Partida Rol por web

Udokal roncaba plácidamente, se había acostumbrado desde pequeño a aprovechar cada momento de descanso pues nunca se sabía cuando sería el siguiente, sobre todo cuando se alejaban de la aldea.
No hizo falta que el que estaba de guardia lo avisara cuando aquel sonido extraño se escuchó en la silenciosa noche sin ningún problema, tampoco hacía falta que nadie le dijera que era, estaba seguro que se trataba de la única criatura, a parte de ellos, que parecía estar por los alrededores, la responsable de la masacre de todo el pueblo y del retraso de su avance hacia las tribus O'Shars. Tampoco hacía falta que nadie le dijera lo que tenía que hacer, lo sabía perfectamente, muerto el bicho Phey ya no tendría ninguna excusa para quedarse por allí, presentarían su cadáver a las personas que irían a verlos y podrían por fin seguir con su itinerario.
Se levantó rápido y ágil y se puso la parte de arriba de su armadura de pieles, la única que solía quitarse para dormir a no ser que se encontraran en un lugar que considerara relativamente seguro. Después empuñó su hacha y salió a la calle en dirección a los sonidos. Sabía que su compañera Keloa haría lo mismo, con eso le bastaba.

Los dos humanos Osth, sonríen cuando te ven, el pequeño y menudo humano con una sonrisa cruel y lasciva, su compañero, que a su lado parece enorme (alrededor de 185 cm y no menos de 110 kg) con una risa un tanto vulgar y sonora.

El pequeño humano, saca un puñal y comienza a jugar con él, pasándolo de una mano a otro, pero sin dejarte de mirar divertido.

            - Vaya, la chica estaba esperándonos y todo, parece que esta tan ansiosa como nosotros de recibir nuestras atenciones.

Su compañero sopesa una enorme maza de dos manos, sin dejar de reír las gracias de su compañero.

            - No Brom, con la maza no... o estropearas el juguete antes de que podamos disfrutar de él. 

Mmmnh... cagggghoñeros...

Phey y su obsesión por ocultar los cadáveres para que no viniesen los carroñeros... Esa obsesión, fundida con el chillido animal, le evoca la llegada de depredadores en sueños, pero está demasiado cansado para despertar. Lo hace diez segundos después con un nuevo ruido, el que hace Udokal al chocar el cuero curtido del interior de las pieles con sus duros pectorales. Es como una palmada. No se puede comparar en volumen al rugido de antes, pero es que Phey ahora ya no está tan dormido.

¿Cambio de guardia?

Pues sí que sigue igual de dormido, pero eso es lo que parece desde su ángulo de visión en la cama, cuando solo puede ver a Kalen, que realizaba la primera guardia, y a Udokal, que sale corriendo a toda prisa a la calle.

¿Udokal tiene incontinencia?

Muuuuy, muy dormido. Luego cae en la cuenta de que Udokal va con el arma en la mano. El arma de cortar cabezas al estilo Oshar. Se incorpora en la cama y ve más movimiento en el resto de sus compañeros. Phey termina por levantarse y se acerca a una ventana para observar el exterior.

Dormir aquella noche se antojaba imposible. La noche era demasiado cálida, y el edificio era poco más que una choza, demasiado pequeña para un grupo tan numeroso. Los jóvenes olían mal, como era esperar de los de corta edad, y estaba segura de que ella no olía mejor, como era de esperar de los que habían vivido algunos años más.

Casi dio la bienvenida al inevitable alarido. Cuando rasgó la noche, había repasado mentalmente sus conjuros media docena de veces. No las había contado, pero media docena parecía una cifra adecuada.

El extranjero sacó su hacha en medio de la oscuridad, poniendo en peligro las cabezas de todos los presentes, y partió hacia la noche ignota. Los demás seguían dormidos, o al menos, aún no se habían movido. Salvo el guerrero sagrado, cuya voz sonó en la estancia como un cuchillo rasgando una pizarra.

Salgamos, propuso, incorporándose, mientras palpaba el suelo en busca de su bastón y su bolsa mágica. Aquí dentro somos presa fácil de lo que quiera que haya producido ese sonido.

En principio creyó que le vendría bien la primera guardia para dormir de un tirón, llevaba bastante sin hacerlo plácidamente, mas era su mente quien necesitaba realmente un descanso. Pero no tendría tanta suerte. Apenas un par de vueltas por la cabaña, mirando por las ventanas y afilando sus dagas casi sin mirar su plan se frustró.

- Pero que cojones... -murmuró al escuchar un ruido sobrecogedor, inhumano, que no fue capaz de localizar en principio. Udokal despertó de inmediato, alerta y directo al exterior en cuanto se colocó la armadura. El resto...

