Partida Rol por web

La inspección que están realizando los tripulantes del AURORA en la nave abordada es eficiente y sistemática.

Los siete tripulantes detenidos a bordo de la Valentina Tereshkova están reunidos en una amplia bodega de carga, desarmados, esposados con cintas de material plástico y sometidos a vigilancia por Quaritch, embutido en su voluminoso exoesqueleto de combate, así como por los marines Ford y Greer.

Por otra parte, Scott Matthew monta guardia junto a la exclusa que sirve de puente con vuestro Crucero de Combate, para mantenerlo bajo control y asegurarse de que nadie accede a la nave clandestinamente.

Y tras haber conducido al capitán Cole al puente de mando del AURORA para entregarlo al comandante Adama, el primer oficial Saúl Tigh ha regresado a la nave abordada haciéndose acompañar de cuatro hombres que se dedican a registrar uno por uno todos los compartimentos de garga. Se trata del jefe técnico Tyrol Henderson, el mecánico y socio de Quaritch, Ben Sysko, el brigada Steve Rogers... y el reo que recogieron en la prisión orbital de Himalia, ese terrorista y asesino de masas conocido como Riddick, al que por lo visto se ha autorizado a abandonar su celda para participar en el registro. A fin de cuentas, le han traído para colaborar como asesor e informante, tarde o temprano tendrían que empezar a trabajar con él.

Y seguramente sepa bastante de estas cosas, aunque algunos marines tuercen el gesto al verle libre...

Trabajáis durante horas en el concienzudo registro de la nave, con la manifiesta intención de no pasar absolutamente nada por alto, por ínfimo que pueda parecer. Cualquier carga no declarada que hubiera podido ocultarse entre el mineral de mena y el metal procesado, que continúa siendo refinado durante todo el trayecto hasta el destino del viaje interplanetario, en el Cinturón Orbital Terrestre.

Esa es una de las ventajas de emplear la propia estación minera como carguero de transporte, el procesado del mineral no se detiene ni un solo instante desde que empiezan las prospecciones hasta que se llega a los mercados y se realiza la descarga. Probablemente poco más de la mitad de la carga estaba refinada en el momento de partir, pues pese a haber estado seis meses orbitanto en torno a Palas, en el Cinturón de Asteroides, el proceso de fundición es lento y laborioso. Pero gracias a esa cualidad de seguir trabajando de forma automatizada durante todo el viaje de regreso, para cuando llegue a destino en unos cuatro o cinco meses más, la casi totalidad del mineral habrá sido convertido en barras de metal refinado, listas para su uso industrial.

Amortizar costes y maximizar beneficios, la base de cualquier buen negocio...

El comandante Adama, conduciendo en persona al prisionero capitán Cole y acompañado por Vickers y Monnipenny, accede a la Valentina Tereshkova cruzando ante el soldado Matthew, que monta guardia ante la compuerta.

Camino al lado de Cole por los pasillos de mi nave rumbo a la abordada. Es obvio que el hombre no me tiene ningún aprecio, pero tampoco es de mi interés. Sin embargo, creo que debo recompensarle por las herramientas usadas para obtener la información. Me acerco un poco más a él y le susurro al oído:

- Las corporaciones también me tienen a mí cogido por los huevos. Aún así, voy a tratar de hablar con Smith para proporcionarle una cuantiosa y exquisita jubilación con la que pueda dejar atrás su época de trapicheos cuanto antes. Pero le doy un consejo, tenga cuidado, no haga nada que pueda enemistarle con las corporaciones -concluyo tratando de recompensar a Cole y, en parte, ganarme un relativo silencio.

El comandante Adama se presenta personalmente en la bodega de carga de la Valentina Tereshkova en la que Quaritch, Ford y Greer mantienen retenidos a los siete tripulantes del carguero que han hecho prisioneros. Y trae consigo a Cole.

Le acompañan las dos asistentes personales de los agentes corporativos, Vickers y Monnipenny.

Una vez llegamos a destino, doy las órdenes pertinentes a mis marines:

- Quiero que uno de ustedes acompañe a Cole y a las dos agentes de las corporaciones al puente de mando de esta nave y monte guardia mientras obtienen la información que les he requerido. Establezcan un enlace permanente durante la recopilación de datos.

La tarea de registrar un carguero espacial para localizar cualquier posible irregularidad o material de contrabando supone un trabajo arduo y pesado, aunque puede afrontarse de muchas maneras.

