Partida Rol por web

Turno 609

Por fin se detienen. Oin mira en derredor mientras mueve los dedos entumecidos dentro de las pesadas botas. "Servirá"  piensa al ver el lugar. Al escuchar la voz del mediano, le parece una idea sensata. Asiente con un gruñido, y  a pesar del cansancio, empieza a buscar ramas largas con las cuales taparlo. Está muy cansado pero no es momento para ser un blandengue.

Finalmente, mira hacia los caballos de los caídos. Es la hora de sepultar a los valientes. Se dirige a Groal. 

- Hombre-Oso, Oin ayuda necesita... tercos animales los caballos son... los cuerpos deben ser sepultados... - le comenta indicándole que le ayude a bajar los cuerpos de los animales. 

Los valientes, deberán ser enterrados bajo un lecho de piedras para evitar las alimañas. Los enemigos, entregados al bosque y sus animales...

Turno 609

- Gelion, hemos de ajustar bien los turnos, hemos sufrido unas importantes bajas - dijo pensativo Gallindum. - Arlan e Ilidan haran el primer turno. Yo mismo y Bolgo el segundo. Draupner y Groal haran el tercer turno. Oin y Gelion el ultimo - dijo decidido, ya lo tenia pensado.

- Arlan e Ilidan, pro favor echad un buen vistazo a los alrededores, sobre todo al interior del bosque, no quiero sorpresas. - les dijo a los dos.

- Durante las guardias estad muy atentos, sobre todo al noroeste, si vienen jinetes debemos adentrarnos en el bosque, aunque eso suponga deshacernos del carro. Tendremos que escondernos.

- Amanecera en un par de horas, y entonces sera mas facil vernos, si Bolgo, taparemos el carromato para que no lo vena desde lejos. - dijo Gallindum al mendiano. 

- Un ultimo esfuerzo, durante toda la mañana descansaremos, lo necesitamos. - las guardias durarian hasta la hora de la comida.

Turno 609

- Si Oin, te ayudare, mas no tememos pala, tendremos sencillamente que cubrirlos, como bien dices. - El giganton comenzo a bajar los cadaveres, despues buscarian piedras. 

- Algo de ayuda nos vendria bien - dijo mirando al resto. - hay que buscar piedras grandes

Turno 609

Agotado, extenuado, derrotado, abatido, dolorido... Muchas eran las cosas que Fréagulf podía decir sobre su estado en aquellos momentos. Se encontraba peor que cuando sufrió el hachazo en la cabeza que le dejó con aquella fea cicatriz que le surcaba el rostro y partía en dos su nariz.

En aquella ocasión fue un Sagath. Tal vez su destino era escapar de la muerte una y otra vez e ir ganando feas cicatrices como recuerdo de las veces que la había eludido. Mientras cabalgaba junto a Chaka por el Men-i-arraw (si aquella forma de ir sobre el caballo se le podía llamar cabalgar...) recordaba lo que había sucedido aquel día. Era de sus primeras misiones como explorador en Burh Ailgra, tenían que comprobar si los sagath habían llegado hasta una mina y él junto a dos compañeros fueron emboscados en un pequeño bosque cercano a aquel lugar. Ulfer se agitó, y se elevó sobre sus cuartos traseros mientras él intentaba controlarlo para poder desenvainar la espada. Entonces fue como si algo le llamara, alzó la cabeza hacía el frente y vió como un oriental le lanzaba el hacha, iba directa hacía él, creyó que no le daría, que fallaría por poco. Sintió el golpe, o eso cree. Realmente no recordaba nada más a partir de aquello. Lo siguiente que supo fue que se encontraba tirado en el suelo. Le daban por muerto, pero Fréagulf era duro de roer. Logró ponerse en pie y ayudó a repeler el ataque aun con la cara sangrando y aquella fea herida.

El yelmo le había salvado la vida en aquella ocasión, dejándole un feo recuerdo en el rostro, y ahora había sido el oriental tuerto. Por el momento salvaba su vida, pero estaba tan débil que apenas podía montar. Aguantaba sobre el caballo lo justo para indicarle a Chaka por donde debían ir para llegar al pinar.

