Partida Rol por web

El semiorco recogió el hacha enfadado. Muy a su pesar, la única muesca que el arma tenía era por haberse clavado en las vigas del lugar. Eso no sería una historia muy digna de contar.

Cuando André dijo de ayudarle, el semiorco soltó un gruñido, diciendo—. No necesito ayuda. Puedo arreglármelas solo.

Tras decir esto, el bruto se lleva la mano a la herida que aquellas cosas le han hecho en el costado, mientras agarra con la otra un colgante que lleva al cuello. Susurrando unas palabras, de la mano del costado sale una luz azulada, que hace que donde antes hubiese una herida sangrante, ahora apenas quede una cicatriz.

—Una cicatriz no muy afortunada. —termina diciendo, para después acercarse al plumífero que queda. Con un gesto intimidante, señalándole con el dedo, le dice—. Muy bien, mequetrefe. Los demás de tu raza que ya no están les ha parecido buena idea golpearme. Y encima no he podido dar a ninguno. Así que ya estás empezando a cantar antes de que pagues tú los platos rotos.

El kenku mira al gigantesco semiorco, traga saliva y asiente varias veces antes de comenzar a imitar voces. La primera es una profunda, con un acento orco muy similar al de Brogtah.

- ¡El Xanathar os manda saludos, zhent bastardos!

Tras decir eso, sonríe muy orgulloso, y luego continúa. La segunda voz es aguda y nasal:

- ¡Meted los cuerpos en esas cajas vacías, atad al pisaverde y llevadlo a la trastienda! - hace una pausa y continúa con el mismo tono - Seguid las señales amarillas en las cloacas. 

Luego, con un tono chillón:

- No hay tiempo para saquear el lugar, llevadlo ante el jefe.

Y finalmente con una voz melódica, dulce pero asustada.

- ¡Por favor, os estáis equivocando! ¡No soy quien creéis!

Tras decir todo esto el kenku queda muy contento de si mismo, como si hubiese sido más que de sobra, y termina con una voz de niño pequeño.

- ¿Puedo irme a jugar, papá?

─Voy contigo ─le dijo a Oki, a la que luego se le añadió Darkomin─ Cuatro ojos ven más que dos.

Además, ya había tratado con gente como ella, no eran de fiar. Si veían algo que no les gustaba sin duda lo darían "generosamente", pero si veía algo que le interesara seguro que desaparecería sin mención alguna. Tal vez fuera algo que no tuviera que tener o que de la que el resto del grupo sí debiera tener noticia.

Con pisadas ligeras como de un gato el arcanista vestido de oscuro siguió a la mediana hacia arriba para investigar.

─Él ─añadió señalando a Darkomin─ tiene razón: cualquier cosa que escuchen la podrán reproducir. No digáis lo que no queráis que puedan reproducir...

─Tú te lo pierdes, grandote ─le dijo Oki a Brogtah. Levantó ambas manos y agitó los dedos─. Tengo buena mano para las curaciones... y para muchas otras cosas. 

Comenzó a trepar las escaleras. Raynard se le unió y le dijo que cuatro ojos verían mejor que dos. Oki lo miró de manera escrutadora.

─Hablando de ojos, adoro como te queda ese delineador. Tienes que prestármelo.    

El semiorco gruñió confundido al escuchar cantar al kenku. Estaba claro que era la primera vez que se encontraba a una de esas cosas. Cuando terminó el ruido de las voces, dijo—. Muy bien, ¿y qué hacemos con él ahora?

Mientras esperaba la respuesta, contestó a la mediana—. Por eso mismo. Por si tienes demasiada buena mano —terminó diciendo. Aunque no lo recordaba, algo le decía que seguramente a Oki le gustaba demasiado el gusto por lo ajeno.

André escucha con atención las palabras del kenku. Es la primera vez que interactúa con uno de ellos y su forma de hablar le resulta confusa y difícil de seguir. Tal y como dicen sus compañeros parece ser que su única forma de comunicarse con ellos es a través de voces y palabras robadas. Seguramente aquel ser emplumado estuviera registrando toda su conversación tal y como había demostrado repitiendo las palabras de aquellos que se encontraban en el almacén antes de su llegada.

- Lo mejor será dejar a este ladronzuelo y a sus dos compañeros en manos de las autoridades - responde al semiorco - Maese Brogtah, según entiendo tenéis cierto trato con la guardia. Quizá podáis indicarles dónde localizarlos y encerrarlos a buen recaudo.

