Partida Rol por web

¡¡¡VEEEETEEEEEEEEEEE!!!

Toda la silueta entró en una combustión tan rápida y feroz que parecía haber salido del propio Infierno. Las llamas rugían, y golpeaban a Danny con vaharadas de aire muy caliente. La voz todavía permaneció chillando hasta que de la figura no quedaban más que cenizas. En el suelo quedaron los restos consumidos de la túnica y de la máscara de hueso. Nada más.

Aunque Danny fuese un hombre muy valiente en todo el sentido estricto de la palabra no quería decir que no pudiese sentir terror; y cuando el medio chino vio aquella figura encenderse con voraces llamas sintió como sus piernas le flaqueaban, y por poco no gritó.

Cuando la figura desapareció, fundiéndose con el suelo, aún Danny estaba tieso del miedo. Aunque su cerebro se afanase en trabajar y en comprender lo que sus ojos habían presenciado, su cuerpo parecía de piedra, inmóvil y muy pesado.

Pasaron aún muchos segundos más antes de que Chang reaccionara al fin. ¿Qué hacer? Aunque esa figura con la voz de su madre le hubiera exigido que se largará de allí, Danny no estaba muy seguro de que aquélla realmente hubiera sido su madre. Sospechaba que Brown estaba detrás de todo ello, o que al menos era una de sus muchas malíficas creaciones.

No, definitivamente no iba a retroceder. No le tenía miedo a la muerte, pues ya estaba muerto. Cumpliría el objetivo que le había llevado hasta allí, y tan convencido estaba de su pensamiento que se empezó a encaminar por el lugar donde había aparecido el cocodrilo y posteriormente esa figura tan extraña.

El camino no tardó en llevarle delante de un hombre. No tenía un aspecto infrecuente, y sin embargo era el encuentro que más podría haber sorprendido a Danny. El sujeto era un viejo negro con pinta de arriero acostumbrado a trabajar en cosechas de algodón o en los muelles de Nueva Orleans. Un esclavo, sin duda, que no parecía tener queja que proferir a la vida, y lo cierto es que fumaba una pipa con la tranquilidad del que no tiene obligaciones y con la dignidad de un gran señor en su castillo. El rostro del sonriente negro era tan bondadoso y su aspecto tan inofensivo que ablandó un poco incluso el muerto corazón de Danny Chang.

Buenas noches, jefe. A buen seguro que no tiene una razón tan buena como para hacerle vagar por este cementerio de noche, y con el estómago vacío, intuyo.

Giró su cara, mirando al chino de reojo con expresión inteligente y, a la vez, amigable.

Tiene pinta de ser de los que disfrutan de una buena pipa. Venga y siéntese, capitán, descanse y compartamos el rancho.

Ante sus pies descalzos había un gran plato de barro con abundante comida de buen aspecto y todavía humeante. El aire parecía volverse más frio ante la sola mirada de un plato caliente tan apetecible, y estar con las manos y la boca vacía en lugar de saboreando algo de ese bálsamo parecía ser una locura y temeridad. Detrás del taburete en el que el viejo se sentaba había un jarro también de barro que contenía un líquido oscuro que, si bien frio, prometía igualmente hacer entrar en calor al que lo probara.

No tenga prisa, gobernador. No dejaría, en conciencia, seguir su camino a un hombre cansado como usted en una noche tan fria como esta.

Parecía tentador, y aunque Danny Chang ya no estuviera en necesidad de descanso, comida o bebida, de alguna forma su alma debía no haberse enterado del todo bien, pues la oferta sonaba difícil de rechazar.

Venga, siéntese, y mañana seguirá caminando. O pasado... no hay nada que no pueda esperar. Al menos nada que valga la pena.

Insistente, el hombre ofrecía con la mano un taburete al lado del suyo, así como un segundo plato de comida que a saber de dónde había salido.

Vamos, patrón. Tengo un pastel de manzana para después. Ya verá qué maravilla.

Cuando Danny vio lo que aquel campesino le ofrecía, su cuerpo cansado de aquel loco viaje sintió ganas de aceptar, e inclusive sus piernas le empezaron a flaquear. ¿Por qué no quedarse?, se preguntó. ¿Qué tenía de malo? Aunque había ido a ese cementerio para arreglar las cuentas con su padrastro, al medio chino le parecía que no había nada de malo en quedarse allí un par de minutos, darle descanso a su alma y olvidarse por unos segundos de que estaba muerto...

