Partida Rol por web

Venatrix

ACTO II: LAS ELEGÍAS DE PROPERCIO

Cargando editor
25/05/2012, 19:01
Acté

La sonrisa desaparece del rostro de Acté, y luego aparta la mirada.

"Si has tenido otra amante aparte de Julia, no me has hablado de ella", dice secamente.

Si no fuera porque Acté es una meretriz, pensarías que se ha disgustado por que le hayas mencionado a otra mujer. A Julia la odia aun sin conocerla, pero es normal, después de haberte desahogado con ella durante tanto tiempo contándole lo mal que te lo ha hecho pasar; Acté siempre te decía que no te convenía una mujer tan caprichosa como aquella, que la relación no iba a terminar bien, y no se equivocaba.

Aún le estás dando vueltas al porqué de su reacción, cuando ella se esfuerza en volver a sonreírte y vuelve a mirarte a los ojos.

"Así que no era el trabajo la mayor de tus preocupaciones. Una antigua amante ha vuelto a entrar en tu vida. Espero que esta te trate mejor que Julia. Esa arpía te chupó la sangre todo lo que pudo y luego te dejó tirado."

Es obvio que tan solo fuiste un capricho para Julia, y que de ninguna manera te iba a cambiar por su marido, ese senador galo. Sin embargo, has estado observando que, desde que eres cuestor, la ves más que antes; ella suele estar en las cercanías de la Curia y en el foro, los lugares que más frecuentas, y si la conoces bien, esto quiere decir que está esperando que dés el paso para acercarte a ella de nuevo. Esto no se lo has contado a Acté, aunque ya sabes cuál es su opinión al respecto: qué casualidad que cuando empiezas a ser rico y poderoso, esa mujer vuelve a interesarse en ti.

Pero Julia actualmente no es una preocupación para ti; es esa otra mujer misteriosa, perdida en los más oscuros rincones de tu mente, la que te tiene totalmente desorientado y confuso. Lo más lógico habría sido pensar que aquella nota la hubieras escrito estando borracho durante una cena y por eso no lo recordabas, pero, sin saber por qué, tu subconsciente te decía que no era así, y al descubrir que realmente habías encargado un libro para aquella dama, solo has confirmado una sospecha.

En cualquier caso, está claro que Acté no conoce a esa mujer; y Sosias te dijo que cuando te preguntó si le había gustado el libro a aquella dama, reaccionaste como si no supieras de lo que estaba hablando. Parece ser que el romance, de haberlo habido, fue bastante breve, lo bastante como para que no te diera tiempo a contárselo a Acté. Lo cual no despeja la duda principal de esta historia: ¿cómo es posible que no recuerdes absolutamente nada?

Acté te sigue mirando, y se da cuenta de lo confuso que estás.

"No vuelvas a sufrir así por una de esas damas ricas, no merece la pena", te dice. "¿Qué pueden darte ellas que no pueda darte yo, sino dolores de cabeza?"

Notas de juego

Vamos a suponer que sí.

Cargando editor
25/05/2012, 20:05
Quinto Casio Dánico

Asiento ante sus sabias palabras. ¿Quién mejor que ella me conoce en ese aspecto? Y bien sabe que soy hombre emocional y racional a partes iguales. Quizá estuviese ciego durante demasiado tiempo, alimentado por esperanzas y sueños que perduraban en mí desde la juventud. Pero ahora… las cosas son muy diferentes, y la herida todavía fresca de Julia me recuerda que debo ser cauto. No. Ella no es un objetivo, ni siquiera me resulta tan atrayente como antaño, a pesar de que su belleza sigue siendo singular y bien apreciada. Pero el velo oscuro que esconden sus intenciones empaña ese reflejo para los que la conocen. Y yo, por desgracia, ya la he conocido suficiente.

“Tienes toda la razón”.

