Partida Rol por web

Stephen sale raudo a mirar por la ventana la oficina de la Fargo. Seguramente estará atestada de gente tratando de tomar los tiquetes, como el que posee él, como suyos.

Rápidamente Stephen crea un plan rápido y sencillo, es ir a su habitación de hotel y crear una copia falsa del tiquete en un papel similar, luego poner el tiquete verdadero en el bolsillo secreto de la manga. y llevar el falso en la mano.

Desde luego la copia que haces de tu billete queda muy presentable, probablemente no convencería a los de la Fargo pero no lo quieres para eso y a cualquier manos-largas le engañaría la falsificación.

Sin demorarte más, sales de la habitación cuando el reloj marca las 10:43, tienes un paseo por delante para llegar a la oficina de la Wells Fargo pero hay tiempo para llegar sin prisas. Bajas los escalones llegando al salón del hotel y sales dispuesto a mezclarte con la plebe, si es necesario, para coger tu transporte hacia el Oeste.

Pero a las puertas del As de Pic algo te hace detenerte. Jirones de un periódico hecho trizas metidos en el abrevadero que hay justo a la puerta de tu hostería. Reconoces el sello del Epitaph entre las trizas de papel mojado. Sería demasiada casualidad que no fuera tu ejemplar desaparecido y eso resulta doblemente insultante. Si no fueras con el tiempo justo volverías a tener una conversación con el recepcionista.

Esta ha sido una mañana de contrastes. De nuevo con cara de enfado, pero sin olvidar sus compromisos, Stephen Llega a las oficinas de la Fargo, dispuesto a cambiar su billete sin más dilaciones.

Debo encontrar al canalla que ha osado hurtar de un Boyle, pero eso será cuando ya tenga mi salida solucionada.

Atravesando la calle hacia el norte recorres unas yardas que te adentran en la zona de la herrería y que te acercan desagradablemente al Saloon La Jaula y a todos esos lugares de mal vivir.

La dependencia de la Wells Fargo & Co. solo está a dos minutos de distancia ya, pero algo interrumpe tu trayecto. Un poco de color local.

¡Eh pie tierno!

Un malcarado maleante se cruza en tu camino mirándote con hostilidad. Dos amigos del matón se unen al encontronazo colocándose detrás del primero y observándote con la misma expresión agresiva.

No se te escapa el vistazo que el líder de estos rufianes echa al billete que llevas en tu mano, pero en lugar de negociar o razonar el bandido se te acerca sin modales. Ninguno de los tres va armado excepto por un tosco palo que lleva el jefe a modo de garrote. Ni tiene barba ni le ves ninguna cicatriz, éste tampoco es tu hombre, posiblemente sea solo un asaltador pero parece haberla tomado contigo.

Aquí tratamos bien a los extranjeros, vamos a agitar a este cuerno verde a ver qué sale de sus bolsillos.

La calle está vacía, a pesar de que no es una de las peores zonas de la ciudad.

Por el corpiño de la reina de Inglaterra! que ya un hombre no puede caminar en paz hacia su destino?

Stephen queda algo atortolado, aún esperando que alguno de los delegados del Sheriff venga en su auxilio, como deberían. El joven da un par de pasos hacia atrás mientras guarda el falso tiquete en el bolsillo frontal de su chaqueta y coge su bastón a dos manos.

MI BUEN SEÑOR, DÉJEME PASAR O LE ASEGURO QUE LLAMARÉ A LOS DELEGADOS DEL SHERIFF, QUIENES SI TIENEN ARMAS ¡Y DE SEGURO NO LES GUSTARÁ SU COMPORTAMIENTO!

*click*

Chicos, esto será un trabajo fácil.

El bribón alza el palo y a una señal suya sus amigos se acercan a ti por ambos lados. Parecen poco intimidados y resueltos a cometer su tropelía.

Stephen se escabulle de la emboscada y comienza a correr. Recuerda las enseñanzas de su primo Robert:

Cuando un espadachín se enfrenta a más de un adversario en espacio abierto, la mejor estrategia es empezar a correr en dirección opuesta al grupo, e ir atacando uno a uno los contrincantes desde el más rápido al más lento a medida que estos le dan alcance...

Stephen corre a toda marcha fuera de esa calle de la muerte, trata de sacar su estoque, lo cual le cuesta un poco de trabajo, pero al fin logra correr 8 yardas en el proceso y mostrarle a los rufianes que no es presa fácil.

El esfuerzo adicional a su físico hace que el parlanchín quimico sólo se limite a escuchar sus propios pasos, respiración y los latidos de su corazón agitado por la adrenalina del momento.

El jefe de los malhechores es un poco más lento que sus compinches y queda atrás, alza el palo con cara de pocos amigos rugiendo maldiciones.

Los otros dos bribones te alcanzan tan pronto como desenvainas. Uno de ellos queda estupefacto al ver salir una hoja afilada de lo que hace un segundo era un simple bastón; lento de reacción por la sorpresa, te mira con expresión estúpida.

El otro, en cambio, lanza un puñetazo en tu dirección pero suerte tiene de no recibir un corte en el brazo. El estoque punzante y tu habilidad con él hacen difícil para tus contendientes hacer otra cosa que no sea preocuparse por su propio pellejo.

*One down, two to go...

El ágil joven ve una perfecta apertura en la defensa del bribón y le corta, luego se voltea para confrontar al segundo matón, Stephen deja el estoque levemente elevado, con la mano a la altura de la cadera en frente suyo, en una posición clásica de defensa florenciana.

Creyeron pescar una trucha y picó un escualo, eh? Cesen este ataque futil, malhechores!

Que horrible! voy a tener que limpiar mi estoque antes del viaje de retorno!

Total daño a matón 2: 5+30; 4+14 de resuello perdido, una herida leve en el tronco inferior y una amputación (¡!) en la mollera.

Si mi primo pudiese verme ahora, esto parece salido de una historia de Sir Henry Curtis!

Tu estoque se mueve rápidamente, un corte en el abdómen inicia el trazo y acaba con un arco a la altura del cuello. Quizá la cabeza del infeliz no se haya desprendido del todo de sus hombros, pero desde luego lo que une su mollera al cuerpo ahora es menos que lo que mantiene pegados los botones de su desvencijada chaqueta. Un cuerpo sin vida cae al suelo y un grito sale del matón más intimidado por tu arma; sin ganas de ver más, el maleante huye a toda carrera dejando caer un pequeño cuchillo que el muy desgraciado tenía preparado para sacar.

El jefe de los bellacos se lanza hacia ti con locura en sus ojos pero también miedo, su palo ya no es tan amenazante como antes pero parece decidido a no dejarte ir.

Su habilidad de duelista no se pone en duda, Stephen se mueve como un lince a pesar del polvoriento suelo del pueblo que sería la tumba de aquellos hombres que osaron atacarle sin motivo.

Nunca había matado a un hombre! Que horrible hedor el que desprende, Dios se apiade del sepulturero...