Partida Rol por web

La petición de Enna hizo que Seth Soderstrom enarcara una ceja.

¡Mujer, si quieres tu propia cabeza de orco, córtala tú misma! Seth Soderstrom incluso dejó unas cuantas arriba, en lo alto de la colina-indicó, señalando al lugar de la batalla con su espada, la de metal.

El bárbaro ablandó el gesto. La petición de la sacerdotisa en realidad sonaba razonable.

Hahahaha... Seth Soderstrom no puede decirle que no a esos ojitos que le miran con lujuria-dijo sujetando el mentón de Enna entre el pulgar y el índice-, toma lo que quieras de lo que cuelga de este heroico taparrabos de pelo de elefante marino lanudo que Seth Soderstrom cazó... pescó... no, cazó... con sus propias manos desnudas.

Seguramente, conociéndole, la historia estaba adornada de alguna forma. O no lo cazó él, o no lo hizo desarmado, o el pelo era de varios animales más pequeños e inofensivos. Una vez que fue liberado del peso de la cabeza de orco, subió la colina, preocupado porque Emmell se alejase en solitario. Allí, en lo alto, el arroyo rodeado de cadáveres se había convertido ya en río coincidiendo con la llegada del bardo. Cosas del deshielo primaveral, que aumenta los caudales de un día para otro.

Seth Soderstrom recogió otra de las cabezas cercenadas de orco, y la puso en su cinto, por si acaso Enna estropeaba la otra abriendo un espacio interdimensional que succionase la cabeza del jefe orco para siempre, o crease alguna otra torpeza contra el continuo espacio tiempo típica de las mujeres.

¿Sabes, Enmell...? Enna podría habernos vendado con aquel tabardo ensangrentado de allí, el que nadie cogió, haciéndolo girones. Si usó las vendas es porque solo son vendas, no valen nada. Lo mismo con el dedo de Filipencio II: los hombres de verdad lucen las cicatrices de la batalla con orgullo, no van a una catedral a que le lancen magia de alto nivel cada vez que sufren un contratiempo. Relájate... todo está bien. Si Enna o Filipencio II quieren reclamar más parte del botín, lo harán llegado el momento.

Seth Soderstrom vadeó el río, y con fuerza lanzó a lo lejos una de las comadrejas cazada en las ruinas, hasta cerca del linde con el bosque, para que los lobos tuviesen algo que ir comiendo. Se sentó en la nieve a mirar desde lo alto si se asomaban a devorar la ofrenda, mientras el bárbaro mordía el abdómen blando de la otra comadreja. Así, cruda. Porque a los hombres de verdad les gusta la carne poco hecha, la que suelta sangre.

Entonces, en esa paz, meditó sobre las palabras del oráculo. Arriba y abajo... la adivinación se produjo abajo... y él ahora estaba arriba. Y no hay espejo más común que el reflejo del agua de un arroyo... o río. Pensando que quizás había alguna entrada secreta en lo alto de la colina, echó un vistazo por si acaso allí había una entrada a una guarida. Lo más indicativo de aquello sería que la nieve de la ladera de la colina solo mostrase un tipo de huellas: botas humanas, o el calzado tosco de los orcos, mientras que el otro grupo salió desde el interior de la tierra sin dejar rastro alguno en la nieve de la pendiente de aquel alto.

Asentí ante la respuesta del bárbaro con mi más sencilla sonrisa y evité reirme por la desafortunada elección de palabras. "...No valen nada. Lo mismo con el dedo de Filipencio II..." Seguramente el príncipe no estuviera del todo de acuerdo. Deseché aquellos pensamientos mientras acompañaba a Seth al lecho del río. Busqué con la vista alguna caña que pudiera cortar con la navaja de mi equipo de aventurero. En el camino de vuelta a la ciudad podría improvisar un sencillo flautín que me permitiera sacarle unas tonadas. No sería una obra de arte pero al menos me permitiría ejercer mi profesión hasta que arreglara mi instrumento.

Traté de meditar sobre la visión de la sacerdotisa, aquello me distraería de ver como Seth devoraba una comadreja cruda. Con eso, las pocas ganas de desayunar con las que me había levantado, desaparecieron como por arte de magia. No despreciaba el poder de Ya. Había visto lo que era capaz de hacer con una cabeza de orco. Sin embargo, aquella no pertenecía a mis dioses. Aún así, podría tener información útil. "Ronco, el silencioso, el que siempre escucha, préstame tu sabiduría para resolver este enigma."

- Desgraciadamente, este tipo de mensajes y profecías suelen estar más claros a medida que van quedando obsoletos o es demasiado tarde como para hacer nada para evitar lo que predicen. - respondí al resto del grupo mientras volvía con ellos. - Sin embargo, creo que deberíamos darnos prisa por volver a Caredon lo antes posible. Los orcos no llevaban provisiones, por lo que puede que tuvieran un campamento cerca y sus "compañeros" pueden estar buscándoles ahora mismo. Si es cierto que tenían alguna clase de plan, significa que se están organizando y eso no es propio de ellos. Algo no marcha bien.

Además de todas esos argumentos, otra razón oculta me llevaba a proponer eso. Necesitaba un baño tras el desafortunado viaje a las ruinas y casi bañarme en mi propia sangre, casi mataría por un baño.

