Partida Rol por web

Esma trató de hablar con el guardia que sus captores habían apostado junto a la jaula. Zadia estaba jugando su papel, ahora sólo faltaba ver si el pez mordía el anzuelo... desde luego, Ösrik se sentía con fuerzas para partirle el pescuezo a ese lagarto, pero necesitaban que abriese la puerta, mientras tanto, muy poco podrían hacer.
Sabedor de lo inútil que resultaría una intervención por su parte en esos precisos momentos, el enano guardó silencio y dejó que su mente volase de nuevo hacia la joven Nariya, rogando para que estuviese bien.

Jarsen se queda a la expectativa.

En cuánto el hombre lagarto se hubo aproximado hacia la jaula de madera Esma sacó a relucir toda su gran carisma y habilidad para el dramatismo. Como si de una función teatral de bardos itinerantes se tratará, la muchacha de pelo azabache arrancó a llorar en una interpretación que hubiera conmovido hasta al espectador más exigente.

Cada nota de su timbre de voz sonó tan desesperada que consiguió que el reptiliano guardián se mostrará confundido ante las palabras de la muchacha. Este realizó un silbido agudo con sus dedos escamosos y al momento aparecieron dos hombres lagarto más. 

El hombre lagarto hizo traspasar la punta de la lanza a través de los barrotes de la jaula para que Esma se apartará y el grupo se situara en un rincón de la jaula opuesto al cuerpo fingidamente inconsciente de Zadia. El hombre lagarto extrajo un cuchillo con el que empezó a cortar las gruesas cuerdas de la improvisada cerradura hasta que pudo retirar dos barrotes que permitían el acceso y la salida. Los dos hombres lagarto que le acompañaban se dirigieron inmediatamente hacía el cuerpo de Zadia con ánimo de tomarlo.

Jarsen echa una mirada a los demás.

Jarsen intenta agarrar por detras el cuello del ultimo adversario.

Los malditos carceleros parecieron morder el anzuelo. Dos de ellos se aproximaron a Zadia y un tercero aguardaba en la entrada de la jaula.
Ösrik pudo ver como Jarsen se lanzaba a por uno de sus adversarios y él decidió hacer lo propio.
Cogiendo impulso, saltó con todas sus fuerzas con la firme intención de desequilibrar a otro de los saurios.

Tan pronto como los hombres lagarto entraron a la celda para tomar a la inconsciente Zadia, Jarsen y Ösrik saltaron sobre los dos guardias de forma sorpresiva con ánimo de derribarlos y agarrarlos.

El intento fue un fracaso estrepitoso, Jarsen trastabilló y cayó de bruces al suelo mientras que Ösrik descubrió que los hombres lagarto tenían una anatomía más musculosa de lo que creyó ya que cuando intento derribar a uno de los guardias este bloqueó el intento con ambos brazos sujetando de forma horizontal su lanza al tiempo que exclamaba un chillido en su lengua gutural en señal de alarma.

Entonces el caos se desató dentro de la jaula, los tres hombres lagarto asieron sus rudimentarias y afiladas lanzas hacía los prisioneros, dispuestos a ensartarlos y no permitir que escaparan de allí...

Jarsen se vio sorprendido por la velocidad de los hombres lagarto.

Entonces, de entre las sombras, surgió una furiosa sombra coronada de pelo rojizo que saltó sobre la espalda de uno de los lagartos con un brillante objeto en la mano. Era Nariya, que iba vestida tan solo con la fina camisa de lino, sin rastro alguno de su armadura. 

Sin embargo, pese a que había conseguido esquivar los lagartos y entrar en aquel lugar estaba completamente agotada, como mostraba sus ojeras. Había pasado toda la noche en movimiento y eso se notaba en sus habitualmente rápidos reflejos. Incluso habiendo  conseguido encaramarse sobre uno de los lagartos, la puñalada no rozó su dura piel. Pero, como de costumbre, aquel no era su único recurso. Un fardo voló hasta llegar a los prisioneros. Allí estaba  su armadura, su honda...y una espada con el símbolo de los templrios de Velex, con el símbolo rallado.

