Partida Rol por web

Observaste como las tropas se desplazaban con rapidez hacia los distintos portales que cubrirían los frentes de acciones para intentar alcanzar alguna solución a esta catástrofe.

Illidan se acercó a ti y colocó una mano en tu hombro.

- Acabaremos esta guerra - dijo mientras caminaba lentamente hacia el portal.

Mientras avanzabais un ejercito de casi tres decenas de soldados repartidos entre Orcos de los Kor'kon y soldados humanos de la 7ª legión de Ventormenta os acompañaban a través del portal.

- No hay marcha atrás, es un todo o nada - con aquellas palabras el cazador de demonios cruzó el portal junto con gran parte de los soldados.

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En tan solo unos instantes os habíais teletransportado justo en mitad de la frondosidad de Feralas. Sabías que este lugar guardaba antiguas ruinas de la civilización Altonata, o lo que es lo mismo, la nobleza de los elfos nocturnos.

- Alexstrasza me explicó que ese sucio ogro mago de Cho'gall puede estar escondido en la ruinas, avancemos tan rápido como podamos -

No pasó más de una hora cuando tras superar metros y metros de frondosos bosques, una visión de gloria pasada se alzaba ante vuestra mirada.

- Parece que hemos llegado a donde quería - comentó el cazador de demonios mientras alzaba el puño y mandaba a las tropas detenerse.

- ¿Puedes sentirlo? - dijo mirándote. - Huelo a magia demoníaca - 

Los soldados comenzaron a moverse en grupos reducidos intentando peinar la zona en busca de pistas para localizar al ogro mago.

De repente uno de los soldados de la alianza se apresuró corriendo hasta ustedes.

- Camaradas, mi grupo ha detectado lo que parece ser la entrada al edificio principal de las ruinas - enfundó su arma.

- No hemos visto ningún tipo de actividad hostil con lo cual pueden significar dos cosas: o están escondidos o la información era falsa - no dudó en dejar claras sus ideas.

Illidan no dudó en responder.

- Veamos esa entrada - le siguió

- Dudo mucho que se hayan marchado; estarán preparando alguna artimaña -

Sin dudarlo más tiempo y asegurando que el perímetro estaba asegurado, el resto de la expedición marcó su rumbo hasta la posible entrada de las ruinas.

Poco tiempo hizo falta invertir para comprobar que aquel soldado de la alianza había dado justo con lo que se estaba buscando.

Aquel lugar era inmenso, tan colosal que era el lugar perfecto para esconderse. Todos los soldados se arremolinaron alrededor de la puerta principal, tan solo necesitaban que alguien como tú les diese la orden para entrar con todo el peso de la justicia.

Illidan, al fin, como en los viejos tiempos, como en una época que para muchos ya solo era parte de la historia. Su maestro otra vez, guiando las tropas contra los demonios, haciendo lo que debía hacerse,  ella estaba a su lado. Ella, de entre todos sus hermanos, era la que había sido elegida para acompañarle y verle de nuevo libre, verle de nuevo recuperar su poder. Verle alzarse, como tantos años atrás debía haber hecho por justicia. Mientras caminaba junto a él, tras atravesar el portal y moverse entre las antiguas ruinas de los Altonato, se sentía cohibida y a la par extasiada. Jamás podría fallar con él a su lado. No era una opción. Incluso si tenía que dar su vida, aquella misión se llevaría a cabo, triunfarían. No hay marcha atrás, es un todo o nada. Las palabras resonaron en su mente una vez más, y la hicieron acelerar el paso.