Cuando llegaron al pinar, Fréagulf se sintió aliviado. Le sugirió a Chaka la idea de meterse en un arroyo y salir varios metros corriente arriba para que perdieran su rastro si los seguían. Hubiera intentado más cosas para asegurarse de que realmente no eran seguidos por nadie, pero se encontraba demasiado débil para pensar nada y menos para intentarlo. Finalmente requirió de la ayuda del oriental para apearse del caballo y cuando lo hizo estaba más agotado que jamás en toda su vida. Cuando se sentaron a descansar no tardo en caer rendido y se quedó profundamente dormido.

Turno 609

De su ruta de exploración a caballo, nada encontró durante el camino, ni rastros en el terreno ni avistamiento de persona alguna, y así se lo comunicó a Gallindum cuando volvió a unirse a la caravana. En cuanto llegaron a la linde del bosque, el enano rehizo las guardias dado los percances en forma de muerte que se habían producido el último día.

Ahora debían de darles una digna sepultura, y al numenoreano le hubiera gustado contribuir en ella, más dado que su tarea de exploración de los alrededores del campamento era de máxima prioridad e importancia, debería conformarse en asistir a la colocación de la última piedra y más tarde rezar junto a sus lechos para rogar que su viaje hasta la Estancia de Mandos fuera bien.

Junto a Arlan se adentro en el bosque primero, ya que era la zona de donde más peligros podían venir y más difícil podían ser descubiertos, y además por donde deberían huir si venían enemigos por la llanura.

Turno 609

Con su espada desenvainada, Ilidan fue cada vez alejándose más del campamento, no sin antes haber revisado la zona anterior de la posibilidad de haber un peligro actual, o alguno pasado, del que se pudiera descubrir su rastro por las señales dejadas en troncos, ramas, ... De todas formas, y aunque eran dos, por lo que podrían haber acelerado el proceso de exploración, Arlan e Ilidan nunca se alejaban lo suficiente como para perderse de vista.

Turno 609

El enano anduvo en silencio el trayecto que les separaba hasta la arboleda. No habian tenido que combatir pero aquello no significaba que no tuvieran que hacerlo en breve. Solo un milagro haría que un explorador no viera aquellas huellas o que fueran lo suficientemente incautos como para llegar hasta ellos antes de comunicar su descubrimiento.

Cuando por fin consiguieron llegar al lindero, ayudó a ocultar el carromato lo mejor posible. Ahí sí que podía echar alguna mano. Debían meter la galera entre los árboles pero por un punto en el que fuera sencillo volver a salir de la arboleda o tomar la ruta de escape hacia el interior, además debián romper la silueta del carro, fácilmente localizable desde la lejanía. No bastaba con cubrirlo, sino que había que colocar ramas y trozos de barro de tal modo que se quebraran las aristas y la figura geométrica para que pasara desapercibido a miradas casuales.

Una vez terminado con eso echó una mano a Oín y a Groal con la recogida de piedras para dar sepultura a los cuerpos. Tras ello, se tumbó en su manta y se dispuso a descansar con las armas cerca y listas para la batalla.

Turno 609 (II)

Al ver que sus compañeros se disponían a enterrar a Elendur y Valdir Gelion se volvió a levantar y atendió al entierro.

Sólo pudo decir unas palabras ante los cuerpos de aquellos valientes.

En la tierra de Aulé germinasteis como bellos brotes y crecisteis fuertes al beber del agua de Yavanna, ojalá las flores de Vána crezcan fuertes en vuestros túmulos y Tulkas os reciba con su estridente risa por lo que sóis, unos valientes.

Y llorando se arrodilló, comenzando a rezar en Nahaiduk, su lengua materna, que guardaba para las risas y los llantos. Y aquí quedó la historia de Elendur de Gondor y Valdir de la Marca de los Jinetes.

TURNO 609:

Aunque débil, casi al borde del desmayo, el ailgratha le indicó a Chaka el camino a seguir. - "Por lo menos vamos en dirección oeste; y eso me acerca a Burh Ailgra, aunque también a los sagath." - pensaba el tuerto mientras, cada pocos metros, se cercioraba de que el éothéod continuaba encima de su montura. 