Pero lo difícil se encuentra ya no en olvidarlo sino en recordarlo. Mi rostro muestra la frustración quiera o no. Parece como si el rato que he pasado con Acté apenas hubiese servido para nada; ella vuelve insistentemente como un fantasma perturbador. ¿Y por qué no la recuerdo? Es la pregunta que más quebraderos de cabeza me va a traer de todas las que me he podido hacer en la vida.

“Dolores de cabeza…” repito con una sonrisa jocosa.

Se me ocurren muchas otras cosas que podrían darme, pero las cayo por respeto, sobre todo ante el último gesto que ha tenido. Si no la conociera diría que está siendo protectora en demasía. Pero, nuevamente, no es algo que me preocupe de modo que ni lo comento.

“No te preocupes, ya tengo cierta edad. Las mujeres dejaron de ser mi sinvivir hace algunos años. Julia me enseñó valiosas lecciones.”

Cargando editor
25/05/2012, 20:19
Iniciador

Satisfecha, Acté descansa su cabeza en tu pecho y permanece así, sin decirte nada más. Y vuelve el oasis de paz.

Y sin embargo... no puedes dejar de pensar en esa mujer a la no conoces. ¿Habrá encontrado Leandro su casa? ¿Vivirá aún allí? Han pasado catorce años, mucho tiempo; puede haberse mudado, o tal vez se ha divorciado si estaba casada y se ha ido a otro lugar, o incluso se ha marchado de Roma.

Cualquiera en tu lugar ya se habría vuelto medio loco. Te asaltan deseos de haber acompañado a Leandro, pero, ¿qué clase de magistrado iría en busca de un libro en compañía del esclavo de un librero? Paciencia, paciencia, te dices a ti mismo; has tenido este asunto olvidado durante catorce años, y ahora en un momento quieres averiguarlo todo. Pero lo cierto es que hasta que no lo hagas, no podrás dormir tranquilo. Una persona tan curiosa como tú no puede quedar satisfecha hasta desentrañar un misterio como este.

Cuando vuelves a la realidad, escuchas la respiración profunda de Acté; se ha quedado dormida. Al parecer, no eres el único que se siente cansado. Al principio te molesta el invertir tu dinero en una mujer que se te queda durmiendo, pero luego piensas que lo ha hecho porque está muy a gusto contigo. Sabes que la vuestra no es una mera relación entre una prostituta y su cliente; son ya muchos años, os conocéis tan bien como un matrimonio. Cierto es que, si dejaras de venir a verla, tal vez no le costara demasiado olvidarte, puesto que tiene muchos otros clientes; quién sabe... pero es lo más parecido a una amiga que tienes entre la gente que sueles frecuentar.

Dice Helvio que las prostitutas se vuelven demasiado sentimentales cuando se van haciendo mayores; precisamente Helvio lo dice, que se ha dejado atrapar como un mosquito en la telaraña de una cara meretriz que lo está dejando seco. Pero tal vez tiene razón.

Cargando editor
26/05/2012, 19:26
Quinto Casio Dánico

Miro a Acté durmiendo y me aborda una sensación de paz casi olvidada. Le acaricio el cabello mientras recuerdo de forma vaga algunos momentos con Julia en los que hacía parecido. Entonces mi mente soñaba con llegar a tenerla así siempre, ilusiones que no tardaron en romperse. No obstante, puedo permitirme soñar un rato más, pensar que quizá en algún momento cercano llegue de forma súbita todo eso que ansío, y mis esfuerzos se vean compensados con tiempo de descanso. Uno tan apacible como el que comparto ahora con Acté. Sólo me falta un libro con el que ralentizar el sueño que me aborda.

La dejo dormitar a mi lado mientras sigo con mis cavilaciones, sin abandonar el tema estrella que aborda mi mente ni los otros, que también me urgen a su manera. Quizá Helvio se haya pasado por casa, o quizá le hayan degollado por las deudas, cosa que ruego porque no haya ocurrido. Necesito de su mente brillante más que nunca, aunque no pretendo hacérselo saber en ningún momento.

“Acté…” murmuro tras un rato, acariciando de forma distraída su brazo. Ya he perdido mucho tiempo de forma un poco tonta, aunque gratificante. “Tengo que irme. He de hacer cosas todavía.”

