Partida Rol por web

El espeso aire del interior deja un aroma metálico, que se incrementa a medida que avanzáis unos metros en la oscura cueva.

Arcam Romijnsen no puede ver con tan poca luz el gesto de sospecha que se forma en el rostro de la doctora, que recuerda la horrible imagen en las ruinas de India, donde encontró una Dionaea gigante devorando pacientemente cadáveres humanos. Espera encarecidamente no repetir algo así.

Las pisadas hacia el interior dejan una reverberación que dura apenas un segundo. Más allá de eso, no percibís nada más. Silencio y oscuridad...

Apenas unos pasos hacia el interior os sirve para percataros de la espesa oscuridad que reina en el lugar. Es imposible adivinar forma alguna más allá de unos cinco metros. Por otro lado, las escasas pisadas reverberan en el interior de manera similar a como lo hace cuando entras en un gran salón del estilo de la gran Biblioteca Bodleiana de Oxford donde Nathaniel Nox frecuentaba para dar conferencias de sus hallazgos antes de que lo declararan persona non grata por "aquel incidente sin importancia", o los colosales archivos subterráneos de Alma Mater, por los que Threkor Ohrin se pasea masticando chicle, acariciando tanto secreto oculto con la yema de sus manos.

De forma sutil, lejano, un sonido metálico se puede percibir del interior, a pesar del fuerte sonido de las trombas de aire que se escuchan por la boca de la cueva por la que habéis entrado.
 

Parece que hay algo allí delante, señor Nox. Intentemos caminar en silencio si eso es posible en este pasillo. Si nosotros les hemos oido, lo que se que haya allí, posiblemente nos oiga también.

Aquel sonido que hacíamos al andar no era precisamente sigiloso. Bien mirado, parecía prácticamente imposible caminar por allí sin emitir ningún tipo de sonido. Aquel silencio tan espeso que podría tocarse con las manos si las estirara lo suficiente, era perturbador.

Me coloqué delante de Nathaniel, tanteando con el pie en el suelo antes de afianzar con seguridad un pie en él, avanzando lentamente pero haciendo el mínimo ruido posible. Incluso el sonido de nuestra respiración o el latir del corazón en el pecho, me parecían ensordecedores en aquellas circunstancias.

-Hemos tenido suerte -declaré, entre susurros, con un ligero suspiro-. Ya nos veía estrellándonos contra el suelo. -Dirigí una mirada desconfiada a mi alrededor. El sonido metálico que se escuchaba a lo lejos podía ser un indicio de muchas cosas, pero de entrada me resultaba un tanto inquietante-. Debemos de avanzar con cuidado, fijándonos bien donde pisamos, porque apenas puedo ver qué tenemos más adelante. Podría haber más grietas en este lugar, a nuestros pies. ¿Alguna idea, señor Ohrin?

Comencé a avanzar sigilosamente, detrás del ocultista, con pasos lentos y sigilosos, tratando de realizar el menor ruido posible.

El descenso había sido aterrador. El mero hecho de mirar hacia abajo (algo inevitable) había hecho que se me revolviera el estómago y la frente se me perlara de sudor. Eso junto las ráfagas de viento había provocado que pasara uno de los peores momentos de mi vida. Aun así descendí bien, lento pero firme, al menos hasta casi el final, donde una ráfaga de viento casi me mata. Casi me sentí agradecido cuando el viento provocó que cayera dentro de la cueva, aun con la torcedura de tobillo, pues ya me veía en el fondo de aquel acantilado. La Dra. Sharada acudió en mi ayuda, y apoyada en su hombro fui capaz de incorporarme. 

-Uff, casi no lo cuento -dije con un suspiro-. Gracias por la ayuda, querida, una vez incorporado creo que puedo caminar solo.

Probé a apoyar la pierna y aunque me dolía, podía andar sin ayuda. Aun así, me temía que la cojera me acompañaría el resto de la investigación. 

Miré a mi alrededor y sólo pude ver cómo la oscuridad se tragaba la cueva, allí donde la luz de la entrada ya no llegaba. Saqué de la mochila una pomada antiinflamatoria y me la eché en el tobillo. Luego saqué la linterna y me dirigí a la doctora.

