Partida Rol por web

Aún ajustándose las cinchas de la armadura, André abandona la habitación. Absorto en sus pensamientos no es hasta unos segundos más tarde que repara en la presencia de media docena de personas que le miran extrañadas. Miradas de alguna forma familiares. No recuerda sus nombres, pero algo le dice (quizá esa misma apariencia de perplejidad que comparten) que de alguna forma ellos tampoco son capaces de recordar el suyo. Entre ellos, sin embargo, hay una cara conocida. El joven miembro de la casa Drummer ha reparado también en él y le dirige su característica sonrisa.

La mujer que reposa en el centro de la sala se dirige entonces a ellos detallando su situación. Declinando la invitación a sentarse, el joven guerrero se mantiene de pie junto al pasillo durante toda la conversación. Por si no fueran ya pocas las preguntas que se agolpaban en su mente ahora nuevas cuestiones se sumaban a la lista.

El resto de implicados dirigen sus preguntas a la sacerdotisa, quien parece poco preocupada por su situación ahora que los ve a todos despiertos y en pie. André, escucha en silencio, esperando su turno para hablar. La histriónica mediana, el hombre de la barba arreglada, el varón silencioso y la dama en apuros. ¿Qué les había llevado a juntarse en aquel lugar?

- Señorita Uday, mi nombre es André, miembro de la casa Ravenhold - se presenta ante ella y, sobre todo, ante los demás, pues algo le decía que aquella mujer ya conocía su nombre - Entiendo por sus palabras que ha sido usted quien ha velado por nosotros a lo largo de estos últimos días. Gracias en nombre de todos. Comprenderá nuestra confusión ante la situación que nos describe. Aunque varias cuestiones apremiantes requieren respuesta me reservaré las preguntas para otra ocasión.

André no era un hombre brillante, pero tras codearse con altos círculos de la nobleza durante el tiempo suficiente había aprendido cómo funcionaba el mundo. Aquella mujer era tan sólo una empleada. Si querían respuestas debían dar con su misterioso benefactor.

- Sin embargo, hay algo que me preocupa. Las malas artes que nos han llevado a perder la consciencia han dejado mis recuerdos algo revueltos. Poco antes de perder la memoria me encontraba en compañía de una joven dama de pelo castaño. Decidme ¿sabéis algo de ella? 

Observando a la mujer, no te parece que la mujer mienta, ni que tenga especial intención en engañaros. A tu juicio, parece deciros lo que sabe, lo que deja la situación un tanto comprometida, porque es más bien poco.

Y del resto de personajes... Algunos tratan de mantener más las apariencias, otros parecen visiblemente aturdidos, pero todos parecen en una situación similar a la tuya. Sigues teniendo esa sensación de confianza, a la par que puedes percibir que están igual de perdidos que tu.

La dama que se os ha presentado como Obaya Uday observa todas vuestras intervenciones con paciencia inusitada, y una sonrisa amable en el rostro. Una sonrisa ensayada, de quien sabe actuar como mediador, acostumbrado a negociar en momentos complicados… Como ver a una mediana engancharse de las barbas de un extraño caballero mientras grita toda clase de improperios.

Mi señora, todo esto que nos contáis resulta harto increíble. ¿Qué clase de hombre os pagaría por ocuparos de unos desconocidos, siendo como quien sois la servidora de un príncipe? Imagino que dichos servicios no deben ser nada baratos... Dicho lo cual, ¿cuáles son esos servicios por los que el hombre ha pagado exactamente, y cuán lejos pueden llegar?

Obaya abre la boca para responder, cuando una sucesión de chillidos agudos la interrumpe.

¿En serio creíste que me tragaría esto? Debo admitir que esta vez sí te pasaste. Esto no está nada mal.

La dama acaricia el símbolo en su pecho mientras mira alternativamente a la mediana y al hombre de barba, cuando la pequeña se sube a una silla a su lado y la mira de arriba abajo.

