Partida Rol por web

Cuando Lucy estaba comenzando a empatizar a su manera con algunos tripulantes de la nave, llegaba el momento de pasar una larga temporada de sueño. Lo cierto es que, aunque no fuese especialmente parlanchina, se divertía observando a los demás. Ahora mismo se había quedado observando al Dr. McKay. Le llamaba la atención su forma de cortejar a la señorita Vickers. Y también resultaba muy llamativo, la forma en como ella le había correspondido, guiñándole un ojo. Cualquier persona con la edad del Operativo X8 ya estaría aburrido de ser cortejado y cortejar, pero para ella, que había estado siempre en la estación, era sin duda novedoso.

Al igual que el resto de los presentes, Lucy también se desvistió. Se sintió algo intimidada por estar sin su traje delante de tantas personas.

Pero hay algo que le preocupaba más. Durante mucho tiempo ya había sido suficientemente observada, y el hecho de dejar su vida al cuidado de otras personas no le hacia demasiada gracia.

No, cuando ahora se sentía a salvo de su prisión.

Observo los cuerpos semidesnudos de hombres y mujeres y me doy cuenta una vez más de la debilidad de mi propio cuerpo y de nuestra propia especie. Una debilidad que, por otra parte, se vincula demasiado a la mental, haciendo que personas cuerdas se lancen al abismo de la locura ante ciertos sucesos.

- Pensándolo mejor y, dado que no quiero privar a nadie de un sueño merecido, haremos guardias rotativas cada veinte o treinta días, según lo que nuestros cuerpos y mentes aguanten -digo rompiendo la distracción que muchos de los presentes tenían con los cuerpos de algunos de los tripulantes -¿algún voluntario para disfrutar de un retiro y reflexión casi en soledad? -pregunto a los allí reunidos, mirando a unos y otros y recabando información. Sin dar demasiado tiempo para que se prestaran no dudo en añadir -yo mismo haré una de las guardias y el desafortunado que pase dicho tiempo conmigo podrá disfrutar de una buena botella de vino de mi reserva personal.

Miles Quaritch da un paso al frente de inmediato, casi antes del ofrecimiento de esa botella de vino. Mantiene la pose militar y el debido protocolo.

- Me presento voluntario, señor - y parecía que de muy buena gana.

—¿He oído vino?

El doctor Baltar apareció de repente en la sala. Extrañamente venía ya con el albornoz puesto, y quién sabía si vestiría algo más debajo de aquella prenda holgada. Llegaba tarde, sin duda, pero había tenido la ocasión de escuchar la última intervención del comandante Adama.

—Si nadie tiene ningún un inconveniente —le dijo sonriente el informático al comandante—, yo mismo me ofrezco a hacerle compañía. Y más si hay un buen crianza de por medio.

Quien sabe, quizás consiga así disfrutar de algo de paz en esta mil veces maldita y abarrotada nave. 

- Me parece excesivo cargar unicamente al personal militar con tales responsabilidades y cargas, Comandante. Así, como miembro de la ONUG, me gustaría ofrecerme como... voluntario para tal encargo. - Añadió Bester, que permanecía junto a su cápsula de crioestasis.

Observo atentamente el comportamiento de los presentes en la sala. Vickers ignora el comentario del doctor, tomándoselo a broma, casi como una continuación a sus palabras sobre los camarotes, en la sala común. Me quito rápidamente la camiseta mientras sigo con la mirada a Smith y a la doctora Roslin, sin poder evitar fruncir ligeramente el ceño.

El cambio repentino de opinión del comandante me pilla desprevenido. Sin embargo, estoy convencido de que tanto el mayor como Stacker Petencost agradecerán no tener que pasar meses despiertos en un trayecto espacial. Aprobando su sugerencia, no dudo ni por un momento en presentarme voluntario.

- Señor, puede contar conmigo para una de esas guardias - digo con voz firme. La soledad nunca fue un problema para mí y estoy más que acostumbrado a pasar largas temporadas en el espacio.

Escuche como el Comandante Adama, para alivio mío, dijo que los turnos serían rotatorios y que compartiría una botella de vino con quien se quedara con él. A mi el vino me era indiferente, la verdad. El Cabo Quarich se presento voluntario tal como me imaginaba. En ese momento llego el Señor Baltar, ofreciéndose por el susodicho vino.

El Agente Bester sugirió que seria excesivo cargar al personal militar con toda la tarea. Le mire intrigada.

- Comandante, como bien dice el Señor Bester , no seria justo que solo el personal militar cargara con todo el trabajo. Me gustaría poder ayudar. No solamente sé redactar informes y creo que podría ser útil.

Crichton da un paso al frente con cierta cara de fastidio, sin la convicción que se le supone al que da tal paso.

- Señor, cuente conmigo. Mira hacia los presentes y parece que refunfuña de vuelta hacia el lugar donde se había desvestido.

Aiden no puede creerse lo que está viendo...

- Pero qué te pasa, tío - le susurra a su colega - ¿Es que estás tonto? ¿Vas a pringar para nada?

Pero viendo que John le ignora, se encoje de hombros y se dedica a ajustar los controles de las hologafas que también él lleva en las manos. Parecen estar muy de moda entre la tropa...

Scott acaba de guardar su ropa plegada con la facilidad que proporciona la práctica, cuando susurra a sus colegas:

- ¿Os habéis fijado en la miradita intensa que le ha echado Smith a Crichton hace un momento? - se sonríe socarrón - Con estas tías quedándose en camiseta y braguitas por aquí... ¿y ese con la vista clavada en Jonnhy?