El joven guerrero intenta encajar las piezas. Aquella situación parecía que se complicaba por momentos. No sólo los zenths estaban implicados, sino sus enemigos acérrimos. La guerra de bandas los había pillado en medio una vez más.

- Me es ciertamente complicado comprender del todo la historia que parece querer transmitirnos. No sabría decir si su lealtad es hacia Xanathar o hacia la red negra, aunque poco importa ahora. Lo cierto es que ambas bandas parecen haber tenido un encontronazo en este mismo lugar. Por lo que entiendo los ojos parecen haber tomado rehenes y haber huido a través de alguna clase de acceso a las alcantarillas. Los cuerpos de aquellos que se opusieron deben estar escondidos en algunos de estos arcones.

Tanto por confirmar las palabras del kenku, quien, hasta donde ellos saben, podía estar mintiendo para salvar las plumas, como para esclarecer lo sucedido, André se dirige hacia el fondo del almacén en busca de aquellos cuerpos de los que hablaba el prisionero. Quizá entre él y Darkomin consiguieran dar con lo que buscaban.

Perdéis de vista a Oki, Raynard y Amelia en la planta de arriba, tras la puerta entreabierta, mientras os dedicáis a interrogar y registrar el resto del almacén.

Entre las indicaciones de André, y la ágil búsqueda de Darkomin, no tardáis nada en apartar unas cajas y encontrar manchas de sangre. En ellas, dentro, veis los cadáveres de cinco hombres con aspecto de matones y varias puñaladas por el cuerpo, de armas cortas. Varios tienen tatuajes de una serpiente alada en sus brazos o en el rostro, que les identifican con claridad. 

Pero hay algo más. En la rápida inspección del perceptivo noble, ve que justo tras las escaleras hay lo que parece una puerta oculta, detrás de un lienzo enorme. Al abrir la puerta, da un pequeño armario en el que se ven dos arcones enormes y abiertos, que revelan con rapidez lo que los kenkus debían estar buscando.

Es una fortuna considerable.

En uno de los arcones hay cuatro lienzos enmarcados, obras de arte que reflejan cada una a la dama de Aguasprofundas, a las estatuas guardianes de la ciudad, al anterior poseedor del título de Varanegra, el difunto Khelben, y un paisaje selvático de gran belleza. Darkomin no es un experto, pero parecen valiosos.

Además de esto, la otra caja contiene unos quince pesados lingotes de plata. Quince. Aunque están oxidados, de nuevo, deberían ser más que valiosos, aunque cada uno de ellos pesa unos cinco kilos. 

Al ver el descubrimiento que acabáis de hacer, el kenku suspira y dice con voz la misma voz aguda y nasal de antes.

-¡El maldito alijo debe estar por alguna parte, plumiferos! ¡Encontradlo si queréis volver vivos!

Luego deja caer la cabeza con expresión apagada. 

Justo hacéis el descubrimiento, cuando oís voces en la parte de arriba. Parece que Oki, Amelia y Raynard han descubierto algo, o más bien, a alguien.

Subis junto a Amelia, y dejáis atrás al grupo en el almacén. Llegáis a la planta de arriba y abrís la puerta. Lo que veis es una oficina oscura, por la cual entra luz por un ventanuco. Hay pilas de papeles y cajas, y una mesa grande al fondo. Nada muy llamativo. Oki se acerca a una de las estanterías a buscar algo, sin éxito, pero Raynard revisa en la mesa y ve una hoja en blanco, apartada de las demás. Y la hoja... Parece moverse, muy suavemente. Como si fuese un objeto animado, casi. Parece mágica.

El mago contempla el folio cuando de golpe nota algo moverse detrás de un biombo en un lateral de la sala. Antes de que pueda hacer nada ve salir a un joven con las manos en alto. Tiene pinta de noble, aunque aire deslustrado, sucio y cansado. 

-Caballeros, no sois ni del Ojo ni de la Red Negra, ¿verdad? -pregunta, con una cierta incertidumbre-. Llevo aquí escondido demasiado, pero creo que he tenido suerte al fin. 

Cuando asentís, el joven suspira aliviado. Es un caballero atractivo, de larga cabellera cobriza, ojos verdes y expresión agradable. Hace una reverencia agradecida y se apoya en la pared del fondo.

-Yo soy Renaer Neverember. Gracias, amigos, por vuestro rescate. No tengo más que palabras de agradecimiento para vosotros.

El joven contempla la puerta que da al exterior de la oficina. Parece que tiene ganas de salir de allí, no sabéis cuanto tiempo ha permanecido escondido.  