El acento de Chult no está mal logrado y la ropa casi que cuadra. ¿Es una de esas dangú* que sueles usar en tus trabajos? Lo del símbolo es un poco mucho, si me lo preguntas. No debes exagerar cuando interpretas un personaje. Consejo gratis para la próxima estafa, cariño. Puedes marcharte.

Enarcando una ceja durante el exabrupto de la pequeña mujer, Obaya trata de responder pero apenas se la oye entre la verborrea de su interlocutora.

–Bueno, soy de Chult pero… Y Waukeen es mi…

¿Y bien? Me muero por saber cuál era el gran plan. ¡Me hiciste perderlo! ¡¡Me hiciste volver a perderle el rastro a ese maldito bastardo!! ¡Cabrón malnacido! ¿Tienes idea de lo que has hecho?

Atónita, la mujer chultana observa el rifirrafe mientras la pequeña mediana se zarandea de las barbas del hombre adusto.

¡Soltadme, niña! ¡Me vais a despeinar la barba! Juro por todo lo sagrado que de ningún modo sé de lo que está hablando ésta cría. Seguramente el trauma la ha hecho enloquecer, sólo nos cabe esperar que sea temporal.

Con un suspiro, Obaya espera que todo aquel escándalo termine antes de responder al hombre que acaba de interrogarle.

–No puedo deciros si es un hombre o una mujer, porque sinceramente, no conozco a quien me contrató. Yo me hospedo aquí desde hace tiempo y vigilo el acceso a la mazmorra para contratar a valientes dispuestos a explorarla en nombre de mi príncipe, así que supongo que me tenían a mano cuando aparecisteis. Blagmaar es el que me hizo el pago, y quien trató con vuestro benefactor, y os aseguro que ese cretino no tiene ni el dinero ni el cerebro para organizar algo así… Por lo que dudo que esté mintiendo o tramando algo. Podéis preguntárselo a él. Suele andar abajo con alguno de sus compinches, el escritorucho ese o Neverember. Es un chico tan guapo como tonto, al principio llama la atención por lo primero pero acaba destacando por lo segundo.

¡Sal de mi cabeza, barbón! No voy a hacer nada de...

Debo admitir que conseguiste gente bonita. ¿Son de algún teatro ambulante? ¿Todavía estás aquí? Si estás esperando la paga, no es así como funciona la cosa. Te verá luego, aunque yo no contaría con eso. Éste no es conocido por pagar sus deudas precisamente.

El gesto de la sacerdotisa se tuerce al escuchar de nuevo a la mediana interrumpiendo. Señala a la pequeña con expresión cansada y esboza una pequeña sonrisa divertida.

–Conviene que la lengua se cerciore de lo que quiere decir antes de salpicar, pues una negociación puede torcerse por unas pocas palabras equivocadas. Por suerte para vos, a mí ya me han pagado y mi diosa me conmina a respetar los tratos. Así que aquí permaneceré,  hasta que os quedéis satisfechos con vuestras dudas, aunque como digo… Poco más puedo responder.

Cansada de responder a aquellos dos personajes, decide volverse hacia la dama cuando esta opta por preguntarle algo.

Yo si tengo preguntas, muchas ¿Que hacemos aquí? ¿Por qué?.... Ah ¿Dónde has dicho que estamos? ¿Cómo hemos llegado? ¿Y quienes sois vosotros?

Obaya asiente, recobrando su calma, cruzando los brazos sobre el pecho.

–Lamento ser de poca ayuda. De todo eso que preguntas solo puedo volver a responderte que en “El Portal Bostezante”, en Aguasprofundas. El resto, no lo sé. Imaginaba que vosotros lo sabríais, y dudo que nadie aquí sepa que hacéis aquí. Os encontraron en un callejón, según lo que dijo Blagmaar.

Sí, ¿a cuánto asciende mi deuda? La casa de Drummer no dejará a deber unas pocas noches de posada, por muy anonimato que quiera quedar el que la ha pagado, al menos con su persona a tenido trato. Su persona le podrá hacer llegar los dineros y por ese lado la deuda estará saldada.

