Partida Rol por web

Udokal se lanza para salvar a su compañera O´Shar agarrándose de las piernas de esta. El peso combinado de los dos es demasiado para la criatura que comienza a descender a pesar de sus esfuerzos por ganar altura.

Otra de las criaturas sin embargo se aprovecha de la ocasión y se lanza sobre la espalda del desprevenido O´Shar.

Sientes como algo afilado, de varias hojas o tal vez uñas, se hunden en tu espalda de derecha a izquierda, atravesando tu armadura y destrozando piel y carne con el consecuente dolor.

El robusto compañero del humano bajito sigue insistiendo en su ataque, pero tu defensa es demasiado para él, esta claro que tus habilidades con la espada están muy por encima del humano Osth.

Muy dolorido por la herida y con las ropas ensangrentadas, el otro humano se incorpora, con los ojos inyectados de puro odio y rabia, lanzándose con su puñal con el único objetivo de acabar con tu vida, pero al igual que con su compañero, desvías con facilidad su burdo ataque.

Estaba funcionando, al tirar de Keloa aquella criatura no tenía la suficiente fuerza para subirlos y en cuanto liberara a su compañera y el bicho estuviera a su alcance le daría su merecido.
Concentrado como estaba en la liberación de Keloa no fue consciente de que una segunda criatura se abalanzaba sobre él por la espalda y clavaba sus afiladas garras destrozándole y arrancándole la piel con sus letales arañazos.

-¡AAAAARRRRRRRRGGGGHHHH!

Un grito lleno de dolor y también de rabia salió de su boca, pero no soltó a Keloa, siguió tirando de ella y no pararía de hacerlo hasta rescatarla.

Aquel enano escurridizo estaba enfadando a Mamawe, que no cejaba en su empeño de verlo morir bajo el filo de su espada. Sin embargo, su tamaño, unido a que la gladiadora debía estar siempre alerta para caer en un descuido ante su otro adversario, no ayudaban a su tarea.
La luchadora lanzó su espada contra su rival, sin embargo no pudo alcanzarlo.

Tus dos rivales siguen en su empeño de acabar contigo, el pequeño con el brillo del odio en su mirada enloquecida por el dolor, el grande, cada vez mas duditativo por tu habilidad con la espada.

Al igual que en las ocasiones anteriores, paras sus endebles ataques con suma facilidad.

Mamawe ya estaba harta de aquel hombrecillo, por fin consiguió concentrarse lo suficiente para asestarle un nuevo golpe con su espada.
Ver como la sangre de aquel insignificante hombrecillo manchaba la hoja de su espada  le hizo desear acabar de una vez con la vida de ambos adversarios.En su mente se encontraba de nuevo en la arena, luchando como cuando era gladiadora, por la vida y la gloria.

Como supuso, al retirarle la lanza soltó un grito agónico temiendo que se desmayara a causa del dolor. No fue así, el paladín tenía fuerzas suficientes, tantas que tenía lengua para rato. Lo importante era que aquel metal estaba fuera de su cuerpo, y ahora sabía que era impío. Después de aquella invocación no era de extrañar que cosas muy malignas los acecharan, y aunque no temía la agonía sacrílega una lanza que atravesaba el corazón era igual de letal.

- Sobrevivirá, Señora -Acto seguido miró a Phey-. Para ser un paladín tienes poca fe en ti mismo. Además, no me apetece dar explicaciones sobre cómo conseguí la espada de un paladín de Ihvisht. Sólo a ti se te ocurren estas cosas -Se echó a reír mientras le pasó la poción. No necesitaba el desánimo cuando estaban siendo atacados-. ¿Alcohol? Tómala de una vez, que cuando quiera emborracharte no será en una situación como ésta -Sonrió maliciosamente. Había más que interés cuando observaba cómo tragaba el líquido sanador. Sus labios sobre la boquilla, su boca succionando, el movimiento de su garganta... Sin embargo, el gesto al despejar el pelo de su frente sudorosa demostraba algo distinto, algo más que afecto.

La antinatural luz lo devolvió a la realidad. Gracias a un conjuro de Ophelia la estancia se iluminó ya que al parece la mujer no podía leer bien un pergamino. La edad no perdonaba y a partir de ahora tendría en cuenta el problema de visión de la maga. Pero ahí estaba, ayudando a ponerlos a salvo. No pudo más que asentir en agradecimiento, pero cuando iba a discutir sobre que no debía exponerse sintió cómo se movía el paladín de entre sus brazos.

- ¿Vas a ponerte la armadura? -quiso saber cuando se dispuso a ayudarlo para evitar que se arrastrase hacia las piezas de metal. No sería mala idea, pero tardarían mucho y ni siquiera sabía qué iba a hacer la maga para ponerlos a salvo.

El grito de dolor de la mole no presagiaba nada bueno. Ahora sabían por qué se habían retrasado los O'Shar.