─¿Escondido? ¿Podría explicarnos cómo y porqué? Por lo que decís, vos tampoco pertenecéis ni al Ojo ni a la Red Negra... ─dijo el arcanista haciendo ademán de dar paso a la explicanción de ese tal Renaer Neverember.

Las cosas se iban haciendo cada vez más complicadas y lo que empezó siendo una simple misión de búsqueda pronto había empezado a tomar matices y, ahora, añadir personajes. Personajes que, seguro, se imbricarían con nuevas complicadas historias...

Raynard empezaba a temer perder la orientación inicial del grupo, que se dispersaran los objetivos, que no hubiera una pista clara que seguir. Claro que aspirar a que el mundo colaborara en simplificarles un poco las cosas seguramente era demasiado pedir.

- Zenths - comenta al dar con los cadáveres de los antiguos "empleados" del almacén - posiblemente aquellos que arrastraron a Neverember y Floon hasta este lugar. Los kenkus y sus aliados parecen haber dado buena cuenta de ellos. Es evidente que se han tomado muchas molestias en esconder los cadáveres ¿Qué hacían estos aún en este lugar?

La respuesta no se hace esperar. Aquel alijo oculto ha dejado a André patidifuso cuanto menos, así copo al prisionero que reacciona con pesar. La red negra contaba con miembros en todo tipo de negocios ilegales y aquello parecía de lo más ilegal. Acostumbrado al lujo y la opulencia durante su juventud, el abigarrado noble era capaz de distinguir el evidente valor de aquellas obras de arte. En cuanto a los lingotes, incluso aquellos menos duchos en el arte de la tasación podían llegar a entender que se trataba de un cargamento valiosísimo.

- Supongo que esto es lo que los ojos estaban buscando. Una suerte que hayamos dado primero con ello. ¿Qué creéis que debemos hacer con todo esto? A todas luces se trata de materiales robados, por la forma en la que lo han escondido y...

Las voces y el ruido en la planta superior interrumpen su hilo de pensamiento y, echando mano nuevamente a su espada, André se dirige rápidamente hacia el piso de arriba. Si Amelia, Raynard y Oki se encontraban en apuros no dudaría en volver a empuñarla contra sus enemigos mientras aún le quedaba fuerza en los brazos.

—Ve a ver qué ocurre —dijo el semiorco a André—. Yo vigilo al pájaro y al tesoro. Y que se le ocurra moverse, que le tengo ganas —terminó de decir mientras miraba de forma amenazante al kenku.

Por su parte, le daba igual qué hacer con lo que habían encontrado. Posiblemente lo mejor sería llamar a las autoridades, pero claro, aquelos lingotes de plata eran bastante jugosos. Tal vez si se quedaban con alguno nadie lo notaría, y podrían usarlo para recuperar parte de su equipo robado.

Oki abrió los ojos como platos, se volteó a mirar a Raynard con gesto de reproche y le dio un codazo en el muslo. Luego se inclinó frente al joven, con una exagerada reverencia.

─Alteza real. 

Se envaró y miró a quien decía ser Raynard Neverember con una amplia sonrisa. 

─Perdonad a mi desconfiado compañero, su alteza real. Tened por seguro que sólo tiene la seguridad de todos y sobre todo la vuestra como prioridad ─cogió delicadamente una mano del muchacho y la acarició con la otras─. ¿Acaso estáis herido o precisáis de alguna atención? Mi nombre es Oki Fingerskill a su servicio. Artista itinerante y buscadora de aventuras. De ser así, yo puedo proporcionárosla personalmente. Sería un honor y un privilegio ser de utilidad a su alteza y su regia Casa. Con respecto a no tener más que palabras de agradecimiento... ─pareció vacilar un instante─. Estoy bastante segura que alguien de su categoría tendrá más que palabras como forma de agradecer un importante servicio prestado a su ilustre persona.

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   Tras asentir con un gesto al semiorco le indico como abrir y cerrar la puerta del tesoro con un par de movimientos. Luego la dejo semicerrada, total, ya sabemos donde está. Procuro no perder demasiado tiempo en esto y luego, sigo escaleras arriba a André, mientras trato de ir en sigilo, a ver si esta vez no voy tropezando con todo.

   Vamos allá arriba, pienso para mi, mientras me llevo la mano a mis armas... por si acaso.

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No crees que Neverember mienta. Por lo que puedes ver, estaba allí escondido, probablemente fuera de los ojos de los kenkus. Desarmado, no tenía muchas opciones con las que defenderse ante los enemigos.