Ante tal pregunta, la sacerdotisa se encoge de hombros.

–No tengo la menor idea –reconoce–. Supongo que podéis hablar con Durnam sobre las habitaciones, y vuestro equipo… Blagmaar lo encargó a una tienda local, no sé el nombre. Eran amigos suyos, igual le hicieron descuento, pero yo no intervine en esos tratos. Conmigo no tenéis ninguna deuda, claro, mi salario ya está más que bien pagado.

Segunda, pregunta y no se ría. ¿Cual es la fecha de hoy? Tengo una vida ajetreada y temo haber perdido un día o dos.

Obaya sonríe. Es una mujer bastante atractiva tras todos sus trapos dorados, y su sonrisa muestra una dentadura blanca y muy bien cuidada. Parece divertirse ante tal pregunta.

–No osaría reírme, caballero. Aquí en la cumbre de Bajomontaña se ven cosas mucho más extrañas que perder un día o dos. Es el veintidós de Eleint.

En ese momento, se vuelve al hombre que aún no había intervenido, y que se adelanta hacia ella con una educada presentación.

Señorita Uday, mi nombre es André, miembro de la casa Ravenhold. Entiendo por sus palabras que ha sido usted quien ha velado por nosotros a lo largo de estos últimos días. Gracias en nombre de todos. Comprenderá nuestra confusión ante la situación que nos describe. Aunque varias cuestiones apremiantes requieren respuesta me reservaré las preguntas para otra ocasión. Sin embargo, hay algo que me preocupa. Las malas artes que nos han llevado a perder la consciencia han dejado mis recuerdos algo revueltos. Poco antes de perder la memoria me encontraba en compañía de una joven dama de pelo castaño. Decidme ¿sabéis algo de ella? 

–Lo lamento, maese Ravenhold –contesta, con sinceridad–. Que yo sepa, los seis que aparecisteis en el callejón erais vosotros. De nuevo, les remito a Floon Blagmaar, él fue quien les encontró, pero de lo que relató entonces no mencionó que hubiese ninguna otra persona.

Tras terminar de contestar a vuestras dudas, la mujer se pone en pie. Deja el diario doblado en la mesita y la taza, que ya alguien se encargará de recogerlas.

–Y ahora, si ya han terminado de preguntar, bajaré a la taberna a continuar con mis deberes. Si en algún momento se vieran preparados para adentrarse en Bajomontaña, hablen conmigo, aunque por el momento no les veo suficientemente preparados. Que la fortuna de Waukeen sea con ustedes.

Y si nadie la interrumpe para lanzar alguna pregunta más, la sacerdotisa de la diosa del Comercio se dirige hacia las escaleras.

El mago asistió a los infructuosos intentos de la sanadora de Chult por explicarse, siempre interrumpidos por el incidente barbudo-mediana. Aquella señora demostró paciencia y perseverancia, todo por cumplir con un contrato que para ella era sagrado (como buena seguidora de Waukeen). Finalmente contempló como la mujer les dejó a solas en la habitación.

La situación, de incómoda, le molestó y a punto estuvo de reprender a aquella extraña pareja, pero retuvo su lengua. ¿Quién era él para exigir nada a nadie, desconocidos o no? Esa era otra molestia de la que no podía deshacerse: más allá de Amelia, Raynard tenía la sensación de conocerles, de estar familiarizado con su trato, pero no recordaba ni sus nombres. Bien, los problemas de uno en uno.

─Será mejor que hablemos con quien nos encontró si queremos averiguar algo sobre cómo llegamos aquí y porqué. Y, por cierto, me llamo Raynar, mago. Me crie en esta ciudad y no me hace ninguna gracia haber vuelto.

Podría haber dicho "en los bajos fondos de esta ciudad", pero no hacía falta dar detalles. Si le conocían, ya lo sabrían y si no lo sabían, mejor estaba así.