Por suerte el caballo del casi inconsciente hombre se había dado cuenta mejor que nadie de la situación y, en todo momento, se aseguró de que nada provocase la caída del jinete. - "Si no fuese por este animal ni siquiera las cuerdas serían capaces de mantener a Fréagulf en la silla. Ya habría caído y, seguramente, muerto por el impacto con el suelo."  

Puede que no fuese médico pero estaba seguro que a su acompañante apenas le quedaba sangre en las venas. Cualquier imprevisto acabaría con su vida en pocos segundos. 

Por suerte, al menos por el momento, nada sucedió en el tiempo que tardaron en llegar a aquel pinar supuestamente seguro. Chaka se sintió tentado, por el camino, de presionar a Frëagulf para que este mandara ya mismo la paloma pero enseguida se dio cuenta de que no serviría de nada. Solo le quedaba aquella opción, y como tal, iba a hacer todo lo que estaba en su mano para mantenerla. Byambyn no se le iba  escapar, aunque para ello tuviese que escalar con las manos desnudas la mismísima Torre de Ecthelion  de Minas Tirith y cagarse en lo más alto de la misma.

Después de cuatro horas de tensión, vigilando constantemente alrededor, temeroso de que en cualquier instante los aisdragas les emboscaran y acabaran con sus vidas, llegaron al pinar. - "Por lo menos es espeso y de difícil acceso" - pensó mientras se internaban en él.

Realmente era trabajoso avanzar a caballo por debajo de los bajos pinos que crecían por doquier, pero no quedaba opción, por lo menos para Fréagulf. Chaka, en cambio, si decidió desmontar y continuar a pie. De ese modo le sería más fácil encontrar los mejores pasos, y también vigilar a su compañero. 

Cuando ya estaban en lo más profundo del bosque el éothéod, que ya conocía la zona, sugirió seguir por el lecho de un arroyo escasamente caudaloso que descendía de las cercanas montañas. Tenía que reconocer que aquello era una idea excelente, a la vez que fácil de llevar a cabo, para borrar rastros.

Al final, cuando la negra noche empezaba a desvanecerse a consecuencia de un sol próximo a su salida, encontraron un buen lugar para descansar. Desprovisto de árboles y vegetación frondosa, un pequeño claro cerca del arroyo, era a lo único que podían aspirar en aquel momento. Fréagulf, aún con la ayuda de su caballo, estaba a punto de caer redondo y él no se encontraba mucho mejor. Estaba tan cansado que la herida del ojo era lo que menos le dolía así que, después de ayudar al ailgratha a descabalgar, ató los caballo y se sentó un momento. 

A su lado, su compañero había caído en un profundo sueño y enseguida notó de que si no se levantaba él acabaría igual. Sintió la tentación de abandonarse para entrar, rápidamente, en el mundo onírico. Sabía que allí nada de lo que sentía en aquel instante podía seguirle, pero Chaka estaba demasiado acostumbrado a dormir a la intemperie y jamás subestimaba ninguno de los peligros que aquella práctica suponía. Por eso, en vez de rendirse, se levantó de nuevo y fue a buscar la cuerda que colgaba en el flanco de su caballo. Una vez la tuvo se dirigió al caballo de Fréagulf para vez si allí también había. Aunque la suya era suficiente para delimitar la zona del claro en el que se encontraban no estaría de más poder trazar un perímetro mayor para tener más tiempo de reacción en caso de ser necesario. Además, de ese modo, podría esconder la cuerda en la frondosa vegetación que crecía unos metros más allá de donde se encontraba con mayor facilidad. 

Así que, usando la cuerda que tenía a su disposición trazó un perímetro alrededor de ellos, pasándola por las ramas más bajas, más o menos a un palmo del suelo, de las plantas y arbustos que crecían en el sotobosque y disimulándola con la vegetación que tenía a su disposición. Finalmente ató cada uno de los extremos a los estribos de metal que, previamente, había desmontado de las sillas de montar, y los dejó en equilibrio sobre sendos montones de piedra que había colocado justo al lado de donde pensaba dormir. De ese modo, si alguien se acercaba, tropezaría con la cuerda y la tensaría, tirando los estribos que, con su ruido, le despertarían al momento.