Algunos, como Ben Sysko y el jefe Henderson, han decidido enfocarlo como una cuestión de ser paciente, metódico y sistemático, cotejando los registros de carga teóricos que aparecen en los registros con el volumen y la masa real de cada compartimento en las bodegas del carguero Shakhter-4. Para ello han adaptado una herramienta de haz de luz concebida originalmente para calcular volúmenes de capacidad atmosférica. Emite una serie de rayos lumínicos entramados que tras rebotar y ser recogidos registran con gran precisión las distancias, y por tanto el volumen. Luego aplican una serie de fórmulas considerando la masa desplazada por la nave y la densidad del mineral registrado para determinar si los datos cuadran.

Puede parecer complejo, pero los ingenieros están acostumbrados a trabajar de ese modo. Y operar con esta metodología les permite inspeccionar en un lapso de tiempo asombrosamente breve toda la carga que transporta la Valentina Tereshkova.

El resultado concuerda con lo que consta en el registro: exactamente 126.472 TM.

El equipo formado por Riddick y Rogers, sin embargo, se plantea el reto de encontrar irregularidades en la carga desde una óptica muy distinta. Ambos centran sus esfuerzos en ponerse en la piel de quién tuviese que ocultar algo, bien sean armas de contrabando, estupefacientes ilegales o cualquier otra substancia que alguien quisiera ocultar en una nave de estas dimensiones. Para ello escogen cuidadosamente las localizaciones que a su criterio parecen más proclives a servir como escondite de un alijo de dimensiones más o menos modestas, y allí comprueban si desmontando los paneles adecuados se puede acceder a algún espacio de almacenaje oculto. Rogers sabe perfectamente el tipo de material militar que podrían estar manejando y Riddick... bueno, él simplemente piensa como alguien que ha estado en el otro lado...

La recompensa a su esfuerzo finalmente acaba llegando, aunque no adopta la forma que ellos esperaban. Han dado con un par de alijos de modestas dimensiones que contienen por un lado una pequeña partida de sustancias psicoactivas, drogas relativamente comunes que por su escaso valor conjunto más bien parecen formar parte del consumo personal de algún tripulante para unos cuantos meses de tránsito espacial. Por otra parte, encuentran una serie de holoproyectores personales, en forma de gafas con pantalla integrada, que sirven para inducir sueños pre-programados durante el tiempo de hibernación. Y el contenido que tienen grabado sólo puede ser clasificado como pornográfico: introducen a su portador en una desenfrenada orgía sexual que puede durar varios meses, mientras sueña en la cámara criogénica. Este tipo de tecnología está legalmente restringida por ser considerada peligrosa, no es la primera vez que uno de sus usuarios queda en estado catatónico cuando intentan despertarle... pero su uso "recreativo" es casi una constante en muchas naves civiles, por mucho que sea perseguido por la ley.

Alguno de los presentes ha tenido contacto antes con tecnologías similares, aunque en su caso el contenido no estaba destinado precisamente a proporcionar una experiencia gratificante.

Una vez con los planos en mis manos, rápidamente me doy cuenta de donde son las opciones más viables para cualquier tipo de contrabando. No es cuestión de que sea un experto en naves ni mucho menos, tengo mis conocimientos, pero dudo llegar al nivel de experto. Mas mis ojos están acostumbrados a esto… a buscar esos huecos que no se ven a simple vista y que pueden permitirte pasar inadvertido ante los guardias o sistemas de seguridad. Tanto a tí como a cualquier objeto que quieras. Con eso en mente y siempre seguido por Rogers, me pongo en marcha, palpando las zonas donde considero que las placas serán fáciles de mover para encontrar alijos ocultos.

La inspección va bastante bien... si fuéramos un maldito cuerpo de seguridad y buscáramos la cantidad de tonterías que hemos encontrado hasta ahora. Pastillas de bajo nivel para lo que parece más bien uso personal, porque no merecería la pena su carga en cantidades tan pequeñas y siendo su valor tan bajo, así como sistemas de realidad virtual destinadas a usarse mientras se está criogenizado, para amenizar los viajes espaciales con todo tipo de experiencias. Cuando mis manos se posan sobre el primero de esos artilugios, aun sin conocer el contenido exacto del mismo, pero sí su uso, mis manos se crispan ligeramente, apenas unos segundos... al recordar mis últimos cinco años.