Espero a que se desperece, observándola con una sonrisa torcida.

“Gracias por tu compañía, Dido” añado a modo de despedida con un beso.

Cargando editor
28/05/2012, 11:51
Acté

Cuando Acté se despierta, notas que se avergüenza un poco por haberse quedado dormida. Responde a tu despedida con una sonrisa, y se queda mirándote recostada en el lecho hasta que desapareces de su vista. Acté no es Dido, es aún mejor que ella; la meretriz se preocupa por ti, pero sin llegar a obsesionarse, se limita a darte cariño durante un rato, sin reprocharte que no vuelvas a verla durante un tiempo. Es una relación cómoda, sin ataduras; la ideal para ti en estos momentos en los que bastantes quebraderos de cabeza te produce ya tu trabajo.

Así pues, Eneas abandona Cartago para volver a la tarea que le han asignado los dioses, pero para este Eneas no hay reproches ni deja corazones rotos. Una bonita mujer griega le esperará a la vuelta, cuando decida regresar.

Cargando editor
28/05/2012, 12:50
Iniciador

En el camino de vuelta a casa tus tripas empiezan a rugir. Aparte del agua azucarada que te sirvió Sosias y el vino que pagaste a Paloma, no te has echado nada al estómago desde hace horas. Por el camino te entretienes pensando en la comida, pero también en Helvio y el asunto de los juegos, sin poder apartar de tu mente tampoco a tu amante olvidada.

Divisas ya los amplios jardines de Lúculo, que se van descubriendo a medida que subes la cuesta del Quirinal, la colina más alta de cuantas conforman la ciudad. Sin embargo, la subida no es tan dura, tal vez por la cercanía de la vegetación, que proporciona un ambiente más fresco de lo habitual en medio de esa mezcla de mármol y ladrillos en que se cuece la ciudad al sol. El atardecer ya hiere de púrpura el cielo, ahora encapotado, cuando ya aparece a lo lejos el templo de Flora, cerca del cual tienes tu mansión.

Cuando llegas, un visitante inesperado te aguarda en el portal: se trata de Leandro.

Cargando editor
28/05/2012, 12:51
Leandro

Al verte, Leandro se acerca a ti.

"Salve, Casio", te saluda. "He venido a decirte que te han invitado a una cena mañana en la mansión de Flavia Juliana. No me han dado el libro, pero la señora me ha dicho que te lo entregará mañana personalmente durante el convite."

Flavia Juliana... te suena mucho ese nombre. ¿Es ese el nombre de la misteriosa dama de la que hablabas en tus escritos? No puedes asegurarlo, aunque estás casi seguro de que tiene algo que ver con Flavia Titiana, la viuda de Pertinax, el antiguo emperador cuya muerte, se rumorea, es obra de tu superior, el cónsul Silio. Entonces comienzas a ser consciente de lo peligroso de la situación: ¿acaso esa Flavia es algún familiar de la viuda del emperador? ¿Y por qué tiene tanto interés en ti? Desde luego, ella debe saber quién eres, más por Silio que por ti mismo. ¿Qué pretende invitando a un subordinado del que seguramente sea su mayor enemigo?

Te das cuenta entonces de que estás aventurando demasiadas cosas. No puedes dar nada por sentado. Ni siquiera que ella haya sido tu amante, pues casi habías olvidado esa posibilidad pensando en la política. No obstante, bien sabes que en tu posición nunca viene mal ser cauto.

Leandro aún está frente a ti, esperando tu respuesta.

Cargando editor
28/05/2012, 12:58
Quinto Casio Dánico

Muchas sorpresas de repente. Mi mente, ya despierta y algo más despejada, maquina cientos de posibilidades llegando a perder la perspectiva de lo que ocurre. Podría ser una citación muy peligrosa, y eso hace que mire de reojo el muñón izquierdo de mi mano. Por otro lado...

