Partida Rol por web

EL decrépito salón donde se encontraban los viajeros estaba tranquilo, y la matutina y débil luz del amanecer se colaba por las ventanas. A simple vista, no parecía que nada fuera mal.

Tal vez el repentino despertar y la angustiosa voz de Zzarat con su extraño relato habían puesto nerviosos a Lean, Veidan, y Vast, pues no parecía que el mal los acechara.

Los gemidos de los no muertos, distantes y apagados, se oían lejanos en la ciudad. Entre los gemidos, se podía distinguir un lamento. Casi parecía que alguien llorara, una voz infantil, un lamento apagado.

Por un momento los compañeros no supieron decir de donde provenía, pero tras escuchar atentamente, les pareció que provenía del piso superior. Las escaleras, viejas y mohosas, que daban al segundo piso, estaban oscuras. Prestando atención, lo pudieron confirmar, arriba había alguien llorando.

A pesar de la precaución de haberle tapado la boca para que no gritase ante la alarma el legendario elfo, subió su voz para hablar con Vast que estaba cerca la ventana.

La joven negó con la cabeza, pero pronto se olvidó de ello, pues claramente un llanto llegaban al oído de todos. Y como según parecía su origen estaba bastante claro, no tardó en armarse y reequiparse antes de disponerse a subir los peldaños hasta el siguiente piso, sin miedo alguno.

-Ummmph, no me gusta esto, la plaza está más vacía que la biblio... -Vast interrumpió su informe para el elfo cuando los lamentos se hicieron patentes- ...¿qué leches es eso?... ¿Lean? ¿vas a subir?

Por lo visto la ciudad estaba muy bien provista de pesadillas, parecía que no existían exageraciones en las historias referentes a la ciudad maldita. Y Vast ya había recopilado las suficientes para añadir al saber popular
-Déjalo, es una trampa. Si realmente hubiera un crío allá arriba ya habría llorado cuando nos caímos por el muro. Salgamos a la calle y laguémonos a casa, no falta mucho para que salga el sol.

Tras las palabras de Vast, Lean las pareció ignorar y subió lentamente los peldaños que conectaban la planta baja con el primer piso de donde provenían los lamentos. Los escalones crujían a cada paso que la joven daba, estremeciéndose a cada paso que daba.

Cuando la joven desapareció de la vista de sus compañeros, internándose en el piso superior aun se oía el llanto desconsolado.

La débil luz del amanecer se derramaba tímidamente por las ventas del segundo piso, iluminando a duras penas las hediondas estancias cubiertas de paja podrida.

Con dificultad, los ojos de Lean se acostumbraron a la escasa luz, pues los tabiques de madera proyectaban sombras alargadas y distorsionaban las formas.

El lamento provenía de la última habitación. Un lamento triste y entrecortado.

La joven de cabeza dura como las rocas de la eternidad sube lentamente los peldaños hacia el piso superior. ¡Por la Gran Madre! ¿Podría haber alguien más terco en toda la tierra? Pero ya es tarde para lamentarse y tratar de que prevalezca la razón: Lean ha subido y no podemos dejarla sola.

Haciendo acopio de valor y llamando con una corta y suave oración a la Gran Madre a mi lado, sigo a Lean escalera arriba (no sin antes haberme provisto de mi maza).

-Vigilad aquí -les susurro a los demás-, hay otro de esos engendros ahí fuera, y sólo Ella sabe cuántos más rondan la casa.

Todo sucedía un poco deprisa para la cabeza conmocionada y adormilada de Cromvar.... El llanto de un niño!? Zzarat salío detras de Lean y Cromvar le siguió pues ya tenia esa intención antes de su comentario.

- Vengo con vosotros, susurró esta vez. Confiaba en su buena vista y la capacidad de ver en las sombras mejor que cualquier humano.

- Deberiamos descubrir rápido que sucede, antes que tengamos que salir de esta casa. Fuera quien fuera debería haber percibido ya su presencia en esa casa, pero le extrañaba que ellos no lo hubieran visto antes. - Si fuera una de estas criaturas creeis que pueden llorar? Susurró a la avanzadilla. Le pareció absurdo que los no-muertos pudieran tener un sentimiento más allá del de aniquilar toda vida.

