Partida Rol por web

Tombstone: Dead Lands

Purgatorio

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30/04/2010, 00:30
Director

El Predicador abrió los ojos y se encontró en el mismo lugar; la misma posición. Seguía en Purgatory.

Aunque notaba la sangre resbalar por su pecho, no notaba dolor. Al menos, no de la forma que recordaba haber sentido en otras ocasiones. Las heridas le provocaban una desazón, una carga sobre su azotada mente y le servían como recuerdo de su propia mortalidad. Como recuerdo de que, quizá, ahora mismo estaba muerto. Los pensamientos le asaltaban raudos, sin ser invitados en su mente; los sentimientos llegaban muy lentamente, resistiéndose a identificarse como tales.

Miró a su alrededor y no vio señal del Soldado Manco. Notaba el peso de un revólver en su mano. Un revólver negro. Aunque no lo había mirado, ni iba a hacerlo, el Predicador sabía exactamente cómo era, y esto no le parecía en absoluto extraño. Ni pensaba en ello siquiera. Se sintió caminar por la calle principal de la ciudad y notó calor. Todos los edificios a su alrededor ardían. Incluso parte de la calzada estaba en llamas, como si el mismo suelo de arena tuviera algún combustible que mantuviera el fuego vivo.

Tampoco esto extrañó al Predicador, pues todo estaba como debía estar.

Sus ojos se posaron en otros ojos, y solo después de largo rato - o al menos eso le pareció - se dio cuenta de que en realidad no había ojos sino dos cuencas vacías. El cadáver de Hank Bully, al que nunca pudo salvar, yacía podrido y semidevorado. La culpa aguijoneó su corazón. Se descubrió pensando en rezar, como acto reflejo, pero por alguna razón le parecía fuera de lugar, y no lo hizo. Las heridas comenzaban a dolerle, quizá como penitencia por haber pensado en ellas.

Con una certeza que no admitía cuestión, ni necesitaba de razón, el Predicador sabía que todos sus compañeros estaban muertos. Todas y cada una de las personas que habían significado algo para él, estaban ahora muy lejos. Por sus pecados, el cura lidiaba con la Ciudad Fantasma muerta y vacía. Cada pensamiento era una tortura, y cada segundo pasaba lento como siglos.

Sin saber por qué, ni tampoco preguntárselo, el Predicador andó hacia el cementerio. Tenía que llegar hasta ese lugar.

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30/04/2010, 00:51
Director

Notas de juego

Reglas para el Purgatorio.

-Todos los posts estarán íntegramente en cursiva, y el tiempo verbal será en pasado.
-Siempre que te toque postear, serás dueño de las acciones del Predicador. Sin embargo, cualquiera de mis posts puede incluir tantas acciones de él como yo quiera, siendo tú un simple espectador de lo que hace el cura.
-Si superas con éxito tu estancia en el Purgatorio, el Predicador recuperará el sentido en la realidad, y puede que ganes algo por la experiencia vivida. Si el personaje muere en el Purgatorio, no morirá en la realidad, pero su recuperación estará en manos del master, y como mínimo ganarás alguna desventaja de por vida.
-Eso es todo. Simplemente intenta amoldarte a mi forma de narrar y a mis descripciones sobre el estado del Preacher.

¡Go!

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03/05/2010, 18:57
Predicador

Al Predicador le vino un recuerdo dentro de su ensoñación. Recordó que sus compañeros de diligencia no habían muerto. Estaban la mayoría heridos, si, pero habían sobrevivido y le esperaban en la estación.

Tenia que volver junto a ellos y decirles que él y Bully habían muerto, que no tenían que esperarles, pues no regresarían nunca. También tenia que decirles que el soldado manco le había vencido en un duelo a muerte, y que tuvieran cuidado con él, pues era muy peligroso y seguía estando suelto.

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03/05/2010, 20:30
Director

La confusa mente del Predicador empiezaba a decirle que algo holía mal, pero le espoleaba hacia sus obligaciones, antes de satisfacer la curiosidad por el cementerio. Él había traído a los viajeros hasta este pueblo en el que habían muerto... no, no había muerto, se recordó de nuevo. Tal vez Bully hubiera muerto, pero el cochero sabía bien lo que hacía, y era su trabajo. Dakota estaba moribundo la última vez que lo vio pero, de nuevo, el indio sabía bien en qué se había metido. No, quizá podría ser responsable de Boyle y de Eckhardt... tal vez incluso de Frank, pero por ahora ninguna muerte pesaba en su conciencia.

