Partida Rol por web

El escalofrío que recorrió la espalda de Veidan solo podía indicar una cosa: no-muertos, tal y como temía. Aguantó la respiración unos segundos mientras, con los ojos como platos y con los múculos rígidos, giraba la cabeza lentamente a lado y lado para comprovar qualquier signo de movimiento. Al mismo tiempo, desenfundó la espada con la diestra procurando hacer el mínimo ruido posible y estiró el brazo para agarrar con fuerza la muñeca de la joven humana, pero sin dirigirle la mirada.

- Lean, hay muertos vivientes- le dijo en un susurro apenas audible, intentando no parecer desesperado por lo jodido que estaba- avisa a Crom y a Vast que suban a echarnos una mano, rápido. Esto va a ser una carnicería...- tampoco es que el elfo estubiera mucho mejor que él, pero quatro tenían más posibilidades que dos... ¿no?

Obviamente a Lean no le hace ninguna gracia aquella salida, pero dado como habían ido las cosas y el poco caso que habían hecho a sus propuestas, no cree en una vuelta atrás. Como siempre, de seguir viva para lamentarlo, en algún momento aprendería a ir a contra corriente y a seguir sus instintos, pero ahora Luan corre algo así como a su cargo y no solo puede pensar para si misma.

Mira aquellas escaleras, algo en ella vibra advirtiendole de los riesgos, pero aún así le planta cara al miedo y sigue forzando su avance, pues no es chica que se acobarde.

Al llegar en la cima, el lugar es cuanto menos desagradable, una vez más agradece carecer del olfato pues esta lleno de inmundicia y la mera visión revuelve su estomago. Muchos cuerpos sin vida plagan el lugar. “¿Sin vida?” Se pregunta. La joven no parece muy convencida así que escruta con sus ojos fríos por si algún indeseado se mueve, sospesando si no deberían invertir algunos minutos a cercenar cabezas. Sus intintos la advierten una vez más. –Algo va mal.- Susurra, pues esta segura de ello. Al empuñar su espada descubre que Veidan ha hecho otro tanto, lo que le ahorra aliento mientras escruta concienzudamente la apenas iluminada oscuridad.

Escucha las palabras del arrogante semi-elfo y niega con la cabeza. –No voy a dejarte solo aquí, esta gente murió luchando contra algo.- Miró al que el azar le había dictado como su compañero, no estaba segura que fuera a acompañarle.- Deberíamos buscar otra senda.-

Veidan, desconcertado por un momento, mira finalmente a Lean.

- ¿Otra senda?- le pregunta perplejo- Perdona que sea tan obtuso, pero, ¿a qué te refieres? El túnel no conduce a ningún otro lugar que éste, no hemos pasado ninguna bifurcación. Solo podíamos subir hacia aquí y los refugiados tendrán que pasar por aquí sí o sí. Si avisamos a Vast y a Cromvar, quizá tengamos una oportunidad para deshacernos de lo que se nos va a echar encima de un momento a otro. Así que, Lean, ¿qué otra senda se te ocurre?- aunque la pregunta sonaba algo cansina, estaba tan preocupado por como se había complicado la situación que estaba más que dispuesto a escuchar cualquier propuesta. Mientras hablaba, se había acuclillado junto a la salida del agujero por el que habían salido, dispuesto a avisar a los compañeros pero esperando la respuesta de Lean.

Asiento con firmeza ante las palabras de Cromvar.

-Así es, querido compañero -afirmo-. Las oscuras artes de aquella criatura, si bien me dejaron al borde de la extenuación, no pudieron acabar con mis reservas.

Extiendo las palmas de ambas manos hacia arriba, comenzando ya de manera casi inconsciente a pensar en Ella y en Su Labor, la que nos mantiene a todos en el Eterno equilibrio. Cuando termino una breve oración, toco con el dedo índice y corazón el pecho de Cromvar, intentando imbuirle con Su vitalidad.

- Gracias amigo, de repente me encuentro mucho mejor. Sin duda, eres el elegido de tu Diosa, pues es evidente que sus dones brotan por tus manos. La voz centenaria del elfo quebró el silencio del túnel, e hizo una leve reverencia en señal de agradecimiento a su compañero.

– Mientras atiendes a Vast, subiré con Vaidan y Lean. Su mirada se concentró en la abertura por la que entraba un tenue rayo de luz. – Están tardando demasiado…

Dicho esto, empezó a subir la escalera de mano.

