Partida Rol por web

Descienderon rápidamente del faro y se encaminaron, en aquella noche continua, en la dirección en la que habían visto el aserradero. El viento bramaba ahora furioso entre los árboles, moviendo las hojas y haciendo un ruido infernal, mezclado con el aullido de perros a lo lejos. ¡Perros! Aquello se había convertido oficialmente en toda una cacería.

Trastabillando a causa de la oscuridad y el terreno abrupto el trío avanzaba lo más rápido que podía. ¿Hasta qué punto Demiurgo podía dirigir a sus tropas? Feelgood recordaba haber escuchado conversaciones entre Zimmer y Mizarelli que trataban sobre ese tema. Se podía 'infundir' una idea a las IA pero no manejarlas caprichosamente. El sistema necesitaba esa creencia de libre albedrío de sus moradores para no colapsarse, para mantener la consistencia. Dentro de todo aquel caos la máquina contra la que luchaban debía obedecer unas reglas que estaban por encima de ella. Como en los libros de la antigua Grecia incluso los dioses debían respetar los pactos. Aquella, era sin duda, la única baza con la que contaban.

Por un momento temieron haberse perdido pero de pronto el bosque se abrió mostrando el camino por el que habían llegado cruzando transversalmente ante ellos. Lo que de verdad les sorprendió fue ver en el camino la misma diligencia que los había llevado hasta allí. Parecía haber pasado una eternidad desde que entraron en la simulación en un tranquilo viaje en su interior. El carruaje parecía tener una rueda rota y un hombre agachado - reconocieron al palafrenero Lemington - intentaban afanosamente calzar el pesado vehículo sin ayuda para repararla. El hombre estaba de espaldas a ellos y parecía absorto en su tarea.

Chris oteó la escena -¡Eh Doc! ¿Nos podemos fiar del cochero?- susurró mientras revisaba las sombras de la noche en busca de más gente... Porque aquello podía ser perfectamente una trampa. -Porque nos vendría bien un aliado que conozca la zona...

El doctor se apresuró a tomar el brazo de Knight. De un tirón lo atrajo hacia sí, donde el joven se encontró con un ceño fruncido. Edgar Feelgood mantenía el índice apretado cómicamente contra los labios.

—Aquí todos los personajes están controlados por la IA, mendrugo. Sin embargo, quizá podamos sacar provecho de la situación y esperar a que termine con la rueda. Con un carruaje podríamos desplazarnos y huir mucho más rápido. ¿Creéis que podríamos noquearle rápido y robarle el transporte sin alertar al resto de aldeanos enfurecidos? Y si se trata de una trampa, que alguno encañone el interior del carromato mientras procedemos a la operación.

- Debéis llegar cuanto antes al aserradero. - sentenció Todd cualquier posterior discusión mientras avanzaba con paso decidido hacia el cochero.

Apuntaba a la espalda del hombre con la escopeta, cuando tosió ligeramente.

 - Señor Lemmington, disculpe, creo que nos hemos perdido.

Tenía claro que la reacción en el rostro de aquel hombre sería lo que sellaría su destino. Si aquella locura de ceros y unos no le había afectado, seguramente se mostaría dispuesto a ayudarles pero si veía el más mínimo atisbo de hostilidad, seguramente el cochero moriría con esa expresión en el rostro.

—Bien que me gustaría ayudarle caballero, —dijo el palafrenero mientras se volvía —pero resulta que la rueda de mi carro se ha roto por culpa de una maldita piedra y... ¡Jesús, María y José!

Esta última exclamación la lanzó mientras caía hacia atrás sorprendido al verse al otro lado de la escopeta que sostenía Todd apuntando hacia él.

—¡Señor Brotzman! ¿Acaso se ha vuelto loco? ¿Qué... qué hacen de noche por estos lugares? ¿Y por qué me apunta con ese arma?

El hombre parecía genuínamente sorprendido y sin asomo de duda aterrado.

Chris salió un poco de entre las sombras apuntando con su arma a los alrededores. -Pues verá, es que por alguna razón el pueblo ha enloquecido y han intentado sacrificarnos a alguna especie de dios pagano. ¿Puede creerlo? Al parecer hay una especie de secta en este paraje tan, por otra parte, encantador.

El doctor se acercó con calma, con los brazos ligeramente levantados y mostrando las manos en una señal de paz. Por supuesto, mantenía el arma bien aferrada pero a la vista.

—Lamentamos todo esto, señor Lemmington. Este ha sido un día de locos. Como bien dice el señor Knight, medio pueblo nos persigue con la intención de atarnos y entregarnos a una supuesta deidad pagana, han intentado asesinarnos y llevamos horas huyendo. Creo que comprenderá que no nos fiemos de nadie y que mantengamos medidas de seguridad.