La selva había ocultado gran parte del esplendor de la antigua nobleza élfica, pero aquél enorme lugar no dejaba lugar a dudas a la magnificiencia de la que habían disfrutado sus antepasados, antes de que se separaran, antes de que los humanos rompieran sus lazos y les dividieran. Aunque Horda y Alianza parecían de nuevo aliados, ella sabía como eran, sabía que no duraría, y que aquello era un simple momento, un instante, un parpadeo. Cuando derrotaran a la Legión volverían a lanzarse al cuello, y de nuevo quedarían restos de lo que antes fueron imperios. Cuando eso pasara, también volverían a mirar a Illidan con odio, y las Celadores querrían recobrar a su prisionero. Cuando el soldado de Ventormenta se acercó a ellos, en sus ojos velados por la energía vil había odio, y en su rostro tan solo una mueca furiosa de desconfianza. Pero todos aguardaban sus órdenes, todos aguardaban una palabra de quien se había ganado por derecho un puesto junto al más grande de los nocturnos y también de la Guardiana Alezxstrasza. Ella tenía en sus manos los destinos de muchos que pronto la traicionarían, pero que ahora eran su única opción de vencer. Miró a su maestro, luego a las huestes que habían dejado otra vez sus diferencias a un lado para derrotar a un enemigo común, como lo habían sido ellos hace años, y al fin suspiró. Otro seguramente habría dado un gran discurso que ensalzara sus corazones; ella no.

—Adelante —gruñó haciendo silbar sus espadas al salir de las fundas—. Matadlos a todos o ellos os matarán a vosotros.

Y antes de que ninguno diera siquiera un paso, ella empezó a correr hacia el interior, en busca de sangre. En busca de Cho'Gall.

Con una sincronización perfecta, las tropas y los héroes entraron en aquellas ruinosas instalaciones.

El lugar era inmenso, seguía manteniendo ese toque salvaje por el paso del tiempo ya que la desgastada piedra estaba siendo invadida por la frondosa boscosidad.

- Este lugar ha sido últimamente un juguete para los ogros - comentó Illidan mientras avanzaba con cautela junto con el resto del grupo.

Uno de los orcos que os acompañaban parecía pensativo.

- Este lugar está abandonado - dijo mientras miraba a lo lejos.

- Yo he luchado aquí y derramado sangre por mi propia supervivencia... - siguió avanzando lentamente.

- Los Ogros organizaban combates de gladiadores... aquí gané mi libertad a base de romper cuellos - aclaró.

Dedicando varios minutos más a explorar conseguisteis encontrar lo que el orco había comentado anteriormente, una especie de foso de terreno con gradas derruidas por el tiempo donde abundantes manchas de sangre salpicaban el escenario. Por el color era difícil pensar que era sangre seca, allí había ocurrido algo.

Sangre. Se olía en el aire, se respiraba por encima del olor del moho y la humedad, impregnaba con su aroma cada piedra de aquél lugar en ruinas. El sabor cobrizo, característico y conocido para ella, se filtraba hasta su garganta y le dejaba un regusto metálico en la lengua. Ruinas de los antiguos Altonato en una selva espesa, ogros y muerte. Había oído historias de aquél lugar. La Masacre. Cuando el orco habló en voz alta, aunque seguramente más para sí mismo que para el resto, no necesitó más pruebas. Sin embargo, Illidan tenía razón: allí había ocurrido algo. Y hacía muy poco tiempo.

Al ver las gradas manchadas de un fresco carmesí, la arena removida hacía no mucho, tensó los músculos. En el Tenplo Oscuro tenían algo parecido, un lugar dónde entrenaban y dónde cada herida era una prueba de su determinación. La cuestión allí, en cambio, no estaba tan clara; ¿era una batalla, un entrenamiento, o tal vez otra cosa? Algo en su interior, una sensación, un instinto, la voz de la supervivencia, gritaba que no iba mal encaminada. Demasiada sangre para un ensayo, ningún cuerpo para una matanza... Se enfrentaban a Cho'Gall, discípulo de uno de los mayores brujos que habían existido, servidor de la Legión Ardiente. La palabra vino sola a su mente: sacrificio.

—Tened cuidado— siseó mientras se iba adelantando. Demonios. Una invocación. Un ritual. Lo sentía en el estómago, en el corazón acelerado, en el calor de su pecho que ardía con odio—. Creo que aquí hay algo más. Registrad la zona. Buscad pruebas de algún hechizo.

De repente un escalofrío recorrió el cuerpo de todos los allí presentes. A pesar del silencio sepulcral de la zona os sentíais completamente observados. Aquella sensación tuvo rápidamente una explicación

- Nunca pensé que sería tan fácil atraer a tantos insectos hasta la misma telaraña - dijo una voz desconocida para muchos.