Y el valeroso guerrero élfico, al verse recuperado de sus heridas, subió por las escaleras en busca de más.

Por unos momentos Vast estuvo tentado en subir con Zzarat y huír de la enorme responsabilidad que tenían entre manos. Pero eso sería vergonzosao hasta para él. Pero era verdad que algo le procupaba: Cuanto más tiempo perdiesen delante las escaleras, más tentaciones les darían a los sureños de cometer alguna triquiñuela.
-Mejor que vigilemos también la retaguardia -le comentó a Zzarat- ahora sólo somos dos contra los hombres de Hamet.

Durante la inquietante espera, Vast se aseguró que su figura fuese vista en todo momento por sus protegidos. Si por un momento llegasen a pensar que los habían abandonado, se podría montar una fiesta muy desagradable

Una vez arriba buscó con la mirada a sus compañeros por el paisaje circundante... - Donde se habrán metido? Tanta tardanza no auguraba nada bueno.

Cormvar procedió con precaución, y subió los peldaños de la vieja escalera.

La luz matutina que se colaba por las altas ventanas, bañaba el lugar, con lo que se podía ver bastante bien que aguardaba. Al parecer, la abertura de la cloaca daba a una especie de urinario público, o como mínimo lo había sido hacia ya mucho tiempo, puesto que parecía que ahora el edificio servía más como almacén que otra cosa. Estaba lleno de cachivaches, muchos de mano factura sureña.

También podía distinguirse cuerpos que yacían sin vida en el suelo, el olor era penetrante y las moscas volaban nerviosas a su alrededor. Sin duda había sido la escena de una cruenta pelea.

Entre la luz pudo distinguir las figuras herguidas de Vaidan y Lean. Sin duda estaban hablando entre ellos.
 

Mientras Lean y Vaidan conversaban e intentaban ponerse de acuerdo en lo que hacer, percibieron la figura del Cromvar como emergía por la trampilla que daba a la escalera del túnel. El elfo se acercó precavido hacia sus dos compañeros.

La sensación de peligro apremiaba.

La interrupción subita de Cromvar consigue tomarla desprevenida, pues hasta el momento Lean había estado inmersa en sus propias cavilaciones. No estaba dispuesta a dejar al semielfo atrás, por irritante que le resultara, abandonarlo ni que fuera momentaneamente solo frente a cualquier peligro mientras iba en busca de refuerzos.

Por otro lado, la chica creía que tenía que haber más de una salida, las palabras de los sureños aún retumbaban en su cabeza y no se desprendía de la sensación de que les habían endosado el peor paso, por otro lado, bien podría ser que esta fuera, después de todo, la única salida y que les estuvieran empleando de carne de cañón para poder salir de ahí.
Su segunda opción estaba clara, ir y terminar con los miserables que se habían aliado con esas aberraciones y que habían sometido, azotado y matado a tantos por diversión o por hacerles trabajar hasta la extenuación. Quién sabe si su padre no habría fallecido por aquellas mismas manos. Rábia, y mucha, era lo que sentía al pensarlo.

Sin embargo lo último que le apetecía era otra poco fructifera discusión así que agradeció la presencia del "héroe". La chica se agazapó al lado de aquella figura emergente y le susurró con un hilillo de voz apenas audible: -Aquí hay un peligro mayor de lo que parece, avisa al resto.- Aseguró mostrando el brillo de su espada empuñada su mirada no daba mucho margen a réplicas.

La mirada acerada del elfo, templada en cientos de batallas, observó el rostro y la actitud de la joven. No cabía ninguna duda de que algún peligro acechaba. El legendario elfo asintió ligeramente con la cabeza, y tras lanzar una mirada a Veidan y observar que también estaba en tensión, Cromvar reculó hacia la trampilla.

- Cuidaos del peligro amigos, presto volveré junto a vosotros. Y aunque la situación era tensa, y el peligro flotaba en el aire, la voz del elfo infundió cierta esperanza en el corazón de los allí presentes. No en vano era Cromvar, que se enfrentó y venció a Bahalmuth  en el pasado.

Y dicho esto descendió grácilmente por la escalera de mano hacia la oscuridad del túnel donde aguardaban los demás compañeros.

Una figura grácil descendió por la escalera de mano. Cromvar regresó junto a sus compañeros, y tras mirar compasivo un instante a los libertos, su semblante se endureció.