Una vez asegurada la zona debía limpiar la herida de Fréagulf, cambiarle el emplasto de aloe y hacerle comer un poco; si no podía comida, al menos si otra de las hierbas que había encontrado en el oriental muerto. Las dos primeras acciones serían más fáciles ya que, dormido como estaba el ailgratha, sería sencillo trabajar sobre su brazo. La tercera de ellas sería más complicada pues requería de la colaboración del herido. No obstante esperaba que, al menos mecánicamente, este fuese capaz de ingerir un poco de agua y la hoja que, posiblemente, podría alargarle la vida; o incluso salvársela.

Al acabar con todo aquello se centraría en él. Aprovechando que tenía el arroyo cerca, se bañaría para quitarse la sangre  y la mugre que llevaba pegadas así como para limpiar las heridas de su cuerpo. Cambiaría la venda de su ojo utilizando, si era necesario, tela de la camisa de Fréagulf, y aprovecharía para colocarse un poco del aloe que había usado con el éothéod. Sabía que aquello le ayudaría a mantener la cavidad ocular en buen estado. Le hubiese gustado ponerse más aloe en las heridas de la espalda, así como un emplasto con la última de las hierbas que le quedaba, pero era imposible hacerlo solo así que debía conformarse, simplemente, con el baño. 

Después comería todo lo que su cuerpo le permitiese, y se hidrataría; lo necesitaba. Llenaría todas las cantimploras de nuevo y, seguidamente, se colocaría justo entre los montones de piedra donde descansaba la improvisada alarma que había ingeniado. Finalmente se echaría a dormir, con la lanza siempre a su alcance, ya que sabía era lo que mejor le iba a ir a su maltrecho y cansado cuerpo. Cuando abriera el ojo de nuevo ya tendría tiempo de exigir el pago por sus esfuerzos. 

RESOLUCION TURNO 609

Exhaustos, esa era la palabra para definir el estado de los dos hombres. Freagulf por las heridas recibidas, varios cortes que casi acaban con su vida. De no ser por el recientemente conocido Chaka, sin duda estaria criando malvas. Ahora recien llegados a un lugar seguro, o al menos todo lo seguro que pudieron encontrar, ambos estaban en el suelo. Tras unos minutos, algo menos de media hora hasta recuperar el resuello perdido, ambos estubieron sentados, de espaldas a un arbol, sin hablar, en una continua somnolencia. Temudyin estaba agotado, agotado por todo lo ocurrido en las ultimas horas, su huida, salvar al ailgratha, cabalgar hasta el bosque… Si, tambien estaba herido, pero sobre todo derrengado fisicamente.

El tuerto se espabilo, a sabiendas de que no era aun el momento de dejarse arrastrar por los sueños y visiones del mismisimo Irmo. Tenia que hacer, y debia hacerlo antes de caer rendido. Hizo masticar una hoja a Freagulf, era Draaf, de inmediato el ailgratha se sintio mejor, solo tuvo que masticarla un largo rato y tragar la pasta que habia hecho. Despues este se quedo dormido tal y como estaba. Temudyin lo estiro en el suelo y fue a lavarse al riachuelo. Alli se desprendio de sangre seca, barro y mugre. Mas limpio ahora saco la ultima dosis de Aloe que tenia. Se trataba de una jugosa base de uno de los tallos de la planta. Comenzo a machacarla contra una roca hasta que la sabia de la planta habia formado un emplaste con la parte externa, machada. Entonces cambio sus vendajes, poniendo especial atención a su ojo, o mejor dicho a la ausencia de este. Se aplico un poco a Aloe por la parte interna de la cuenca ocular, le dolia horrores, era muy reciente. Solo aplico un poco del emplaste en su herida, dejando una buena cantidad para Freagulf. Cuando el supuesto oriental; por sus modos y aspecto lo parecia, si bien sus rasgos delataban que no lo era; termino con sus cuidados, aplico el resto del aloe en las heridas del ya dormido explorador.