De pronto, cayó en la cuenta de que el señor Lemmington no le había visto en su vida

—Buenas tardes, por cierto. Mi nombre es Edgar Feelgood y soy doctor en Historia del Arte. Provengo del mismo sitio que los señores Brotzman y Knight pero… Bueno, digamos que llegamos al pueblo por medios diferentes. ¿Le importaría echarnos un cable? Nosotros le ayudamos con la rueda, nos lleva a donde le pidamos y luego le dejamos en paz. ¿Le parece un buen trato?

El pobre individuo no apartaba su mirada de las armas que lo apuntaban:

—Diantres... les habría ayudado sin necesidad de que sacasen la artillería. —después pareció meditar sobre lo escuchado —¿Dicen que los del pueblo los han intentado... sacrificar? Por los Más Sagrado... había escuchado rumores pero jamás pude dárles pábulo.

Se levantó muy lentamente, con las manos todavía en alto.

—Entiendo que estén recelosos pero yo ni siquiera vivo en el pueblo. De hecho me iba de vuelta a casa cuando sucedió lo de la rueda. Escuché cuernos y perros pero pensé que era una cacería nocturna. De hecho pensaba que la habrían montado en su honor para mostrarles la hospitalidad de la población.

Si aquel pobre diablo era consciente de la ironía de sus palabras no parecía darse cuenta.

Edgar recordó las palabras de la joven muchacha que los había ayudado hacía unas horas. Los del pueblo querían tomar como sacrificios "a todos los forasteros". Le debía la vida y se lo había pagado con más muerte y horror.

—¿Qué clase de rumores ha oído? ¿Sabe algo de la supuesta deidad a la que adoran? Si sabemos cómo piensan, nos será más fácil prever sus movimientos. Lo mejor será ocultarnos y ayudarle a montar la rueda cuanto antes. ¡Si usted no es del pueblo también corre peligro!

—¿Serían tan amables de dejar de apuntarme con esas escopetas? —dijo el palafrenero intentando recomponerse del susto — Se sabía que el viejo Hollys había regresado de sus viajes de la Indonesia con ciertas... rarezas. Se dedicaba a hablar de los espíritus del mar y de cosas que había visto allá en sus viajes por islas remotas. Decían que había traído ciertos objetos paganos e incluso a algún nativo, algunos decían que un hechicero de una tribu de aquellos lares, aunque nadie jamás lo había visto. Luego la gente de Seamouth empezó a comportarse... rara. El párroco que tenían se fue y nunca vino otro a sustituirlo. En su lugar el propio Hollys oficiaba el culto, aunque nunca había sido ordenado pastor. No sé como es ese tema, yo soy católico. En mi religión no puede venir cualquier cuentista y hacerse cura. —se calló repentinamente al darse cuenta de que se dejaba llevar. —Oh, perdonen, igual ustedes son protestantes. No quería ofenderles.

A Edgard todo aquello le estaba sonando a un pastiche barato basado en las obras de H.P. Lovecraft. Viajes al pacífico, ritos impíos... sólo faltaba que dijera que pertenecían a la Iglesia Esotérica de Dagon y tenía la copia completa. Y el pueblo, claro, se llamaba Seamouth. Muy similar a Innsmouth. No había demasiado material original. ¿Había replicado Demiurgo una historia de terror? ¿Por qué? Era una máquina ¿Qué sentido tenía eso?

Chris asintió a las palabras del paisano. Parecía que habían encontrado a alguien de fiar después de todo. -Estimado amigo, como notará, yo estoy apuntando hacia fuera, no hacia usted, no sea que uno de esos chiflados se nos eche encima y estoy seguro de que mis compañeros harán lo propio inmediatamente. ¿Algo que oponer a dejar de apuntar al bueno del cochero Todd?- añadió mirando a su compañero con una amplia sonrisa.

Acto seguido volvió a repasar la zona en busca de signos de los locos aquellos cuando cayó en la cuenta de algo y volvió a mirar al cochero -Si me permite dos preguntas más: primera, ¿sabe de algún caso de forasteros desaparecidos en el pueblo últimamente? Y segunda ¿El hijo del señor Hollys realmente es pasante en Londres?

Acto seguido se echó la escopeta al hombro y repasó el coche para hacerle un diagnóstico rápido... Pero solo logró ver un eje y una rueda rota. La verdad, era algo vergonzoso, pero no tenía ni idea de como reparar aquello... Se arremangó la chaqueta y esperó las respuestas del cochero e instrucciones de como proceder.

Too miró a Chris cuando éste le pidió que dejara de apuntar al cochero y así lo hizo aunque, por un momento, parecía que la escopeta tomaba la dirección de aquel hablador compañero de aventuras para finalmente dirigir su radio de acción a un posible enemigo externo.

- No podemos perder mucho tiempo. - dijo a los allí reunidos. - Y supongo que arreglar esa rueda nos llevaría un tiempo excesivo, ¿no, Señor Lemmington?