"De acuerdo, iré. Gracias por transmitirme el mensaje. ¿Dónde quedaba exactamente su mansión?" pregunto discretamente, ya que sigo sin saber su ubicación exacta. Aunque, al menos, ya tengo el nombre.

Pero nada más aceptar la invitación me recorre un escalofrío. ¿Qué estoy haciendo, acudiendo a la casa de una mujer que ni siquiera conozco y cuyos intereses me son enteramente desconocidos? Es absurdo, arriesgado e impropio de mí. Pero ya está hecho. Debería comer, descansar y buscar algo de apoyo. Quizá Espurino pueda despejar las nieblas que se ciñen sobre mi vida.

Cargando editor
28/05/2012, 15:05
Leandro

"Está en la vía Apia, muy cerca del templo del Honor y la Virtud", contesta Leandro. "Iré entonces a confirmarle tu asistencia. Ah, me dijo que el banquete empezará a la hora undécima*."

Sigue sin sonarte el lugar, pero al menos ya sabes dónde se encuentra. Mandas a uno de tus esclavos para que acompañe a a Leandro y así pueda servirte de guía cuando acudas mañana a la cena.

Notas de juego

Los romanos dividían el día en 24 horas, como nosotros, pero las horas eran distintas, ya que no duraban lo mismo que las nuestras. Las medían mediante relojes de sol (o de agua, llamados clepsidras), y su duración dependía de la época del año; en verano, las horas del día eran más largas que en invierno. Tanto el día como la noche se dividían en 12 horas. La hora prima coincidía con la salida del sol, mientras que la hora duodécima coincidía con la puesta. La hora sexta coincidía con nuestro mediodía, y de ella proviene la palabra "siesta", ya que por entonces todo el mundo se tomaba un descanso (como ya has podido comprobar).

La hora undécima en el mes de abril, en el que nos encontramos en la aventura, se sitúa más o menos entre las 4 y las 5 de la tarde.

Más información AQUÍ.

Cargando editor
28/05/2012, 15:47
Iniciador

Por fin en la tranquilidad de tu hogar, te diriges al peristilo* para disfrutar de la escasa hora de luz que resta del día, y ordenas a Sira que te sirva allí la cena.

Mientras comes, sigues dándole vueltas a la cena de mañana. Intentas poner un rostro al nombre de Flavia Juliana, pero, por más que lo intentas, no te viene ninguno a la mente. Si realmente es ella la mujer para la que encargaste el libro, lo único que sabes es que su autor favorito es Propercio. A ti te traen malos recuerdos sus elegías, porque te recuerdan tu fallida historia de amor con Julia; en ellas, el poeta cuenta su relación con una mujer con el pseudónimo de Cintia, y al terminar de leer su primer libro, uno llega a la conclusión de que el amor es una especie de enfermedad que te destruye física y mentalmente; los primeros besos y veladas nocturnas dan paso a una extrema preocupación por una dama que tiene a tiro demasiados hombres, al temor de que se encapriche de otro durante una larga y forzosa ausencia. Entonces se suceden las noches en vela, la espera a las puertas de su casa, que nunca se abren; Cintia lo martiriza creándole incertidumbre, para acabar por confirmar sus sospechas cuando se entera de que ahora está con otro hombre. Qué pesadilla rememorar todo esto, pues tu historia con Julia es muy parecida. Y si tanto le gusta Propercio a esa tal Flavia Juliana, ¿sería de esperar que se pareciera a Julia?

Pero, por más pasos que das hacia el descubrimiento de aquello que tu mente ha borrado, no logras dilucidar el mayor misterio, que es el propio olvido. Tu expectación crece a la par que tu confusión. Te haces conjeturas pensando que tal vez el vuestro fuera un amor prohibido, puesto que tú estabas en un bando y ella en el otro, pero eso no explica que la hayas olvidado, y además te vuelves a decir que aún no sabes nada, y que puede que esa mujer no sea la que estás buscando. Han pasado catorce años, y eso es demasiado tiempo como para formular teorías certeras.