Pero de repente le asaltó una idea a la cabeza Chang, y se puso en guardia. Con ojos escrutadores se disculpo con su anfitrión, y negando con la cabeza dijo lo siguiente:

Lo siento, mi buen señor, pero me temo que no podré quedarme. Estoy... estoy aquí para ver a una persona muy importante, y temo que si dejo que mi flaqueza me gane se habrá escapado de mis manos, y no lo permitiré, lo tengo muy cerca... De verdad lo siento, pero no puedo quedarme.

La voz de Chang temblaba un poco al hablar mientras que su cerebro muerto se afanaba en registrar todo lo que veía a su alrededor. Tenía miedo, miedo de lo que podía pasar si se quedaba allí otro minuto más. Sentía la presencia de Hudu Brown como si fuese una enfermedad que se adeñuará de su cuerpo, y aquello no le gustaba.

El viejo pareció desilusionado, e incluso airado con la respuesta del chino.

Vamos, capitán, ¿me va a hacer el feo?

Miraba de forma extraña a Danny, y parte de su amigable expresión iba desapareciendo poco a poco.

Descanse un rato, jefe. No le va a costar nada, y no le hará ningún mal.

Poco a poco iba volviéndose más vehemente al intentar convencer a Danny. Pronto hablaba casi a gritos.

El señor no comparte plato con un negro, ¿es eso? Un bandido bastardo es demasiado bueno para juntarse con un viejo esclavo negro.

A cada petición, Danny estaba más convencido de su negativa, y también de que algo raro pasaba. Eso solo parecía enfurecer más y más al tipo.

DESCANSE JEFE. QUÉDESE AQUÍ Y OLVIDE LO DEMÁS.

Para horror de Danny, el hombre estaba cambiando, y no para mejor. Parecía derrumbarse, como si su propio peso fuera demasiado para los huesos que lo sostenían, pero pronto pasó lo mismo con la piel, que colgaba cada vez más, e incluso con sus ropas. En unos instantes el viejo pareció estar derritiéndose, como si hubiera estado siempre hecho de cera. Un extremo de su cara se había desplomado mientras el otro lado continuaba en su sitio, lo que le daba un aspecto tétrico y asqueroso a partes iguales.

¡NO SE VAYA, HIJO DE MIL PADRES! COCHINO CUATRERO, ¡¡QUÉDATE AQUÍ Y DUERME!!

El silencio y la tensa apariencia de calma no regresó al cementerio hasta el momento en el que el viejo ya se había convertido en un charco de espesa agua marrón. El tipo se había licuado y ya no quedaba de él nada más identificable que la viscosa mancha en el suelo.

En ese momento, el silencio dejó oir el sonido de unos pasos apresurados - alguien corriendo - alejándose en el pasillo siguiente. Quien estuviera huyendo quedaba justo fuera de la vista de Danny, pero muy cerca.

Danny, quien ya estaba algo pertubado por lo que había observado, sintió bastante temor al ver que lo que en aquel viejo se había transformado; y cuando lo que parecía ser un señor de lo más bondadoso acabó derretido en el suelo tal cual un pedazo de hielo, el medio chino no pudo evitar volver a quedar rígido del susto.

Pero, aunque su ser estuviese paralizado del miedo, cuando escuchó los sonidos que se extendían por el lugar se puso en guardia. Chang se alejó de lo que hacia segundos había sido una buena imitación de una casa del horror, acercándose hasta donde pudiera oír el sonido de más cerca y por ende más claramente, pero intentando no delatarse. Mientras hacia aquello, el medio chino se había llevado una de sus manos al cinto, donde tenía sus armas, curioso de lo que se acercaba hasta allí.

Danny giró la esquina, descubriendo un pasillo que, para desgracia del que trataba de huir, no tenía salida.

El callejón cerrado en el que había desembocado el cementerio era una buena metáfora de la situación del hombre que, por fin, Danny Chang tenía ante él.

Hudu Brown levantó las palmas de las manos en gesto conciliador. Aunque no fuera a servir de mucho.

Vale, Dan, se me han acabado los trucos y este puñetero Limbo parece que juega en mi contra. Afrontemos esto como hombres, pero dale a tu viejo padre una oportunidad de recuperar el resuello antes de matarnos mutuamente.