Echó un vistazo a su alrededor, tratando de calcular la distancia y el tiempo que les faltabía por cubrir ahora que había visto todo el terreno, tanto desde lo alto del faro como desde el interior del programa.

Feelgood dejó a Chris y a Todd la tarea de calmar al señor Lemmington. Oteó el horizonte, tratando de localizar cualquier señal de peligro: antorchas, siluetas amenazantes… Incluso aguzó el oído por si era capaz de distinguir algún ladrido entre las voces a su espalda.

La historia del cochero le entretenía y le preocupaba al mismo tiempo. ¿Qué ganaba una IA replicando los relatos de un escritorzuelo de terror? Se juró a sí mismo que, si llegaba a ver un solo tentáculo en aquella simulación, estrangularía al primero que se le cruzase por delante. ¡No se había pasado media vida estudiando y labrándose un nombre en el ámbito académico para terminar criando malvas en un vídeojuego que era una mala copia de Dagon: el culto del mar!

Todd que el aserradero estaba demasiado cerca como para necesitar usar el carro. Por su parte el doctor Feelgood sopesó la idea de reparar el carro para escapar de aquel cabo... hasta que recordó que estaba en una simulación. ¡No tenían a donde huir! Cuando llegasen a los límites de la simulación se repetiría un bucle de bosque continuo cada cierto tiempo pero no recorrerían ni un ápice de distancia. Estaban atrapados.

Ajeno a la lógica externa de la simulación el buen Isaías sólo podía guiarse por lo que se había definido en su estado. Según la simulación él vivía fuera de Seamouth y por lo tanto el carro podría llevarlo de vuelta a casa. Lo cual sería cierto ya que simplemente se desconectaría su consciencia. Por desgracia los visitantes no podían desconectarse con tanta facilidad al alcanzar los límites de la simulación. Por eso era que el conductor le estaba indicando a Chris:

—Si usted con ayuda de uno de sus amigos puede elevar el carro un momento yo encajaría la rueda aquí y procedería con las herramientas a hacerle un pequeño apaño al eje de forma que...

Todd miró al cielo, aunque estaba oscuro, repasando mentalmente la ruta que tenían que seguir y sacudió levemente la cabeza, casi pareciendo triste por la decisión.

- Tenemos que seguir en marcha. - comunicó a sus compañeros. - No tenemos más tiempo que perder.

Hizo una pequeña inclinación hacia Lemmington.

- Lamentamos tener que partir de inmediato, Señor Lemmington. Pero no se preocupe, mandaremos ayuda tan pronto lleguemos a nuestro destino.

Chris asentía a las instrucciones del cochero y se disponía a echar una mano cuando Todd intervino. Por un momento pensó en que dejar al buen hombre allí sería una locura, seguro que esos tipos se lo cepillaban. 

Luego recordó que era una simulación.

¡Maldita sea! Desde hacía un rato era todo demasiado real para su gusto.

Se incorporó y se bajó las mangas de la ropa. -Lo siento, mi compañero tiene razón. Si nos quedamos aquí tanto tiempo estamos muertos y, ciertamente, le doy mi palabra de que le mandaremos ayuda.- volvió a coger el arma y miró a sus compañeros. -¿Nos vamos?

Un debate comenzó a fraguarse en la mente del doctor. Era una batalla entre su ética y el pragmatismo que le mantuvo dubitativo durante unos largos segundos. ¿Qué debía hacer? Aquel cochero podría llegar a convertirse en un lastre y, al fin y al cabo, no era más que un personaje que solo existía en su imaginación. Maldijo por lo bajo.

—Adelante, señor Lemington, si se queda aquí los parroquianos le encontrarán enseguida. Nosotros por lo menos tenemos armas y podremos defendernos.

El hombre parecía confundido.

—Pues... —a lo lejos se escucharon ladridos, cosa que pareció decidirlo —De acuerdo... voy con ustedes.

Los otros siguieron la mirada de Todd. Podían ir por el amplio camino de gravilla que iba hacia el aserradero, lo cual facilitaba el avance durante la noche pero también los haría más visibles si los alcanzaban sus perseguidores, o internarse nuevamente en el bosque para avanzar entre los árboles.

Todd había visto la forma que tenía Chris de esconderse cuando se habían aproximado al faro y dudaba mucho que el cochero fuera un experto en moverse a través de los matojos.

Miró a Feelgood un segundo, tentado de preguntarle por qué se quería llevar una mascota virtual en lo que podría ser los últimos momentos de su vida pero quizá de esa forma el profesor encontrara una motivación para dejarse el cuelo corriendo.

- El camino es el método más rápido, estar atentos. - dijo a sus compañeros.

Justo antes de avanzar, tuvo una idea y miró al cochero.

- Señor Lemmington, seguramente estos caminos de noche sean peligrosos... ¿no llevará algún arma para su protección ahí dentro?