Es una reacción instintiva que no puedo evitar...

Una cosa es que no me doblegasen, otra que no quisiera ver arder ese sitio en una caída libre hacia el planeta más cercano. Mi voluntad, la que me ha mantenido vivo, vuelve rápidamente... desechando esos pensamientos sobre mis oscuros días en Himalia, apartándolos como lo que son: material inútil para mi futuro.

Con profesionalidad y rapidez le doy un par de vueltas al aparato, hasta dar con el puerto donde pueden visualizarse en pequeño las grabaciones de sueño. Y las imágenes que aparecen ante mí son de alto contenido adulto… bastante diferente a lo que yo viví en su momento. Aun así, este tipo de tecnología está prohibida, pues en más de una ocasión han provocado la muerte o catatonia del sujeto expuesto. Todo ilegal... todo inútil.

Por más que hemos buscado no hemos dado con nada, ni siquiera los ingenieros con esa pistolita rara suya que registra volúmenes y hace cálculos físicos. Es más, dado su alto nivel tecnológico, nosotros hemos acabado encontrando bastantes cosas más que ellos. Eso me hace pensar que por buena y útil que pueda ser la tecnología, nunca debe anteponerse al cerebro humano. Las limitaciones de una son altamente superadas por el otro.

Dejo caer el enésimo artilugio de pornografía al lugar donde está todo lo que hemos ido coleccionando… sintiéndome inútil. Como si algo se me hubiera pasado por alto. Mi mirada pasa por los demás soldaditos, muchos de los cuales no ven con buenos ojos que esté aquí… y la verdad es que me importa más bien poco su opinión. Me resulta casi gratificante ver esas miradas, aun siendo simples corderitos ellos le echan algo de pelotas… cuando van en número suficiente y Rogers está aquí.

Acordándome de este último, me acerco a él mientras también estudia una parte de la pared y el suelo cercano a unos contenedores enormes. – Todo esto es basura. Será ilegal, pero sin ninguna duda no es lo que buscamos. Hay algo que se nos pasa por alto. – En el tono de mi voz puede apreciarse un leve, casi efímero, rastro de decepción. No es que disfrute haciendo de segurata, pero me gusta hacer las cosas bien… y no encontrar nada resulta decepcionante.

Me quedé allí esperando su respuesta, cuando de pronto Adama aparece en la bodega de carga. Sus dos “guardaespaldas” femeninas me son indiferentes, pero si Cole está aquí es porque han llegado a algún tipo de acuerdo. Mi mirada se dirige hacia ese tiburón del espacio profundo, buscando sus ojos, para ser capaz de leer algo en ellos. La mirada de un depredador de tierra contra uno del vacío, mi cuerpo casi se regocija de tenerlo tan cerca… un tipo que sin duda parece más duro que estos soldados de caramelo.

Camino junto a Riddick mientras exploramos la nave. Una vez más me doy cuenta de que nos hemos interesado prácticamente por los mismos lugares desde que vimos el mapa. Ya estoy acostumbrado a coincidir en muchas cosas con el terrorista, pero no puedo sino preguntarme qué podríamos haber conseguido de haber estado en el mismo bando. Claro que ahora lo estamos, al menos supuestamente.

La mandíbula de mi acompañante se contrae cuando coge las gafas de realidad virtual y, tras haberlo recogido en la prisión, no me cuesta adivinar por qué. Sin embargo, el gesto dura sólo un momento y en seguida se pone a comprobar qué contienen las gafas. - Sigamos - digo dejándolas a un lado mientras apoyo la mano en su hombro, en un gesto más llevado por la empatía que por el deseo de proseguir. Tal vez estando solos habría comentado algo más, pero ahora mismo no es momento para hacerlo.

Recojo las drogas con aburrimiento y las dejo también a un lado. Le pediré al laboratorio que las analicen cuando volvamos al Aurora, pero por ahora parecen sencillamente un pequeño alijo para uso personal. Frustrado, me apoyo junto a Riddick mirando una vez más el mapa de la nave.

- Sí, pero... ¿qué? - contesto mostrándome de acuerdo con él por enésima vez. En otra persona me empezaría a resultar preocupante. Observo un momento el mapa de la nave, pensativo.