Turno 1.8

El sol se alza lentamente entre las nubes, ofreciendo un calor tenue a los compañeros. Cuando Topanga vuelve de su reconocimiento, ella, Flynd y Enna hacen algunas conjeturas acerca de la críptica respuesta de la diosa, presentando varias posibilidades pero llegando a pocas conclusiones.

Mientras varios miembros del grupo abogan por dirigirse a la ciudad de Caredon, (aunque no en firme todavía), Enna le pide la cabeza del líder orco al poderoso Seth, que se ve persuadido por la condición femenina de la joven y termina por dársela antes de dirigirse, junto a Enmell, a la zona del combate.

Mientras el bárbaro y el bardo charlan acerca de dedos perdidos y machos machotes, la joven sacerdotisa invoca un conjuro de hablar con los muertos sobre la cabeza del orco. Allí se encuentran Topanga y Flynd, (Filipendio está recogiendo leña, últimamente parece un poco despistado), así que pueden ver cómo la hinchada y cerúlea cabeza se remueve de forma antinatural, guiñando los ojos y haciendo muecas, mientras la sacerdotisa pasa las manos sobre ella y recita impías letanías que juegan con la muerte.

En algún momento, el poder necromántico que Enna está canalizando se descontrola. La druida y el mago son testigos de los temblores de la joven en trance mientras una expresión extraña asoma al rostro porcino del orco. Cuando abre los ojos, sus pupilas se dilatan hasta abarcar todo el blanco del ojo, y un mal antiguo, profundo y astuto parece asomar a través de ellas. Una perversidad casi física, reflexiva, alejada del bestial salvajismo que el monstruo tuvo en vida.

Un temblor sobrenatural, ligero y persistente, sacude la tierra alrededor del campamento, y llega hasta Enmel y Seth justo cuando éste observa a los dos lobos llevarse la comadreja que les acaba de lanzar. Los animales notan el temblor, y salen huyendo con la pequeña presa en la boca; la guarida de los animales, si existe, debe encontrarse lejos. Mientras, donde se encuentran Topanga, Flynd y Enna, una voz grave, gutural, ronca y raspada, sale desde la inexistente garganta de la cabeza en el suelo.

"Juegas con fuerzas que no puedes controlar, niña", exclama el obsceno bulto. Enna tiene los ojos en blanco. No puede moverse, y su espalda se arquea hacia atrás con deliberada lentitud, crujiendo. Un hilo de sangre resbala desde su nariz. "Soy más antiguo que tú. Más antiguo que Caredon. Más antiguo que tu diosa. ¿Quieres saber más?. ¿Quieres obtener respuestas?". La joven gime mientras se arquea todavía más, alcanzando una postura claramente antinatural. "¿A qué coste, niña?". La risa vuelve lenta y macabra, mientras el cielo se va encapotando poco a poco y una brisa sobrenatural, fría y cargada de extraños olores a incienso y decrepitud, hace crujir las ramas de los árboles.

Está claro que algo ha salido mal. Enna no puede actuar, ¿qué hacéis los demás?.

He permanecido todo este rato ensimismado en mis pensamientos, preocupado por lo que pueda pasar si regreso incompleto a lo que pronto será mi reino... No, eso no será así. Recuperaré mi dedo, y con eso el derecho al trono. Una nimiedad como esta no entorpecerá mi camino.

Entonces, mientras estoy regresando veo como una brisa ominosa sacude mi cabellera, y siento una carcajada abismal. En ese momento descubro que la cabeza de un orco ríe desde el suelo, y soltando la leña que recogí corro hasta ahí para propinarle una feroz patada y enviarla a volar lejos por el acantilado. -Mujer mágica, ten más cuidado con estos sortilegios, quieres? -Paseo la vista rápidamente por los presentes. -Están todos bien? -Con estas cosas no se juega, una vez uno de mis hermanos fue poseído por una entidad maligna similar y no pudimos hacer nada más que sacrificarlo.

Nigromancia, maldición, cómo odiaba Flynd ese arte. Magia, sí, sin duda, pero tratando un tema que en la mayor parte de las culturas resultaba tabú. Al menos en las civilizadas. Y sin duda algunos de sus hechizos no podía dejar de ser tachados de útiles, o cuanto menos interesantes, pero, como se demostraba en aquel momento, abrían una puerta a un mundo demasiado peligroso para jugar con él. Sí, ahora se demostraba todo.

Un espíritu maligno, antiguo y malcarado (nunca mejor dicho en esta ocasión, pues había tomado posesión de la cabeza del orco) estaba tratando de hacerse con el control de la situación. El mundo a nuestro alrededor temblaba y se reformaba. Pintaba mal, la verdad.

Pero Flynd era un tipo sesudo, que había leido mucho. Había consultado libros, algunos a escondidas, cuando realizó su aprendizaje. La emoción de ser un adolescente provocador y leer cosas prohibidas, ya se sabe. Ahora sólo tenía que rebuscar en su memoria. Veamos... un poderoso y malvado espíritu más antiguo que Caredon y (según dice) más antiguo que la diosa de Enna...

La llegada de Fil fue providencial para centrar al pobre mago, no así para la cabeza del orco, pateada de tal manera que parecía haberse inventado un nuevo juego.