- Pero la desesperación es una gran aliada cuando buscas que alguien caiga en una trampa - aquella frase terminó con un sinfín de chispazos mágicos que comenzaron a envolver toda la zona de las ruinas.

Podías observar como los soldados que allí os acompañaban estaban desorientados, a algunos les temblaba el pulso; tan solo Illidan y estabais serenos ante una situación así en la que una amenaza parecía que estaba a punto de hacer presencia.

De repente escuchasteis a todo vuestro alrededor como vitoreos y gritos de ánimo.

El rugido de un centenar de seres os envolvía. En un abrir y cerrar de ojos visteis como aquellas ruinas se llenaros de visiones de un gigantesco coliseo donde en las gradas decenas de Ogros alzaban los brazos como si estuviesen viendo un espectáculo.

Lo curioso era comprobar que en mitad de aquel coliseo fantasmal estabais todos vosotros.

- ¡Contemplad una muestra del poder verdadero! - dijo una de las cabezas del Ogro Mago mientras la segunda reía.

- Sí, sí, ¡poder verdadero! - ante vosotros estaba la imagen de Cho'Gall, el ogro Mago líder del clan Martillo Crepuscular. Realmente lo que veíais de él no era más que una ilusión arcana que probablemente tuviese el foco en un lugar no muy lejano de allí.

Tras un fuerte estruendo, notasteis como un campo de fuerza os comenzó a rodear, sin embargo aquel campo no alcanzó a todo el ejército puesto que gran parte de él estaba tras el coliseo. Tú te encontrabas dentro de aquel campo invisible que te ubicaba justo en el epicentro de la arena fantasmal, acompañado de Illidan, un soldado de la Alianza y el Orco.

Illidan retrocedió unos pasos y se aferró a su arma mientras sonreía.

- Era predecible... - dijo mientras miraba a su alrededor. Los ogros que poblaban las gradas eran casi tan realistas que daban miedo.

- ¿Esto es lo mejor que tienes para nosotros brujo? Ni aunque nos dividas podrás derrotarnos - podías observar como tanto el humano como el orco se aferraban a sus armas también.

El estruendo llenó el aire. Dónde antes había miedo, silencio y tensión, ahora solo quedaba el continuo ruido de aplausos, gritos y toscos insultos saliendo de fantasmales ogros que, en realidad, no estaban allí. Ilusiones o fantasmas del pasado, la verdad es que poco importaba: allí, frente a ellos, estaba la proyección del único al que había ido a buscar. Y eso significaba que seguramente estaría cerca. Aunque no tuviera ya a su ejército, Illidan y ella bastarían para enfrentarse a lo que fuera que les tuviera preparado el mago. Derrotarían a los esbirros, y después cortarían la cabeza a la serpiente. En este caso, las cabezas.

—Sal de tu madriguera, brujo —siseó iracunda mientras, como todos, aferraba sus armas y, al contrario que los demás, daba un paso al frente—. Ven a ver lo que les ocurre a las arañas como tu cuando cazan en su red algo que no pueden controlar.

El ogro rió de manera sincronizaba a través de sus dos cabezas.

- Vuestras palabras suenan vacías para mi... al igual que vuestra vida que cesará en cuanto os muestre mi regalo - tras acabar aquellas palabras Cho'Gall chasqueó sus dedos y frente a vosotros apareció un portal demoníaco que mostró a un gigantesco Ogro asalvajado.

En cuanto el Ogro puso el primer pie tras el portal, los "espectadores" que poblaban las gradas comenzaron a emitir más y más ruido entre vitoreos y gritos; estaban totalmente eufóricos con lo que veían.

- Y para que el espectáculo sea fiel a la gloria de antaño... - comenzó a gesticular su magia mientras acababa la frase.

- Lucharéis como los verdaderos gladiadores de "La Masacre" - y como consecuencia de la vil hechicería vuestras armas (incluso la del ogro) salieron despedidas más allá de la arena de combate, quedando totalmente fuera de vuestro alcance.

El soldado de la Alianza entró en pánico al comprobar que había perdido su espada. Intentó recuperarla pero el escudo de fuerza que rodeaba la arena de combate era impenetrable para él.

