Partida Rol por web

Phil se acerca silenciosa y discretamente a la ventana con la intención de escuchar la conversación del interior de la mansión. 

-¡Maldita sea viejo!¡No te lo voy a volver a repetir!¿Como- golpe -funciona- golpe -el maldito cuadro?- la voz en el interior de la mansión estaba perdiendo los nervios.

-Ey tranquilo Franky, no queremos matarle- dijo una segunda voz -Es el único que puede ayudarnos a llegar hasta el jefe-.

-¡Ya lo sé joder!¡Pero no abre la maldita boca!- el primer hombre estaba realmente furioso -¡Escuchame viejo, o me dices lo que quiero saber o te quemo la puta biblioteca contigo dentro!-.

Se oyeron unos cuantos golpes más, probablemente destinados a aquel al que estaban interrogando.

-Mierda. -Maldijo en un susurro mientras intentaba poner su cerebro en funcionamiento pensando en una posible estrategia...

-El cuadro está aquí dentro. Están torturando a alguien... Biblioteca... Mierda Armitage. -Consciente de quién podría tratarse levantó su barbilla como si pudiese mirar aquella escena por encima de su cabeza.

-La diplomacia parece que no es posible. Un tiroteo menos, aunque fuesen pocos atraeríamos a todos... Una distracción. -Aquella opción se antojaba la opción menos mala.- ¿Cómo?

Mientras pensaba en un plan su cabeza empezó a distraerse imaginándose una hipotética situación diplomática. Tal vez convencer a esos lacayos de que necesitan los dos cuadros para activarse. Se podría utilizar el conjuro haciéndoles creer que iban a abrir el portal... Sí, la diplomacia parecía la única opción...

Tornó su rostro a sus compañeros, su mirada era lacónica, triste. Se veía hombre muerto en la mayoría de las reacciones de aquella gente.

-Chicos. -Empezó a susurrarles-. Tengo un plan. Buscan un portal y tenemos la clave que falta, el otro cuadro. Ellos lo creerán así. Basta con que practique el conjuro para destruir los portales. -Luego... Se acabará todo. El plan terminó con un pensamiento en su cabeza.

-Lo siento pero esto debo hacerlo solo. Os necesito para rescatar a Armitage, creo que es quién está dentro.

Por lo que habían podido escuchar a través de la ventana el cautivo era el profesor Armitage. Quizás estuviesen buscando en él lo mismo que nosotros estábamos buscando en ese lugar. No teníamos muchas opciones... asaltar la vivienda contando con el factor sorpresa pero con un reducido grupo de hombres poco preparados y en mala situación estratégica, o intentar entrar sin provocar altercados y ofreciéndoles la ayuda que buscan.

Las ideas de Robert iban por el mismo camino. -Me parece buena idea detective. Usted podría intentar entrar y ofrecerles ayuda mientras nosotros rescatamos al profesor, pero la cuestión es cómo hacerlo sin que le descerrajen un tiro en cuanto le vean-

-Celebro que pensemos igual... En cuanto al plan: pensé en entrar por la ventana de al lado llamar a la puerta y hacer uso de mi labia. -Una sonrisa irónica estaba dibujada en el rostro. No parecía quedar muy claro si la respuesta que había dado era su plan literal o muestra de humor negro.

Por lo que había visto hasta ahora, con el detective Robert Graves nunca sabías por dónde te iba a salir ni si te lo podías tomar totalmente en serio. John no sabía si esa manera de ser la había ido puliendo con el tiempo en su trabajo en el cuerpo o simplemente era su personalidad. En cualquier caso la contestación de llamar a la puerta e intentar convencer a los mafiosos con su labia, de ser cierta, era la opción menos violenta y, a priori, la menos arriesgada para ellos, con lo que John asintió a su idea.

La otra cuestión era cómo iban a intentar rescatar mientras tanto al profesor Armitage...

Robert por su parte volvió a la ventana, y la abrió. De un impulso saltó el zócalo y se puso a la altura de la ventana, con un poco de esfuerzo logró atravesar el alféizar accediendo al interior de la estancia. Una vez dentro sacó la cabeza y se despidió de sus compañeros en un susurro que parecía ser una exclamación.

-¡Escondeos!. Voy a entrar. -Tras aquellas palabras su rostro desapareció y las ventanas se cerraron. Parecía querer ocultar el lugar por el que se produjo el allanamiento dando así tiempo a sus compañeros para ocultarse.

Tras escuchar el crujido de las ventanas al cerrarse se dio la vuelta y tomó consciencia de la estancia en la que se encontraba: desde dentro el estilo era incluso excesivo para su gusto. No había nada de interés y una vida estaba en peligro por lo que con premura pero tranquilamente para que las pisadas no le delatasen puso rumbo a la habitación de al lado, mientras pensaba como proceder. 

El plan que le había dicho a su compañero era la mejor opción, tal vez un poco de educación unida a algo de empatía por una preocupación por un benefactor en común sería todo lo que haría falta. Era una cuestión de suerte y azar.