-¡Fil, rápido, contén a Enna, sujétala y que deje de moverse así, se partirá la espalda como no lo consigas! -gritó mientras todavía daba vueltas a todo aquello en la cabeza (la suya propia)

El dolor inundó con una relampagueante ola todo su ser, durante un instante, que se alargó una eternidad, Enna quedó bloqueada por el inmenso solor, pero este pasó y dejo sobre el frágil cuerpo de la sacerdotisa un nuevo dolor que se posó sobre ella como un manto... los músculos no le respondían, sino que estaban bajo el influjo de esa presencia maligna y PODEROSA, constriñendo el cuerpo de la joven, forzándolo en posición extrema. 

engh... aggh... Quedos gemidos escapaban de sus labios en tensión.

Entonces la el ente les habló mediante la cabeza del líder orco. La voz, maligna y cruel tentaba a la joven, se mofaba de ella y de YA. La diosa de la joven se mostraba distante con ella. No bastaban los piadosos rezos, el estudio y el recitar la doctrina, la diosa esperaba más de ella, tal vez esa fuera una prueba. Por que pedir las respuestas, a la diosa del conocimiento, ¿acaso las cosas eran así de sencillas? No. Una verdadera sierva se esforzaba para encontrar ella misma el conocimiento, el saber... Con sumo esfuerzo, y sufrimiento, con los ojos cerrados por el esfuerzo, y los labios manchados de la sangre que le fluían de la nariz, la muchacha respondió.

-¿Qué eres... qué quieres...? Responde

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas a cada palabra que daba.

En el caos de la situación apareció el príncipe guerrero pateando la cabeza, pero la conexión con el ser ya estaba hecha.

Estaba disfrutando de la suave brisa del atardecer cuando sentí un extraño hormigueo en la espalda. No era necesario ningún conocimiento arcano para darse cuenta de que aquella sensación era la del mal primario adentrándose en nuestro mundo. Giré apresuradamente sobre mis talones tan solo para encontrarme con la grotesca escena de pososión en la que se encontraba atrapada la sacerdotisa de Ya.

Me enjuagué las manos en las frías aguas del arroyo con la esperanza de que aquello bastara para purificarlas mientras repasaba las fórmulas y cánticos que había escuchado hasta la saciedad durante mi niñez. Aparté los pensamientos nostálgicos de mi mente y corrí a su lado.

Pisé intencionadamente uno de los símbolor que Enna había grabado. No tenía la menor idea de si aquello ayudaría pero si las marcas ataban al demonio a nuestro mundo tenía que romper dichas ataduras. Me arrodillé junto a su cabeza al tiempo que los otros la sujetaban.

- Por Nuestra Ama Terás, Señora de todo lo que es bueno y es bello, abandona su cuerpo. Por Ra-amón, el Radianta, sal de este lugar criatura del averno. - marqué con agua pura de mis manos los símbolos de los dioses de la luz mientras trataba de invocarlos por sus nombres. - Divinos, purificad el cuerpo de esta humilde servidora de los dioses.

Coloqué la mano sobre su frente, cerré los ojos y recé.

En Espita del Fiordo no había lobos: era un lugar inaccesible por tierra. Solo estaban sus pieles y sus cabezas, traídos por mar por aquellos que los cazaron. Aún así, las historias sobre lobos son abundantes. Y si algo tienen los lobos era instinto. Y dientes, pero sobre todo instinto. Si los lobos huían, había un peligro digno de afrontar.

Seth Soderstrom volvió la cabeza hacia el campamento. Olía a gloria. Y a cadáveres, pues estaba en una colina llena de cadáveres. Pero sobretodo a gloria. Seth Soderstrom no huye de los peligros, los encara y los destroza a puñetazos. El bárbaro echó a correr, colina abajo, levantando las rodillas y elevando con ello el ángulo de su taparrabos. No era exhibicionismo, o no solo eso. Seth Soderstrom lo hacía para correr sobre la nieve de la ladera, casi a saltos, como una gacela hipermasculinizada.

¡LA CABEZAAAA! ¡APLASTAD LA CABEZAAAA!

La mejor parábola de la vida es la parábola que traza una cabeza endemoniada hacia un mar de espinos. Por si alejar la cabeza no era suficiente remedio para salvar a Enna, Seth Soderstrom la siguió para destruírla, pasando de largo por el campamento al pie de la colina.

Brujería, adivinación, misticismo, son ambitos de la magia en los que creo con un profundo respeto. Las dríadas y los sátiros son seres de la naturaleza pero también de tienen su lado oscuro que les hace creer en todas estas artes mágicas. Cuando veo a Enna realizar el hechizo me quedo sorprendida, no esperaba esta clase de conjuro en la boca de mi amiga sacerdotisa.

Espero atenta los acontecimientos y cuando la cabeza del orco empieza a hablar y el cuerpo de Enna se bloquea me temo lo peor, ese demonio de alguna forma se ha introducido en el cuerpo de nuestra amiga y debemos convencerle de que lo abandone...

"¡No!" resuena en mi cabeza una y otra vez al ver como Filipencio saca su lado más bárbaro asestando una patada al interlocutor del demonio.

Actuo rápidamente al ver como la cabeza sale rodando ladera abajo y temo por la seguridad de Enna por lo que de un salto persiguiendo la cabeza, me convierto en un lobo de las lomas de Nowa capaz de saltar y llegar a por su objetivo antes que cualquier otro ser.