La pelirroja que se hacía la despistada en el suelo, contempló como todo el plan se fue al traste.tanto Jarsen como Osrik intentaron abalanzarse sobre el par de guardias que habían entrado de malas formas, pero sus empellones, no tuvieron el resultado esperado. 

Con rapidez se alzó. Tenían el combate muy cuesta arriba, pues no disponían de armas que blandir contra aquellos seres, pero cuando peor se ponía la cosa, la figura de Nay surgió de la nada. Una bolsa cayó a sus pies, En ella había una espada y una honda. Sin dudarlo, cogió el arma de proyectiles.

No estaba versada en su uso, pero la guerrera tenía buena puntería con todas las armas...

Valerian se había mostrado lento en el efecto inicial, pero ahora reaccionóm como un rayo, saltando sobre el hombre lagarto más cercano e intentando capturar su lanza para arrebatársela. Sus fuertes brazos asieron el mástil del arma e hizo fuierza para intentar arrancársela de las manos al reptil.

La chica se quedó paralizada ante la velocidad con la que se sucedían los acontecimientos. Estaban libres, teóricamente, pero completamente a merced de los hombres lagarto. Sin embargo, como si de un milagro de tratase, apareció la pícara de entre las sombras para brindarles una chispa de esperanza.

-¡Jarsen, Maese Ösrik! ¡La espada!- allí tirada se encontraba el arma, dispuesta a ser empuñada.

Esma no era luchadora, pero si la oportunidad se presentaba, se escabulliría de la jaula para brindarles apoyo... de alguna forma.

En un instante el caos se desató en el interior de la jaula. La aparición de Nariya desde la sombras intentando apuñalar a uno de los hombres lagarto sorprendió al agotado grupo de supervivientes de la Orden del Libro quienes ya se preguntaban acerca del posible paradero de la escurridiza ladrona, quién sin duda había sabido aprovechar la oscuridad de la noche para conseguir llegar hasta el lugar donde sus amigos y compañeros estaban cautivos por la matriarca hombre lagarto.

Valerian fue el primero en reaccionar, quién acometió contra uno de los guardias con una prodigiosa carga de fuerza intentando desarmarlo de su lanza. El guerrero se aferró con fuerza a la rudimentaria lanza del enemigo con las dos manos y tiró hacía sí sorprendiendo al hombre lagarto que no pudo evitar perder su arma. 

La pícara se soltó del cuello del lagarto, aprovechando la confusión de que había organizado. Durante unos segundos, pareció desaparecer, como el humo en una habitación ventilada mientras gateaba entre las piernas de aliados y enemigos. La algarabía, el ruido y la furia de los lagartos hizo que no fuesen conscientes de lo que estaba pasando hasta que se situó justo detrás del lagarto que estaba frente a Ösrik. El puñal voló hasta el muslo del lagarto pero, que no la hubiesen visto no significaba que no reaccionasen ante el resto. Un movimiento para esquivar al enano hizo que su puñal, en vez de morder la carne simplemente silbase en el aire, con la consecuente frustración de la muchacha.

Cuando Ösrik creía que ya estaba todo perdido tras su fracaso al intentar derribar a su oponente, Nariya surgió de la nada para prestarles la tan ansiada ayuda.
El enano soltó un grito ahogado de emoción y, con energías renovadas por el feliz encuentro, se lanzó contra el saurio que se había interpuesto entre la muchacha y él.
Apretando los dientes, canalizó toda la ira que sentía y descargó un fuerte puñetazo directo a la mandíbula del desgraciado reptil.