El camino se difuminó en su mente. Los alrededores se movieron un poco, y el campanario se alejó algo, pero solo como si fingieran quedar atrás. Sin ser capaz de describir los pasos que ha dado para llegar hasta allí, el Predicador se encontró en la estación. El último lugar donde había visto a sus amigos, y el lugar donde sabía que los encontraría. Un chillido agudo alertó al cura, y se encontró amartillando y disparando contra la silueta que se le acercaba.

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03/05/2010, 20:48
Inglés

¡Iiiiiiiiiiiih!

Soltaba el científico enarbolando en alto una hoja puntiaguda cuya empuñadura parece la de un bastón. El tiro del sacerdote le atravesó el pecho, y cayó como un peso muerto.

Stephen Boyle se desangraba boca abajo en la polvorienta tierra. El inglés aún dio unas patadas en el suelo antes de expirar.

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03/05/2010, 20:57
Director

Dakota estaba a pocos pasos en el lado derecho, junto a la locomotora. En su mano sostenía un tremendo Tomahawk ensangrentado, y miraba al Predicador con rabia en sus frias facciones.

Danny Chang tenía su sable en la mano izquierda, y la derecha se acercaba al revólver en su pistolera. Frank también parecía a punto de desenfundar, con la mirada de ojos azules clavada en el sacerdote.

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04/05/2010, 20:04
Predicador

¡Noooo!

El Predicador no llegó a hablar, pero sus pensamientos negaban lo que estaba sucediendo. No podía soportar la idea de acabar matando a los que habían pasado tantas penurias junto a él en ese lugar.

Ni sus compañeros podían ser los verdaderos, ni él tenia que ser él mismo. En ese momento solo quería salir corriendo y huir de aquel lugar. Aunque no tuviera un rumbo fijado, solo quería correr y correr sin parar.

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06/05/2010, 00:59
Medio chino

No te vayas, Padre.

El mestizo chino habló con expresión ausente y ojos tristes. El extraño sable que llevaba en su mano derecha ascendió hasta que su punta le tocó la barriga.

No nos vuelvas a dejar morir.

Dijo, y acto seguido desenfundó con su mano derecha y disparó un tiro contra el sacerdote. El Predicador no miraba hacia él, pero aún así notó la espada clavarse en el estómago de su amigo. El acero cortar las tripas y desgajar el abdomen.

- Tiradas (1)
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06/05/2010, 01:17
Vaquero

Mis amigos tienen una alta tasa de mortalidad.

El vaquero de ropas negras y frios ojos azules parecía decepcionado con la huida del Predicador. El ala de su sombrero bajó un poco y su mirada desapareció a la vez que el revólver se materializó en su mano. El cowboy disparó por la espalda al cura, igual que había disparado a aquel mexicano en La Jaula en Tombstone.

- Tiradas (5)
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06/05/2010, 01:26
Director

El Predicador cerró los ojos mientras corría para tratar de no ver los horrores que le asaltaban. Las imágenes de sus amigos muertos no desaparecían, por mucho que cerrara los ojos.

Incapaz de enfrentarse a sus compañeros para morir a sus manos o matarlos, trató por todos los medios de dejarlos atrás, pero el camino parecía transcurrir lentamente, no importa cuánta prisa se diera.

Notó sangre resbalando por su cintura hacia la pierna. Al menos una de las balas le había dado. Unos segundos después de que el vaquero le disparara escuchó una segunda detonación. El Predicador no necesitaba mirar al cadáver de Frank para saber quién había sido la víctima. Lo había visto en su mente, tan claro como si estuviera pasando ante sus ojos. El revólver amartillándose en la mano del cowboy y apuntando a su sien...

Lo siguiente que rompió el silencio fue un terrible aullido. Un grito de guerra apache que el sacerdote nunca habría esperado oir de la boca del civilizado y desapasionado Dakota. El Predicador se imaginaba ya al otro lado del pueblo, pero para su horror descubrió que apenas se había alejado veinte pasos de la estación, y el mestizo indio le seguía a la carrera con su tomahawk ondeando como una bandera.

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08/05/2010, 20:34
Predicador

El Predicador se detuvo en seco tras comprobar que por mucho que corriese las distancias físicas funcionaban a su antojo. Tuvo el tiempo suficiente para girarse y mirar fijamente al apache que le perseguía.

El daño ya estaba hecho, él ya estaba muerto, no le preocupaba su destino, y si el indio se quería quitar la vida después el sacerdote no podría hacer nada.