Avanza con los ojos entrecerrados intentando vislumbrar lo que tiene por delante, y procurando minimizar el sonido de sus pasos. ¡Claro que aquello olía a trampa! Pero no podían seguir durmiendo sin saber lo que pendía sobre sus cabezas.

Al menos había dormido unas cuantas horas, bastante si contamos la mediana de las horas que una había podido dormir viajando sola en medio de aquél mundo corrompido.

Así que esgrime el escudo y la espada corta, y con cautela y coraje, la joven Lean avanza hacía aquella habitación.

La débil luz del amanecer se derramaba tímidamente por las ventas del segundo piso, iluminando a duras penas las hediondas estancias cubiertas de paja podrida.

Con dificultad, los ojos de Zzarat se acostumbraron a la escasa luz, pues los tabiques de madera proyectaban sombras alargadas y distorsionaban las formas. Por el contrario, los ojos del elfo, se adaptan con mayor rapidez.

El lamento provenía de la última habitación. Un lamento triste y entrecortado. Lean se encontraba casi junto a la puerta, atenta a cualquier trampa posible.

Zzarat y Comvar se apresuraron a llegar donde se encontraba Lean, la madera crujía bajo su peso.

Se asomaron con cautela al portal que daba a la oscura habitación, iluminada a penas por el mortecino sol que se derramaba por una ventana entreabierta. Había alguien allí, una pequeña figura agazapada en un rincón. Parecía un niño, y lloraba débilmente. Estaba casi desnudo, y entre las sombras, parecía mal nutrido.

Zzarat se dio cuenta rápidamente que aquella criatura, era la misma que había visto trepar hacia la casa, su apariencia era casi igual que la de un niño, pero él sabía que solo era una ilusión, y que en algún lugar debían haber más de aquellas criaturas. ¿O tal vez había sido todo una mala pasada del cansancio y de la maldita ciudad de Tallin?

Veidan no pudía creerse que hubiera un crio en el piso de arriba y estaba de acuerdo con el pícaro, aquello apestaba a trampa, pero aquel lamento parecía tan real... Al ver que tres de sus compañeros subían, acabó de decidirse y se quedó donde estaba. De todas maneras debemos vigilar este piso y la calle- se dijo mentalmente para no sentirse tan culpable.

- Vast, ¿la calle sigue tranquila? Zzara't está convencido de que algo nos acecha pero no veo nada preocupante aquí dentro. ¿Ves algún movimiento sospechoso?

Con los brazos en jarra Vast vio cómo sus tres compañeros subían alegremente pese a su aviso. Parecía que el grupo confiaba menos en su juicio desde que había propuesto la idea de bajar por el muro con una cuerda que se había encontrado tirada en el suelo.

Como mínimo Veidan se había quedado con él.

-Bien, parece que ya se han recuperado de la caída y suben a por más emociones- parodió el bribón, luego habló con una voz aguda, quizás imitando una voz femenina o élfica (ni el más sabio lo podría decir)- subamos, subamos, que no sea que el nene tenga hambre...

Con cara de evidente fastidio le hizo un gesto a Veidan concorde a que lo había entendido. Se acercó a la puerta trasera e intentó escuchar a través de ella

Frunzo el ceño con preocupación. La ciudad de Tallin está resultando ser un pozo de inmundicia y suciedad mayor de lo que en un primer momento nos imaginábamos.

-No os dejéis engañar -les susurro-, aunque parezca lo que no es, esta cosa no es más que otra aberración ante los ojos de la Gran Madre.

Los ojos aviesos del bribón miraron entre los tablones que formaban la puerta.  Había alguien en el pequeño y descuidado jardín. Una figura pequeña, humanoide, del tamaño de un niño humano. Parecía estar agazapado junto a la precaria cerca que rodeaba el patio, rodeado de sombras.  Quieta, intentando controlar su respiración.