Con las manos en las caderas, Oki mira a cada uno de los presentes con gesto inquisitivo, dejando a Sihq para el final.

—¿Sabes qué? Te creo. Esto es demasiado elaborado para ti. No eres tan bueno planeando "trabajos". Tenemos que averiguar quién el hijo de dangú que está tratando de engañar a los engañadores.

El que había recibido los cariños de la humana, propuso ir a buscar al tal Flun. Oki asiente.

—Ese, ese es el que está detrás de todo esto o por lo menos trabaja para el que está detrás. Vamos a por él.

Levanta ambas manos y pasea la mirada entre los reunidos.

—Que quede claro que no pienso pagar por una habitación en el jodido Portal Bostezante. No sé quien pagará eso, pero no voy a ser yo.

Vuelve a mirar a Sihq.

—¿Tienes idea de cuánto sale eso? Yo tampoco, pero sé que debe ser muuuuy caro.

Sacude una mano en el aire, como para animar al resto a que la sigan y se encamina hacia la escalera.

—Bueno, vamos a buscar a ese Plum de una vez.

Me froto la barba y encrecierro los ojos al observar el cogote de la mediana en cuanto me da la espalda, valorando si podría darle una colleja sin demasiadas consecuencias. De algún modo intuyo que el tacto me resultaría familiar.

En cualquier caso, la primera impresión al tomar la iniciativa resultó en un desastre, y soy consciente de haber quedado en ridículo. Siendo así, espero a ver qué hace el resto y adopto un perfil bajo, limitándome a observar sin añadir nada más. La única opción lógica en este momento es interrogar al dueño de la posada, y dejaré que se encargue el resto del grupo. Así puedo dedicarle más tiempo a esa extraña sensación de que alguien me vigila.

De lo único que puedo estar seguro es que no se trata de ninguno de los presentes.

Con una leve reverencia André se despide de la sacerdotisa cuando ésta abandona la sala. Su gesto es de preocupación. No tanto por la situación actual, sino por el paradero de su compañera. Debía averiguar qué había sido de ella.

Sus ojos recorren la sala y a sus amnésicos compañeros en un vano intento por recordar cómo habían llegado hasta ese punto. Aquellas gentes no se parecían en nada a los mercenarios con los que estaba acostumbrado a trabajar. El joven sonríe. Lo piensa en el mejor de los sentidos.

Que quede claro que no pienso pagar por una habitación en el jodido Portal Bostezante. No sé quien pagará eso, pero no voy a ser yo.

- No os preocupéis por la factura - responde a la dicharachera mediana - Quien quiera que sea nuestro benefactor parece haber pagado nuestra estancia por adelantado. Una semana completa. Y si no he entendido mal aún nos quedan cuatros noches de sábanas limpias y cama caliente.

Dirige entonces una mirada de consternación hacia Darkomin. La respuesta de la chultana a su pregunta les había dado un ligero indicio de cuán largo había sido el lapso de tiempo. Quiere ponerle al corriente de todo, pero aún hay muchos huecos en su memoria como para elaborar una historia coherente. Con un gesto de cabeza indica a su amigo que le siga el juego.

- Si os parece bien yo querría tener unas palabras con Durnan, el posadero. Si la mitad de los rumores que he oído sobre él son ciertos puede que tenga alguna pista sobre lo sucedido. Encargaos de Blagmaar y tened cuidado. No sabemos cuál es su papel en todo esto. No está de más ser precavidos.

De todos los sitios posibles habían acabado en el Portal bostezante. Un golpe de suerte, tal vez. Ajustándose el espadón a la espalda, el joven heredero abandona la sala siguiendo los pasos de la Obaya.

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   Asentí distraidamente mientras mi interés visual se desviaba a la mujer que hablaba con el que había nombrado como Raynard, durante unos momentos tengo la mirada ensoñadora y luego sacudo la cabeza y vuelvo a la realidad mientras hablo, más para mí mismo en realidad que para los demás. Aunque en tono de voz normal y perfectamente audible.

