Partida Rol por web

El virote lanzado con la mago no llega muy lejos, si bien sirve para iluminar durante unos instantes el area a su alrededor, y con esta, las criaturas, tres en total, nunca habíais visto nada igual.

De repente algo iluminó la zona donde estaban luchando encarnizadamente y Udokal descubrió ante si la criatura más horrenda que jamás había visto o imaginado, no parecía real, pero sus garras, sus gritos, sus aleteos y sus heridas lo eran, lo tenía en frente y no podía dudar de su existencia.

Si sangra puede morir.

Pero estaba claro que con aquel puñal no podía hacerle demasiado daño. La luz le permitió ver su hacha perdida y no lo dudó un instante, cuando la recuperara cortaría a aquella criatura en pedazos.
Keloa se defendía como podía de los ataques y gracias a ella aquella cosa dividía su atención entre ambos lo que le permitiría alcanzar el hacha pronto. Salió corriendo a recuperar su arma.

Se sorprendió cuando la punta del virote se iluminó, y aunque la idea era arriesgada estaba claro que el enemigo tenía ventaja en la oscuridad o no se habrían lanzado a por ellos. Apuntó al suelo, no demasiado lejos pero en camino hacia donde creía estaba sucediendo el combate. Mala suerte sería que diera a alguno de ellos apuntando al suelo, pero dado que acababa de usurpar los jugosos labios de Phey puede que cierto Dios no estuviera contento. Pero una vez más, ¿qué le importaba a los Dioses los asuntos de los hombres?

Por suerte el virote impactó revelando a tres criaturas aladas, humanoides y de aspecto horrible. Todas las criaturas maligna parecían estar cortadas por el mismo patrón. Todas parecían tener la potestad de un físico espantoso. Lo que realmente contaba era que fue una acción acertada en cuanto se dio cuenta que la mole había extraviado su hacha y ahora, con luz, iba a por una lucha más justa. Incluso Kalen podría equilibrar la balanza, siempre y cuando se mantuvieran a tiro las infames bestias.

Mamawe cogió lo que había encontrado, las dagas, el dinero y el anillo. Este último ni le gustaba ni le valía ni le resultaría util, pero si encontraba la caravana tal vez ellos pudieran hacerse cargo de venderlo.
Recogió todas sus cosas y se puso en camino, se sentía cansada pero no podía quedarse a descansar junto a aquellos dos cadáveres.Lo más sensato ahora mismo era buscar una fuente de agua para lavarse las ropas y el cuerpo, estaba cubierta de salpicaduras de sangre.

Los O´Shar sienten un extraño cosquilleo en el cuerpo, por un segundo es como si el tiempo se detuviese, para a continuación ver con sorpresa como el mundo parece moverse mas despacio a su alrededor.

Udokal corre hacia su hacha caída mucho mas rápido que el Demonio que lo ataca esperaba, por lo que el ataque de este solo hiende el aire. Keloa por su parte, aprovecha para correr hacia la casa.

Arriba ya son muy pocas las Aguilas que quedan con vida.

Phey miró al suelo inquieto...

Me estaba preguntando, Pazzo... ¿qué será a lo que nos enfrentamos? Yo me los imagino como unos djinni, unos genios de la lámpara, sin alas, y de color azul... Que con solo pedir un deseo, hacen surgir una lanza impía, o lo que les de la gana, y te la tiran con sus musculados brazos.

Hace unas horas pensaba en los autores de la masacre como en ángeles justicieros, cuyos crímenes no eran más que represalias que los mortales no alcanzamos a entender, pero los ángeles no usarían armas malignas como las que me alcanzaron. No tenía sentido. Y tras ver la masacre en el pueblo, descarté que la motivación fuese alimentarse. Eso deja fuera a muchas bestias voladoras.

Pero un djinni... Podría desear una única huella que nos desorientase en las investigaciones... imaginar un tornado tan poderoso que lacerase la piel y la carne como cuchillas, y hacerlo realidad con un deseo. Eso tendría mucho sentido sabiendo lo que sabemos de los cadáveres descuartizados. Tiene que ser un djinni.

Phey levantó la mirada y para cruzar sus ojo con los de Pazzo.