Se quedó quieto, mirando a Dakota con ojos tristes, esperando el golpe del Tomahawk y deseando que fuese el último.

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08/05/2010, 21:17
Director

El filo de piedra del hacha atravesó la piel del Predicador y fracturó sus huesos. El dolor era caliente y húmedo, como la sangre derramada, pero la sensación duró poco, y fue sustituida por unas caóticas imágenes que se sucedieron ante su asombro.

Dakota golpeaba rápidamente y con ferocidad, como un leñador talando un árbol, pero el blanco de sus impactos no era el cura, sino el indio mismo. El apache gritaba de rabia al no ser respondido en el ataque, desafiaba al Predicador con gritos y le insultaba, pero la pasividad del sacerdote solo conseguía exasperarlo más, y provocar nuevos golpes en ese cuerpo muerto que era ya Dakota.

La calle quedó vacía y solo entonces el Predicador se dio cuenta de que la torre de la iglesia - de repente cercana - marcaba las doce menos dos minutos. El revólver negro pesaba en su mano, y el sufrido pistolero se alegró, al menos, de no haberla usado contra sus compañeros. Ese arma de aspecto malvado y cañón retorcido era el motivo por el que estaba en este lugar, sabía que soltándola saldría de aquí, pero no era tan fácil. No era él quien debía desprenderse del objeto, sino su verdadero cuerpo, que quedaba atrás. En un lugar muy fuera de su alcance.

Mirando las agujas del reloj no moverse, el Predicador supo que llegaba tarde, y que tenía que olvidar a sus amigos muertos y hacer aquello para lo que había venido.

En su mente no había ninguna pista de para qué había venido, pero aún así se volvió a encontrar caminando hacia la iglesia.

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09/05/2010, 19:34
Predicador

El Predicador caminó hacia la iglesia sin volver a tener dudas en su mente. Lo que tenia que hacer, por desconocido que fuera, pasaba por llegar hasta ese lugar.
No había otros caminos ni otras oportunidades para cambiar su destino, por fin encontró la paz para encarar a lo que había en el cementerio
.

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10/05/2010, 16:26
Director

Los caminos del Señor son inescrutables.

El Predicador caminaba entre edificios en llamas, sintiéndose pasear por una avenida del mismo Infierno. Ante el cura se abría un pasaje entre el fuego, franqueándole el paso, como una retorcida imagen de Moises pasando entre las aguas.

Al fondo de la calle, la torre de la iglesia marcaba su destino. El Predicador avanzaba. La campana volvía a sonar, al mismo ritmo que sus pasos, o tal vez al ritmo de su corazón parado. La iglesia de Purgatory parecía acrecentarse conforme el Predicador se acercaba a ella, hasta el punto de parecer una catedral en lugar de una simple iglesia de pueblo. Las puertas estaban entreabiertas, y un rumor prolongado e ininteligible de voces que rezan o lamentan a partes iguales se arrastra como una neblina hacia el exterior.

En contraste con el calor exterior de Purgatory en llamas, un frío sepulcral recibió a James; un frío que entumecía los sentidos y conminaba al recogimiento y la introspección. La luz del interior no parecía venir de lugar alguno, ni los infames colores que poblaban el lugar de culto parecían verse reflejados en una decoración que parecía haber desaparecido.

En los bancos desalineados podían verse figuras vagamente familiares para el Predicador, con la cabeza baja mientras murmuraban al suelo, antes de notar que los miraban y girarse hacia su observador. El mexicano que fue abatido en el Saloon de Tombstone, con la piel grisácea por la falta de sangre. Los asaltantes del desierto, que habían usado una extraña máquina alimentada con Piedra Fantasma; en sus bocas la arena del desierto se había enganchado en la sangre reseca de sus labios.

El Predicador pasó en silencio entre los muertos, acercándose al altar. O donde debería estar el altar, con la representación de Cristo crucificado detrás. En su lugar había una caja alargada de piedra, abierta por arriba, y tras ella, oculta en la neblina oscura pero insinuada por la luz grisácea de la iglesia, la forma de un inmenso perro, sentado y expectante.

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11/05/2010, 15:22
Coyote

Al llegar a la altura del altar, una voz que aunque no conocida por el Predicador no le era del todo extraña le llegó del fondo de la iglesia, donde el hueco de una puerta vomitaba esporádicamente niebla y un olor a cieno removido.

...Te equivocas de sitio, viejo. En esta iglesia no vas a hacer misa. Tu lugar es aquí. Conmigo.

