Partida Rol por web

Jack Chance mira a través de la ventanilla a un avión que maniobra camino de la pista de despegue. Otro vuelo que saldrá antes que ellos. Y eso que van con retraso.

Consulta su reloj mientras suspira resignado. No puede sentirse de mal humor. Quiere llegar a Chicago cuanto antes, pero parece que les va a tocar esperar. Jack entiende que no hay otro remedio, con lo de la conmemoración del 11-S y todo eso. Hoy hace diez años, y como en todas estas ocasiones siempre pondrán la seguridad nacional por encima de la comodidad de los ciudadanos. En fin, mientras no la pongan por encima de sus derechos civiles...

Quitándose las gafas de sol, se toca con la yema de los dedos el ojo hinchado. Aún duele. En cuanto despeguen y pasen las azafatas con el carrito, lo primero que va a hacer es pedirse un White Label con hielo. Espera que el whisky le calme los nervios y el hielo se lo pondrá sobre el ojo para rebajar la inflamación.

Su mirada se encuentra con el hombre gordo que se sienta junto al pasillo, dejando una plaza vacía entre ambos. El tipo asiente a modo de saludo y amaga una sonrisa. Jack responde con un quedo "Hola", que le suena demasiado forzado. Entonces recuerda lo de su ojo y vuelve a ponerse las gafas. Se gira de nuevo hacia la ventanilla. Espera que al hombre no le de por darle conversación. Lo que menos le apetece en el mundo es ponerse a explicar por qué lleva el ojo morado.

Pero no. El tipo parece dispuesto a echarse una siesta. Por lo menos se está colocando una almohada entorno al cuello. Jack vuelve a echarle un rápido vistazo. El gordo está prácticamente encajado en el asiento, lo que le hace pensar si le habrán obligado a comprar dos plazas debido a su obesidad.

En ese momento, los altavoces del interior del avión resuenan con la voz del comandante.

Buenos días señores pasajeros, les hablo desde la cabina de mando. Soy Jason Gates, su comandante durante este vuelo. Me acompaña el primer oficial Gary Benford, y los dos juntos vamos a llevarles hasta Chicago.

La duración del vuelo será de aproximadamente dos horas y media por lo que llegaremos a Chicago un poco después de las cuatro de la tarde. Llevamos un retraso acumulado de veinte minutos debido a temas de seguridad, pero despegaremos por fin en breves momentos. Hoy hace un día magnífico para volar y el tiempo en el resto del  país es similar al de aquí.

Dentro de unos momentos nuestro personal de cabina les hará unas demostraciones de seguridad muy importantes. Tanto si vuelan con frecuencia como si es su primer vuelo les ruego que presten atención a esta importante información.

Gracias y bienvenidos a bordo del United Airlines 333.

Dos horas después...

Te despiertas con un sobresalto. Estabas soñando con algo, pero el recuerdo se te escapa como arena entre los dedos. Te estiras en el asiento, notando un pinchazo en el cuello debido a haberte quedado dormido en mala postura.
¿Qué ocurre? Una mujer habla en voz alta unos asientos detrás tuyo, llamando a una azafata. Eso es lo que te ha despertado. No como al gordo del asiento de pasillo, que también está dormido, con la cabeza caida hacia un lado, vuelta hacia tí y con un hilillo de baba colgándole de los labios. Desagradable.

Consultas el reloj de pulsera. Las tres y media pasadas. Todavía falta media hora para llegar a Chicago. La mujer de atrás sigue gritando. Siempre tiene que haber una histérica. ¿Qué dice? ¿Algo de su marido?

Te levantas un poco en el asiento para mirar atrás. La mujer está en su asiento, de pie, sobre un hombre (supones que el marido) que parece derrumbado sobre el asiento. No le ves la cara, pero parece inconsciente. Por el pasillo central, desde la parte trasera del avión acude una azafata con el rostro alarmado, llega hasta la mujer y se agacha junto al asiento, tratando sin éxito de calmarla. Desde clase preferente acude otra azafata morena, debido al escándalo.

Oh, no. No me digas que al hombre le ha dado un infarto en pleno vuelo y ha muerto. Desde luego es lo que te faltaba para rematar este viaje...
 

Observo la situación, y vuelvo a sentarme ne mi asiento:

Jooooder, esto si que es mala suerte, ahora tendremos que aterrizar, y hasta que no vengan los médicos no podremos salir, y si es de algo raro, fijo que nos ponen en observación, con las mierdas estas que pasan en los vuelos, aún se creerán que se va a iniciar una pandemia. Vaya mierda. -sigo pensando- Y si es suicidio, peor aún, hasta que no venga el juez a levantar el cadáver, de aquí no se mueve ni cristo.