Mi objetivo es claro, alcanzar la cabeza antes que Seth y cogerla sin procurarla daño.

Turno 1.9

BUM.

La aparición de Filipencio entre los árboles sorprendió a todo el mundo, incluida la hinchada y abotargada cabeza de orco que descansaba en el suelo, entre un marmagnum de símbolos grabados en el suelo. Y su poderosa patada envió al nauseabundo objeto hacia arriba, entre los árboles, después del sonido húmedo y sanguinolento que hizo la bota sobre su cara.

Enna se retorcía, atrapada en la vorágine necromántica que había desatado mientras extrañas risas rasposas inundaban el aire perturbadoramente. No podía gritar, pero gritó en su mente pidiendo explicaciones, buscando información.

A su lado Flynd pidió al Príncipe Guerrero que intentara mantener la anatomía de Enna en su lugar, pero el guerrero sólo podía extrañarse al ver el bulto que acababa de lanzar por los aires maniobrar. Nadie podía lanzar un objeto con semejante efecto. Impulsada por la fuerza del golpe, la cabeza estaba esquivando los troncos de los árboles a toda velocidad, hacia el exterior de la fraga. En un momento la perdió de vista.

El mago estaba dándole vueltas al asunto. Un poderoso espíritu más antiguo que Caredon. Más antiguo que Ya. Su mente recurrió a sus muchas horas de estudio, y recordó algo de la proto-historia de La Alianza. Leyendas anteriores incluso a la fundación de la Orden Gris de los historiadores, que corrían entre las aldeas simples y degeneradas de los primeros hombres que poblaron estas tierras. Un dios antiguo y olvidado, temido más que adorado, cuyo dominio eran las profundidades, los camposantos y la muerte.

EBLIS

https://www.youtube.com/watch?v=2UeA9Nus9Eg

El nombre resonó en la mente de la joven Enna, y sólo en ella, con tanta fuerza que sus huesos rechinaron y la sangre emergió a chorros por su nariz y por sus ojos. Mientras el cielo se oscurecía siniestramente, la joven quedó liberada y calló al suelo pálida y enfebrecida, mientras unas ojeras grises se formaban bajo sus ojos.

Seth y Enmell, cada uno con sus intenciones, corrían hacia el claro a través de los árboles. "¡Purificad a esta sierva!", decía el uno, "¡Aplastad esa cabeza!", decía el otro, cuando la susodicha salió disparada desde la bota de Filipencio en una parábola improbable, y voló sobre ellos en una escena a cámara lenta estilo Zack Snyder, girando y dejando un rastro de gotitas rojo oscuro detrás de ella.

Topanga, reaccionando ante los acontecimientos, corrió hacia el objeto volador tomando ante el bardo y el bárbaro la forma de un lobo, y adelantó a este último cuando el musculoso, y ahora sabemos que bien dotado, melenudo, se dirigió hacia unas plantas de espino en las que parecía iba a acabar la cabeza.

El esfuerzo de Seth tuvo éxito, y antes de que la cabeza tocara las plantas de tojo él se lanzó contra ellas dispuesto a recibir el horrible objeto y aplastarlo entre sus manos. Su espalda quedó surcada por surcos de sangre que, sin embargo, no le causaron daño alguno. ¡Era un bárbaro de Fiordo de la Espita!. Pero contra todo pronóstico, la cabeza no calló sobre él. Siguió volando por el aire, a toda velocidad, a una distancia que ni siquiera Topanga, convertida en lobo, consiguió igualar.

Desde el linde del bosque, mientras Seth se quitaba algunos pinchos de la espalda, todos pudieron ver cómo el objeto giraba y giraba antinaturalmente por el aire hacia el lugar del combate, seguido por la forma ahusada y tremendamente rápida de Topanga convertida en un hermoso lobo. Justo en el momento en el que la cabeza caía, la druida transformada en lobo dio un espectacular salto para salvaguardarla, y consiguió morderla y sostenerla entre sus mandíbulas cuando cayó al suelo. Pero entonces comenzó el horror.

El grupo permanece bastante lejos, pero los agudos ojos de lobo de Topanga pueden ver los temblores que acometen a los muchos cadáveres retorcidos en el suelo. Aquellos puntos en los que sus extremidades se tocan comienzan a fundirse horriblemente, en una burbujeante casquería, y con perturbadora rapidez toda la masa de carne muerta se junta y se agolpa en una inmunda masa de carne de proporciones espantosas. El bulto que Topanga sostiene entre los dientes comienza a reír quedamente, y el único ojo que la druida puede observar en la destrozada cara pierde todo el perverso entendimiento del espíritu que albergaba, convirtiéndose en un pozo de odio y violencia sin sentido. Con estupor, la Topanga-Lobo observa cómo algunos zarcillos gruesos unen la cabeza con el inmenso corpachón que comienza a alzarse horriblemente del arroyo.

Todos podéis ver el inmenso monstruo no muerto, corpulento y sanguinolento, que se alza del suelo. El cielo encapotado comienza a tronar, y una lluvia densa como una cortina se descarga sobre el suelo mientras la criatura, una auténtica abominación, se levanta más de cuatro metros formando cuatro inmensas extremidades, y varias cabezas y otras extremidades menores se revuelven como lianas y pedúnculos a su alrededor, azotándolo todo.