   - Veintidós de Eleint... desde el catorce de Eleasis eso hace algo más de un mes, treinta y ocho días nada menos... ¡En verdad son más que dos o tres días! Decididamente tengo que actualizar mi agenda. -

   Empiezo a pasear de un lado para otro de la habitación mientras sigo hablando.

   - Necesito un mensajero o dos para dar cuenta de mi situación a mi familia y... -

   Observo a los que estamos reunidos.

   - ... y ya que estamos juntos y tengo la abrumadora sensación de que nos conocemos, aunque no aflore a mi cabeza de qué en estos momentos, deberíamos juntarnos y charlar antes de bajar. -

   Me vuelvo a la mujer que ha hablado antes de que salga de la habitación del todo.

   - Disculme señorita... eh... el hombre este que ha mencionado... Blagmaar. ¿Podría hacernos el favor de indicarnos donde dar con él si no está abajo? -

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—Perdonadme —me dirijo al resto, algo incómodo con la situación—. Necesito beber algo.

Ya que nos han pagado las habitaciones, imagino que también nos pondrán algo de comer y beber. 

Bajo las escaleras y busco a un empleado para hablar a este respecto.

Discúlpeme señorita... eh... el hombre este que ha mencionado... Blagmaar. ¿Podría hacernos el favor de indicarnos donde dar con él si no está abajo?

Mientras se dirige a la salida, Obaya Uday se detiene al oír la petición del noble. Se vuelve con un movimiento sereno, aunque en su expresión hay cierto disgusto, quizás no por la pregunta en sí y más por el tema de esta.

–Pues… Hoy no le he visto–reconoce–. Suele acudir aquí con sus compañeros, el escritor y Neverember, el díscolo hijo del lord de Neverwinter. El primero suele andar por alguna mesa intentando vender su nueva guía, el segundo suele tener alguna cohorte de advenedizos rodeándole. No deberían ser difíciles de localizar, y si no están ahora aquí, acabarán apareciendo a lo largo del día, lo más seguro.

Y con una inclinación de cabeza, sale escaleras abajo.

Con distintos destinos y direcciones, y sin más que hacer en ese pasillo abandonado, los seis os dirigís hacia las plantas inferiores de “El Portal Bostezante”. Cuando descendéis por unas escaleras de madera, estas lanzan un tenue chirrido ante vuestras pisadas que casi queda opacado por el ruido del salón. Finalmente abrís unas puertas dobles y dais a la famosísima y esplendorosa taberna.

Os encontráis en la segunda planta de un lugar más que atestado. A vuestro alrededor hay varias mesas ocupadas por distintos clientes, y una ajetreada camarera recorre el lugar sirviendo cervezas y tintos.

El centro de la planta, al igual que la primera, deja una balconada circular que permite ver la planta baja de la posada. Al asomaros veis que en el centro de esta, hay un enorme pozo de piedra que se sumerge hacia las profundidades de la tierra: una cuerda está enganchada a una polea del techo, y pende sobre el abismo, hundiéndose hasta sabe donde. Ahora mismo no hay nadie ni subiendo ni bajando por ella, pero a los locales os resulta de sobre conocido, y a los demás os suena de multitud de historias:

La entrada a Bajomontaña, la mazmorra más famosa de todos los reinos. Pero por muy afamada que sea, no es la razón por la que estáis allí.

En un suave vistazo podéis ver a multitud de clientes distintos y llamativos. Aunque muchos son simple ciudadanos que no os llaman la atención, algunos resaltan entre el gentío. Por ejemplo, en la segunda planta veis sentados a una hermosísima elfa de piel morena y cabellos dorados, que disfruta de un vino blanco mientras observa la balconada con la vista perdida.

Un poco más allá un hombre de aspecto corriente pero ojos atentos está sentado junto a un veterano guerrero de descuidada barba rubia. Ambos parecen charlar animadamente de algún que otro evento. El barbudo tiene una gran espada apoyada junto a la mesa, que parece más valiosa que una mera arma corriente.