De fondo podíais ver como los soldados que se habían quedado fuera de la zona mágica luchaban a vida o muerte con otro regimiento de ogros que venían a rematar el trabajo.

- Estamos perdidos... ¡perdidos! - dijo perdiendo toda su honorabilidad.

Magia. Portales. Demonios y brujos. Habría destruído aquél lugar hasta los cimientos con todos dentro, pero sin sus armas poco iba a poder hacer. Para recuperarlas, primero iba a tener que matar a aquella mole de músculo, e iba a tener que hacerlo con sus propias manos. Al ver al humano, supo que con poca ayuda además. No importaba. En su mente, resonaron las palabras que habían marcado su camino desde que se había convertido en lo que era ahora.

—Azeroth no debe caer —dio un paso hacia aquél bruto—. Somos todo lo que se interpone entre la Legión y la aniquilación —cerró los puños, clavándose las uñas en las palmas de sus manos—. No cedas ante el poder de la Legión. Confía en el plan del maestro. Lord Illidan conoce el camino —alzó la barbilla y miró fíjamente a su oponente. Era más grande, más fuerte y seguramente mucho más resistente. Pero ella no estaba sola. Ella tenía un objetivo. Uno por el que se había esforzado demasiado como para caer en ese instante sin oponer resistencia alguna.

Lo había sacrificado todo. ¿Qué habían hecho los demás? Aquél humano tembloroso que no veía futuro alguno, aquél orco que recordaba con horror el pasado del que creía haber escapado. Eran insignificantes. Illidan debía salir de allí, debía sobrevivir, vencer y guiarles a la victoria. A ella no le quedaba nada más que su vida por dar, y de ser necesario la daría.

Decidida, se lanzó contra la criatura con la vista clavada en los puntos débiles que podría golpear, confiando en su agilidad y su velocidad para atacar rápido y esquivar sin daño alguno, dispuesta a sacrificarse si era necesario para terminar con ese monstruo. No había destellos plateados ni el silbar metálico de sus gujas, pero el baile era siempre el mismo.

El orco miró confuso a la cazadora.

- ¿Qué es lo que planeas? - frunció el ceño mientras observaba como intentabas en solitario abatir a aquella mole a puñetazos.

- Ya me gustaría a mi tener ese ímpetu para lanzarme con los puños desnudos..., ¡¡¡pero me temo que no soy lo que esperas!!! - el orco comenzó a acercarse más a ustedes; se sentía desvalido sin su arma.

El humano también se acercó a ustedes hasta el punto de que habíais formado un grupo bien cerrado guardando cualquier flanco mientras observaba aterrorizado como la lucha tras el bloqueo mágico era cruenta.

A Illidan no le preocuaba haber perdido sus armas, simplemente contemplaba que ahora la forma de vencer debería ser distinta.

- Aún sin armas no sois una amenaza para los Illidari - comentó mientras cerraba los ojos y canalizaba energías viles a su alrededor; entendiste que probablemente intentaría hacer algún tipo de transformación ¿sería la Metamorfosis?

El ogro estaba claramente enfurecido; no le gustaba comprobar que había perdido su arma pero no eso iba a dejar que fuese alguien inofensivo.

Chocó sus puños y comenzó a gritar como si estuviese siendo víctima de un ansia de sangre.

- ¡YO... TRITURAR... CABEZAS! -

Amenazó mientras comenzaba a dirigirse a vosotros a gran velocidad haciendo que el suelo retumbase.

Retrocedió tras lograr golpear a aquella mole, pero sin lograr hacerle daño suficiente. El ogro, enfurecido como estaba y presa de un ansia que no podía controlar, era aún un enemigo terrible, uno que seguramente podría aplastarles a todos si les lograba coger. Illidan era su única oportunidad, la única salvación posible que tenían, pero debía darle tiempo para que completara su forma, para que canalizara el poder que poseía en su interior y que ella, al contrario que muchos de sus hermanos, aún no había logrado desbloquear. No servía aún para eso, pero seguía siendo una distracción, la que su maestro necesitaba.

Solo tenía que descubrir como...