La voz de la razón llega como de costumbre de boca de Ochoa:

- No empieces a largar bulos - le reprende - Imagino que si ese fulano corporativo fuese un bujarrón, estaría comiéndose con los ojos al cachitas de Rogers...

-Oh, vamos... ¿De verdad piensan que voy a perderme la oportunidad de hacer una guardia en esta nave? Claro que tambien pueden contar comigo... Un cientifico siempre es una buena opcion si hay algun contratiempo... - dije, encogiendome de hombros. No, claro que no iba a perderme la fiesta.

Lucy va siguiendo con la cabeza a todos los que deciden hacer la guardia. Cuando llega hasta Steve Rogers parece que sostiene un poco más la mirada en él ¡Como para no hacerlo! El gran número de voluntarios hace sospechar que a los tripulantes no les hace mucha gracia pasar tanto tiempo dormidos.

- No tengo ninguna razón para ser elegida antes que ellos - dice señalándoles - Pero yo también estoy disponible.

En mi rostro habitualmente serio aparece una media sonrisa ante la oleada de voluntarios que se entregan a la labor pese a no ser esos sus deberes.

- Gracias a todos por vuestro ofrecimiento -mi mirada se para unos segundos de más hacia los guardias que no se han unido al ofrecimiento -la primera guardia la harán el oficial mayor Thig y el sargento Pentecost como ya habíamos planificado. La segunda estará formada por el señor Rogers, un voluntario, y el soldado Ford, un soldado cumpliendo sus funciones -digo evidenciando la falta de actitud del soldado, hecho por el que compartirá guardia con Rogers, con el fin de que aprenda algo de él -Crichton, Bester y la señorita Vickers tendrán el honor de hacer la tercera guardia y la última la compartiré yo mismo con el cabo mayor Quarith, aunque estoy abierto a que el resto de voluntarios se una a esta última guardia, si aún lo desean, pese a no ser necesario -con las últimas asignaciones doy por terminada la tarea y doy las últimas órdenes hasta pasados tres meses.

- Señores, pueden introducirse en sus respectivas cabinas bajo el asesoramiento de la doctora Roslin -concluyo ordenando a cada miembro de la tripulación que se meta en su habitáculo.

No, no se lo podía creer... ¿Vickers?

Pero qué puta potra...

La sonrisa se imprime en su cara, se gira  hacia Ford y le dedica una burlona mirada con un gesto de cara. Le dice sin hablar pero moviendo los labios... ¿Por nada? y hace un ligero gesto obsceno, medio disimulado, en el instante en que Vickers se gira y se agacha un momento.

Voy a estar unos buenos días a solas con Vickers... El pasmao ese otro no me puede hacer sombra.

Se mete en su cápsula más contento que unas pascuas e intenta disimular una incipiente erección, provocada por su desatada imaginación.

Greer se acercó con las aparatosas gafas sobre la frente al soldado Ford y le pasó el brazo por el hombro con camaradería.

- No te creas el rey del mambo, tronco -le susurra- Me parece que ese material es del que se mira pero no se toca... y además vas a tener encima a don perfecto. No me das ninguna envidia, tío.

Luego añadió algo, aunque en un tono de voz todavía más bajo, tanto que resultaba difícil coscarse de qué iba la movida.

- Bueno, tíos, ¿amos ya pa los tranques o qué? -les preguntó impaciente al resto de los compañeros, mientras se ajustaba las gafas. 

Entonces bajó la voz y le susurró a John:

—Tengo un poco de oxi escondía en el bolsillo de afuera de mi petate, que lo sepas. Por si se te acaban las reservas, tronco. Pon unas perrillas y pilla lo que necesites si se te hace mu coñazo la espera.

Visto el lamentable espectáculo vario de testosterona mal contenida -podría escribir un libro sobre los comportamientos hormonales del ser humano en el actual siglo- Bester asintió ante la decisión del Comandante, sin decir palabra.

Sin interés alguno en ninguno de los presentes que le rodeaban, se giró hacia su nevera particular, a la espera del visto bueno de la doctora para ser congelado.

Vaya, qué buena acogida, pensó el doctor Baltar sorprendido. ¿De que le serviría pasarse despierto el último tramo del viaje si media tripulación también lo hacía? Quería aprovechar la única oportunidad que probablemente tendría para estar en relativa calma y soledad. Y no le quedaba ninguna duda de que Quatrich y Adama no serían los únicos que permanecerían despiertos durante la tercera guardia.

Suspiró.

—Ya veo que no será necesario…

Se aproximó entonces a una de las cámaras de hibernación -aprovechando para saludar al profesor Mckay con un leve cabeceo a medida que avanzaba- y cuando llegó hasta ella, la estudió escéptico. Nunca antes se había sometido a aquel tratamiento y la verdad es que no tenía ninguna ilusión por probarlo.

Aquel viaje iba a resultar literalmente más frío de lo que ya estaba siéndolo.

En fin, cuánto antes empecemos… 

Reparó entonces en Mr Smith, al fondo de la sala, hablando con la doctora Roslin.

¿Qué estaría tramando en aquella ocasión?

Y pensó en Seis, quizás pudiera sacar más información de la replicante del directivo que le fuera de utilidad.

Pero enseguida desechó ese pensamiento. Últimamente Seis, su IA, había estado muy rara.

¿Seres sintéticos? ¿Sacos de carne? Aquello estaba comenzando a incomodarle pues no podía distinguir si se trataba de alguna iniciativa propia del Bibliotecario o bien el resultado de los protocolos de ironía y humor que programó hacía ya casi una eternidad. Quizás le hubiese visto receptivo a ese tipo de humor y estuviese reforzándolo.

El caso es que no lo sabía. Y eso le resultaba sumamente inquietante.