La druida lobo consigue aguantar lo suficiente como para no ponerse a temblar, (no gana la debilidad "Temblorosa"), pero no puede evitar soltar su presa y echarse atrás ante la inmensa y monstruosa figura, una montaña de carne temblorosa y llena de odio por las cosas vivas, que lanza un alarido ronco que resuena en las faldas de las montañas justo cuando un relámpago ilumina todo el infausto lugar, mientras su obscena cabeza de orco toma una posición preponderante en su cambiante y pulsante anatomía, clavando su furibunda y homicida mirada en el lobo que tiene delante.

Los demás están lejos, y tardarían un asalto en acercarse. Por otro lado, si el lobo-Topanga quiere atacar tendrá que desafiar el peligro (Destreza) para poder llegar hasta el corpachón de la criatura, con todos esos zarcillos y pedazos de carne necrótica golpeando y sacudiéndose a su alrededor.

Aviso; la criatura que Eblis acaba de dar a luz con el poder que ha conseguido de su momentánea intrusión en el mundo es una Aberración, uno de los no muertos más peligrosos y destructivos que existen. Podéis enfrentaros a ella, pero bajo vuestra responsabilidad :P.

¿Qué hacéis :)?.

-Nooo!! -Mi esfuerzo por alejar el peligro ha sido completamente inútil, ahora estamos frente a un monstruo con el que tenemos pocas posibilidades. Odio tener que huir, pero no parece haber otra alternativa.

Tampoco tengo tiempo de pensarlo. Soy Filipencio II, hijo de Filipencio I y heredero al trono de Ingmar, no puedo huir de los desafíos que se me presentan. Sin embargo... Miro el dedo que me falta. Ahora estoy incompleto. Pero lo que está incompleto es mi cuerpo, no mi espíritu.

-Que alguien recoja a Enna y huyan a Caredon! -Cojo el hacha con ambas manos, inspirando y exhalando, respirando hondo. -Voy a ganar algo de tiempo. -Me preparo y permanezco alerta a sus movimientos. En cuanto intente algo haré lo que pueda por frenar sus ataques.

Todo lo que habíamos intentado por desterrar al ser maligno que asaltaba a Enna había fallado. Era cierto que ahora no la atormentaba pero la criatura qu teníamos frente a nosotros no era mucho más alentadora. Sentía el corazón latiendo con fuerza en el pecho y mi respiración cada vez más superficial por el miedo que comenzaba a atenazarme. No podía pensar en una forma de vencer a un ser como aquel pero mi mente trabajaba a pleno rendimiento en busca de la solución. Unas antiguas líricas enseñadas por mi maestro hacía unos años me recordaban a aquella situación.

Se trataba de la Balada de la Guerra de las Mil Lanzas. Trataba de un ejército de mil hombres que lucha una terrible guerra con un Señor demoníaco. Al final, vencían en la batalla al terrible coste de las vidas de todos y cada uno de los soldados. Sólo Rolan, comandante de los ejércitos, lograba sobrevivir a la masacre. Entonces, todos los cuerpos de los caídos se unían formando un terrible engendro como última baza del demonio. Rolan luchaba sin descanso durante un día y una noche hasta lograr la victoria a costa de su propia vida. Era una historia larga, épica y triste. Perfecta para cantarla en un pueblo pequeño en una noche de lluvia.

[...] agarró con rabia la lanza de un caído,
frente a él se contorsionaban los cuerpos de sus amigos.
Más de un millar de garras afiladas
en más de un millar de extremidades descarnadas.

Pensó en su amada y su hijo;
a pocas leguas en la ciudad.
Protegería su cobijo,
sólo le quedaba luchar.

Alzó su arma y bramó como un dios enfurecido.
Su mellada lanza la portaban las almas de sus mil amigos.
[...]

Necesitaba recordar las últimas estrofas de la canción si quería tener una forma de terminar con este ser. O al menos una mínima idea. Escuché a Fil ofreciéndose voluntario mientras daba un paso al frente sujetando con fuerza su hacha.

- No. - mi voz sonaba calmada. Casi como una fría orden de un férreo general. - Esa bestia no está viva, no duerme, no se cansa. Podemos adelantarla pero nos acabará alcanzando en una distancia larga. Seth y tú sois los únicos que podéis cargar con Enna mientras corréis. Tenéis que volver ambos para poder turnaros en llevarla o perderéis toda la ventaja. Yo me quedaré a entretenerla. - me adelanté previendo las réplicas del resto. - Ambos sois guerreros experimentador. Os necesitarán para coordinar la defensa de la ciudad.

"Yo soy prescindible."  No me treví a decirlo pero era la conclusión lógica de aquella sentencia. Suspiré pesadamente mientras daba un par de pasos atrás para ganar algo de distancia contra la criatura mientras trataba de trazar un plan.

- Topanga, compañera, te necesito aquí conmigo. - le dedico una triste sonrisa de resignación mientras cargo una primera flecha en el carcaj - Tienes que transformarte en algo que pueda correr más rápido que el viento mientras carga conmigo. Lo provocaré con las flechas e iremos hacia la ciudad dando un rodeo. Cuando la cosa se ponga demasiado fea, salimos como alma que lleva el diablo a Caredon. Para cuando lleguemos, la guardia debe estar preparada.