Paso ni de preguntar a ver que pasa.- Observo al tipo de mi lado:

No se como puede dormir este tío, con el gallinero que tenemos aquí detrás, voy a tener que pedir una palangana para las babas, vaya asco.

Me vuelvo a bajar las gafas de sol, y me giro hacia la ventanilla.

Te giras hacia la ventanilla y la abres para ver el cielo azul. Pero tu intento de evadirte no es más que un instante fugaz. La mujer sigue gritando que algo le pasa a su marido, un tal Henry. Piensas que ponerte los auriculares y escuchar música a todo volumen podría ayudarte a no soportar el escándalo cuando recuerdas que no llevas encima. Pero podrías pedirselos a una azafata.

Giras la cabeza para ver como la azafata morena que antes te ha traido el whisky llega hasta donde se encuentra la otra azafata y las dos conversan en voz baja. Tú no puedes evitar volver a mirar al gordo dormido con una mezcla de fascinación y asco. Está dejando el asiento central perdido de babas.

Mientras, por algunos asientos más adelante y en otros más atrás escuchas más voces. Alguien dice ser un doctor y se ofrece para ayudar. En el pasillo, la azafata morena que ha llegado de clase preferente se dirige con prisa hacia la parte trasera del avión mientras la que se ha quedado con el marido de la mujer histérica mira a su alrededor con el temor reflejado en los ojos.

En ese momento, el mundo se vuelve loco. Comienza con una sacudida que arranca gritos de los pasajeros y hace que algunos de los compartimentos del equipaje de mano se abran solos. Después la terrible sensación de caída que experimentas y el miedo al comprender que el avión está cayendo. No te das cuenta cuando comienzas a gritar.

Y mientras tanto, a un asiento de ti, el hombre gordo se bambolea con violencia a un lado y al otro, aun sin despertar, prácticamente derrumbado en su propio asiento.

Estoy sentado, intentando distraerme, pero no surge efecto, la mujer chillando, el gordo babeando, las turbulencias, los equipajes caYendo, esto sólo significa una cosa... vamos a morir.

Me intento acomodar en el asiento, me pongo las gafas de diadema, me giro y vuelvo a ver la babas, vuelvo a bajarme las gafas, me desabrocho el cinturón, he de salir de aquí.

Vuelvo a abrocharme el cinturón, me subo otra vez las gafas, la vieja que no para, los equipajes sin control, un sudor frío cae por mi frente, me vuelvo a poner las gafas y comienzo a rezar:

-Padre nuestro que estas en los cielo, vamos a morir, santificado sea tu nombre - me desabrocho el cinturón y me levanto las gafas-vamos a morir, ¡VAMOS A MORIR!

¡SOCOOOORROOOO EL AVIÓN CAE SIN CONTROOOOL, VAMOS A MORIR ESTRELLADOOOOS, EL GORDO QUE HAY A MI LADO ESTÁ MUEEEERTOOOO POR INDIGESTIÓN, NO PARA DE BABEAR BILIIIIS!

Me giro:

-¡CALLATE YA PUTA VIEJAAAA, VAMOS A MORIR TODOOOOS! -le doy un bofetón al gordo - ¡SOCORROOOO OXÍIIGENO, ME AHOGO EN ESTE PUTO ATAUD METÁLICO!, ¡UNA MUJEEER, QUIERO UNA MUJEEER ANTES DE MORIIIR! ¡AZAFATAAAA, TRAEME UNA BOTELLA DE WHISKY, Y NO TE VAYAS MUY LEJOOOOS!

¿United 333? Repite el controlador aéreo al micrófono mientras se ajusta mejor el auricular en la oreja, tratando de escuchar algo. Repita, por favor.

La sala del  Centro de Control de Tráfico Aéreo de Chicago es como siempre, una locura, está repleta de controladores frente a sus cónsolas, de supervisores de un lado a otro, todo el mundo transmitiendo órdenes y mensajes sin cesar. Pero uno de ellos se ha quedado mudo y un sudor frío le cubre la frente cuando ve en su pantalla iluminada por decenas de líneas y puntos luminosos como la altitud del avión desciende bruscamente.

Dios... Están cayendo a plomo...

Una brusca sacudida hace que debido a la inclinación caigas al asiento central, te golpees el codo con el reposabrazos y un estallido de dolor te haga soltar un nuevo insulto.