-Bueno, ahora mismo la verdad es que no tenemos más opción que seguir hacia delante, quizás la ralentice un poco, doctora, por lo que me disculpo con antelación -le dije, señalando al tobillo-. Espero que les haya ido bien a Threkor y Nathaniel.

Pronto os sentís caminando a ciegas, sin ninguna referencia visual. El cuidado que mostráis al caminar no puede evitar que se forme un eco en todas direcciones, cada vez más potente. Creéis estar en medio de un lugar bastante grande.

El sonido metálico es más claro ahora.

Hay una forma de saberlo.   JJJRJK JKJKJ Threkor, Nathaniel, ¿nos oyen?  ¿Bien todo con ustedes?   Nosotros bien, salvo alguien que se luxó en Luxor, pero nada que nos haga detenernos, ¿verdad?.  -confirmó con Arcam con la vista, mientras hablaba por el walkie talkie, pausada, para que le entendieran.

Vi que todo iba bien, le explicó al Dr. Romij, haciendo la pausa de apretar el botón del walkie, hasta que el terregal nos los quitó un poco de la vista.  Y no oí nada de espantar, así que si, confío que estén bien.   Pero bueno, siempre es bueno cerciorarse. 

La Dra. Srinivasan sacó su otra linterna y apuntó hacia adelante, para iluminar el camino.  El polvo bailaba en motas enfrente de ella. 

¿Cómo cree que hayan sido físicamente los alienígenas que nos dieron origen?  Ya, ya asumía esta hipótesis como la que llevaba la delantera. 

¿Para que hubieran venido acá?  ¿Cual era el propósito de su civilización?  ¿Upliftearnos?  Pensó en los libros de David Brin, de los que era fan desde chavita. 

Sería un propósito válido, ¿no cree?  Elevarse, dejar descendencia intelectual, sino es que física también. -se tocó la cabeza, justo donde estaría lo más grandecito de su neocortex-   Antes de "transcender"*...  ya derivaba.  Sacudió mejor la cabeza, soltando algunos lacios cabellos de la gorra que los guardaba celosamente del polvo, para alejar esa deriva y concentrarse en la tarea adelante de ellos, y tan negra como allá adelante.   Bueno, mejor vayamos a conocerlos. 

Esperó un poco a la respuesta de sus compañeros de que estaban bien, y le sugirió, en silencio, al historiador, que plegara su oído a la pared o el piso, a ver si oían algo que les diera aviso de antemano de lo que podría haber allá adelante. 

El chorro de luz de la linterna revela detalles del nuevo emplazamiento. La cueva posee paredes lisas, trabajadas con mimo para que no parezca una angosta cueva, sino un lugar de paso lo más agradable posible, con una especie de masilla endurecida. Quizá de unos cinco o seis metros de ancho. El suelo está compuesto de piedras talladas en formas poligonales, y encajadas como si fueran adoquines de una vieja capital europea.

Apuntando el chorro al fondo, percibís que el camino continúa en línea recta hasta que la oscuridad consume de nuevo la luz artificial de la linterna. Sin embargo, a unos metros, un arco en el margen derecho da paso a una amplia sala. Parece ser de allí de donde viene el aroma metálico. Un barrido con la linterna cuando os colocáis bajo el arco de entrada os revela su interior. Es una sala circular, de unos cincuenta metros de diámetro y quince de alto. Las paredes están decoradas con un bajorrelieve sobre material dorado que bordea toda la sala, con la extraña escritura vista anteriormente en las ruinas de la superficie. El texto que contiene no conforma una única unidad, sino que está dividido en párrafos separados horizontalmente. Uno al lado del otro. Además, sobre el bajorrelieve, que tiene una altura desde el suelo hasta unos tres metros, hay unos nichos verticales en la pared llenos de osamentas, restos de antiguos habitantes colocados de pie. Forman filas que también rodean toda la sala, una fila sobre otra. Hay cientos. En el centro de la sala, como un recordatorio de parte de su historia, una montaña de armas de filo consumidas por el óxido a través de los siglos.