Era un plan precario y desesperado. Idéntico a nuestra situación.

Sin esperar una respuesta para no dar derecho a un nuevo intento de sacrificio absurdo, comienzo a correr lateralmente manteniendo la distancia. Disparo mi primera flecha sin importar demasiado el daño que realizaba sino más bien, atraer la atención del enemigo.

Seth se quitó una de las espinas, y le dolió más que cuando se hundieron todas en su piel. Y lo peor de todo era que Enna no estaba consciente para vendarle esta vez.

Mejor vamos a dejar la espalda, ancha y portentosa, como está... ¿Qué es ese rumor que se escucha en el aire?-preguntó sobreactuadamente poniéndose la mano en torno a la oreja para escuchar mejor-¿Acaso todos compiten por llamar la atención de un Mal Primigenio? Allí dónde haya una competición, Seth Soderstrom irrumpe y sale victorioso. Por muy tentador que sea llevarse a Enna heroicamente en brazos...

Al igual que cuando tomaron la colina de los orcos cada cual tenía su plan, una vez más, Seth Soderstrom aportaba el suyo: atraer a la abominación a las zarzas, y una vez atrapado por la maraña tirar un par de antorchas encendidas. ¡Endendidas como el fuego en los ojos de Seth Soderstrom!

¡Flynd, deja tus extrañas costumbres a un lado y arrastra a Enna fuera de ahí!

Enmell... ¡Tú debes vivir para contar a todo el mundo la proeza que estás a punto de contemplar! ¡El día en el que Seth Soderstrom derrotó a un amasijo de cadáveres que ponía en peligro la vida sobre la faz de la tierra tal y como la conocem...! No, demasiado largo. ¡EL DÍA DE LA MÁS GLORIOSA VICTORIA DE SETH SODERSTROM! Sí, mucho mejor... En comparación, la batalla contra el ejército de comadrejas quedará como una pequeña anécdota. Jajajaja...

Hinchó su pecho, en parte para tomar aire, en parte para exagerar aún más sus marcados pectorales. Un skald guerrero que se precie gusta de la gloria tanto como del peligro, y esta era la ocasión que unificaba ambas facetas. Alzó la espada, a modo de desafío. Y lo más sanguinario de todo: se puso a cantar.

ESCUCHA LA LLAMADA
CONTEMPLA ESTA ESPADA
EL BRAZO QUE LO EMPUÑA
ES TAN SOLO LA CUÑA

DE SETH SODERSTROOOOOOOM... VIVA SETH SODERSTROOOOOOM...

EL QUE TE DARÁ CAZA
EL QUE TE DARÁ MUERTE
EL QUE A LA MUERTE ABRAZA
Y LA ELUDE CON SU SUERTEEEEE...

¡ES SETH SODERSTROOOOOM! ¡SIR SO THEIR STROOOOOOONG!

Filipendio II, heredero del trono de Ingmar y bárbaro irredimible había entrado en razón. ¡Los dioses fueran loados! ¡Y sólo había hecho falta una aberración de varios metros de altura, tentáculos, miembros y cabezas para conseguirlo!

¿Quién era Flynd para oponerse a una orden directa de tal personalidad? Nadie. En especial porque la idea de que aquella cosa se les acercase no le llenaba precisamente de placer. Enmell, el compositor de loas a su mecenas, corrigió a su señor y se ofreció él mismo a entretener al monstruo en vez de Fil. Una por un lado loable y por otro bastante poco inteligente. Aquella monstruosidad devoraría todo lo que quedase a su abasto y lo añadiría a su enorme masa, convirtiéndolo en un monstruo todavía más peligroso.

Por su lado, el más-bárbaro-si-cabe Seth Soderstrom nos recordaba cómo un ser bípedo puede tener menos cerebro en la mollera que una babosa. Porque su plan consistía en berrear para atraer la atención de aquella monstruosidad y ¿qué? ¿Mancharle los tentáculos con su sangre? Pues parecía que lo iba a conseguir. Evidentemente no iba a... demonios, no podía dejar a Enna allí, inconsciente e indefensa. Demonios, no, no podía.

Así que Flynd el escuchimizado, el flacucho, el tirillas (había escuchado todos esos apelativos durante su infancia), se armó de valor, de fuerza de voluntad y, aplicando como mejor le pareció su intelecto a la tarea, distribuyendo el peso de la mujer sobre su hombro y a la hora de caminar con cuidado pero prisa, realizó la proeza nunca vista de portar a toda velocidad un cuerpo que prácticamente pesaba lo que el suyo. Bien de prisa, sí, no fuera a ser que la abominación pudiera alcanzarles...

Desde mi nacimiento proceso un gran respeto a la vida, esa de la que disfruta todo ser vivo, ya sea humanoide, planta o animal. El sentir este profundo sentimiento por ella hace también que se lo tenga a su achienemiga, la muerte. Esta suele ser un proceso biológico al cual llegamos todos tarde o temprano pero... ¿Y si la muerte se revierte?

Ante mis ojos tengo a una abominación, en un primer momento tiemblo de terror, si la muerte se revierte hablamos de nigromancia, hablamos de antinatura, para mí lo peor que existe.