El metal de la Pistola Negra ardió en las manos del Predicador mientras se acercaba a la puerta del Cementerio, amenazando con lastimarle u obligarle a soltarla. Pero cuando cruzó el umbral, y distinguió a los cuatreros que emboscaron al grupo en Purgatory clavando palas en un fango negruzco en un fútil intento de abrir una tumba, no encontró ninguna pistola apuntándole. Eran seis, sus semblantes no parecían distintos de los que esperaban dentro de la iglesia, e ignoraron la presencia del curioso.

La voz que había sonado antes ahora volvió a hablar en el oido del Predicador, susurrándole desde atrás, mientras que un revólver tocó en un riñón del prelado.

Así. Vuelve a darme la espalda, como hiciste antes. ¿Lo has olvidado? Me abandonaste para que me devorara una aberración. ¿Ésa es la caridad que pregonas? ¿O el alzacuellos es sólo para que te fíen en el Saloon? ¡Camina!

Con un doloroso golpe con el cañón del revolver en el costado, el Coyote obligó al Predicador a caminar en el fango, donde ahora sí notó el peso del cuerpo. O tal vez fuera el peso de la culpa. Los cuatreros detuvieron su labor para recibir al séptimo integrante, pero no esbozaron sonrisa alguna.

¡No te gires! - Dijo irritado el Coyote.- Bastante bien sabes cuál es mi aspecto. Y por qué. Ahora que estamos todos aquí, es cuando podremos acabar. Se trata de completar las cosas ¿sabes, viejo? Teníamos que hacer una ronda, y no la acabamos por tu culpa. Y tú tenías que traer la paz al condenado Purgatory, y en lugar de eso te dedicaste a abrir puertas. ¿Era necesario abrir el Cementerio? ¿Y dejarlo abierto para que lo que nosotros nos habíamos esforzado en encerrar salga?

Un ruido de amartillamiento sonó, seco y apagado.

Nosotros ya pagamos por lo que hemos hecho. Ahora te toca a ti.

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12/05/2010, 16:03
Coyote

Los cuatreros miraron al Predicador desde las cuencas vacías de sus ojos, aprestando las palas como armas al tiempo que el Coyote levantó su arma dispuesto a matar de nuevo a su interlocutor. James pudo ver entonces cuál era el aspecto del cuatrero que sacó de la Casa del Enterrador.

Desde el cuello hasta la pierna derecha, la marca de un enorme mordisco mostraba las entrañas del Coyote. Los huesos amarillentos de su calavera se asomaban por la sien izquierda. El brazo izquierdo no era más que un muñón, arrancado por el codo, pero la mano derecha sostenía un revólver que apuntaba al Predicador.

Hora de ajustar cuentas, viejo.

- Tiradas (5)
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12/05/2010, 17:30
Director

El Predicador no pudo hacer otra cosa que escuchar el disparo y sentir la bala morderle. El disparo solo le había rozado, abriéndole una herida en el borde del costado, pero el dolor continuaba siendo real. La sangre resbaló, calentando su cadera, y el Coyote sonrió ante él, como si estuviera satisfecho con la pequeña muesca en el cura y esperara su reacción.

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12/05/2010, 21:09
Predicador

El Predicador había observado con estupefacción todo lo que sucedía a su alrededor desde que entró en la iglesia. Se mantuvo en una burbuja de perplejidad hasta que el encuentro con el coyote le volvió a traer a la semi-realidad en la que se encontraba. El dolor del disparo le hizo sentirse vivo de nuevo, aunque de una forma poco agradable. Sin embargo, la reacción del padre fue algo extraña, comenzó a reír a carcajadas cuando vio la cara de satisfacción de su agresor.

Jajajaja, ¿que es lo que estas tratando de hacer infeliz?, ¿cuantas veces pretendes matarme?. Todavía no se que es lo que hacíais tu y tus amigos en este pueblo, me lo ibas a contar cuando llegó el perrito que te hizo, ya sabes....eso. -El Predicador señalo con cierto desdén lo que quedaba del cuerpo del coyote, luego continuó hablando con una cara mas seria-.
Pero lo que se es que al mal no se le vence poniendo puertas o levantando paredes, solo se elimina arrancándolo de raíz. Es lo que estaba intentando hasta que perdí el duelo por las trampas del soldado manco, si tuviera una segunda oportunidad no la dejaría escapar. Pero supongo que a ti eso te da igual, lo único que quieres ahora mismo es matarme, pues bien, aquí estoy, hazlo rápido.