- Con una producción totalmente automatizada los ingresos deberían mantenerse bastante estables. -  Después de todo, si las máquinas están funcionando constantemente, las variaciones deberían ser sólo por la calidad de la materia con la que se alimentan. - ¿Cómo han justificado el aumento en la contabilidad? - pregunto a los científicos. - Probablemente puedan acceder al sistema informático de a bordo para revisar las cuentas... - Y, de paso, cualquier otra cosa que nos llame la atención en el ordenador de navegación.

Aiden Ford se adelanta a Greer a la hora de asumir la nueva orden del comandante...

- ¡Yo las guiaré, señor! -anuncia con entusiasmo mientras se acerca y le pone una mano en el hombro a James Cole para dirigirlo desde detrás, mediante un pequeño empujón- Síganme, señoritas, el puente de mando del carguero está por ese pasillo...

Al abandonar la estancia echa una mirada burlona a su camarada, aparentemente muy satisfecho por haberle pasado delante a la hora de escoltar a las dos hermosas rubias. Todo el tiempo que pasas acompañado de una mujer joven y atractiva es un verdadero lujo durante una misión que será muy prolongada.

Y bueno, nunca se sabe cuándo puede saltar la chispa...

Ese maldito aparato me hace bajar la guardia, es solo un instante pero Rogers no es idiota y sabe como funcionaba Himalia, o al menos seguro que se lo explicó el cabrón del alcaide durante su visita guiada. Noto su mano alcanzar brevemente mi hombro y automáticamente todas mis defensas suben de nuevo, olvidando y encerrando mis cinco años en una caja hermética y lanzandola a lo mas profundo de mi psique... a un sitio de donde espero no salga jamas. Estoy a punto de revolverme por su gesto, pero me detengo en el último instante, al darme cuenta de lo inútil de ese acto.. En lugar de eso, giro lentamente el cuello, para mirarle y asentir brevemente. Mas esos escasos segundos de contacto visual me permiten analizar su expresión en busca de cualquier posible compasión o pena por lo sucedido en mi congelador particular. De encontrarla nuestra relación iba a dar un cambio, para peor. Pero no veo nada de todo eso. Una simple palabra hace que me quede sin respuesta por primera vez, notando mis ganas de contestarle con algún comentario ácido, pero no encontrando como hacerlo. El soldado me cae bien, pero hay cosas que ni siquiera mis mas cercanos se atreven a hacer y él aun así... ha sabido exactamente como actuar. Avanzo mientras reniego lentamente.

Joder, quiera admitirlo o no, este maldito soldado y yo pensamos de una manera muy similar. No se si eso es bueno o malo, y lo que es peor, no se si debería preocuparme.

El resto del tiempo no sirve de nada y cuando por fin me apoyo contra una de las paredes del lugar, Rogers me acompaña. Los científicos tampoco han encontrado nada, sus cálculos han dado evidencia de que todo esta correcto. Mi mano se mueve sistemáticamente hasta mi mentón, apoyándose levemente sobre el mientras busco en mis recuerdos, cualquier vestigio de un modo de pasar los sistemas de seguridad. El intentar colarlo dentro del material, aunque arriesgado, seria una buena forma... pero los estudios de los ingenieros descartan eso. Rogers responde a mis palabras mientras mis ojos estudian el lugar lentamente.

De pronto la voz de uno de los soldados rompe mi concentración, mis ojos se clavan en él como los de una fiera depredadora a la que aburren los estúpidos y lastimeros intentos de reproducción de alguien así, sobretodo viendo a las dos féminas, tan lejos de su alcance... y mas aún con la tarea que tenemos entre manos. Lo que, por ende, no deja de afirmar mi convencimiento sobre la inutilidad de estos soldados.

Rogers atrae de nuevo mi atención al hablar sobre los posibles terminales informáticos, mas mis ojos quedan clavados en el puente espacial por donde acaban de llegar los nuevos visitantes. Si sabes que es muy posible que alguien vigile tu carga, que la misma sufra controles, tal vez no tan exhaustivos como este, pero en caso de acierto puedas sufrir perdidas enormes... ¿Donde pondrías la carga? Dentro de la nave donde cualquier posible fallo pudiera alertarles... o por el contrario la colocarías a buen recaudo en el exterior de la nave. Estos enormes transportes interplanetarios no tienen problemas de aerodinámica, además ahí fuera hay multitud de sitios donde guardar cosas. Solo hace falta tener el dinero y el cerebro para saber cómo hacerlo... puede ser inverosímil, pero no por ello imposible. Y teniendo en cuenta las cifras de las que hablamos, no seria del todo una locura.