- ¿No has escuchado? -"¿Incontinencia?"- ¡Arriba! ¡Despertad! -alzó la voz por si alguno más estaba aún medio dormido, como el paladín-. Parece que es hora de luchar.

Después de pertrecharse de todo lo necesario pensó en salir al exterior, pero observar qué estaba por venir también era una buena opción. Suspiró resignado, el grandullón estaba fuera. 

Fuera de la casa, todo es oscuridad, a pesar de que apenas si hay nubes, tan solo la pequeña de las tres lunas de Arcalon, Ebeb, ha aparecido en el firmamento y su brillo es demasiado tenue como para iluminar nada.

El escalofriante chillido que escuchasteis antes se vuelve a repetir, pero esta vez producido por mas de una voz, y suena mas cercano, aunque bien podría ser por que ahora, fuera de la casa, ya no hay paredes entre vosotros y el sonido, o simplemente vuestra imaginación os esta haciendo una jugarreta, o puede que realmente este mas cerca.. no lo tardaréis en saber.

Udokal siguió la marcha decidido guiado por los sonidos que se escuchaban en la oscuridad pues apenas se veía algo. Parecía que a su espalda el resto comenzaban a organizarse, eso les daría tiempo a escapar o a unirse a la lucha.
Sujetó su hacha con fuerza atento a cualquier movimiento que pudiera producirse mientras mantenía una concentración y una tensión máximas. En su cabeza recordó las historias y batallas que contaban los ancianos de su aldea, los enfrentamientos más épicos de los O'Shar y esperaba que lo que fuera a encontrarse estuviera a la altura de uno de ellos.

Mamawe alzó la espada, poniéndose en guardia. Era evidente a lo que venían aquellos dos, les miró con desprecio de arriba a abajo analizando la situación, si ella fuese la atacante intentaría desviar la atención de su adversario con el rival aparentemente más fuerte para que el otro, inadvertidamente le hiriese por la espalda.
Pero la realidad era que Mamawe no tenía ni la más remota idea de lo que aquellos dos estúpidos tipejos iban a hacer para intentar desarmarla.Lo único que sabía a ciencia cierta era que no se lo iba a poner fácil.
No dijo ni una palabra, no le gustaba el palabrerío sin sentido, mucho menos cuando era previo a una lucha. Se estaba jugando la vida, no podía perder el tiempo con palabras, no podía despistarse, eso le podía costar muy caro. El filo de su espada sería el encargado de demostrarles a esos dos lo que pensaba de ellos.

Huerto. Cabaña. Calle. Restos de la posada incendiada. Calle. Pozo. Cabaña. Los inseparables compañeros de andanzas de Phey. Cabaña otra vez. Calle, cabaña y de nuevo el mismo huerto. En un giro de trescientos sesenta grados, Phey no vió nada. Solo el mismo paisaje que durante el día, solo que un poco más oscuro.

Bueno... sea lo que sea lo que hiciese ese ruido, ya no está.

Phey se encogió de hombros. Conformarse con tan poco no es resignarse, es tener la virtud de la pobreza. En este caso, pobreza de amenazas contra las que usar su espada. Se dió media vuelta y enfiló el camino de vuelta a la cabaña.

Venga, chicos. Nuestra presencia lo ha ahuyentado. Mañana, con la luz del día iluminando las pistas, trataremos de buscar huellas otra vez. Volvamos dentro y tratemos de dormir.

Echó a andar hacia la puerta con la lenta cautela de un tigre, o sea, con la parsimonia de alguien sereno y despreocupado.

Viendo que te pones en posición defensiva, preparada para defenderte, se separan, uno andando hacia la izquierda y otro hacia la derecha, intentando rodearte... mientras lo hacen el pequeño no para de hablar

   - Sabes Brom, nunca me he follado a una mujer de piel negra... me pregunto que se sentirá... desde luego la chica parece estar mas que bien dotada... Esta claro que los Dioses nos quieren al ponernos este regalo en nuestro camino.

Su compañero, que cada vez te queda mas claro no tiene muchas luces, sigue riendo las ocurrencias del otro. Mientras anda, deja en el suelo su arma, reemplazandola por un pequeño garrote de madera

Keloa había salido tras Udokal, tras haberse pertrechado con su equipo y armas. Eran rápidos en armarse los O Shar, los años de entrenamiento en las frías estepas les habían enseñado a estar preparados ante imprevistos.

Hablando en su lenguaje nativo, exclamó al bravo Guerrero:

Udokal, escucha, hay mas de uno! Alzando su jabalina sobre su cabeza, por si alguna de aquellas criaturas osaba atacarles, probaría con mucha seguridad el frío acero de aquella arma.

