este caso movimientos, propinó un golpe igual de certero que el anterior al segundo zombie, sólo que esta vez el corte se produjo a la altura del cuello, separando por completo ésta de lo que restaba de cuerpo.

Miró a los dos z's con desprecio y una buena dosis de odio, molestia, o lo que sea antes de bufar.

-Fuuu -salió el aire de sus pulmones produciendo ese particular sonido de hastío-, a ver si recupero mi cena -miró a uno y otro lado-. ¿Voy sola o me llevo a los cachorros conmigo? ¿Qué opinas?

Y mientras esperaba la respuesta se concentró en buscar el rastro del conejo.

Ve sola- responde finalmente- tu comida se te va a escapar sino. 

Los caminantes no habían sido un problema para ti, pero perseguir un conejo, oh... eso era otro cantar. El animal estaba herido, pero gracias a su herida, logras seguir su rastro, aunque este no es continúo por lo que muchas veces avances sin saber si ibas bien o no. Afortunadamente para ti, al final tu rastreo sale bien: encuentras al conejo aunque no te va a ser ácil cogerle. Su rastro termina en una madriguera. 

Te toca sacarlo de ahí, jajaja- se ríe la voz- esto puede ser divertido. ¿No crees?

Maldijo en todos los idiomas que conocía al comprobar lo ocurrido. No podía creer en su mala suerte. Se rascó la cabeza y se golpeteó con los dedos la frente.

-Vamos a ver... vamos a ver -se decía mientras, apoyada en la katana y de pie frente a la madriguera, pensaba en qué rayos hacer para sacar al conejo.

A veces resultaba gracioso verla pensar, como ahora, haciendo morritos o jugando con el aire al interior de su boca, inflando y desinflando las mejillas. Divertido o no, le resultaba, porque la idea no tardó en llegar: hacerlo salir con humo.

La única dificultad que se le presentaba era encontrar los otros accesos a la madriguera, todo lo demás era fácil y lo tenía a mano. En uno de los bolsillos llevaba un encendedor de emergencia, era cosa de reunir un poco de hojarasca y unas pocas ramas que colocaría en las entradas, encender y esperar a que el humo hiciera salir al conejo por el único acceso que iba a estar humeando, mismo donde ella le iba a estar esperando.

No tienes mucha dificultad en encontrar la otra salida de la madriguera. 

Estate atenta- no hacía falta que se lo dijese. El conejo estaba herido pero debía poner sus sentidos en atraparlo. No quería volver a perseguirle por el bosque. Ya había tenido suficiente por hoy. Lentamente, el humo impregna la madriguera y tus ojos se encuentran pegados al agujero, preparada para saltar nada mas ver al animal salir. Al poco rato, captas un movimiento y el animal, asustado sale raudo por el agujero momento en el cual das un rápido salto y te abalanzas sobre él. El conejo, a pesar de su herida es rápido, pero tu lo eres mas y logras atraparlo sin mayores problemas. El animal forcejea en tus manos, temblando, en un intento de escapar, pero no lo consigue, lo tienes bien aprisionado. 

Te levantas, con el animal todavía moviéndose, pero ya de manera mas débil. Hoy comerías bien.

Bien hecho.

-¡Te tengo! -exclamó a mitad de camino entre la alegría y el alivio por haberle atrapado.

Inmediatamente, y para no prolongar la agonía que debía suponerle el dolor de la herida y el miedo al verse atrapado que debía estar experimentando el animal, le dio muerte. Para hacerlo lo sujetó de las patas traseras y, mediante un seco golpe en la nuca con la empuñadura de la katana, le dislocó el cuello. Faltaba el desangrado y el descuerado, sin embargo, pese a que lo primero podía hacerlo en lugar, optó por regresar a la cabaña. Además, a falta de agua, la sangre del conejo habría de servirle de líquido para beber... eso y su propia orina en caso de que la situación empeorara.

Lamentablemente el hallazgo del conejo no le garantizaba la presencia de agua, ya que éste podía obtenerla de las plantas y hierbas con las que se alimentaba. Consciente de ello y del riesgo que suponía mantenerse a la intemperie con la noche a punto de ceñirse sobre su cabeza, optó por regresar a la casa, esta vez, eso sí, prestando mucha mayor atención a su entorno, inclusive cuando se hubo reunido otra vez con sus cachorros.

Con el conejo muerto en tus manos, te das media vuelta para volver. Al fin y al cabo, no era bueno estar por la noche en el bosque, solo por si acaso. 
No encuentras nada extraño ni de interés en tu camino de regreso, por lo que llegas sin mas problemas a la casa, donde se encuentran tus dos "amigos" esperándote. Se habían acostumbrado tanto de ti, que no hicieron ningún amago de moverse (como si eso te hubiera preocupado).

Bueno, te toca cocinar. ¿Ya sabes lo que tienes que hacer? sino recuerdo mal, la cocina y tu eráis enemigos irreconciliables- te dice la voz tan querida nada mas entrar en la casa.

Se rió de medio lado al tiempo que encogía uno de sus hombros en un gesto que bien podía interpretarse como un "no seas ridículo".

-Que no fuera amiga amiga de la cocina no quiere decir que no supiera usarla, además, si lo que esperas es que prepare algo elaborado -soltó una risa, burlona-... puedes seguir esperando. Desangrar, despellejar, vaciar las vísceras y asar la carne. No hay más, querido, no hay más...

Y era cierto, no había más. No disponía de nada más, salvo el conejo, para cocinar, mismo al que, cuando mucho, podría añadir un poco de especies en caso de haberlas. Ni sal, ni verduras, ni nada, sólo la carne del conejo, la sangre del conejo y orina, mucha orina aportada por ella. Orina que habria de sustituir el agua y le serviría para limpiar la carne y lavarse las manos.

-El festín de los dioses -pensó con resignada ironía.

Meneó la cabeza. En ocasiones los recuerdos de tiempos pasados venían a su cabeza y amenazaban con mellar su voluntad. Recordar la debilitaba y para sobrevivir no podía permitirse el ser débil. Expulsó todo el aire de sus pulmones, suerte de suspiro, y volvió a centrarse en el presente, en el aquí y el ahora.

-¡A cocinar se ha dicho! -exclamó forzándose a no ser devorada por la melancolía y se puso manos a la obra.