Notas de juego

El peristilo es un jardín con estatuas y fuentes o un estanque que se situaba al fondo en todas las mansiones, imitando el modelo del hogar griego. Allí jugaban los niños y las mujeres hilaban.

Cargando editor
28/05/2012, 15:49
Criada

Sira interrumpe el hilo de tus pensamientos, que no paran de brotar.

"Señor, ha llegado Helvio. ¿Le hago pasar?"

Miras al cielo y te das cuenta de que ya se está haciendo de noche. Ya has terminado de cenar, y los esclavos han recogido la mesa sin que te hayas dado cuenta. Esa mujer desconocida te está absorbiendo demasiado.

Cargando editor
28/05/2012, 22:08
Quinto Casio Dánico

La voz de mi criada vuelve a sacarme de nuevo de mi ensoñación. La miro brevemente y después alrededor, como perdido.

"Sí, hazle pasar".

Dejo de mirar el cielo ya oscurecido y me estiro para desentumecer los músculos mientras Sira se retira y hace pasar a Helvio. Ahora debo ocupar la mente con otros asuntos, no menos importantes aunque quizá menos prioritarios en mi alocada cabeza. Los juegos y esa oda que mi querido poeta debería estar componiendo.

Me levanto y le saludo de forma calurosa.

"Me alegra verte tan pronto, Helvio. ¿Qué tal va nuestro acuerdo?"

Cargando editor
29/05/2012, 15:12
Lucio Helvio Cinna

Helvio pasa al peristilo con un papiro en la mano, y se ve sorprendido, incluso extrañado, por tu calurosa bienvenida.

"Hola, Casio", responde a tu saludo. "En ello estoy. Precisamente vengo a leerte algunas líneas. Quiero saber tu opinión antes de seguir. Escucha."

Helvio, con su habitual precipitación, ni siquiera espera a que te sientes o a que le ofrezcas nada: desenrolla el papiro y se dispone a recitar lo que ha escrito.

"Hoy llega un nuevo día; Helios está en lo alto
para admirar a un dios que viene a gobernarnos.
En su trono de oro, el igual a Mercurio,
digno de los quirites, de César venusino,
con estos, también, juegos de Marte el favor gana.
Tiemblan los partos, tiemblan los germanos al ver
al poderoso César, saben pues que muy pronto
rendidos a sus pies caerán sin remedio.
Ya la Sibila dijo que el tiempo se acababa,
que retornaba la era dorada de Saturno.
Lo presagian los signos, el áureo poder,
lo auguran en los templos el vuelo de las aves,
pues en el mes de Venus en que todo comienza,
comienza la edad de oro con nuestro nuevo César."

Terminado el poema, Helvio levanta la vista y te observa con expectación, esperando tu veredicto.

Tal como temías, se le dan mucho mejor los ataques que los elogios; pues has detectado varios puntos que podrían considerarse una crítica velada. Desconoces la opinión de Helvio con respecto al emperador, pero has captado algunos dobles sentidos introducidos mediante el arma de doble filo que ha usado tu sagaz amigo: el oro. Es normal referirse a la "edad de oro" o "era de Saturno" como un tiempo feliz en el que las cosas eran más fáciles, no había guerras ni complicaciones y existía de verdad la justicia; pero a fuerza de repetir esa idea, y su alusión al "trono de oro" y al "áureo poder", e incluso a Mercurio, dios del comercio, hacen pensar que en realidad Helvio está criticando al emperador por haber comprado el trono. Por lo demás usa la típica adulación en la que iguala el emperador a los dioses: hace alusión a Helios, el sol; a Quirino, que es Rómulo, a través de los quirites, que son los romanos, sus dignos sucesores; a Marte, con la excusa de los combates de gladiadores y la lucha contra los más acérrimos enemigos de Roma, que son germanos y partos; a Venus, en alusión al presente mes, abril, "en que todo comienza", dedicado a ella, y a Julio César, que se decía su descendiente por serlo directamente de Eneas, que era hijo de Venus. Aparte de esto, la afirmación de que la Sibila (el oráculo) predijo el fin de los tiempos y la vuelta de nuevo al comienzo con otra edad de oro está finamente intrincada en esa aparente crítica velada, como si lo que hubiera predicho en realidad fuera una nueva era en la que el trono de Roma se iba a poder comprar; por lo cual ese remate, "comienza la edad de oro con nuestro nuevo César", es ya el colmo. Y conociendo a Helvio, no es muy probable que todo esto sea casualidad. Es muy fino, pero tanto esto como su carácter impetuoso, como ya has comprobado en más de una ocasión, le causa demasiados problemas.