Al llegar a la puerta martilleó ésta con resolución y en cuanto creyó escuchar unas pisadas acercándose habló en voz alta y clara para anunciarse. Quería evitar sorpresas desagradables.

-Soy un policía a las órdenes del señor Bannon. Tengo lo que necesitáis.

Frustrado por no conseguir el arma deseada registrando el cuerpo, regresé bajo la ventana con el resto, y cual fue nuestra sorpresa al saber que el pobre Profesor Armitage estaba siendo interrogado y golpeado..... Afortunadamente el Detective urgió un plan no sin demasiada planificación; al parecer era hombre de pocas palabras y mucha acción. Sin esperar demasiado empezó a ponerlo en práctica. De un ágil movimiento se introdujo por la ventana y el silencio volvió durante unos segundos, tras de sí la cerró con sumo cuidado como si nada hubiera pasado. Miré a mis compañeros: -"Voy desarmado...increíble pero no encontré ningún arma en el cuerpo del difunto...y ahora estamos aquí...esperando....qué hacer." les susurré con ojos como platos.

Cuando Robert asomaba la cabeza por la puerta pudo ver el despacho de Red Bannon*.

A su izquierda se encontraba el pobre profesor Armitage, maniatado en una silla con la cabeza ladeada y numerosos cardenales en la cara, aparentemente seguía vivo. Justo delante del anciano un hombre bastante corpulento con un puño americano en sus nudillos daba cuenta del prisionero.

Más atrás se encontraba otro hombre, bastante más menudo y delgado que el primero, con una cicatriz que le cruzaba la mejilla izquierda, se encontraba a todas luces al borde de un ataque de pánico.

Y al fondo de la estancia "Una mansión" de Lawrence Watkins Henrichs.

-Soy un policía a las órdenes del señor Bannon. Tengo lo que necesitáis.

Quizá fue escuchar una voz desconocida y totalmente inesperada, o tal vez fue la palabra "policía", la cuestión es que casi con las palabras aún saliendo de su boca, el detective se encontró con que el hombre más fornido se giraba hacia él y, con un movimiento tan fluido que era evidente que no era la primera vez que lo llevaba a cabo, sacó su arma y disparó desde la cadera.

Posiblemente eso fue lo que salvó a Robert de una muerte segura, la poca puntería y las prisas de su atacante.

-¡Mierda Franky, la pasma! Joder, joder, joder... Es como dijo aquél tipo...- dijo el hombre más cercano al cuadro mientras agarraba la obra de arte y se colocaba junto a la puerta opuesta a la que había entrado Graves.

El detective tuvo el tiempo justo de rodar por el suelo y esconderse tras una cómoda, antes de escuchar el segundo disparo.

Mientras los tres investigadores seguían pensando como rescatar al profesor un disparo sonó en el interior de la mansión justo sobre sus cabezas.

-¡Mierda Franky, la pasma!...- llegaron a escuchar desde su posición antes de que les llegase una segunda detonación.

-¡Gilipollas! ¿¡Quieres abrir el portal o no!? -Gritó mientras sacaba el arma. No quería usarla por estar es desventaja... Ahora bien, podria entretenerlos mientras sus compañeros se llevaban la pintura.
Con sumo cuidado se sacó el sobrero y lo usó como señuelo.

Al oír el disparo John preparó su arma y se encaramó a la ventana por la que había entrado Robert, pero se encontró con ella cerrada. Volvió al suelo y se puso a buscar algo con lo que romper la misma, una piedra o cualquier objeto contundente que le sirviese para romper el cristal.

-¡Que te den polizonte!- gritó el gánster mientras descerrajaba un tercer disparo que hizo saltar astillas del lugar donde un instante antes estaba la cabeza de Robert.

-Mierda. Supongo que se acabaron las negociaciones.

Con ese pensamiento empezó a disparar a ciegas desde su posición privilegiada, no quería arriesgarse a asomar la cabeza y verse privado de ella. Aunque no fuese hermosa le tenía cariño.

-Mierda, no sé dónde fue eso.

La posición forzada y la adrenalina hizo que el retroceso del arma provocase que ésta se escapase de la mano de Robert y callera al suelo, fuera de la cobertura, pero a su lado. No tendría problemas para recogerla, pero tendría que esperar a que su adversario recargarse.

Como si de una señal se tratase dos nuevos disparos surcaron el aire yendo a parar a algún lugar cercano al detective.

Otros tres disparos.

No podían estar seguros de lo que pasaba dentro, pero desde luego, tanto Robert como Armitage se encontraban en peligro de muerte.

-¡Sal de ahí hijo de puta!- decía mientras volvía a disparar. Cuando volvió a apretar el gatillo se dio cuenta de que se había quedado sin balas. Como un loco empezó a tantearse los bolsillos, sacando un puñado de balas para recargar su arma.