La arquera que había recogido la honda, aprovechó el revuelo para realizar una voltereta acrobática que le permitiera aprehender el mango de la espada corta de Nay y situarse a la espalda del hombre lagarto que forcejeaba con Valerian. Sin perder un segundo, y con su rodilla izquierda apoyada sobre el frío suelo de aquella celda ruinosa, lanzó una estocada al saurio...

Zadia se incorporó en cuánto los hombres lagarto entraron en la jaula gracias al engaño bien interpretado de la barda. Tras ello el combate se desató en el interior cuando los prisioneros se abalanzaron sobre sus captores.

La maga empezó a agitar los brazos como si amasara el aire y de pronto luces de energía azulada se arremolinaron en ellas dando forma a una especie de flecha que la maga impulsó con un gesto de mano en dirección a uno de los hombres lagarto.

La flecha mágica se clavó directamente en el torso del hombre lagarto al que Valerian había arrebatado la lanza, y sobre el que también habían caído los ataques de Ösrik y Espinela. 

Se escabulló de la pelea, evitando golpes y empujones. Su principal objetivo era poner a salvo a Maese Zadia, pero había olvidado que era una poderosa maga. Sabía cuidarse sola. Se alejó de la contienda, sientiéndose inútil por no poder apoyar a sus compañeros.

Pero, ¿habría sido capaz de apuntar al corazón del reptil con su ballesta? ¿Habría disparado?

-No puedo... Yo.. no, no quiero hacerle daño a nadie- negó con la cabeza.

Se sentía una carga. Era como una niña pequeña que sólo revoloteaba alrededor de los adultos, los que se encargaban de las cosas importantes y difíciles. Mientras acababan con el problema, ella permanecía en un rincón oscuro hasta que pasaba la tormenta. Si se caía, la recogían. Si su fuerza de voluntad se desmoronaba durante una masacre, la traían de vuelta a la vida.

-Algún día harás que te maten. O peor, que les maten a ellos.

Escuchó la voz en su cabeza, clara como el agua. Tenía razón. El castigo por ser débil, por ser cobarde, sería la muerte. Podría soportar su propio fallecimiento, pero no quería convertise en la causa de sus desgracias, el detonante de la trampa que cayese sobre las cabezas de aquellas personas tan valientes y maravillosas.

Esma se levantó decidida y se acercó al reptil que menos daños había sufrido. Se aclaró la garganta y le señaló con los dedos. La muchacha comenzó a cantar:

- Escucha mi voz, sigue mi triste melodía

Tan cansado del hastío de cada día,

Ruego a mi guerrero descanse su rabia

y elija el lecho por la lanza que asías.

La voz de Esma se elevó dulce y cautivadora en medio de la refriega. ¿Qué clase de secretos escondía aquella mujer de aspecto tan dulce y hermoso? Desde que los supervivientes de la Orden del Libro habían huído de las llamas y la muerte de Robleda la muchacha sólo había mostrado signos de debilidad y cierta dificultad para sobrevivir a entornos tan agresivos como el Gran Pantano, sin embargo junto a Zadia era la última de las eruditas con vida y era evidente que como tal era usuaria de los secretos mágicos con los que gozaban los extintos miembros de la orden.

Así pues, el cantó de la mujer pareció llamar la atención de uno de los hombres lagarto, quién pareció estremecerse como si tratará de resistirse a algo intangible. Sus ojos parecieron vibrar hasta que los cerró y los volvió a abrir. Entonces, como si hubiera despertado de un profundo sueño, el hombre lagarto corrió hacía Esma y se arrodillo ante ella deponiendo su lanza, esperando alguna clase de orden como si hubiese quedado totalmente hechizado por la mujer de pelo azabache. 

Mientras tanto, en el otro extremo de la jaula los otros dos hombres lagarto seguían enfrascados en la pelea. El hombre lagarto al que Valerian había arrebatado su lanza trató de golpearle con sus garras sin embargo el guerrero las rechazó fácilmente. El tercero de las criaturas se lanzó sobre Ösrik con su lanza clavándosela en el torso desnudo.