Cargando editor
01/06/2012, 10:53
Quinto Casio Dánico

Escucho, paciente, y conforme su voz me envuelve en la alabanza hacia el nuevo gobernante mi gesto se crispa ante los diminutos detalles que podrían estropearlo todo. Aun así, no interrumpo. Permito que Helvio prosiga con su actuación para cerciorarme de hasta dónde llega su osadía. Finalmente, cuando termina y me mira esperando su aprobación, decido esperar unos segundos alargando el veredicto. Tranquilamente todo un vaso de vino y refresco mi garganta.

“Valoras poco tu pellejo si crees que te voy a pagar por esto, Helvio” digo, tratando de suavizar todo lo posible el tono.
No está del todo mal. Aquellos que entienden poco de retórica apenas serían capaces de captar esos dobles sentidos. Pero no es lo que busco. Mi trabajo depende en este momento de lo ilustres que sean esos juegos, y necesito una alabanza espectacular nunca antes escuchada, no los elogios típicos que todos conocemos. No obstante, por el camino del reproche no voy a conseguir demadiaso.

Me acerco, despacio, y paso un brazo por los hombros de mi joven amigo.

“Muchacho, tienes una cabeza brillante, y si me embelesaste en su día con tus sátiras no fue debido al azar. Sé que tienes una mente despierta e innovadora, sé que puedes escribir algo mucho mejor que esto. Quizá el emperador no sea de tu agrado, pero si te he hecho llamar a ti es porque confío en tus dotes más que en cualquier otro. Esto, joven,” tomo el pergamino y se lo enseño, “es algo que podría escribir cualquier poeta de tres al cuarto. Pero tú, Helvio, tú puedes escribir mucho más y mejor. Imagina los favores que se te concederían al escribir una alabanza que deslumbrase a toda Roma… No te faltaría de nada.”

Hago una pausa, dejando que las palabras se impregnen en él, y tomo asiento de nuevo. Espero a que me mire una vez más antes de hacer una añadidura a mi discurso.

“Y ambos sabemos lo aficionado que eres a las críticas ocultas. Pero llevo demasiado tiempo escuchando tus poemas como para no verlas. Quizá para otros pasen desapercibidas, pero no para mí. Evítalo, ¿de acuerdo?” No es una petición por la forma en que lo digo, sino una exigencia. “Demuéstrame que no me he equivocado al ofrecerte esta oportunidad.”

Le sonrío ampliamente y le ofrezco algo de beber mientras espero una respuesta afirmativa.

Cargando editor
01/06/2012, 19:06
Lucio Helvio Cinna

Helvio hace una mueca de decepción con los labios y vuelve a guardarse el papiro entre las ropas.

"Qué puedo decir...", se resigna, agarrando la copa. "Conoces mi arte demasiado bien. Pensé que sería divertido ver al emperador enorgullecerse con estos versos; y creí que te gustaría que añadiera un poco de sal a una soporífera oda. Me cojea todo lo que no sea yambo*." Echa un buen trago de vino antes de seguir. "Pero no te decepcionaré. Puedo hacerlo; solo necesito algo de inspiración, sentir lo que escribo. Dudo que te hubieran llamado mucho la atención mis poemas si no los hubiera sentido con toda mi alma cuando los escribí. Me centraré en algo que sea del agrado de todos, incluso del César. Esa trampa sí es lícita, ¿verdad?", exclama, sonriente.

