Partida Rol por web

Alguien perteneciente a la tripulación de la caravana ríe sonoramente y comenta en tono jocoso:

-¡SOIS UNOS ILUSOS, SOLO PODREIS COMER EL POLVO QUE MI CARAVANA DEJARA EN SU CAMINO, NO PODRÉIS DETENERLA!

Un golpe de luz seguido de un sonido retumbante como el derrumbar de una montaña hace pitar los oídos momentáneamente. La caravana se para en seco. Os llega un ligero olor a quemado.

Un guardia grita:

-¡¿UNOS HANU UDETERIKINI DOU !?¹

Seguidamente algunos guardias corren hacia las salidas gritando

-¡¡UESTARIKIMOS UPERDIRIKIDOS!!¹

Desde el exterior se escuchan voces y una de ellas llega amplificada como si se tratara de la voz de un gigante del desierto:

-¡SALID DESARMADOS Y DEJAD TODA PERTENECÍA U OS CALCINAREMOS CON LA CARAVANA, RATAS URIKITAS! 

Ah....sonrio Kavan disfrutando del caos...¿ que os decia mis queridos hermanos y hermana esclavos...el desierto siempre tiene una nueva sorpresa para nosotros cada vez que alumbra el dia.

Kavan atisbo por toda rendija que pudo encontrar desde su posicion para ver exactamente que era lo que habia pasado y el alarmismo de los guardias, por sus gritos una emboscada muy bien planeada, deten la caravana y cargate a los guardias..pero esto del fuego.,...

Atentos gente, tened cuidado de no haber cambiado unas cadenas por otras....Kavan se levanto de su posicion sacudiendo sus ataduras a pesar de la incomidad que estas le provocaban

Brutus mi forzudo amigo sonrio Kavan sacudiendo las ataduras hasta encontrar la union entre ellas y las maderas de la caravana donde iban, toda cadena de mando tiene un punto debil, viejo adagio que se puede aplicar en multiples situaciones.....creo que es hora de que te prepares para arrancar nuestras ataduras  por si nuestros desconocidos salvadores no tienen un amanecer humanitario

¡NO prendais fuego! aullo Kavan hacia el exterior de su ubicacion ¡somos esclavos, no podemos salir, estamos amarrados por estos hijos de puta!.... 

Hidem sonríe y palmea el hombro del humano con parche.
- Tenías razón, Kavan- se vuelve hacia el semigigante - parte nuestras cadenas, es la oportunidad para escapar.
Extiende sus brazos y observa al perplejo Bretus.
- Dudo mucho que esos sean mejores que nuestros exclavistas, sólo nos espera calamidades ¡nos merecemos algo más!
Esperó conteniendo el aliento. Era su oportunidad, prefería morir en el desierto que pasar el resto de sus vidas encadenado, era un águila volando en un cielo azul y no un pájaro exótico encerrado en una jaula a merced del capricho de un noble deshumanizado.
- Vamos, Brutus, no hay tiempo, te necesitamos.

Como con todo lo demás Bretus tardo bastante más tiempo del que la situación necesitaba para reaccionar. Miro con la boca abierta a todos los compañeros de esclavismo.

Parecía no entender, pero las palabras de los hombres parecían guardar alguna sabiduría. Y el mismo no sabía porque, temía al fuego. Un argumento más que convincente.

Bretus intentarlo, pero cadenas ser fuertes.

Bretus siguió con la vista la cadena hasta el punto que le mostraba el hombre del parche. Era una situación complicada, porque las cadenas, de pelo de gigante eran casi indestructibles. Pasaban por aros en sus tobillos y muñecas, pero lo peor era tener una argolla sujeta al cuello por la que pasaba la misma cadena.

Era pelo, y como tal, imposible de tensar tanto para que se fracturara, imposible cortarlo con armas de hueso.
Kavan mostraba a Bretus unas argollas que estaban clavadas a la pared, y la enorme mano del semigigante asió una de estas argollas.

Bretus titubeo un poco. No quería escaparse. Pero el fuego era peor que muchas otras cosas que el grandullón temía.

Dio un fuerte tirón.

Y la argolla de la pared, el anclaje de las poderosas cadenas, se le escurrió dentro de su manaza, quedándose como estaba, como riéndose de las intenciones del semigigante.

Bretus estaba perplejo. Atacaban la caravana. Podía ser sin duda un momento crucial para escapar. Pero había que planear bien cómo hacerlo.

Luego vio como la majadería humana tomaba forma. No intentaba Kavan decirles a los de afuera que no quemaran la caravana. Estaba loco.

Que les iba a importar a los de afuera la vida de unos esclavos sin cara. Sin duda no era consciente de que los que atacaban caravanas buscaban materiales, agua, armas, y no personas a las que cuidar.