El suelo está decorado con teselas de colores sin ningún patrón reconocible, al menos con la linterna como única iluminación. Además, hay unos pequeños huecos rodeados de hollín que también bordean el lugar, y parece evidente que se usaban para colocar piras e iluminar la bóveda.

Di un fuerte respingo al escuchar a la doctora Sniravasan. Su voz me resultó tan inesperada que me inquietó todavía más que el sonido metálico que estábamos oyendo en esos momentos.

-Por aquí todo bien también -respondí, entre susurros, con un ligero nervioso-. Threkor está bien también. Pero le pediría que no haga eso de hablarnos por el walkie talkie hasta que le confirmemos que este lugar es seguro. Me ha dado usted un susto de muerte. Estamos en un lugar donde hay demasiado eco y se escucha un extraño sonido metálico que ahora vamos a comprobar a qué se debe.

jjkk Jejej, Nathaniel, que bueno que están bien.  jjkjkjk

Guardaré radiosilencio, pero jjjkk, aquí andamos. kjkjkkkk.   Cambio y jkjkfuera.

Bueno, Dr. Romij, si esto es metálico sí está más espacial que lo que imaginábamos.   -tomó uno de sus estetoscopios y lo pegó al piso para escuchar más claramente si eran pisadas, o sólo el recrujir de un piso que no había sido recorrido en muchos años.

Pero claro, si lo de los aliens es cierto, que manejasen el metal sería una de las sorpresas menores.

Tomó la linterna que llevaba y comenzó a avanzar, disipando sombras a cada paso, como hace la ciencia.  O cómo espera hacer la ciencia, pues también la linterna hacía las suyas, sombras de su propio haber. 

 Llegaron a la sala de los bajorelieves.  Esto era más impresionante que nada visto al momento.  ¡Una especie de momento Luxor!  Con razón Alma Mater los había despachado con tanta prisa. 

Doctor, ¿le parece bien que pongamos luz en esos pequeños huecos rodeados de hollín.  Así iluminamos la bóveda y podremos apreciar todo bien.  -Dirigió la linterna hacia las osamentas, y luego hacia la propia bóveda a ver que se podía ver con sólo ese haz de luz.   

Dijo distraída, aún sin apartar la vista de lo alto, -¿Usamos velas, antorchas, o esas torrecitas de luz artificial que traemos?  -el equipo de toda buena arqueóloga, digo, eso que llevan antes de traer los mini-generadores a diésel, pero ni de loca se bajaba uno de esos por las cuerdas y las ráfagas tira-historiadores.   Se acordó con esto de que su compañero estaba lastimado. 

No se preocupe, yo lo puedo hacer.  Si quiere mejor usted concéntrese en los párrafos esos.  Me recuerdan una biblioteca, o las paredes de jeroglíficos que son las hojas monumentales de los libros de las culturas del Nilo.   

¿Que es una civilización sino ganas de dejar escrita una historia para hacer sentido de lo pasado, de lo que se vive, de la dirección futura?  La búsqueda de sentido, tan humano y tan de sus colectivos.  ¿Los aliens serán igual que nosotros? 

Cuando se ilumina la sala desde los lugares destinados a ello, la bóveda impresiona más todavía. Se trata de un cementerio con multitud de cuerpos ubicados en las paredes. Todos los cuerpos están acompañados de armas diversas, así como de protecciones y armaduras. Todos parecen guerreros, pero algo curioso que podéis ver ahora es que todos sujetan sus armas y parecen usarlas para atravesarse el estómago, el cráneo o el corazón. Como un suicidio colectivo. El montón de armas del centro es hoy una montaña de óxido, pero antaño debieron ser empuñadas. ¿Contra quién?

El mosaico del suelo toma ahora forma. Simboliza un lugar arrasado por el fuego, del que sólo quedan cenizas. No muestra ninguna construcción o lugar de referencia específico, sino que parece recrearse en la imagen de algo convertido a cenizas.

Los detalles del bajorrelieve son más crípticos, y requiere una traducción, de la misma manera que el grupo hizo en las ruinas de la superficie.