Da un nuevo trago y se queda un rato en silencio, pensativo, con la vista perdida. Entonces alguna idea parece brotar de su mente y le ilumina el rostro.

"¡Ya lo tengo! ¿Por qué no me cuentas lo que tienes preparado para los juegos? Mi poema podría servir de introducción al espectáculo, y enlazarlo con los elogios al emperador usando símiles. Dime, ¿con qué tienes pensado comprar el favor del pueblo de Roma para con nuestro áureo emperador?", pregunta con sorna.

Notas de juego

El yambo es un pie métrico que se utilizaba en las sátiras y las críticas en poesía. Consta de una sucesión de grupos de dos sílabas, de las cuales se acentua la segunda (taTÁ-taTÁ-taTÁ-taTÁ-taTÁ-etc.)

Cargando editor
01/06/2012, 23:11
Quinto Casio Dánico

“Así me gusta” repongo ante la nueva perspectiva de Helvio, viendo cómo recobra el ánimo y las ganas. “Sé que hay mucho talento ahí dentro.”

Señalo su pecho alzando la copa hacia él y bebo despacio mientras busca su fuente de inspiración dentro de sí. Sin prisas, me digo, pues no siempre la musa está dispuesta a atender nuestras peticiones. Y mientras el silencio cubre el espacio entre nosotros, el suave rostro esculpido en piedra de los bustos de mujer reaparece en mi mente como una sombra trémula que empaña mis pensamientos. Por suerte, la voz del poeta me devuelve a la realidad. Con nuevos problemas.
Tuerzo el gesto, agriado por la pregunta.

“Me importa tan poco el favor del emperador y el pueblo que no he pensado nada.” Respondo con amargura y cinismo. “¿Tú qué crees que pide el pueblo? ¿Qué hay novedoso que pueda agradar a tanta gente sin caer en lo evidente y cotidiano?”

Las preguntas suenan a reto más que a un sondeo. Tampoco puedo desvelar mi falta de imaginación y conciencia referida a ese tema.

Cargando editor
02/06/2012, 20:45
Lucio Helvio Cinna

"Pues... el pueblo pide sangre; pero la sangre es cotidiana", bromea Helvio. "Habría que buscar algo novedoso, pero que al mismo tiempo todo el mundo conozca."

Helvio es de esas personas que disfruta mucho de los espectáculos y de los juegos. Alguien como él, que vive la vida tan intensamente, seguro que tiene alguna idea innovadora, algo que se salga de la rutina; o al menos eso esperas, porque el tiempo se te agota. Tu amigo apura su copa, degusta el vino con deleite y, tras tragarlo, te dice:

"Ya está. ¿Has leído el Satiricón de Petronio? Supongo que sí, tú lo devoras todo. ¿Recuerdas la parte en la que los protagonistas participan en un juego que es una recreación del laberinto del minotauro? ¿Por qué no lo recreas en los juegos? Es una historia que conoce todo el mundo, y puede ser muy emocionante. Haces un laberinto con tablones que se extienda por todo el anfiteatro, pones un toro en el centro, que será el minotauro, y metes a cuatro gladiadores. Estos partirían desde distintos puntos del laberinto y tendrían que encontrar la salida, y enfrentarse entre ellos si se encuentran; el primero que salga, se salva, pero los demás morirán."

En ese momento, Sira entra en el peristilo y os deja un plato de setas hervidas con miel como aperitivo. Helvio la mira atentamente, y suelta la copa en la mesa para acercarse a ella; luego, cuando Sira se retira, observa su trasero hasta que desaparece. Tras este paréntesis, vuelve a centrarse en ti.

"Bueno, ¿qué te parece? La idea hay que pulirla, pero es una idea. Si madurara, sería divertido ver al emperador contemplando el laberinto como el poderoso rey Minos. La oda podría ir en ese sentido."

Cargando editor
02/06/2012, 21:09
Quinto Casio Dánico

"Hum..." Poso la mano sobre el mentón y alzo la mirada hacia el cielo oscurecido meditando su proposición, ajeno al escaso decoro de Helvio para con mi sirvienta.