-Os explicaré lo que queráis, pero dejadme salir de esta maldita sala oscura, llevo horas aquí agazapado -ruega el noble al mago, antes de sonreír a la artista que tan galantes palabras ha usado-. No necesitáis ser tan formal, lady Fingerskill. Mi padre es ahora el lord protector de Neverwinter, pero él y yo no tenemos la mejor de las relaciones. De igual forma os agradezco el gesto. No necesito curación, solo estirar mis músculos y sacudirme el polvo.

Y tras decir eso, camina hacia el exterior. Allí os topáis a André y Darkomin, que os han oído hablar y han acudido a ver que os ocurre. Juntos descendéis hasta la planta baja, donde Brogtah y Sihq vigilan al kenku que habló hace un momento.

Cuando Darkomin y André avanzan hacia la planta de arriba, preparados para lo peor, todos podeis veis que por la puerta aparecen Raynard, Oki y un joven de larga cabellera cobriza, ojos verdes y expresión agradable. Tiene pinta de noble, aunque aire deslustrado, sucio y cansado. El muchacho avanza hacia las escaleras con aire apesadumbrado, y seguido de vuestros compañeros se reúne con el resto en la planta baja.

El joven de cabellos cobrizos inspecciona la sala, viendo a los kenkus caídos con alivio. Acto seguido hace una reverencia para saludaros a todos.

-Volveré a presentarme: Renaer Neverember, para serviros. Quiero reiterar mi agradecimiento, amigos, por vuestro rescate. No sé si me habrían encontrado escondido allí arriba, pero ya habían pasado bastantes horas y estaba empezando a temer dormirme y que me oyesen roncar -sonríe apesadumbrado, antes de preguntar-. ¿Entiendo que alguien os ha mandado en mi busca? ¿Alguien del Dragón Ensartado? Porque la verdad, ha sido una suerte, no creo que nadie supiera que Floon y yo hubiéramos sido capturados. 

El joven se sienta en una caja, ajustando sus ropas y sacudiéndose el polvo. 

-Ha sido... En fin. Supongo que tendréis curiosidad por lo ocurrido. Hace dos noches me reuní con Floon Blagmaar para jugar unas partidas de cartas y disfrutar de nuestra mutua compañía. Él y yo somos más que amigos. Floon había bebido alguna copa de más, así que por supuesto me decidí a acompañarle a casa, cuando cinco matones que nos andaban echando el ojo se nos echaron encima. Si hubiese llevado mi espada... El caso es que no era así. Nos capturaron y nos encerraron en este almacén. Zhents. 

Toma aire antes de continuar.

-Estuvieron interrogándome a fondo. Por suerte no fueron demasiado... Duros. Los Zhentarim creen que mi padre malversó una gran cantidad de oro en el pasado, cuando era lord de Aguasprofundas, antes de que dejase la ciudad hacia Neverwinter. Creen que el oro es... Descomunal. No hablamos de un saco o un cofre, sino mucho más. Están convencidos de que escondió todos esos dragones en algún lugar de la ciudad y pensaron que yo podría saber algo de todo este tema. Lo cierto es que no, llevo años sin hablarme con mi padre y no me mezclo en sus asuntos, menos aún para algo tan deleznable -termina con expresión asqueada.

Luego señala a los kenkus antes de continuar.

-Por lo que pude entender, la Red Negra cree que pueden encontrar el tesoro usando un artefacto: la Piedra de Golorr, dijeron que se llamaba. Al parecer antes el Xanathar tenía la piedra, pero alguien se la robó, y nadie sabe donde está. También creyeron, erróneamente, que yo podría tener la dichosa piedra. El caso es que hace un par de horas, más o menos, estaban interrogándome a fondo cuando el Ojo atacó el almacén. Aproveché para esconderme, igual que Floon, mientras los Xanathar masacraban a los zhent. Cuando dieron cuenta de ellos yo permanecí escondido, pero encontraron a Floon y se lo llevaron. Dejaron a esos kenkus aquí para ver si se escondía algo más en el almacén. Creo... Creo que los Xanathar confundieron a Floon conmigo. Pensé en revelarme ante ellos, pero no habría servido para ayudarle, mientras crean que Floon soy yo no le harán daño. Así que permanecí escondido esperando mi oportunidad.

Suspira cansado, haciendo crujir su cuello y estirando sus brazos.

-Esa oportunidad ha llegado. Tengo que seguir el rastro de Floon y aprovechar para intentar rescatarle. Agradecería vuestra ayuda, no tengo forma de recompensaros más allá de mi amistad y agradecimiento... Solo puedo deciros que Floon es un buen hombre y no se merece lo que le ha pasado. Y se lo debo.