No los veo, exclamó susurrando. Pegada su espalda con la de el, intentando otear la oscura noche. Quizás si hiciéramos fuego, podríamos quemarlos con unas antorchas. 

El resto del grupo salio de la casa, con sus armas preparadas. Realmente o eran muy valientes o muy estupidos, algunos de ellos no durarían ni un minuto.

estaba claro lo que iba a ocurrir, Mamawe decide lanzarse al ataque antes de que consigan rodearla del todo. Su objetivo es el más pequeño de los dos hombres; parece algo más espabilado,el cabecilla.
Mamawe se lanza a por él espada en mano.

Los O'Shar mantenían una posición en alerta a la espera de que lo que fuera que había lanzado ese rugido saliera al encuentro, mientras que Phey dio una vuelta sobre sí mismo. Si no fuera por la situación, y porque no quería herir sus sentimientos (el pobre tenía mucho de eso) le hubiera dado una buena colleja. Sin embargo se acercó a él y evitó que entrara en la cabaña al agarrarlo del brazo.

- Recuérdame que estás medio sordo acabado de levantar -Negó con la cabeza y soltó su brazo- Hay una criatura, y puede que dos. Mejor esperamos un poco hasta estar seguros, no me gustaría que te mordieran el culo por descuidado.

"Que ese culo es mío".

La maga estaba despierta y la naiss, aunque un poco despistada últimamente, había demostrado que precisamente por su tamaño pasaba inadvertida. Pero, ¿a qué se enfrentaban? Porque de momento era un "que", a menos que fueran criaturas enviadas por otro hechicero o sectario loco. Sea lo que fuera se mantuvo alerta y no permitió que el paladín volviera a su mundo de campos de amapola y nubes de algodón. 

Mamawe se lanza espada en mano contra el más pequeño de sus adversarios, lo veía como el cabecilla de los dos por lo que pensaba que quitándoselo de en medio acabar con el más grande sería más fácil. Con alguien más bruto y menos inteligente las posibilidades de ser atacado por la espalda disminuyen.
Acertó en su golpe, y tenía la esperanza de poder acabar con aquel pequeño humano antes de ser atacada por su gran compañero.

Tu embestida coge por completo desprevenido a tu adversario, el cual no se esperaba que alguien tan grande se pudiese mover con esa velocidad, sumado a tus largas zancadas en un instante recorres los 6 metros que te separa de él y atraviesas el hombro del pequeño rival con tu espada, la cual sale por la espalda de este. Este incrédulo, mira la hoja de la espalda que ahora atraviesa su cuerpo. Transcurre un par de segundos antes de que sea capaz de reaccionar.. en este caso, ponerse a gritar de dolor y terror, por toda la sangre que comienza a manar (tu espada sigue atravesada en su hombro, tu decididas si decides sacarla o no)

Por contra, Brom, al escuchar los gritos de su compañero corre hacia vosotros dos, pero mas con la intención de ver que ocurre que atacarte, pues esta claramente desconcertado.

Desde el exterior, el grito sonaba tan cercano como para helar la sangre de Ophelia. La negrura los envolvía, pero no se atrevía a conjurar una luz que llamara la atención definitivamente sobre ellos. La maga era afortunada, empero, largos años de estudio habían cercenado las ramas más sobresalientes de su imaginación. Fuera lo que fuere lo que los acechaba en la oscuridad, no esperaba algo más allá de lo mundano.

Aunque no quedaban restos de la carnicería en la aldea, podía visualizarlos. No estaba a acostumbrada a combatir. Un puñado de pueblerinos armados con cuchillos y palos era inofensivo. Lo que hubiera acabado con todos los habitantes, y estaba convencida de que se trataba de lo mismo, podía acabar con todos ellos. Y a diferencia de mí, ellos no tienen otra forma de enfrentarse a esto, de huir si no pueden vencer, que sus propios cuerpos.

No es necesario quedarse a luchar, informó a sus jóvenes compañeros. Puedo ocultaros. Aún estamos a tiempo.

Espero que todavía los estemos.

Justo cuando Phey estaba a punto de traspasar el umbral, de vuelta al interior de la casa, junto al sonido de un poderoso aleteo, que solo podría ser producido por unas alas bien grandes, se escucho unos silbidos, como los que producen unas lanzas o jabalinas al atravesar el aire, como bien sabía Keloa.

Dos jabalinas golpean a Phey en la espalda, hundiéndose fuertemente en su cuerpo, ademas del dolor del metal cortando sus cuerpo este viene acompañado de un dolor mucho mas fuerte, como si algo le estuviese quemando por dentro, al tiempo que Phey sientes un olor como a algo impio y corrupto.

Otra jabalina golpea a Ophelia, atravesándole el abdomen, pero ella no siente el dolor ardiente que afecta a Phey.