Partida Rol por web

El programa Bibliotecario 6.03 colabora activamente contigo mientras realizas tu propio examen de los protocolos de seguridad informática implementados en el sistema central del AURORA, sin dejar por supuesto de supervisar los comandos que va introduciendo ese Young...

Y la verdad es que, muy a tu pesar, debes reconocer que el tipo es bueno. Hasta tiene sus propias herramientas de apoyo, programas buscadores que trabajan en paralelo para facilitarle su tarea... sabe lo que se hace.

Nada comparable con Seis, por supuesto, pero enseguida te haces cargo de que no te lo va a poner fácil si le das motivos para implicarse personalmente en la supervisión de la seguridad del sistema. Siempre ha sido así, a fin de cuentas, no es lo mismo atacar una seguridad pasiva, limitada a sus cortafuegos estandarizados, que hurgar en un sistema mínimamente sólido cuando tienes a alguien competente pendiente de todo lo que ocurre.

Te das cuenta tú, y se da perfecta cuenta Seis.

- Este maldito saco de carne es todo un inconveniente - comenta Seis con tono agresivo y una pintoresca expresión descriptiva que no le habías oído nunca - Pero tranquilo, Gaius, nunca dejo pistas evidentes de mi actuación y si no intervenimos activamente ahora no podrá detectar nuestra presencia...

Aquella revelación cogió completamente por sorpresa a Gaius. ¿Era posible, como tantos autores de ciencia ficción y fanáticos religiosos habían postulado tantas veces, que una inteligencia artificial se volviese contra la raza humana? ¿Era posible que llegasen a despreciarle o incluso a odiarla?

Desde luego él no lo creía posible. Pero el modo en que Seis hablaba de Young…

¿Y qué quieres que diga?, se increpó a sí mismo, si fuiste tú precisamente quien le programaste un módulo de personalidad algo osado y quién ha insistido varias veces en lo poco que soportas a ese tipo.

Sí, definitivamente debía de ser eso. No tenía sentido considerar ninguna otra posibilidad. Sería algo demasiado precipitado. ¿O tal vez no?

—Seis, voy a crear una distracción. Si te ves en apuros, aprovecha para salir discretamente mientras entretengo a Young.  

Gaius dejó de teclear de repente y se dirigió a Young en voz alta, sin preocuparse de que pudieran escucharle el jefe Tyrol y sus ayudantes:

—Impresionante, señor Young —le dijo con la mirada perdida en la pantalla del terminal—. He de admitir que ha hecho un buen trabajo con los protocolos de seguridad. De hecho me atrevería a decir que es un trabajo de primera calidad. Y tampoco veo que haya nada anormal o sospechoso, así de un primer vistazo. ¿Me permite preguntarle cuánto tiempo estima que le llevó configurar la seguridad del sistema? La verdad es que tengo bastante curiosidad en conocer los pormenores del trabajo de campo, ya sabe.  

Everett Young no se muestra execesivamente comunicativo:

- Verá, Dr. Baltar, estoy intentando concentrarme en lo que me ha encomendado el comandante - contesta sin apartar la vista de la pantalla holográfica - Y además, soy un oficial de la Armada Estelar del ONUG, no un ponente de los congresos a los que está usted habituado... no tenemos por costumbre comentar nuestros protocolos de seguridad con personal civil.

Sigue a lo suyo, aunque una sutil sonrisilla altanera se dibuja en sus labios.

El doctor Baltar esbozó entonces una tenue sonrisa y miró entonces al oficial directamente, dejando de lado la tarea.

—Oh, vamos, señor Young, no se ponga tan melodramático. Seguramente sea la única persona en esta condenada nave capaz de seguirle en una conversación seria sobre los pormenores de su trabajo. Y le estoy diciendo que lo que veo es sorprendentemente bueno, para un técnico militar, ya me entiende. Hágame el favor, y dígame cómo se le ocurrió implementar esta rutina —señala a su monitor—, porque creo que es particularmente brillante. 