- Amigos… Reunió con prisas a Vast y Zzarat junto a él, para que los humanos no pudieran oírlos con claridad. – Al parecer hay un peligro acechado en la sala superior… Los rostros de Lean y Veidan así lo reflejaban. Temo que si subimos todos, seamos presa fácil… Para lo que sea que no aceche.

El elfo se acercó de nuevo a la escalera. – Vuelvo arriba en ayuda de nuestros compañeros, os ruego que no tardéis en demasía, o tal vez no encontréis salida alguna por este camino…

La súbita e inesperada presencia de Cromvar, junto a la tozuda negativa de Lean de dejarlo solo, dieron una pizca de esperanza al semielfo, pero ni por un segundo bajó la guardia. En cuanto el elfo retrocedió para avisar al resto, Veidan habló a la humana entre dientes, exasperado y divertido al mismo tiempo, ya no sabiendo si estrangularla por no haber avisado a los otros o agradecerle haberse quedado para guardarle las espaldas.

- Eres más terca que una mula vieja, humana...- susurró sin mirarla, escudriñando los alrededores en busca de cualquier movimiento sospechoso. En su voz no había malicia, sólo la constatación de un hecho- tenemos suerte de que Cromvar haya subido por propia iniciativa...

No hay pues tiempo que perder. La ansiedad que transmiten las palabras de Crom es evidente, y no seré yo el que lleve a este grupo de desgraciados harapientos a su muerte por tomarme las cosas con demasiada calma. Así pues vuevo a llamar en mí Su presencia, tratando de canalizarla a través de mis manos que, con cuidado, se posan sobre el pecho de Vast. Trato de transmitirle toda Su bondad, Su calidez, y Su capacidad para garantizar el eterno equilibrio de todo.

Una vez logrado esto, sin dudar, exclamo un "¡vamos!" a mi compañero y subo por donde han ido los demás.

Dejar sola a la muchedumbre no parecía una idea muy buena, pero al fin y al cabo estaban en un lugar seguro.

-¡Juas! ¡Que tiemblen nuestros adversarios! -exclamó vivamente Vast a la vez que desenvainaba su sable y empezaba a lanzar estocadas al aire, dando gala de su habilidad. -Y vosotros, esperad, ¡tenemos a un muerto que se resiste a dejar este mundo!

Otra vez el bribón hablaba con una voz artificialmente grave y torcía su sonrisa hacia un lado, como si intentase impresionar a una mujer. Solo que esta vez la mujer era un puñado de campesinos asustados y Vast no tenía ninguna intención de acostarse con ellos.
Y subió las escaleras como si de un héroe de teatrillo se tratara.

Eso sí, cuando salió de la vista de los libertos, el bribón volvió a envainar su arma... Una pequeña costumbre de quien está acostumbrado a pasar desapercibido en las sombras

Los hombres miraron a Zzarat y Vast ascender por la escalera. Estaban en silencio, y casi parecían no querer respirar para que nada malo les pasara. Aun con todo lo sucedido, las palabras del bribón hicieron efecto entre la gente. Sus rostros se relajaron, creyendo que la cosa no sería importante y que pronto regresarían para guiarles a la libertad cual mesías elegido por los dioses.

- No os preocupéis… Se escuchó una voz anciana sobre los murmullos de la muchedumbre. – Razia no nos abandonará, nos ha enviado a sus heraldos para guiarnos.

Voces de asentimiento empezaron a extenderse entre los allí presentes. El rostro infantil de Luan se iluminó al entender de que estaba hablando el anciano. Los elegidos habían regresado para combatir a Bahalmuth, Isgar regresaría y toda la maldad sería erradicada de la faz de la tierra.

Una lágrima de felicidad corrió por la mejilla de Luan.

Zzarat y Vast procedieron con precaución. Lentamente subieron los peldaños de la vieja escalera hasta una avertura.

La luz matutina que se colaba por las altas ventanas, bañaba el lugar, con lo que se podía ver bastante bien que aguardaba. Al parecer, la abertura de la cloaca daba a una especie de urinario público, o como mínimo lo había sido hacia ya mucho tiempo, puesto que parecía que ahora el edificio servía más como almacén que otra cosa. Estaba lleno de cachivaches, muchos de mano factura sureña.

También podía distinguirse cuerpos que yacían sin vida en el suelo, el olor era penetrante y las moscas volaban nerviosas a su alrededor. Sin duda había sido la escena de una cruenta pelea.

Y allí se encontraban sus compañeros, armas en mano, atentos a un peligro que aun no había aparecido.