De pronto te das cuenta que estás cara a cara con el gordo babeante, ¡que se avalanza hacia tí! ¡Quiere matarte! Forcejeas con él sin ser consciente que úncamente se está cayendo hacia tu lado, pero para tí estáis luchando a muerte. Golpeas sus carnes fofas y a base de empujones logras echarlo para atrás, con lo que a tu vez ganas espacio para retroceder a tu asiento, el de la ventanilla, mientras no dejas de vigilar a tu obesa némesis carnosa, siempre al acecho.

Unos instantes después, o puede que hayan sido unos minutos, empiezas a ser consciente, primero, que las sacudidas han cesado y que el avión se ha estabilizado, y segundo, que respiras de forma entrecortada y tu pulso va a mil por hora. Comprendes que tienes que calmarte, que la crisis ha pasado y que, después de todo, quizás no vayas a morir.

Tu atención se vuelve a centrar en el asiento del pasillo, donde el pasajero obeso yace derrumbado, colapsado sobre sí mismo. Te das cuenta que el hombre está claramente inconsciente o que le ha dado algún tipo de ataque, ya que ni siquiera ha abierto los ojos. Como el tal Henry, el marido de la mujer gritona. Por primera vez pasa por tu cabeza el pensamiento de que quizás compartas fila con un cadáver.

En ese momento te miras las manos y sientes un asco tremendo. Están llenas de babas por tu "pelea" con el obeso.

Repíteme de nuevo lo que ha pasado. Dice el supervisor al controlador que permanece sentado frente a su pantalla. Alrededor suyo, varias personas más están presentes, todas con rostros marcados por la preocupación y la incredulidad.

El controlador suspira. Escuché algo extraño en la cabina. Gritos que no entendí. Después un ruido fuerte, como un disparo. Después el avión comenzó a perder altura a toda velocidad. Cayó aproximadamente mil pies antes de que la altitud se estabilizase.

El hombre mira al supervisor mientras mueve la cabeza, su rostro sigue cubierto de sudor y muy colorado. Desde entonces continúa su rumbo previsto, hacia O´Hare, y no responde a ninguna de mis llamadas.

Otro de los hombres reunidos asiente con gravedad y se dirige al supervisor. Parece tratarse de un secuestro. Tienes que llamar a las Fuerzas Aéreas.

El supervisor traga saliva ruidosamente y mueve la cabeza con gesto afirmativo mientras vuelve a su oficina donde coge el teléfono de sobremesa para hacer la llamada más difícil de su vida.
Avisar a las Fuerzas Aéreas que tienen un posible secuestro de un Boeing que llegará a Chicago en una media hora escasa. Hoy, diez años después del 11-S.

Sin duda eligió una mal día para dejar de fumar.

Después de otra fuerte turbulencia, el verraco cae encima mío.

Maldita sea su estampa, ahora me quiere dar el a mi.

Caigo en el asiento baboso, y noto todos sus fluidos calientes en mi mano.

-Aparta de aquí bicho - lo empujo con las piernas, pesa mucho, pero consigo separarlo de mi, cayendo el sobre su asiento, y yo en el hueco que queda entre el mio y el asiento de delante-

Comienzo a limpiar mi mano en el respaldo delantero, mientras me fijo en el.

Joder, pero si no reacciona a estímulos.

Lentamente, acerco una mano hacia su cuello, y clavo el dedo índice en este para verificar si tiene pulso.

-¡Un médico, azafata, a este señor le pasa algo! ¡socorro!

Con los dedos temblorosos tratas de tomar el pulso del obeso inconsciente a tu lado. Estás acostumbrado a tomarte el tuyo, pero tomarlo a otros no es tan fácil, sobre todo a una persona como esta, cuyas fofas carnes no ayudan precisamente a localizarlo. Sin embargo te parece captar algo, e incluso jurarías que tiene algo de respiración. Por favor, que no esté muerto. Por favor…

Tu grito de ayuda es respondido por una de las azafatas, la joven de aspecto árabe, que te mira con calma mientras te habla con voz serena:
Tranquilícese caballero. Ahora le traeré un whisky con hielo... No se preocupe.

Tú te has alzado en el asiento. La chica se ha acordado de lo del whisky que te sirvió antes, pero entonces caes en la cuenta que ella está haciendo su labor: decirte lo que sea necesario para que te mantengas en tu sitio.
Miras enderredor en busca de una ayuda más específica… pero la mayoría de los pasajeros permanecen derrumbados en sus asientos. Entonces, por primera vez, comprendes que lo que le sucede a tu obeso compañero de fila y al marido de la mujer gritona le sucede a la mayoría del pasaje.

La boca se te seca de pronto. Ahora sí que necesitarías un whisky. La botella entera, por favor.