El muchacho escaso de ideas no está, y esta es realmente interesante. Un laberinto, un toro y gladiadores. Podría ser interesante, pero quizá algo aburrido si los luchadores no son capaces de dar con el objetivo en poco tiempo. Tiempo, eso es. Acortar el tiempo y quizá introducir algún que otro peligro más. O, en su defecto, hacer el laberinto más sencillo de lo que en la obra de Petronio se presenta. Me place gratamente la idea.

"Te aplaudiría si pudiera, Helvio. Me agrada bastante la idea, aunque le daré unas cuantas vueltas al tema. Si logras que esa oda refleje todo eso que he mencionado antes, serán unos juegos extraordinarios. Y tú te verías beneficiado por ello, claro." Apunto, sin dejar que pase inadvertido.

Le imito y alcanzo el manjar que Sira nos ha traído para saciar el poco apetito que tengo durante la charla. Darle vueltas a la mente hace que olvide de todo lo demás, pero no es algo nuevo. Miro de soslayo al muchacho, pensando si habrá comido algo decente estos días a parte de lo que rapiña en mi casa. Una idea cruza por mi cabeza. La misma que lleva acosándome todo el día.

"Oye, Helvio. ¿Te suena de algo una mujer llamada Flavia Juliana?"

De conocerla no podría vincularla conmigo. Lo ocurrido con esa mujer, fuera lo que fuese, ocurrió hace demasiados años para su joven memoria.

Cargando editor
03/06/2012, 12:04
Lucio Helvio Cinna

"Me alegra haberte servido de algo, al fin", dice sonriente, a la vez que ataca ávidamente al plato de setas, lo cual responde por sí solo a la pregunta que te haces sobre la frecuencia con la que se alimenta actualmente, acosado como está por las deudas. En este momento, te das cuenta de algo: Helvio sabía perfectamente que tú pillarías los dobles sentidos de su poema; si es así, ¿por qué los ha incluido? ¿Acaso con ello pretendía tener la oportunidad de acudir otra noche más a tu casa con otro poema, y así aprovecharse de tu hospitalidad para ponerse las botas? Tratándose de Helvio todo es posible, y más si tiene hambre, pues no conoces mayor acicate para el ingenio.

"¿Flavia Juliana?", pregunta con la boca llena, después de haberse metido un buen puñado de setas. "Sí que me suena. ¿No es familia de la esposa de Pertinax, el antiguo emperador? ¿También quieres una oda para ella?", inquiere en el tono burlesco al que te tiene acostumbrado; una deformación profesional en poetas satíricos como él.

Cargando editor
03/06/2012, 13:00
Quinto Casio Dánico

"La última oda que me compusiste para una mujer me llevó a un mar de duelos. Me contento con que no hagas que el nuevo emperador me corte la cabeza" apunto con sorna y una sonrisa afable.

De modo que mis suposiciones no iban tan desencaminadas. Familia, quizá política, del antiguo emperador. Eso no es un gran aliciente a que siga queriendo acudir al banquete, pero la curiosidad, que siempre ha sido mi mayor móvil, me empuja a seguir adelante con esa gran locura. Pero cuando pienso en el ansiado momento en que la tenga frente a mí, ¿qué ocurrirá? ¿Recuperaré la memoria? ¿Todo seguirá en blanco en mi memoria, de modo que lo más probable es que me ponga en evidencia delante de gente, probablemente importante, a la que no conozco o con la que no tengo trato alguno?

Observo cómo Helvio come, y dejo que lo siga haciendo. De todos modos lo necesito vivo y lúcido para que siga trabajando. El pobre muchacho me da lástima y, en el fondo, espero que el pago que le voy a hacer le dure algo más. Aunque lo más probable es que ne unos meses vuelva con el doble de problemas. He de pensar en cómo sacarle de esa espiral que le consume y que acabará por volverle un despojo de la sociedad.

"¿De qué estás viviendo ahora, Helvio?" pregunto con interés y una nota de tristeza.