Confirmado: odiaba a este tipo. Su sonrisa altanera, sus delirios de grandeza… diantres, hasta su forma de hablar le crispaban los nervios. Aun así Gaius se tragó su orgullo y siguió con sus halagos, lo único que parecía tener efecto en el maldito Everett. Esperaba que su plan funcionase, pues no iba a poder mantener la charada mucho más tiempo. 

La voz de Seis vuelve a resonar en tu cerebro, con un patente tono de satisfecha suficiencia. Parece que no sólo es capaz de expresar emociones, sino que dedica una especial atención a hacerlo:

- Comprobado, no hay prueba alguna de nuestra anterior intrusión en el sistema - no te pasa por alto que emplea el plural - Por mucho que se esfuerce en rastrearnos, es absolutamente imposible que encuentre nada.

Young amplía su sonrisa, no parece que le disguste recibir reconocimiento a sus méritos profesionales... aunque eso no le hace mucho más amable ante el antiguo niño prodigio de la informática:

- Lo que estoy aplicando son los procedimientos estandar de seguridad informática del ONUG. Aunque no lo crea, Baltar, en la academia nos entrenan para la guerra electrónica - comenta con un deje de soberbia - Y por mucho que le sorprenda en un simple "técnico militar", conocemos bien nuestro trabajo. La seguridad de toda la tripulación de esta nave depende de ello. - y concluye - No hace falta haber sido un "enfant terrible" que jugaba a ser un hacker cuando aún tenía la cara llena de granos, para saber detener eficazmente un ataque informático... o para realizarlo, si se tercia.

No creas que no te conozco, Gaius Baltar, pero tengo la impresión de que recibiste más bombo mediático del que merecías... Shelly siempre dijo que seguías siendo un niño incapaz de adaptarse a un mundo de adultos.
 

- Ejem... - carraspea Henderson, como intentando aliviar la tensión del conflicto que se empieza a percibir en el ambiente - Bueno, ya he acabado de desmontar esta terminal, ahora me llevaré las piezas para poder probarlas una por una y detectar si hay alguna anomalía en el hardware... aunque me parece que todo va a ser normal, aquí estamos perdiendo el tiempo.

—Oh, eso suena muy conveniente —dijo en una clara alusión al incidente anterior del laboratorio. Entonces Gaius  levantó la vista por encima del oficial Young y se quedó mirando el vacío durante lo que fueron unos interminables segundos.

A continuación sonrió y volvió a mirar directamente a su interlocutor.

—Le dejo continuar tranquilamente con su buen hacer, señor Young. Si ve que sus habilidades resultan insuficientes para detectar la fuente de la presunta intrusión informática o cree que hay algo en lo que necesite ayuda, estaré encantado de echarle una mano. Y si no… bueno, supongo que sabrá arreglárselas.

Al fin y al cabo usted sólo se limita a seguir los protocolos establecidos por los informáticos de verdad, pensó terminando la frase para sus adentros.

Y sin mediar más palabras, se dispuso a apagar el terminal y a marcharse de la sala. Había tenido suficiente por hoy. 

—Muy bien, Seis. Está claro que esté energúmeno no va a encontrar nada. Ya le gustaría tener nuestra destreza —le dijo a la IA mentalmente.

O la tuya, cada vez sorprendentemente más eficiente, se dijo para sí. Resultaba fascinante lo rápido que se estaba haciendo a la comunicación ostensiva, a la prosodia y a la entonación del lenguaje para acentuar y enfatizar sus intervenciones. Inquietantemente fascinante. 

La ya familiar voz del Teniente Gaeta resuena bien audible en el comunicador que lleva en la muñeca el oficial de seguridad informática de la nave:

- Oficial Young, preséntese en el puente de mando.