Habia una ultima cosa que hacer, a ojos de Temudyin. Busco cuerda, y encontro, ademas de la que se habia agenciado del aisdrag, un rollo en el caballo de Freagulf, de ese modo dispondria de al menos treinta metros de esta. Con cuidado fue describiendo un circulo amplio con un diametro de poco mas de ocho metros. Eso le daria el suficiente tiempo a los hombres, como para reaccionar si alguien activaba esa especie de trampa. Consistia en un circulo de cuerda, debidamente ocultado bajo los helechos, matorrales y demas vegetación que abundantemente crecia bajo los pinos. En el lugar donde ambos extremos se encontraban, una de la puntas iba directa hasta los hombres. Al final de esta, Temudyin habia construido con los estribos de su montura y unas piedras una improvisada “campana”. Si alguien tocaba la cuerda, sencillamente el estribo  caeria y haria un ruido metalico al chocar contra las piedras. Era basico pero efectivo.

Ya con todo preparado Chaka se dispuso a descansar. Se coloco tumbado, junto al monton de piedras que conformaban la alarma que acababa de crear. No la habia probado, pero estaba seguro de que funcionaria. Se recosto y se dejo vencer por el sueño, cerrando lo ojos lentamente.

Ambos hombres dormian apaciblemente, el sol saldria en breves momentos, pero no les habia importado, estaban cansados.

La noche habia sido clara mas alla de las copas de los pinos. Fue una noche fria, especialmente fria, mucho mas que noches anteriores. No hubo ni una sola nube y de no ser por el follaje, las ramas y el calor desprendido por la apretada vegetación a ras de suelo la helada hubiera sido historica. Alli tirados, dormian profundamente, tanto que de no ser por que sus pechos se movian cualquiera hubiera dicho que estaban muertos. Asi pasaron las horas, el dia avanzaba. No habian encendido fuego alguno para resguardarse del frio, y no hizo del todo falta dado que el sol salio después de dormirse, comenzando a calentar el ambiente. Alli dentro en el bosque ese calor tardo un poco mas en llegar.

No sabian el tiempo que habia pasado cuando abrieron los ojos. Primero lo hizo Freagulf, que cuando se levanto fue a beber algo de agua fresca del arroyo antes de despertar a su compañero. Al hacerlo se dio cuenta de que era de noche. Rapidamente fue a despertar a Temudyin que, sobresaltado, echo mano a su lanza, por suerte reconocio al ailgratha y no lo atraveso con ella.

Si, era de noche, oscura, sin nubes al igual que la anterior y tan fria como ella. Solo que esta vez estaban despiertos. Debian haber dormido al menos durante todo el dia entero, no sabian cuanto hacia que habia anochecido y por ello era dificil calcular las horas de descanso, pero eran mas de doce, era lo unico seguro. Sobresaltados y bastanto enojados con ellos mismos ambos hombres se espabilaron y se incorporaron. ¿Y ahora que?.

A Freagulf le habia sentado estupendamente el descanso, eso junto con los cuidados del pseudo-asidrag que lo acompañaba habian hecho recuperar la mayor parte de la fuerzas. Las heridas parecian querer cicatrizarse ya, tal era el poder del aloe. Temudyin por su parte habia notado como su ojo le escocia mucho menos.

Clonk, clink clank. El estibo cayo a espaldas de los hombres. Temudyin se puso tenso, Freagulf no sabia lo que ocurria, pues no tenia ni idea del artiugio. ¿Cómo podian haber dormido tanto?

RESOLUCION TURNO 609

El viaje habia reslutado abrumador, silencioso y envuelto en un mannto de dolor, dolor por la perdida de sus amigos. Algunos trataban de mantenerse ocupados, como Bolgo, al que la tarea de conducir el carromato le sirvio de distracción. En cuanto llegaron al linde del bosque todos se pusieron manos a la obra. Gelion estaba especialmente agotado, para el todo el camino le estaba resultando demasiado apresurado, no era hombre de grandes distancias, ni prisas, aun asi no retraso el grupo. Gallindum habia dispuesto las guardias, Gelion fue el que pregunto primero como las harian a partir de ahora. El enano ya lo tenia pensado. Un enano con un compañero en cada turno. Ilidan y Arlan primero, tras reconocer los alrededores. El mismo y Bolgo harian la segunda. La tercera correria a cargo de Draupner y Groal para dejar la tercera a Oin y Gelion. Dejaba a Marga tranquila para los cuidados de Briniel. Despues se pusieron a trabajar.