Por un momento pienso en atacar, en acabar con este monstruo creación de algún dios del inframundo pero si algo me han enseñado mis padres los sátiros es que no debo enfrentarme a algo que no puedo vencer y más cuando se trata de algo que ha estado muerto.

Veo como mis compañeros intentan entretener a la aberración para que huyamos y mi posición al ser la más cercana a la criatura es desde donde más hay que correr. Por lo que decido poner pies en polvorosa en la dirección opuesta a la criatura, mis patas de lobo son lo suficientemente veloes como para alcanzar el lanzamiento de un gran guerrero ingmarita ¿por qué no lo iban a ser para escapar de un monstruo de tales dimensiones?

Turno 1.10

Un viento antinatural barría las herbosas colinas, meciendo la hierba como si se tratara del agua del mar, y tremendos goterones descendían desde el cielo encapotado empapando a la espantosa mole de carne necrótica, mezclada y pulsante, que formaba la aberración que la malograda magia de Enna había traído a la vida.

Filipencio, con su hacha desenfundada, se dirigió al monstruo lentamente y se decidió a frenarlo protegiendo a sus compañeros mientras huían. Sin embargo, cuando se quiso dar cuenta resultó que sus compañeros hacían de todo menos huir; la única que parecía dispuesta a usar sus pies, (o sus patas), era Topanga, así que el Príncipe guerrero caminó hacia ella dispuesto a frenar los ataques de la obscena criatura. 

Enmel, caminando el zigzag para intentar evitar a la criatura, desenfundó su arco y comenzó a recordar ciertas estrofas acerca de la más famosa abominación de las leyendas. Al llegar al final, tras un esfuerzo mental, consiguió completar el verso;

Alzó su arma y bramó como un dios enfurecido.
Su mellada lanza la portaban las almas de sus mil amigos.
Pero el monstruo volvió su corpachón fluído.
Hacia las murallas de la ciudad y sus mil testigos.

El final de la canción terminaba con el héroe venciendo al monstruo, pero no después de que acabara con su mujer e hijo. Las aberraciones se ven atraídas por las cosas vivas que pueden percibir en su entorno más inmediato, y descargan su furia homicida contra ellas, ciegamente. Son lentas y es fácil huir de ellas, pero pueden proyectar pedazos de sí mismas a distancia, que se convierten en ácidos y necróticos proyectiles. La única debilidad que puede tener una abominación es su insaciable hambre por destrozar la vida e incorporarla a su propia masa; no piensan más allá de esto, no tienen aliados y no tienen planes. Son sólo una expresión mórbida y obesa del odio por la vida propio de los muertos vivientes. Mientras pensaba en estas alegres consideraciones Enmel lanzó una flecha contra el monstruo, que lo golpeó en una de sus cabezas y rebotó inofensivamente perdiéndose entre la lluvia. La ciega y estúpida bestia ni siquiera pareció percibir el ataque.

Topanga, cerca de la abominación, decidió hacer lo más lógico y salir huyendo, pero el borboteante montón de carne gangrenada que tenía delante no parecía dispuesto a dejarla. Alzó sus dos inmensas extremidades superiores, coronadas por extraños cuernos ensangrentados, y se preparó para descargarlas sobre el pobre lobo.

Sin embargo, de repente, una voz potente y varonil se levantó incluso por encima de la lluvia. El musculoso Seth, que parecía incluso más musculoso en este momento, avanzaba junto a Filipendio cantando una canción de heroicidad y poder masculino, hinchado su pecho como el de un palomo. Su atractiva y grave voz atrajo la atención de la bestia, que giró su monstruosa cabeza hacia él, y antes de que consiguiera acercarse proyectó sus brazos cargados de hueso unos seis metros, unidos como infernales y gigantescos tentáculos bañados en sangre.

El ariete necrótico golpeó de lleno al bárbaro, que se vio literalmente volando (Etiqueta: Contundente, pifia de "¿A qué estás esperando?") sobre Topanga y Filipencio, y después sobre Enmel y sobre Flynd, que estaba recogiendo a Enna discretamente. Vio pasar bajo él algunos árboles, y finalmente aterrizó violentamente contra uno de sus troncos, cayendo de rama en rama y causándose todo tipo de moratones y heridas adicionales. Cuando aterrizó en el suelo, aturdido, se dio cuenta de que su espada había volado en otra dirección. Probablemente se encontraría en la copa de algún pino o en algún montón de tierra; imposible encontrarla sin la luz del sol y unas cuantas horas de búsqueda. Seth se encontraba desarmado, y además el cuerpo del guardia que había llevado encima hasta ahora de forma macabra también se había desprendido. ¿Dónde se encontraba?. (Pifia de "Apetitos hercúleos").

¡En el inmenso corpachón de la abominación!. Mientras Topanga huía convertida en lobo, Filipencio intentaba protegerla en su huída de los siseantes tentáculos del monstruo, que estaban incorporando a su masa el cadáver del guardia. Algunos otros se lanzaron contra la mediana convertida en lobo antes de que huyera, pero fiel a sus intenciones el Príncipe Guerrero las interceptó con su hacha ritual. (Dado que no has determinado qué efecto de defensa aplicas, lo hago al azar entre los que me parecen más lógicos, los dos primeros).