- Póngalo a salvo y le cubro con mi ballesta -dijo en cuanto dejó a Phey junto a sus pertenencias y cogió su ballesta listo para joder de mala manera a esas criaturas aladas.

No necesitará la armadura.

Bajo la luz del conjuro, Ophelia recitó las palabras inscritas en el pergamino. Conforme eran pronunciadas, las letras se disolvían como hielo al que hubieran acercado una llama. Al final, en su mano solo quedaba un palimpsesto empapado de tinta.

En mitad de la estancia había aparecido una cuerda. Uno de sus extremos reposaba en el piso, el otro desaparecía en el aire, colgando desde algún lugar invisible.

Los tres*, respondió a Kalen, mirándole a los ojos un instante. Está demasiado oscuro ahí afuera como para disparar. Y ellos pueden vernos. Pretendo igualar la situación.

Trepad por la cuerda, explicó. Conduce a una cámara oculta. Si recogéis la cuerda desde arriba, no podrán seguiros.

Tu espada atraviesa por segunda vez al humano, cuyos ojos llenos de furia y rabia no le permiten darse cuenta de como tu espada a atravesado su corazón, hasta segundos mas tarde que cae al suelo sin vida.

El siguiente ataque de Brom es realmente torpe, y por muy poco no se va al suelo (pifia), por el propio impulso que le ha imprimido al fallido golpe, quedando ahora de espaldas a Mamawe

Se encogió de hombros ante Kalen. Aunque la factura de la empuñadura fuera algo peculiar, no contenía ningún emblema de su dios. Realmente no pensaba que le fuese a meter en ningún lío regalándole una espada que Phey ya no podría utilizar de estar muerto.

Miró la cuerda. Miró la armadura. La cuerda. La armadura.

Vale, no sé qué tienes pensado, Ophelia, pero no podré bajar con la armadura puesta por esa cuerda, si la idea es tender una emboscada, así que...

Phey abrió los brazos como si fuesen una gran pinza, abarcando las piezas de la armadura que había en el suelo y que aún no se había puesto. Empujó con el pecho para esconderlo todo debajo de la cama, y metió el escudo en la mochila.

Ya estoy listo. Ahora dime... ¿cómo va esto? ¿Hay una trampilla oculta en el techo, o rompemos los tablones para subir a esa "cámara oculta" o buhardilla?

Alzó su puño justiciero con la espada en alto para atravesar la madera, pero en lo alto de la cuerda no notó resistencia. La punta del filo desapareció en el techo, pero volvía a aparecer según Phey la sacaba. La sacaba y la metía. La sacaba y la metía.

Ooooooh, entiendo. Vamos, Pazzo, las damas primero.

Cogió a Pazzo por la cintura y la aupó para ahorrarle dos pies de trepado. Fue muy incómodo, porque la ropa se iba escurriendo y en los últimos instantes las manos rozaban indecorosamente la parte baja del tetamen. Lo normal es que se pusiera nervioso y se ruborizase, pero había perdido tanta sangre con las dos heridas de jabalina impía que no quedaba para subírsele a la cabeza y encarnar sus mejillas.

Espera un momento, Ophelia... ¿has dicho "no podrán seguiros"? ¿Segunda persona del plural? ¿Por qué no has dicho "seguirnos"? ¿Es que tú no vienes? ¿Qué vas a hacer?

Con el peso de Udokal, sumado al de Keloa, la criatura se derrumba junto con los dos O´Shar, formando un revoltijo en el suelo, pero sus compañeras no tardan en acudir.

Pronto los dos sentís sus afiladas garras volviendo a hundirse en vuestro cuerpo, como afilados puñales que cortan piel y musculo

Sus esfuerzos se vieron recompensados y Udokal sintió como la criatura terminaba cediendo y cayendo al suelo. Los tres rodaron unos metros por la fuerza del desplome sin poder evitar chocarse aleatoriamente unos contra otros. La desorientación tan solo duró un instante, Udokal era un guerrero experimentado y enseguida se intentó reincorporar. Había más criaturas cerca, eso lo sabía y no tardó en comprobarlo cuando las garras de una de ellas se volvieron a clavar en su cuerpo.

-¡ARRRRGGG!

Tanteó el suelo de alrededor en busca de su hacha pero esta había quedado lejos tras la caída. Sacó su cuchillo y no se lo pensó dos veces antes de abalanzarse sobre el cuerpo del animal caído antes de que pudiera levantarse y echar a volar, después se encargaría de los otros.

Al fin uno de los dos había caído y con el otro dándole la espalda tras un torpe y desequilibrado ataque, no fue dificil para Mamawe realizarle un profundo corte con el filo de su espada. La sangre salpicó el aire de la tarde mientras una media sonrisa asomba al rostro de la gladiadora.
Aquello le gustaba más de lo que estaba dispuesta a admitir, acabar con la vida de un par de desgraciados demostrando su valía con la espada igual que cuando luchaba en la arena. Matar o morir, tan simple como satisfactorio.