Bolgo y Draupner se dispusieron a esconder el carromato. Para ello juntaron, con la ayuda de Coralak y el propio Gallindum, ramas grandes, barro, hojas y piedras. Draupner sabia que no bastaba con tapar el carro, habia que desdibujar su silueta, mimetizandolo con los pinos de alrededor. Unas ramas imitando los pinos, barro para romper visualmente las aristas, y piedras y hojas en la base para asemejar los obstáculos del suelo y esconder la forma de las ruedas.

Por otro lado Marga, Oin, Groal y, mas lentamente por su agotamiento, Gelion se encargaron de los cuerpos de Elendur y Valdir. Juntaron muchas piedras, planas, redondas, de formas extrañas, grandes, mas pequeñas… Todas fueron apiladas en junto a un pino centenario, a juzgar por el volumen y grosor de su tronco. Despues pusieron ambos cuerpos paralelos con sus efectos personales, al menos los que llevaban encima, con ellos. Despues entre rabia y dolor fueron colocando una piedra tras otra hasta cubrir por completo a sus amigos. Despues a falta de una pala con la que cubrir de tierra las piedras, creando asi un tumulo, echaron hojas verdes, arrancadas de los pinos. Hojas que con el tiempo marchitarian y tornarian de marron las tumbas.
Unas palabras de Gelion, seguidas por las visitas de todo el grupo, incluida Briniel, terminaron con el sepelio. Los sagath fueron dejados sin mas honores bajo un lecho de hojas, para dificultar que los encontrasen, lo hicieron lejos de las tumbas de sus amigos. Las alimañas darian buena cuenta de ellos.

Esconder el carromato y el entierro de los cuerpos les llevo poco mas de una hora de extenuante trabajo, querian descansar cuanto antes y bien merecia un esfuerzo. Con todos los trabajos nadie podia vigilar, por lo que Dorhand y Egorant, hicieron las veces de vigias. Sobre sus caballo no dejaron ni un momento de otear el horizonte, poniendo especial interes en la direccion por la que probablemente vendrian los sagath, que de llegar, lo harian por el rastro dejado por el carromato en el fresco suelo.

Arlan e Ilidan, por su parte, se habian internado en el bosque. Al principio, mientras sus compañeros trabajaban se mantenian a la vista. Se fijaban en las huellas del suelo, en las posibles marcas de las ramas y cualquier indicio de que alguien hubiera pasado por alli. Pronto se fueron alejando, poco a poco, sin separarse el uno del otro, abriendo el terreno para cubrir mas espacia alrededor de lo que seria su campamento, esta vez diurno.

Para cuando acabaron todas las tareas quedaban aun unas horas para el amanecer, Ilidan y Arlan no habian vuelto. Todos se encontraban a unos diez metros del carromato, en lo que podria llamarse una cabaña. No era otra cosa que las ramas de un pino frondoso. Ramas bajas que formaban una especie de tejado, y que sin llegar a tocarlo, caian hasta casi rozar el suelo. No era difieil de atravesar las ramas, que aunque pareican los muros y el tejado de una choza, dejarian entrar el aire y la luz. No serian invisibles, pero si estarian mas cubiertos. Acomodaron a Briniel cerca del tronco, sobre algunas mantas, entre las raices. Agranil estaba bien, sus heridas habia sanado ya, pero no se separaba de su esposa, temia por su vida. El resto busco un hueco, donde ni las piñas ni las piedras los molestaran mientras dormian. Gelion estaba ya tumbado, agotado, apunto de dormirse.

RESOLUCION TURNO 609

Ilidan y Arlan fueron trazando una especie de ruta que iba envolviendo el futuro campamento a la par que se alejaban de el. Fue muy minucioso, no querian sorpresas. Al principio, mientras sus compañeros trabajaban se mantenian a la vista. Bolgo y Draupner escondian el carromato, los demas ayudaban a enterrar los cuerpos.