Seguramente podría luchar para salir de allí vivo, y convencer a los que estuvieran fuera de dejarlo vivir. Pero era improbable que los rescataran y los invitaran a irse con ellos. Esas cosas no pasaban en el mundo real.

Y como había predicho, aquellos estúpidos e inútiles humanos ya estaban solicitando su ayuda. El no tenía intención de liberarlos. Pero llego a la conclusión, de que morir quemado vivo no era recomendable.

El pretendía esperar a que algún guardia asomara la cabeza, quizás para revisar su mercancía, y atacar en ese momento, pero mientras tenía que hacer algo para salir.

Uno detrás de otro los humanos jugaban sus lamentos y suplicas abogando por el tonto y fuerte semigigante. Los mataría cuando dejaran de serle útil.

Pero ellos parecían olvidar, que sus cadenas eran de pelo de gigante, eso no se rompía. Intento por el contrario romper un anclaje de la pared, así tendría más espacio para moverse y atacar a algún guardia incauto.

Si las cosas iban como él pensaba, solo tendría que dejar que ellos se armaran y mandarlos a morir abriendo hueco para que Bretus saliera de la caravana.

Todo su plan se basaba en una premisa, que un guardia abriera la puerta. Y sabía que eso terminaría por pasar. Porque los guaridas, eran igual de estúpidos que sus compañeros, intentarían soltar a Bretus para usarlo como arma.

Así que cuando aquella idea broto a su cabeza, resbalo la mano por la argolla de hueso para dar tiempo a que esa idea fuera fraguada en la cabeza del cabecilla de la expedición.

La rutina diaria se vio interrumpida por una emboscada. Sorak apenas se había inmutado cuando escuchó las voces de los guardias de la caravana, por los ruidos dedujo que trataban de arrollar a los que estaban cortándoles el paso pero algo no salió como esperaban. Se escuchó un fuerte ruido que hizo que la caravana se tambalease para no volverse a mover, se había parado completamente y estaba claro que algo que le había pasado al Mekillot.

Aquellos sucesos no afectaron demasiado a Sorak, quién se mantuvo tranquilo y quieto mientras sus compañeros de celda comenzaban a alborotarse. No dejaban de ser una valiosa carga así que seguramente los asaltantes querrían conservarlos con vida, eso si conseguían finalmente hacerse con la caravana, cosa difícil de predecir desde aquella posición. Sin embargo, hubo algo que hizo que Sorak se pusiera nervioso, aquel olor a quemado no pintaba nada bien. Al gladiador no le gustaban los enemigos a los que no podía herir, y el fuego era uno de esos enemigos. Combatir contra el fuego no tenía sentido, no al menos sin las herramientas apropiadas, y no deseaba para nada morir quemado y encadenado, una vergonzosa y agónica muerte para un gladiador.

El gladiador frunció el ceño y soltó un gruñido gutural mientras trataba de hacer lo mismo que el semigigante. Agitó las cadenas y grilletes con fuerza, se haría daño seguramente, pero más valía eso que la muerte, aunque la otra opción fuese la esclavitud.

La argolla de hueso que mantiene al mul atado a la pared se comba y termina por partir con un sonoro "CRAK". 

El jaleo del exterior se aproxima se hace más patente que nunca.

Sorak se paró un momento para contemplar lo que quedaba de la argolla que le había mantenido fijado a la pared. Podría haberla partido antes pero para él no tenía ningún sentido escapar de aquella caravana en mitad del desierto, habría conseguido la libertad, si, pero seguramente habría muerto como un perro devorado por alguna bestia salvaje o achicharrado por el Sol. Sin embargo, ahora que su vida corría peligro se alegraba de la ineptitud de sus carceleros.

- Hueso.. - dijo entre dientes mietras negaba con la cabeza.- No de mekillot, desde luego.

Se apresuró a ayudar al resto, si había que luchar para escapar sería mucho mejor no hacerlo sólo, además era muy probable que la sola presencia del semigigante consiguiera disuadir a los asaltantes de tener un enfrentamiento.

- Tienes que romper esto - dijo dando un golpecito a la argolla de hueso que aferraba al semigigante.- Tira con todas tus fuerzas, rápido.

Seguramente aquel bruto se valdría por si solo para librarse de las ataduras, sólo necesitaba saber lo que tenía que hacer exactamente. Solucionado aquel pequeño asunto, Sorak se aproximó al humano tuerto para ayudarle en la tarea de liberarse, aunque había una cosa que quería saber primero.

- Humano, ¿Tú les entiendes? ¿De dónde vienen? - le dijo mientras aferraba sus cadenas para ayudarle a tirar.- No son de Tyr, eso es seguro... Vamos ¡Tira!