¿Sabes lo que eso significa, verdad? Por eso no encontraron su punto de origen cuando fueron a las montañas a investigar. Las criaturas estuvieron aquí todo el tiempo, en sus lámparas mágicas. Tan solo debemos dejar correr el tiempo lo suficiente para que los djinni tengan que volver a su lámpara. Luego registramos las casas buscando esas mismas lámparas, y las enterramos bajo una buena pila de tierra que no les deje salir.

Pazzo, esto es muy importante... cuando estuviste en las casas, ¿recuerdas si viste alguna lámpara mágica? Es decir, no una lámpara mágica, no va a tener un letrero que lo indique, pero sí una lámpara de aceite normal y corriente. Piensa, Pazzo. Tu capacidad para fijarte en los detalles puede salvarnos la vida. ¿En qué casa la viste?

Udokal sintió como la garra de aquel ser le pasaba cerca de su espalda pero sin llegar a tocarlo, no perdió tiempo y corrió hacia su hacha, se agachó, la agarró con fuerza y se dio la vuelta de inmediato dispuesto a atacar, pero la criatura no le había perseguido.
Sin nadie atacándolo y gracias a la luz que todavía iluminaba la zona se permitió un ligero vistazo alrededor para sopesar la situación. Keloa había aprovechado el desconcierto de la criatura ante el alejamiento de Udokal para retirarse hacia la casa donde estaban Ophelia y Kalen apoyándolos como podían. En el cielo unas águilas luchaban contra otros dos seres iguales al que se estaban enfrentando en tierra. Estaba claro que combatían en desventaja, la oscuridad y el poder atacar desde el aire confería a los seres la iniciativa y Keloa lo había comprendido pues su única oportunidad era guarecerse de sus ataques aéreos y defenderse en el cuerpo a cuerpo donde podrían estar más igualados. Ahora que Keloa estaba libre retrocederían hasta la choza y allí defenderían la entrada, con la embergadura de las alas las criaturas tendrían que entrar de una en una y Udokal las destrozaría gustosamente con su hacha.
Corrió hacia atrás sin perder en ningún momento de vista a las criaturas, sobre todo a la que estaba en el suelo, e interponiéndose entre ellas y Keloa mientras su compañera llegaba a la choza.

-¡AAAAAAAARRRRGGGGGG!

Gritó con rabia mientras levantaba el hacha con las dos manos intentando atraer toda la atención sobre si.

Entrad, masculló. ¡Entrad todos!

Por fin se habían retirado del combate y corrían a refugiarse en la choza. Al menos, esa parecía la intención de la mujer. El hombretón, aun sangrando de múltiples heridas, retrocedía de espaldas, enarbolando su hacha, casi tan amenazante como aquellos monstruos alados.

Dile a la muchacha lo que tiene que hacer, pidió a Kalen. Si el extranjero decidía plantarse a luchar, no pensaba dejarlo solo. Sacó de su morral mágico un pergamino que había preparado para ocasiones como esa, cuando se viera obligada a huir, aunque lo que tenía en mente mientras lo inscribía era una muchedumbre de palurdos ignorantes armados con implementos de labranza y antorchas.

No era todavía momento de usarlo, sin embargo. No mientras el pelirrojo siguiera presentando batalla. Aprovechando la tierra puesta de por medio, conjuró del mismo aire una nube de partículas rutilantes que se adherían a la piel como sanguijuelas sedientas. Tan brillantes, que las que se pegaban a los párpados hacían casi imposible ver nada.

La criatura con la que luchaba Udokal comienza a chillar, pero esta vez de rabia y a mover la cabeza de un sitio a otro, desorientada, mientras da zarpazos al aire.

Sus dos compañeras, dejan por un momento de prestar atención a las Aguilas que están destrozando (ahora solo quedan 2) y se lanzan en picado hacia la puerta de la casa, donde esta Udokal y la Maga.

La visibilidad trajo de vuelta a Keloa mientras que Udokal hacía lo posible por retroceder sin perder un ojo en el combate, literal y metafóricamente hablando. Aquellas criaturas habían tomado ventaja de la oscuridad, pero no había que dejarse llevar por el entusiasmo pues podrían seguir siendo enemigos poderosos. De momento la mole se veía bien tocada, y aunque otro truco de la maga había dejado incapacitada a una de las bestias aladas otras dos se lanzaban en picado.