El Predicador levantó los brazos hasta ponerlos en cruz, sin tratar de usar el revólver negro que todavía permanecía anclado a su mano, a merced del coyote y sus compinches.

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12/05/2010, 21:33
Coyote

El momento en que el Predicador levantó los brazos fue cuando le tocó al Coyote quedarse estupefacto.

¿El soldado manco... haciendo trampas? ¡Realmente no te das cuenta de nada!

Un sonoro golpe metálico en la coronilla del Predicador le hizo caer de boca al fango, propinado por uno de los cuatreros. Tan pronto como se llenó la boca de lodo los bandidos apalizaron a James con patadas y golpes de pala. Sólo después de una eternidad de tormento, el Coyote se acercó al revólver negro aún asido por el Predicador, y cerró su mano sobre él.

Ni James ni el bandido esperaban que el revólver se encendiera en llamas, lastimando a ambos pero dejando la mano del espectro en carne viva.

¡Maldito trasto! Acercó su rostro cadavérico al del Predicador.

Mejor ahora, ¿verdad? No me extrañaría que el Soldado Manco te haya enviado a propósito aquí para que tengas tu segunda oportunidad. ¡Arriba!

Los cuatreros alzaron en vilo al Predicador y lo llevaron hasta una fosa, donde lo dejaron caer antes de empezar a tirar fango con las palas sobre el cuerpo. El Coyote escupía las palabras mientras sus compañeros se afanaban a enterrar a James.

Ya te he dicho que tu sitio es aquí, conmigo. Compartiremos para siempre este jodido cementerio, yo por no haber tenido valor para negarme a matar a la gente de Bronco Pueblo, y tú por tu jodida autocompasión y falta de caridad, Padre.

Con la última palabra del Coyote, la vista del Predicador se apagó por completo por el fango, aunque aún podía oir las voces de los cuatreros, a pesar que sólo conseguía distinguir la del Coyote.

¿Y quién cojones te ha dicho que el cura con espuelas te iba a dar descanso eterno? ¡Eso es falso! ¡La única verdad es que el Jefe vendrá a ver qué cojones pasa con el tesoro de la Casa del Enterrador, y ni siquiera muertos nos vamos a librar de lo que nos espera!

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12/05/2010, 23:50
Director

La tierra fria cubría el cuerpo del Predicador, pero el que una vez fue James Dunn no sentía peso. La tumba era una sábana oscura, y sus ropas se le antojaban una perfecta mortaja. Se sintió incapaz de resistirse, y supo que no debía hacerlo.

Con lentitud, los pensamientos desfilaban ante su mente, y el Predicador se sorprendía de los recuerdos reflotados y de las conclusiones que tomaba un cerebro que no parecía ser el suyo. Empezaba a entender que no estaba aquí a merced de las malas artes del un espectro, ni sufriendo la cólera de bandidos muertos. Estaba pagando por sus errores. Por sus fallos era condenado, y siete veces más le sería devuelto por sus pecados.

Había dejado morir al Coyote, devorado por una abominación que era en sí misma un insulto al altísimo. Miró hacia las fuerzas del Sabueso del Averno y vio una oportunidad de escapar. Le dio la espalda a aquel que tuvo menos suerte que él, y le dejó morir. Ni en un enemigo, ni en una alimaña como ese forajido, había sido una buena acción. El Señor le hacía pagar. La tierra húmeda y negra comenzaba a pesarle.

Había fallado a sus amigos. ¿Cuándo?¿Cómo? Las vidas de los viajeros dependían de su protección, pero él se había entretenido con otras cosas. Se separó para rescatar a Bully, pero acabó en un duelo con el Soldado Manco. Su orgullo no le permitió rechazar el desafío, y luchó. La valentía de arriesgar su vida se convirtió en pecado al ignorar que otros le necesitaban. No debería haber luchado. No esta vez. Dios así lo había dispuesto, y el castigo le reclamaba. La herida abierta que había provocado el disparo de Frank comenzó a provocar una agonía de dolor.

Las palabras del Coyote abrían otro tipo de heridas. ¿Sería verdad que parte de ese infierno en Purgatory lo había causado él? ¿había puertas que deberían haber quedado cerradas? El Predicador ahora se lamentaba de haber profanado el descanso del cementerio, y de haber cedido al empeño de sus amigos de entrar con armas en la iglesia. Sentía todo su cuerpo sufrir la agonía de mil muertes. Agonizaba sin morir.

Aquí, en Purgatory, se redimiría... o tendría su lugar en el Infierno.