El enano y el numenoreano se fijaban en las huellas del suelo, en las posibles marcas de las ramas y cualquier indicio de que alguien hubiera pasado por alli. Pronto se fueron alejando, poco a poco, sin separarse el uno del otro, abriendo el terreno para cubrir mas espacia alrededor de lo que seria su campamento, esta vez diurno. Cuanto mas se adentraban en el bosque, este se iba volviendo mas intransitable. Los arboles estaban mas juntos y el terreno estaba cubierto de helechos, matorrales y diversas plantas, prácticamente no se veia. Semi agachados observaban el terrerno, manteniendose siempre a la vista. No parecia que nada hubiese pasado por alli, o en caso de haberlo hecho se las habia ingeniado para tapar muy bien sus huellas.

Se habian alejado ya bastante, cuando encontraron un pequeño riacuelo, no les vendria mal, recordarian su posición para poder rellenar las cantimploras el dia siguiente. Era la hora de volver, habia pasado algo mas de media hora, aunque se habian alejado tan solo un par de centenares de metros. Se disponian a volver cuando Arlan tropezo con algo, una raiz penso, pero casi de inmediato se oyo algo caer, algo metalico rebotando tres o cuatro veces contra las rocas, clonk, clink, clank. El sonido provenia de unos ocho o diez metros adelante, siguiendo el curso del arroyo. Arlan se dio cuenta de que habia tropezado con una cuerda. Temio que un dardo mortal se abalanzara contra el, pero no fue asi. Un momento de temor atenazo al enano, y tambien a Ilidan.

Turno 610

- Gallindum, necesito hacer fuego, he de preparar la medicina de Briniel. - dijo la enana acercandose a Gallindum.

Era un tema escabroso, si hacian fuego podrian ser descubiertos, si no lo hacian no podrian tratar a la señora. Un dilema

Turno 610

- Lo entiendo Marga. Buscaremos ramas secas para que no han mucho humo, y lo haremos ahora que es denoche, el humo se vera menos. Despues lo apagaremos, no podemos permitir que nos descubran. - Le contesto el enano a Marga

- Groal, Draupner, por favor, buscad algunas ramas secas, no haran falta muchas. - Pidio al enano y al beornida

Turno 610

De inmediato el enano, instintivamente, se agacho. Efectivamente era una cuerda normal y corriente. Estaba disimulada entre la vegetacion. Ilidan busco por el suelo su trayectoria y vieron como la cuerdadescribia un enorme circulo, al menos se intuia viendo por donde discurria.

- Mierda... - maldijo el enano sin alzar la voz

De inmediato agarro con fuerza su maza y agachado se mantubo a la espera.

Turno 610 Nunca en su vida había necesitado dormir con más urgencia. El bosquimano miraba las estrellas mientras yacía tumbado. Era el momento de dormir, entrar en los brazos del sueño reparador. Se encontraba agotado después del duro viaje y de todas las emociones que le habían embargado. Fue cerrando los párpados y sin embargo no pudo evitar en el último momento pensar que algún extraño peligro les acechaba, instintivamente llevó la mano a la varita de sauce que colgaba del cinto y así, se durmió.

Turno 610

Bolgo no tardó en acostarse. Se tumbó de cualquier manera y cerró los ojos. No durmió. Durante un buen rato su mente divagó entre oscuros pensamientos mientras entre sus dedos jugueteaba con la insignia de Elendur. Sus pequeños músculos pedían con urgencia que se entregara al sueño, pero la mente del hobbit se mostraba incapaz de conciliarlo sumida en múltiples voces que cuestionaban toda aquella experiencia que estaba viviendo.

¿Cómo podría sobrevivir un hobbit donde un montaraz había fracasado? ¿Qué esperanza quedaba para Bolgo?

En aquel momento, para el mediano todo era una cuestión de tiempo. No tardarían en encontrarlos los sagath, y cuando lo hicieran les darían muerte con suma facilidad. No es que no confiara en la capacidad de los enanos. Había comprobado que eran duros de pelar, pero la oscuridad que cubría la mente de Bolgo los convertía en tenues marionetas a manos de un enemigo aún más temible. Si tenía suerte, el enemigo no repararía en él por insignificante y podría sobrevivir a aquel lance. Aún así, no habría esperanza. El hobbit se sentía torpe. Tan lejos de su casa. Tan fuera de lugar.