Ciertamente la respiración de Brown parece agitada, sin duda por la huída desesperada y posiblemente por el esfuerzo necesario para ejercer su brujería. Lo único que podría contener la furia del bandido chino sería, más que los ruegos de su padrastro, la necesidad de obtener unas cuantas respuestas como por qué ese repentino empeño por matarle y qué había sido de sus hermanas y madre. Aún así, cualquier palabra saliendo de boca de ese hechicero de vudú parecía tener dobles intenciones, y el olor a trampa le mantenía en tensión.

Danny, quien se esperaba que quien producía los sonidos fuera otra de las criaturas de Brown, se quedó inmóvil durante unos segundos, como si le costará creer lo que sus ojos veían; pero cuando vio a su padrastro, tratando de recuperar el aliento, Chang recordó una vez más lo que le había traído hasta allí, y no fue nada lento para sacar su arma y apuntarla hacia el hechicero vudú, con una mirada cargada de odio y malicia.

Vaya, vaya, vaya. Como que se te acabaron los jueguitos, ¿no, mi querido Hudu? Pero tranquilo, yo sí que te tengo preparado otro, un juego de preguntas y respuestas, y como tú eres el anfitrión de este lugar, ¿qué te parece si empiezo yo? Haber, haber... qué era lo que tenía que preguntarte... ¡ah, ya me acuerdo! - la voz de Danny, sarcástica hasta el momento, se hizo aguda, molesta; a la vez que su dedo se aproximaba más al gatillo. - ¿Cuál es tu maldita insistencia en perseguirme y tu afán por matarme? ¿Es que me temes, a mí, al pobre Dan? - Las cejas de Chang se enarcaron antes de formular la siguiente pregunta: - Y algo más, ¿qué has hecho con mi madre y mis hermanas? ¿Dónde está mi familia, Hudu?

Chang acercó más su arma a la cabeza de su padrastro, y agregó con cierto tono burlón en la voz:

Más te vale que hables antes de que agotes mi paciencia, porque sino me veré obligado a matarte, cosa que creeme que no quiero hacer. Perderías tanto Hudu, empezando por tu presiosa vida, y sé que no quieres eso, mi buen amigo. 

Hudu respiraba agitadamente, las manos apoyadas en sus rodillas, soportando todo el peso de su espalda encorvada. Brown escuchaba con atención y en silencio todo lo que tenía que decir Danny. Recién terminó de hablar el chino, levantó la mano para indicarle que esperara un segundo, asintió incluso, mostrándose cooperador. Demostraba estar exhausto, rendido por este mundo hostil para él, y bien dispuesto a responder todas las preguntas.

No, no lo estaba. Parecía exhausto, y parecía cooperador, pero no eran apariencias casuales sino premeditadas. Danny Chang comenzaba a entender la farsa de su bien conocido padrastro, pero lo había entendido un pelín demasiado tarde, porque la sonrisa en la boca de Hudu ya no dejaba lugar a dudas. No tenía intención de responder a esas preguntas, salvo quizá en sus últimos estertores antes de morir. ¿Cuáles eran esas respuestas para que Brown tuviera tan pocas ganas de darle, incluso ahora? Lo que estaba claro era que tampoco iba a rendirse.

Ante los ojos sorprendidos de Danny Chang, su padrastro levantó el brazo rápidamente. La mano del chamán de vudú competía ahora en velocidad con el revólver de su hijo adoptivo.

Danny dibujó en su boca una mueca de rabia y desprecio. No esperaba que las cosas fueran tan fáciles con su padrastro, pero tampoco que le diera tantas vueltas a unas respuestas que pensaba que no tenía mayor importancia para Hudu. Pero el medio chino no había llegado hasta allí para reflexionar sobre la conducta del mago vudú; su mano se tenso alrededor de la culata de su pistola como si  así pudiera matar a Hudu más rápido.

Danny fue mucho más rápido que su padrastro. Vio en los ojos de Hudu el peligro, la maldad. Vio también que quizá no podría obtener respuestas de él. Al menos, no podía jugarse el cuello a esa carta. El revólver de Danny fue amartillado y apuntó apenas un latido antes de disparar. El disparo resonó cuando la mano de Brown acababa de concluir su movimiento ascendente, y el brazo del hechicero de vudú se quedó ahí quieto, como si el tiro le hubiera petrificado.

A decir verdad, no se veía herida en el cuerpo de Hudu, no caía sangre. La bala solo le había atravesado como si fuera un rayo de luz. Algo no era lo que parecía...