Un paseo por la primera planta deja ver a un anciano de ropajes nobles y semblante adusto, que porta un suave tatuaje en una mejilla. El hombre no es conocido para ninguno, y os observa pasar con atención.

Al fondo en una esquina, junto al calor de una chimenea, hay un hombre pequeño de ropajes floridos, que luce unos bigotes muy bien atusados y un sombrero con pluma. El caballero tiene veinte ejemplares de unos gruesos libros apilados en el suelo y en la mesa, y toma notas distraído mientras mira en derredor como si esperase que alguien llegase más pronto que tarde.

En la planta baja, un bardo de cabellos largos se afana en tocar su laúd y alegrar a los habituales con una agradable tonada. Entre los que le escuchan con atención está Obaya Uday, que asiente cuando ve a alguno de vosotros pasar.

Sentada en una banqueta en la barra, una mujer semiorca juega con unos dados y la vista perdida en una jarra vacía de cerveza. Parece cansada o aburrida, o las dos cosas.

Tras la barra, un caballero de pintas descuidada y lustrosas patillas se afana en limpiar algunas jarras mientras mira a los clientes con la expresión de alguien que ha visto demasiado mundo demasiadas veces. Un enorme mandoble reposa apoyado en la pared a su espalda.

Cada uno tenéis claro vuestro destino, y mientras algunos decidís a quien dirigiros, veis como André se acerca al tabernero en la planta baja.

Cuando llegas junto a la barra, el tipo de las patillas levanta la vista y te mira de arriba abajo un largo instante. Parece calibrarte como si fueras una mota de polvo en su barra, y finalmente esboza algo parecido a un saludo.

–Eres uno de los durmientes, ¿no? –reconoce, asintiendo–. Me acuerdo de ti. El chico de los Ravenhold… ¿Cómo te va? Hacía mucho que no te veía por aquí.

   Al oir el nombre, Neverember, hijo de un lord noble de Neverwinter... interrogo con la mirada a André.

Los dos habéis oído hablar de Neverember, y aunque lo conocéis de vista, no es parte de vuestro círculo. Hijo del antiguo protector de Aguasprofundas, ahora refugiado en Neverwinter, por lo que sabéis, no se lleva muy bien con su padre. Tiene fama de ser un joven rebelde, como vosotros.

En vuestro recorrido por "El Portal Bostezante" reconocéis que Neverember no está ahora mismo en la taberna.

Sihq se disculpó y dijo que necesitaba beber algo.

Oki lo señaló, con un movimiento de la cabeza, mirando al resto.

—Cuando no.

Un muchacho atractivo con una cicatriz cruzándole la cara se preguntó si conocían de antes.

Oki se le acercó con gesto curioso.

—No creo que te conozca. Si te conociera me acordaría. Hay pocas personas que puedan seguir siendo atractivas con una marca como esa en la cara.

Esbozó una sonrisa pícara.

—Claro que no me importaría conocerte, dulzura.

Y le guiñó un ojo.

El mismo joven le preguntó sobre el tal Blaargargar a la morena y ella les dijo que frecuentaba el lugar con el hijo de... ¡¡¡???¡¡¡¡¿¿¿Lord Neverember???!!!????!!!!!

Oki abrió los ojos como platos, corrió a buscar a Sihq y le tiró de la manga para detenerlo.

—Espera, espera. No te vayas a emborrachar todavía. ¿Has escuchado eso? El jodido hijo del jodido Lord de Neverwinter va a estar con el tío con el que tenemos que hablar. Tenemos que planear algo. Esto lo tenemos que aprovechar.

Se fueron para abajo y Oki se paseó mirando en todas direcciones. Había oído del famoso Portal Bostezante, pero nunca había estado allí. Digamos que se le iba del presupuesto.