Pero en ese momento algo sucede en el pasillo central. Algún otro pasajero llega desde la parte delantera y ¡golpea en la cara a la mujer rubia que estaba al lado de la azafata de más edad!
La joven mujer cae derrumbada en el pasillo. Por imposible que te parezca, el hombre lleva una pistola automática en la mano que ha usado como arma contundente contra la mujer.

Estás en medio de una pesadilla que cada vez se pone peor…

La azafata con aspecto de matrona solloza cuando el hombre la sujeta con un brazo alrededor del cuello y le planta el cañón de una automática contra la cabeza. El Terrorista muestra una sonrisa radiante, blanca. Sus ojos están muy abiertos. Su expresión es la de alguien iluminado, alguien que está en éxtasis, o la de alguien que está seriamente transtornado.

¡Todos quietos, cerdos! Grita con una voz que rebosa alegría, como si hacer esto fuera la culminación de su vida.

¡Estoy dispuesto a matar en nombre de Alá!

Observo la situación y pienso:

No me jodas, esto debe ser una puta broma, ¿qué hace ese tío con una pistola?, en todas las pelis que he visto, siempre dicen que no se puede disparar dentro de un avión.

Decido realizar una acción extraña, pero a la vez inteligente, cosa bastante extraña en mi.

Me siento en el asiento, muy despacito, y me bajo las gafas de sol, y acto seguido, me hago el dormido:

Joder, con la que he liado antes, espero que no se hayan fijado en mi lo suficiente, el tío ese está muy lejos, y puede que no se haya dado cuenta.

Comienzo a desabrocharme le cinturón muy despacito. Lo saco de todos los pasadores, y me lo abrocho por encima.

Hebilla, tu eres mi talismán, no me falles, igual te necesito. Por cierto, cerdo tu padre moraco, tu estás dispuesto a matar por Alá, y si yo puedo, lo intentaré evitar por mi huevos.

Espero a ver que es lo que pasa.

Por lo visto tienen contactos internos, ya que una azafata está hablando con el en su idioma, espero que no sea una chivata, si no, igual tengo que hacer algo con ella, que es la que se está moviendo todo el rato.

Las gafas de sol te permiten ver lo que está pasando sin que el hombre que ha tomado el avión sepa que estás despierto. O al menos eso esperas.

Mientras, las palabras de la azafata joven morena no parecen tener efecto en el Terrorista, ya que ahora la apunta a ella.
Por un segundo estás convencido que le va a disparar, y tensas inconscientemente el cinturón que tienes enrollado en las manos.

Tú me será útil, zorra infiel. Le oyes decir respecto a la chica, mientras exhalas aire al ver que deja de apuntarla, aunque te preguntas a qué se estará refiriendo con esas palabras…

El Terrorista lleva a la azafata casi a rastras hasta la zona de separación entre la clase económica y la preferente. Entonces retrocede un paso y clava el arma en la espalda de la mujer que, con el rostro bañado de lágrimas, suelta un corto grito que se transforma en sollozo.

¡¡Atención todos, escoria americana!! Brama ahora a gritos el árabe. ¡¡Que se ponga en pie el agente de seguridad que viaja en este vuelo!! ¡¡Tiene cinco putos segundos!!

Levanta la automática hasta situarla en la nuca de Lorraine, que continúa sollozando.

¡¡Uno!!
¡¡Dos!!
¡¡Tres!!

Interesante lo que está sucediendo, al parecer hay un agente de seguridad entre el pasaje, y está medio escondido como una rata. Espero que no sea tan burro de salir, ya que se lo van a cepillar a la de ya.

He de hacer algo, todos están demasiado lejos para poder acercarme y reducirlo. Esperaré a ver si sale el agente y lo arregla el, para eso debería estar, si se lo cepillan o pasa cualquier cosa, voy a tener que tomar cartas en el asunto, igualmente, me parece que nos quieren matar a todos.

Maldito gordo que está en medio y no me deja pasar.

¡¡Cuatro!!

Entonces resuena el disparo. Es un sonido terrible, que te hace saltar en el asiento debido a su fuerza.
La azafata cae a plomo hacia adelante. Detrás se yergue el Terrorista, con la automática levantada y el cañón echando humo. Su sonrisa extasiada permanece en su rostro.

Qué hijo de puta... piensas con odio, mientras por todo el avión, los pocos pasajeros que permanecen conscientes gritan, lloran o enmudecen. Tú mismo tienes que controlarte para resistir el impulso irracional de saltar de tu asiento y huir hacia la parte trasera del avión, como si al final hubiese una salida por la que escapar de esta pesadilla.