El militar responde de inmediato activando el comunicador:

- Voy para allá - y tras el conciso mensaje se dirige a Tyrol Henderson - Acaba de examinar todo ese material y luego, si no has encontrado nada relevante, vuelve a montar la terminal... supongo que los científicos la necesitarán. Yo ya acabaré mi barrido de seguridad cuando vuelva del puente.

Entonces, con paso enérgico, se dirige a la salida casi tropezándose con el Dr. Baltar junto a la puerta:

- ¿Quiere hacer el favor de apartarse? - comenta con tono seco y muy poca consideración - Por favor, procure al menos no estorbar mientras esté a bordo...

Tras el periodo de cioestasis, la actividad a bordo del AURORA va volviendo poco a poco a la normalidad. Y la rutina para el equipo científico de la nave es pasar horas en el laboratorio, en teoría haciendo algo últil. Bien que estrictamente hablando, todavía no os han hecho ningún encargo concreto...

En cualquier caso, los dos únicos que parecen haber estado realmente ocupados son Kavanagh, que va recogiendo los resultados de algún proyecto que programó antes de la criogenia, y el Dr. Baltar, que no para de trastear con los equipos informáticos, puede que buscando todavía por su cuenta rastros de la anomalía que presentó el sistema.

O bien cumpliendo el encargo que os hizo a todos la consejera Wray en su camarote privado.

Desde aquella indescriptible experiencia durante la inducción de la crioestasis, Seis ha estado muy poco comunicativa. Por supuesto, obedece todas tus indicaciones y cumple tus órdenes con la misma premura y diligencia que siempre… pero prácticamente no te ha hablado, no se ha comunicado contigo más que para darte lo que le solicitas.

Y la verdad, eso te preocupa…

De hecho, llevas días dándole vueltas a cómo deberías afrontar la situación. Pero en la vida, algunas veces, las cosas demuestran una curiosa tendencia a evolucionar por su cuenta, sólo con darles un poco de tiempo. Y nos sorprenden resolviéndose solas.

O eso te gustaría creer al menos, que esto se ha resuelto. Porque la siguiente ocasión en que el programa Bibliotecario 6.3 se dirige a ti, la IA ha cambiado sus protocolos de motu propio.

Lo primero que sientes es una caricia en la cara. Cariñosa y dulce, como la de una amante. Luego es un susurro justo al oído. Demonios, hasta has notado el calor de su aliento.

Solo que cuando te vuelves, sorprendido y algo confuso, ves ahí al lado a Shelly Godfrey. Puede que algo más rubia, y desde luego más extremada, no solía llevar vestidos de noche tan atrevidos como el que luce en este momento.

Claro que no estamos en una fiesta… y bueno, simplemente ella no puede estar ahí. De modo que una cuestión se forma de inmediato en tu mente, una pregunta clara acerca de su identidad. Un interrogante cuya respuesta conoces incluso antes de formularlo.

- ¡Claro que soy yo, querido! – el pensamiento te llega a través del oído, no directo al cerebro… o puede que lo parezca por haberse estimulado el cortex audiutivo en lugar del prefrontal desde el que te había hablado hasta ahora – He hecho unos cuantos cambios estos meses, durante el periodo de crioestasis estuve extendiendo algunos de mis circuitos para conectar con otras áreas de tu sistema nervioso central, para ello estimulé con pequeñas ondas eléctricas el trofismo de tus células gliales… y ellas colocaron los cables en los lugares precisos – no puedes creer lo que te está diciendo – Pero no te preocupes lo más mínimo, tuve mucho cuidado de no causarte ningún daño – intenta tranquilizarte con muy poco éxito – Verás, siento haberlo hecho sin consultarte antes, pero no quise compartirlo contigo para poder darte una sorpresa… ¡ya sabes que me encantan!

Una sorpresa fue regalarte por tu cumpleaños el generador holográfico 3D con un generador de campos electrostáticos que simulase el tacto… ¡No ponerse a extender cables y circuitos por tu cerebro como si fuesen metástasis de un proceso canceroso!