- Cuerda mágica -La señaló para luego agarrar un virote y comenzar a cargar la ballesta-. Sube. Pazzo y Phey arriba.

No estaba para dar más explicaciones cuando Ophelia y Udokal parecín expuestos a recibir un próximo ataque, y quién sabe si un buen tiro podría dar cierta ventaja. Hasta que no tocaran suelo tenía pocas posibilidades de hacer auténtico daño, pero tampoco podía descartar a la tercera criatura desorientada.

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El mosntruo que se había enfrentado a los extranjeros, refulgiendo como si estuviera cubierto de luciérnagas, golpeaba el aire en un aterrorizado frenesí, presa de la confusión.

Sin detenerse a respirar, Ophelia repitió las palabras y gestos que acababa de usar para conjurar el pegajoso polvo brillante. Extendió en esta ocasión los brazos hacia las dos criaturas que descendían en picado sobre ellos. Conjurar la ayudaba a mantener la sangre fría. Concluido el conjuro, la pavorosa visión la hizo retroceder tambaleándose al interior de la cabaña.

En cuanto cargó la ballesta tuvo claro que si tenía que arriesgarse era mejor hacerlo con alguna de las criaturas que venían en picado, pese a que la aturdida era un objetivo más fácil. Sintió que el tiro fue bastante ajustado pero, por suerte, certero. Si lograba desviarla lo suficiente para que errara en su ataque...

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El Virote se clava en el pecho de uno de los demonios, pero no es lo suficiente para detener su impetuoso avance.

Los dos Demonios se lanzan contra la puerta, uno sobre Udokal y otro sobre la maga. El Oshar, con el Hacha en mano, consigue esta vez zafarse del ataque, no corre tanta suerte vuestra hechicera. Una de las garras de la criatura desgarra parte del pomulo de esta.

Con su hacha en la mano se sentía más seguro y bien por eso o por un mal cálculo de su enemigo consiguió evitar el primer embite. Ahora era su turno de demostrar de que estaban hechos los O'Shar, pero a su lado la mujer corría peligro.

-¡Ir dentro! Le gritó.

Él contendería con los bichos mientras tanto cubriendo su retirada y después la seguiría, allí sería fácil golpearles si pretendían entrar, con aquellas alas no les sería muy cómodo y tendrían que hacerlo de uno en uno, así todos podrían atacar a una sola criatura.
Preparó su hacha y soltó un golpe a la criatura que atacaba a Ophelia con todas sus fuerzas hasta que su hacha golpeó al enemigo.

Ninguno de sus compañeros habían subido por la cuerda aún. Phey se estaba empezando a preocupar. Como una madre que se preocupa porque su hija no ha vuelto de la verbena del pueblo, Phey se tenía que deslizar por el fino hilo entre el temor y la confianza. Lo lograrían. Ellos lo lograrían. ¿Pero y si no? ¿Y si ya estaban muertos? Ophelia les dijo que recogiesen la cuerda para que las criaturas no pudiesen seguirles.

Pazzo, no vendrán. Eso... eso no significa que estén muertos. Habrán encontrado un refugio en otra parte, ya lo verás. No hay porqué preocuparse. Pero para garantizar tu seguridad deberé recoger la cuerda ahora... Sí, lo sé. Es una decisión dura. Yo también tengo el presentimiento de que si esperamos seis... doce... dieciocho segundos más, alguno de nuestros compañeros vendrá. Llevamos así medio minuto, no hay motivos para creer que la cosa vaya a cambiar si seguimos esperando. Y cuanto más tiempo pasa, más probabilidad hay de que lo próximo que asome por ese agujero sea uno de esos genios. Duerme. Mañana será un día duro.

Tras consolar a Pazzo, Phey se acercó al orificio del suelo que daba a aquella cabaña de la que habían huído, al pasado y a los buenos recuerdos que puede que nunca regresen. Su mano se hundió para coger el extremo superior de la cuerda. La iba a recoger. En serio. Estaba decidido. No podían esperar más tiempo. De verdad de la buena.

El ataque del Oshar es tan brutal que cercena uno de los brazos de la criatura, esta emite un chillido ensordecedor, mientras una extraña sangre de color oscuro comienza a brotar de allí como si de una fuente se tratase.