Pasó junto al bardo y tuvo que admitir que era bueno, aunque sólo lo admitiría para sus adentros, nunca en voz alta.

Se acercó al borde del famoso Portal y estuvo a punto de treparse para echar una ojeada dentro, pero mejor no. Tenía que concentrarse en las prioridades.

Se acercó a la barra.

La pequeña mediana se acerca a la barra, cerca de donde André está ahora mismo. El tabernero parece estar saludándole, aunque cuando Oki llega a su lado no atina a oír que le ha dicho.

Oki se acercó a la barra y se sentó junto al chico moreno que estaba con ellos en las habitaciones de arriba.

Por ahora se quedaría escuchando qué era lo que hablaban con el posadero.

André toma asiento junto a la barra sobre uno de los muchos taburetes que salpicaban su extensión. Esboza una sonrisa ante el saludo del posadero. Recuerda con cierta nostalgia la primera vez que sus pies cruzaron el umbral del Portal Bostezante. Menuda noche aquella.

- Bien hallado seáis, Durnan. Demasiados años sin pisar tu pequeño refugio, todo sea dicho. Esta vez, sin embargo, no vengo en busca de aventura sino que vengo… - los pasos fugaces de la mediana se oyen a su espalda y su melena rubia asoma tras encaramarse en una banqueta - venimos en busca de respuestas.

- Comprenderás nuestra confusión al despertar del sopor y encontrarnos de pronto en una de tus habitaciones. Descubrir que alguien ha pagado por adelantado una decana y que, según dicen, fuimos encontrados en un callejón no ha hecho sino acrecentar esa sensación - el joven se frota la nuca con la mano al notar que su historia hacía aguas por todas partes - Obaya Uday nos ha indicado amablemente que debemos hablar con Floon Blagmaar si queremos averiguar lo sucedido, pero he pensado… perdón, hemos pensado que quizá tú pudieras haber oído algo acerca de este incidente. Al fin y al cabo no es habitual que seis personas caigan presas de un sueño sobrenatural y sean arrastradas hasta tu posada con todos los gastos pagados. Espero. Nos han hablado de luces en la noche y siluetas en la oscuridad ¿Ha llegado a tus oídos algo que pudiera arrojar algo de luz sobre todo esto?

El desterrado observa a su alrededor con desazón. Como bien había comentado Darkomin varios días, más de un mes, habían sido borrados de su memoria. ¿Cómo diantres se las iban a arreglar para traerlos de vuelta?

Oki esperó a que terminara de hablar el humano moreno.

—Perdón que interrumpa, es sólo para confirmar eso de que está todo pago. Porque si es así, voy a pedirle una pinta de su mejor cerveza enana y si no es así, sólo le voy a pedir agua. Aunque sospecho que hasta el agua debe ser cara aquí. Acerca de ese Plum Braglan, escuché que es amigo del pequeño Neverember. ¿Es así? ¿Está él por aquí?

Miró alrededor como si pudiera identificarlo si lo viera.

Le dio un golpecito con el codo al humano.

—¿Así que ya habías estado aquí antes? A ti no te faltan monedas, ¿no? Ya me parecía que tenías un acento pijo. ¿Eres Alto Manto?*

Al sentir el ligero toque de la mediana el mancebo se vuelve hacia ella. Aunque siente que puede fiarse totalmente de sus intenciones aún no conoce su nombre. Una situación de lo más extraña.

- Suerte que no me hicisteis esas preguntas hace unos años, pequeña amiga. Algo me dice que mis bolsillos no habrían salido bien parados tras nuestro encuentro - André sonríe divertido - O al menos es lo que he podido sacar en claro de vuestra animada conversación con el hombre de la cuidada barba. ¿Antiguos socios, quizá?

- Si os sirve de algo, mi título me fue despojado hace ya tiempo y mis bolsillos están tan cargados de tanto oro como los vuestros - se lleva la mano a donde debería estar su faltriquera - Y aunque esa vida tenía sus ventajas, no es algo que quisiera recuperar.