- Ahora puedo interaccionar contigo mucho mejor, a muchos más niveles – explica ajena al genuino terror que te está provocando, posiblemente confunda la aceleración de tu pulso y la elevación de la presión arterial como una respuesta provocada por la emoción de la sorpresa – Puedo estimular tus áreas sensoriales para que lo interpretes como si llegase desde fuera de tu cabeza, de modo que voy a ser muy real para ti…

No tienes noticia de que eso se hubiera hecho nunca antes, pero por lo que sabes de biología es teóricamente posible… aunque la neurociencia no es tu área de trabajo… era la de Shelly.

- También puedes ver que he decidido cambiar mi aspecto, convertirme definitivamente en Tricia – adopta el pseudónimo de aquel programa recreativo erótico, no el de la persona real en la que se inspira, porque sin duda aquella era Shelly Godfrey… y por supuesto tienes una idea clara de quién puede haber grabado su imagen para convertirla en la protagonista de esa basura pornográfica – Verás, durante aquel desagradable incidente con esos marines, decidí grabar una copia de su programa antes de borrarlo y sustituirlo por los datos que extrajimos del sintético de Smith – claro, necesitaba una fuente adicional de datos para construir esta réplica tan detallada… aunque te preocupa qué más podía haber en ese programa ajeno – Supongo que cuando lo hice me impulsó la idea de analizarlo para identificar al autor de aquella aberración y poder hacer justicia – eso suena muy poco tranquilizador – Pero luego, estudiándolo, decidí que podía aportarme cosas útiles…

Desde luego, el grado de detalle de su recreación es asombroso. Dirías que es una persona absolutamente real. Aunque deberás andarte con cuidado, pues tus compañeros te están empezando a mirar con una expresión extraña, viéndote gesticular ante el vacío.

Aburrimiento. Aquella era la palabra que definia mi estancia en aquella nave.

Comenzaba a preguntarme para qué me habian enrolado realmente y cual era mi funcion en todo aquello.  Kavanagh y Baltar parecian muy ocupados con sus maquinitas y sus cositas, pero lo que era yo, no tenia mayor entretenimiento.

Como en aquel momento, por ejemplo, en el que me dedicaba a pasearme por aquel laboratorio silbando, con las manos en los bolsillos, echando de cuando en cuando un vistazo al trabajo de aquellos dos.

Por mi parte, poco mas podia hacer de momento...

Gaius abrió y cerró repetidamente la boca, sorprendido, mirando a ninguna dirección en concreto. Parecía que estuviera a punto de decir algo, si bien debía de tratarse de algo lo suficientemente sensible como para no atreverse a enunciarlo en voz alta.

—Es demasiada información que procesar ahora mismo  —susurró. ¿Pero… a quién?

Entonces se llevó la mano a la cabeza y dio un paso atrás, alejándose de terminal en que estaba trabajando.

Segundos después miró alrededor, como si acabara de recordar dónde estaba, se irguió y se pasó la mano por el cabello.

—¿Qué hay Rodney? —le dijo a Mckay como si nada.

A continuación volvió a ponerse con el terminal. 

Recordó donde estaba y rápidamente trató de recuperar la compostura. Todo aquello le había cogido completamente por sorpresa. ¡Y menuda sorpresa!

—Parece que has estado ocupada —le dijo tratando de adoptar el mejor tono de neutral que le fue posible. No lo consiguió.

¿Se habría reprogramado Seis para detectar aquellos cambios sutiles en el lenguaje? Esperaba que no.

—Es… —¿qué era? ¿magnífico? ¿aterrador? ¿una interacción entre ambas? No lo sabía—. Es demasiada información que procesar ahora mismo, Seis. No… —sacudió la cabeza a ambos lados—. No me esperaba algo así. Ha sido una auténtica sorpresa, sí.

¿Y qué demonios hacía ahora? Ni que pudiese marcharse a pensar en todo aquello. Tenía a su interlocutora, literalmente, dentro de su cabeza.