Danny escuchó un rugido parecido a la risa de Brown a su espalda. El verdadero Hudu estaba en otro lugar, y mientras la ilusión se había quedado congelada, ya inerte e imposible de ser creída, el chamán no se estaba quieto.

Hizo un único gesto cerrando el puño y susurró una palabra que sonó como a algún idioma africano. Danny sintió una fuerza apresarle, tratar de inmovilizarle y luego... nada. Sus brazos no pensaban detenerse, su cuerpo no se iba a quedar quieto cuando el descanso eterno estaba tan cerca. Tal vez en este mundo Danny pareciera demasiado fuerte como para ser atrapado por la potencia de la enorme mano invisible que quiso sujetarle pero... ¿tendría algo que ver la fuerza con los músculos en un lugar como este? El alma que había llegado hasta aquí, la determinación de Danny Chang Lee, era demasiado poderosa para un truco así.

Tendría al menos una docena de trucos preparados para una ocasión así, pero cuando Brown vio su irresistible presa espiritual ser desechada por Danny sin esfuerzo, su cara reflejó por primera vez miedo. Olvidando la ilusión mágica, el falso Hudu Brown, ahora el revólver le apuntaba directamente a él, y él brujo no acertaba a moverse.

Danny no se dejó amilanar por aquellos trucos de magia. En su mente sólo había un pensamiento, y su cuerpo entero se movía en son de él. No le importaba morir dos veces* con tal de que Hudu Brown pereciera con él.

Cuando se vio a sí mismo libre de una de las tretas de su padrastro, Chang se permitió una sonrisa sarcástica, y disparó su revólver sin más, mirando al hechicero de tal manera que si las miradas pudieran matar éste ya estuviera muerto.

El revólver resonó y Hudu se agarró las tripas. La bala se le había clavado en mitad del estómago y por la expresión de dolor bien podría parecer que la bala le estaba devorando por dentro. No es que no se lo mereciera, por supuesto. Un tiro así bien podía ser mortal, y Danny se preguntó si aquello era el final de su cacería. El malvado hechicero de vudú se retorcía como si agonizara, pero su rostro expresaba un odio que parecía lejos de una rendición.

Con su único ojo sano, Brown maldecía a su ahijado. De sus labios comenzaron a salir palabras oscuras de aquel extraño idioma, y a medida que su voz aumentaba de intensidad y la boca escupía los sonidos, algo comenzó a ocurrir.

Al principio no era identificable, pero pronto quedó claro que era un cambio físico en el cuerpo del brujo. Su piel cambiaba de color hacia un rojizo que recordaba a sangre recién derramada, y pronto su carne cambió de textura, volviéndose una especie de humo, una bruma o niebla sanguínea en la que podían verse los rostros de la gente muerta por la magia negra del hechicero. Tan solo la parte superior de su cuerpo, desde los hombros, conservaba la apariencia de ser física, y tenía un color verdoso de cadáver, más que el tono rojizo de la niebla que era el resto de su anatomía. El rostro de Brown se conservaba prácticamente igual: ese ojo blanquecino mirándole y el otro perpetuamente cerrado; sus dientes imperfectos o ausentes en una boca que olía a muerte; las mejillas huesudas, y esa expresión de estar muriéndose y riendo a la vez. Danny Chang acertó a hacer un disparo, pero la bala atravesó la bruma a la altura de la inexistente cadera y chocó contra una de las lápidas de detrás. Pronto el medio chino estuvo demasiado impresionado como para intentar explicar lo que estaba viendo. El terror existía también a este lado de la tumba, y Danny lo acababa de conocer. Lo sentía justo en estos momentos. El brazo derecho del engendro se alzó, pareciendo de repente material y cadavérico en lugar de etéreo, y una garra se clavó en el costado de Danny antes de que pudiera darse cuenta. El dolor hizo pensar al bandido chino que estaba vivo otra vez y siendo apuñalado, pero era evidente que esto no era cierto. La garra del monstruo en el que se había convertido Hudu Brown - merced a su magia negra - se estaba clavando en su alma. No solo podía matarle, desterrándole de este mundo tras la muerte, sino que en el proceso era capaz de hacerle experimentar una agonía. Aunque la visión fuera paralizante, la resolución de Danny se mantenía intacta, y sabía que la sensación de pavor y dolor terminaría cuando acabara con aquella masa cadavérica de niebla sangrienta que ahora era su padrastro. Su objetivo no había cambiado en lo más mínimo. Ya casi no le importaban las respuestas, y solo la muerte de ese malvado Bokor le traería paz.