Mi voz se alza para contestar a Rogers. - Deberías ponerte en contacto con los oficiales del puente, decirles que hagan un escáner completo del casco de esta nave, si no lo han hecho ya... solo como medida preventiva.

Cuando James Cole entra en la sala en la que está retenida toda su tripulación, los hombres empiezan a rumorear entre ellos y el que dirigía el fallido conato de resistencia se dirige a él en un tenso susurro:

- ¿Está bien, capitán? -murmura entre dientes- ¿Qué demonios está pasando? ¿Van a retenernos mucho tiempo?

Cole le dirige una media sonrisa, aunque camina con la cabeza gacha...

- Tranquilos, muchachos, estamos colaborando y pronto nos dejarán continuar nuestro rumbo.

Otro de los capataces hace un gesto a su compañero para que calle.

- Me gusta oír eso, jefe -y dirige un susurro a su compañero- Y tú calla la boca, el capitán es el único que habla.

El marine Aiden Ford conduce a las dos agentes corporativas al puente de mando de la Valentina Tereshkova, llevándose también con ellos a James Cole, el capitán de esta nave, que parece haber adoptado una actitud mucho menos arrogante...

El puente de mando del carguero Shakhter-4 es mucho más simple y funcional que el del AURORA pues carece de muchos de los sistemas que son propios de una nave de guerra, equipada por definición con ordenadores militares para el cálculo de trayectorias de los sistemas de misiles y barreras de partículas. Con todo, el nivel tecnológico es notable.

El acceso a la CPU central de la nave se realiza desde la cónsola principal, y aunque está protegida por contraseña de seguridad, tenéis la plena colaboración del capitán de la nave para facilitaros vuestro trabajo de inspección. Además de vuestras propias habilidades informáticas en caso de que hubiera algo oculto, claro...

James Cole se planta en el centro del puente, donde siempre ha llevado la voz cantante, y mira con una expresión difícil de definir a los intrusos que han asaltado su nave... luego menea la cabeza y habla antes de que le pregunten:

- La contraseña maestra es APPCC37381568J -afirma con desgana- Eso les dará acceso completo a todos los sistemas. Espero que así se convenzan de que no tengo nada más que contarles.

Monnipenny se adelanta a Vickers para sentarse ante la terminal y empezar a teclear con una cerelidad pasmosa...

Pronto afloran pantallas de datos en el holoproyector con los registros de carga, rutas previas de la nave, puntos de abastecimiento y una multitud de referencias a valores de mercado de cada producto. Aunque la secretaria de Mr. Smith no para de teclear más y más comandos.

Un mensaje del teniente Gaeta llega al intercomunicador personal de solapa:

- Comandante, los datos del ordenador central del carguero están llegando, por ahora no hay nada destacable, le informaré de inmediato si damos con algo...

Asiento a la idea de Riddick mientras cojo el comunicador para ponerme en contacto con la Aurora.

- Puente, aquí Rogers... - espero a que contesten. - ¿Han hecho un barrido en el exterior de la nave? Si no hay nada aquí dentro, es posible que haya algo oculto en el casco... Tengan en cuenta que un barrido con radar puede no ser suficiente, así que recomiendo una inspección visual. Agathon puede bordear la nave en la lanzadera, sin duda, pero el Sargento Pentecost podrá designar mejor a alguno de sus hombres. - A pesar de llevar poco tiempo con el pelotón, he revisado sus fichas lo suficiente como para saber que el soldado Agathon que me recogió en la estación puede pilotar perfectamente, pero como le dije al sargento, prefiero que sea él quien organice a sus hombres.

Observo un momento a los tripulantes, que no parecen muy contentos con la situación. Pero hay algo en el tono del capitán Cole y sus hombres que no me termina de gustar.

- ¿Te parece bien que acompañemos a las señoritas? - Le pregunto a Riddick mirándole de soslayo. - Probablemente sean demasiado para Ford... - Salvo que me equivoque, mi sempiterno acompañante sabrá que el aspecto de las dos rubias me importa bastante menos que su seguridad y, de cualquier forma, al menos allí podremos hacer algo más que sencillamente estar mirando, además de vigilar a su capitán.