Pero no la hay, por lo que permaneces en tu sitio, tratando de mantenerte lo más quieto posible. Lo cierto es que, por un momento, de verdad creías que iba a aparecer un agente de seguridad (en tu imaginación tenía el aspecto de Jack Bauer, el de 24), que abatiría a tiros al Terrorista y que ahí terminaría todo. Títulos de crédito.

Otro trueno estalla, destrozando tu ensoñación. ¿Un nuevo disparo? Te aferras a los reposabrazos hasta que los nudillos se te ponen blancos, pero el Terrorista no ha disparado. De hecho, se gira hacia atrás, tan sorprendido como tú mismo del disparo.

El tiro se ha producido en la parte delantera del avión, en la clase preferente, y el Terrorista se mueve con rapidez hacia allí, pasando la cortina que separa ambas zonas y que te impide ver lo que ha sucedido...

-¿Pero que cojones está pasando?, ¿se han cargado a una tía allí delante?, esto se está yendo al garete, se acabó la racionalidad en este vuelo.

Observo la cortinilla que me separa del terrorista, y pienso.

He de acercarme lo antes posible, y esta parece que es mi ocasión.-me levanto para ver que asientos están libres-

Aprobecho que estoy en clase económica, pero con espacio extra, y comienzo a avanzar. Salgo de mi agujero pisoteando al gordo, y avanzo siempre cerca del asiento de pasillo que hay libre y con la mirada fija en la cortinilla. En cuanto vea un pequeño movimiento, pegaré un salto para meterme entre los asientos (tienen espacio extra, jejeje, y por lo que veo, hay bastantes huecos)

Intentaré, si lo consigo, llegar al asiento que hay en la diagonal inferior de Jeanette y su hijillo. Osea, cindco filas hacia delante, y una a la izquierday en el asiento del medio. Si no llego, dime donde me coloco, o hasta donde he llegado.

Centro de operaciones militares Northeast Air Defense (NEADS).

Estado de Nueva York.

¿Tienen nuestros cazas actualizado el plan de vuelo?

Si, señor. Responde el asistente militar a través del micrófono.

Adelante entonces. Ordena el comandante del centro de operaciones militares del Northeast Air Defence, mientras mira las enormes pantallas de la gran sala que muestran tanto los despliegues civiles como militares de esta área de los Estados Unidos.

El comandante recuerda con claridad el haber presenciado aquí mismo la misma situación hace diez años. Recuerda haberse sentido impotente. Pero ahora están preparados. La comunicación entre el centro de control aéreo de Chicago, la FAA y el NORAD ha sido prácticamente inmediata. Si realmente alguien ha secuestrado el United Airlines 333, ha elegido sin duda el día equivocado para hacerlo. Normalmente los cazas hubiesen tenido que despegar desde la base más cercana, pero al ser esta fecha en concreto, el 11 de Septiembre, ya tenían en vuelo a dos interceptores armados en el área de Chicago.

Se calcula que el tiempo hasta que el 757 sea interceptado será de entre 10 y 15 minutos, unos 5 o 10 minutos antes de que el avión llegue a las inmediaciones de la ciudad.

En ese momento los cazas estarán preparados para ejecutar la orden. Una orden que sólo puede tomar una persona: el Comandante en Jefe y Presidente de los Estados Unidos: Barack Obama.

Prácticamente tienes que saltar por encima del obeso que te bloquea la salida al pasillo. Y lo haces lentamente, demasiado lentamente. Sientes tus músculos agarrotados y estás sudando debido a la tensión. Si el Terrorista apareciera de pronto ahora y te viese…

Sin embargo sabes que debes hacer algo. Tienes que hacerlo. Con un ultimo esfuerzo, logras salir al pasillo, y miras hacia delante. No hay rastro del hombre armado. Más adelante sólo está la azafata morena junto a otro hombre y sobre el cadáver de la otra mujer.

Lanzas un suspiro de alivio y te agachas para avanzar rápidamente, sin dejar de vigilar la cortinilla de separación que da a primera clase. Sabes que en cualquier momento el Terrorista volverá aquí. No se arriesgará a dejar sólo al pasaje, por pocos que seáis los que permanezcáis conscientes.

Te encuentras avanzando por el pasillo central cuando un sonido llama tu atención de uno de los asientos del lado derecho, donde, junto a la ventanilla, se sienta un hombre mayor, calvo y de pelo y barba blanca, que te mira con fijeza.

Hijo… Susurra cuando pasas a su lado. Avísame si quieres que te ayude…

Tú asientes sin dejar de moverte. El hombre es viejo, pero la expresión de su rostro te dice que está decidido a hacer algo. Además, te ha parecido ver que sostenía un bastón tipo ortopédico entre sus arrugadas manos.