Una vez que la doctora Snirivasan dejó de hablar, se produjo un incómodo silencio. Dirigí una mirada a Threkor, quien todavía permanecía callado, sin decir una sola palabra. Supuse que aquel sonido metálico debía de haberle asustado. A esas alturas, podíamos encontrarnos cualquier cosa en aquellos túneles.

-Avancemos despacio, señor Ohrin -le dije a mi compañero, entre susurros, y comencé a caminar en dirección al sonido metálico, agachado para hacer el menor ruido posible y atento a dónde estaba pisando en cada momento.

Me había quedado de piedra al oír el chasquido del walkie-talkie. Nathaniel hizo bien en avisar que no se comunicaran de improviso. Podrían habernos puesto en un aprieto.

Avancemos. Tenemos que averiguar la fuente del ruido. Espero que no hayan oído a la doctora

Retomé el camino avanzando lentamente notando al señor Nox a mi espalda. Me ayudaba con la mano en la pared como apoyo y avanzaba igual que antes. En pocos pasos podríamos ver de donde provenía aquel chasquido metálico.

Dr. Romij, estas armas y armaduras, ¿a que época histórica corresponderían?  Si las cosas estaban a destiempo aquí, como en un bolsillo de historia paralela, al menos el historiador sabría darnos lo más parecido que hubiera en nuestra propia línea del tiempo.  En la historia normal, esto es.

Sharada suponía, armaba la hipótesis en su cabeza, de que el "soltar la mariposa", se hacía no de una forma pacífica, al alcanzar la "muerte natural" por edad avanzada, correlacionada, aunque imperfectamente, con la sabiduría, como en esta civilización nuestra moderna, o en varias ya pasadas.   No, aquí parecía que era una cosa que "tomabas en tus manos" muy literalmente, como los cuerpos con sappuku parecían mostrar.  A su mente la recorrían varias líneas de pensamiento:

¿Que civilización se quitaría individuos en edad reproductiva y productiva, sólo para alcanzar una "iluminación temprana"?  ¿Que prisas tenían, pues?  No quitaba nada esperar.  -Pero claro, como muchas cosas en antropología, tus valores, por más que los creyeras superiores, no eran los únicos en ser usado y usados en serio, como podía sentir en la fuerza moral de cualquiera que se quitara su propia vida estando en sus 5 sentidos. 

¿Y las armas de en medio?  ¿Usadas en alguna lucha contra "otros", infieles o herejes o conquistados? ¿O contra ellos mismos? 

Ahora mismo camináis a oscuras rodeados del eco de vuestras pisadas. Sois incapaces de dilucidar qué tipo de estancia os rodea, pues los rayos de luz que entran por donde os habéis descolgado se acaban varios metros atrás. Por intuición, camináis despacio y con las palmas de las manos extendidas, hasta que tocáis una pared que os cierra el paso.

-¿Qué cree que es este sitio, señor Ohrin? -le pregunté a mi compañero, entre susurros, mientras comenzaba a palpar la pared-. Estoy percibiendo un muro que nos obstruye el paso, no sé si natural o construido por el hombre. Pero tiene que haber una forma de continuar avanzando, algún tipo de resquicio tal vez. Sígame.

Con la fija atenta en el suelo en el que piso, comienzo a avanzar despacio por la sala, palpando la pared para tratar de hallar algún tipo de apertura que nos permitiese llegar hasta la zona en la que se oía aquel sonido metálico, cada vez má audible.

Las armas amontonadas en la sala presentan las características típicas de las viejas civilizaciones sitas en África, con la predominancia de cuchillos y dagas. También se aprecian algunas hachas diseñadas para ser lanzadas, y alguna que otra lanza.

El deterioro de las mismas es muy grande, pero no impide apreciar el diseño subyacente, el cual es imposible relacionar con una civilización en concreto aunque presenta, como has visto, características similares con otros restos del continente africano. En resumidas cuentas, son evidentemente africanas, pero no puedes especificar más.

Un detalle que llama la atención al fijarse en las armas es la ausencia de escudos y armas ceremoniales, con grabados específicos para ello, tan habituales en las culturas de África. Es como si todas estas armas hubiesen sido destinadas a ser usadas.