Abrió los ojos y se sobresaltó de inmediato lanzando rápidas miradas a su alrededor y llevando instintivamente la mano al lugar dónde debía estar el pomo de la espada. Tardó unos segundos hasta que no recordó donde se encontraba y lo que había sucedido el día anterior y entonces se tranquilizó. Era cierto, aquel extraño que tenía a su alrededor era el oriental que le había salvado la vida. Recordó entonces las heridas de pecho y brazo y las examinó para comprobar su estado. La hierba había logrado que sanaran bien e incluso casi se habían cerrado. Tal vez con un vendaje le bastaría para ir tirando hasta que la herida se cerrara del todo. No se tenía que olvidar de agradecerle al oriental aquel gran detalle. Le devolvería las hierbas que había usado en él, o al menos le pagaría su correspondiente precio, y le estaría agradecido de por vida por salvarle el pellejo. No sabía como podría corresponder aquel gesto.

La lucha con el aisdrag resonaba en su cabeza como un sueño lejano y borroso. Apenas recordaba muy bien lo ocurrido, ni como se le había ocurrido asaltar a un hombre a caballo de aquellas maneras. Ahora le parecía una estupidez que casi le cuesta la vida, pero en aquellos momentos le pareció la mejor estrategia para pillar al jinete por sorpresa. Tal vez tuvo mala suerte, pero desde luego tendría que andarse con más cuidado en el futuro.

Se sentía como nuevo, podía mover bien el brazo herido y todavía le dolía ligeramente pero había recuperado las fuerzas y estaba descansado y lleno de vitalidad. Le parecía increíble después de haber estado al borde de la muerte. Se estiró para desperezarse y no pudo evitar que una enorme sonrisa se dibujara en su rostro desfigurado. Se puso en pie y estiró sus piernas. Notaba su cuerpo algo entumecido, debían haberse pegado allí un buen rato, se fijó en que todavía era de noche.... ¿Todavía?. No podía ser, tenían que haber estado durmiendo todo el día. Pero, ¿les había vuelto a pillar la noche de nuevo?, ¿también su compañero estaba tan fatigado?. La herida de su ojo parecía reciente, puede que él también necesitara dormir. Aquello le desorientaba un poco, de ser cierto que habían dormido tanto tiempo su campamento tendría un día menos de margen y él ni siquiera había avisado de nada desde la primera paloma que envió. Aunque lo cierto es que el descanso a Fréagulf le había venido de perlas.

Se levantó para estirar las piernas y volvió a bostezar y estirar los brazos. El hombretón era muy alto para los de su raza, pero su envergadura también era descomunal, llegando a casi a medir lo mismo de mano a mano que de pies a cabeza. Una vez se desperezó y se espabiló decidió despertar a su nuevo compañero, lo primero que quería era agradecerle el trato recibido, pero justo un ruido metálico los sobresaltó.

-¿¡Pero que rayos...!?- Fréagulf exclamó desenvainando la espada y girándose hacía el origen del ruido.

Turno 610

Tras enterrar a los honorables muertos. Oin ayuda en las labores antes de tenderse a dormir. No tarda en hacerlo pues Durin se ocupará de llevar a los muertos a su lugar de celebración y los vivos poco más pueden hacer que dar las gracias por ver un nuevo amanecer. Cae pronto dormido con grandes ronquidos y el hacha al alcance de la mano. 

La noche se le hace corta y para cuando le despiertan le parece no haber dormido más de cinco minutos. Se levanta refunfuñando y con pena, pues ve el rostro exhausto del conjurador, se acerca a él. Órdenes son órdenes. Con lástima por romper el profundo sueño del humano, Oin lo agita con delicadeza.

- Conjurador... la hora es...

Se le queda mirando. 

- ¿bien estás?

Turno 610 - II Gelion se levantó a duras penas. Parecía que acababa de posar la cabeza en el jergón y Oin ya le estaba despertando. Gracias amigo. Podría estar mejor. Hagamos nuestro trabajo. Se centró bastante en la guardia a pesar de lo cansado que estaba.