El inmenso no muerto intenta retener al lobo con sus tentáculos, pero la rapidez de su blanco y la intervención de Fil, que cortó bastantes de ellos, consiguen evitarlo. Sin embargo, uno de los carnosos flagelos impacta en la espalda de la druida causándole una profunda laceración ácida.

En el bosque, Flynd ya no se enteraba de lo que sucedía tras él. Se internaba entre los árboles con el esbelto cuerpo de la joven Enna sobre él, caliente como si sufriera fiebres, con sus brazos y piernas colgando inertes, dándole golpecitos mientras él se afanaba en mantener el estrecho cuerpo de la sacerdotisa sobre su espalda. En ese momento descubrió a Seth levantándose entumecido del suelo, cubierto de hojas, resina, golpes y cortes, entre el barro y la hojarasca a los pies de un árbol. (¿Cómo demonios había llegado allí antes que él?).

Tanto Seth como Flynd, (y Enna, si se recupera), están a distancia del lugar de combate. Tendrían que pasar un asalto volviendo si quieren enfrentarse de nuevo a la criatura.

Enmel y Topanga se encuentran a la vista de la aberración, pero en el linde del bosque. Pueden huir sin que eso les suponga ningún problema, pero si se enfrentan al monstruo éste puede responder, tanto cuerpo a cuerpo, (recordad que tenéis que Desafiar el peligro (destreza) para acercaros a él, a menos que lo hagáis por la sección que Filipencio acaba de "podar"), como a distancia, (Enmel conserva su arco, pero sabe que la bestia también dispone de sus propios y horribles proyectiles).

Filipencio está bastante jodido. Ha cubierto la huida de Topanga, y ahora se encuentra frente a la bestia, rodeado de las asquerosas carnosidades que acaba de seccionar, y que se retuercen como lombrices gigantes de vuelta al cuerpo al que pertenecen. La abominación va a atacarle, y dado que ha seccionado temporalmente los tentáculos sanguinolentos que emergen de la parte de su corpachón pegada a él, puede hacer saja-raja normalmente. Su otra opción es salir por patas, pero el monstruo trataría de alcanzarle y retenerle, (Desafiar al peligro por Destreza). También puede hacer cualquier otra cosa que se le ocurra, pero la berreante masa de carne no parece una gran conversadora, y a mi no se me ocurre otra opción útil. Claro que siempre puedes sorprenderme.

Es vuestro turno, y vuestra decisión.

Bien, he logrado lo que buscaba, mis compañeros ya están lejos. Ahora es otro el problema.

Desde mi posición, y con ambas manos firmes en el mango de mi hacha, gruñendo, observo a la criatura respirando agitadamente y con los dientes apretados. -Las mascotas de mi padre son más grandes que tú, bestia inmunda.
Tomo aire y corro hacia delante, entre la maraña de tentáculos que van creciendo a mi alrededor.
Con el ímpetu de la carrera apoyo un pie en su carne y me impulso hacia arriba para comenzar a trepar, ayudándome con mi hacha clavándola para obtener un punto de apoyo y una mano libre para apartar los apéndices carnosos que me acosan todo el tiempo. -Nnggraaaah! -Doy otro salto para escalar más arriba y bajo el hacha sobre una de sus cabezas.

-Tú, ¿cómo?... ¿Estás bien? ¿Puedes cargar con Enna? Hay que ponerla a salvo en la ciudad, no hay nada más heroico que salvar a inocentes, ¿verdad? -tanteó el mago con el bárbaro recién caído del cielo.

Había que intentarlo, si el bárbaro entraba en razón conseguiría a la vez desembarazarse del pesado cuerpo de la sacerdotisa, con el que apenas podía, y, de paso, hacer que el más suicida del grupo pusiera pies en polvorosa, lo que iba en contra de cualquiera de sus bárbaras costumbres, tradiciones y gilipolleces varias inventadas por el camino ocurrencias. Sí, al menos había que intentarlo.

Por su parte, Flynd oteó a su espalda mientras hablaba con Seth, asegurándose que aquella monstruosidad no les pisaba los talones mientras recuperaba un poco el aliento, sin todavía soltar a Enna hasta que el bárbaro accediera a cargar con ella.

Seth Soderstrom se llevó una mano a la cabeza, falta de oxígeno tras el vuelo. Sonrío a Flynd para hacerle saber que todo iba a salir bien. Después de todo, Seth Soderstrom acababa de sobrevivir a un golpe espectacular, y eso también formará parte de su leyenda.

Se levantó como pudo, no tan heroica ni sensualmente como en otras ocasiones. Sin su espada solo podía hacer una cosa... ¡Cavar en la tumba del ingmarita y tomar su hacha! Pero sabía que Filipencio no aprobaría ese comportamiento, y esas eran unas costumbres que Seth entendía y respetaba. No como las de Flynd.

¡FILIPENCIO, ESCUCHA ESTA POTENTE VOZ! ¡SETH SODERSTROM VA UN MOMENTO A CAREDON-a solo dos horas de distancia-A CONSEGUIR UNA ESPADA! ¡MANTEN OCUPADO A ESA COSA, HASTA QUE SETH SODERSTROM VUELVA!

Seth cogió en brazos a Enna y echó a correr hacia la ciudadela.