Partida Rol por web

El zombie estaba muerto pero eso no significaba que estuviéramos fuera de peligro. En un mundo repleto de depredadores incansables siempre estabas en peligro. Haber matado a uno no me liberaba de otras responsabilidades. El grupo estaba formado por cuatro personas y yo no debía ser un lastre.

Me levanté como pude y me apresuré a ayudar con la puerta. La cosa no había ido tan mal. Era un refugio, podía contener comida y otras cosas útiles. Aceite o repuestos para la Pulga.

Vamos. Solo un poco más y podré descansar.

Nara se cerciora de que no hay más zombis en el recinto, al menos fuera de los edificios, y de que éstos están bien cerrados. Todos los huecos están cerrados con tablones clavados desde el interior, al igual que las puertas. Todo parece estar cerrado desde el interior a cal y canto, bien cerrado. El perímetro también parece ser sólido. Hay tramos de muro, de valla, de chapas... pero todo parece ser resistente. Al menos esto es lo que puede ver a oscuras. Luego vuelve con sus compañeros.

El resto empujan para levantar la puerta y colocarla en su sitio. El que hace más fuerza claramente es Gaspar, el más fuerte de los cuatro, mientras que Jose y Sunhee le ayudan un poco. La puerta está casi, casi, pero aún hace falta un pequeño empujón más...

Un último tirón y... ¡listo! Me aseguré de que la puerta quedase totalmente encajada y que no fuera del todo fácil derribarla. Luego suspiré, y miré esbozando una radiante sonrisa a mis dos compañeros. Mi rostro se había encendido ligeramente debido al esfuerzo.

—¡Yeah~! ¡Trabajo terminado~! —exclamé con un melódico y alegre tono de voz—. ¡Ahora a disfrutar un poco del merecido descanso! ¿Quién se anima a una partidita de cartas~?

Había sido un día duro: ¡nuestro primer día fuera del refugio! Ya era hora de desconectar un poco y descansar... mañana podría ser igual o incluso peor, así que debíamos tener energías.

—Nara, ¡vamos a jugar! ¿Te apuntas? Mañana buscaremos qué hay en este lugar.

Apenas había visibilidad si no fuera por las luces de la Pulga... así que me preocupaba que Nara quisiera investigar ella sola la gasolinera entera. Era mejor descansar ahora, y mañana al alba seguir explorando. Al menos así lo entendía yo.

—¡Ah! Eso sí, comprueba si hay gasofa en los surtidores para darle de beber a nuestro cuchicuchi.

Obviamente, me refería a la Pulga. Eso sí era importante, después de todo apenas teníamos gasolina y si nos encontrábamos con el apuro de salir pitando durante la noche, más valía no quedarnos tirados en mitad del camino.

La puerta estaba cerrada y todo parecía seguro. Pese al ánimo de mis compañeros mi cuerpo no resistía mas estrés. Resultaba obvio que ellos estaban más preparados que yo para todo esto. No obstante, pensaba ganarme mi lugar en este grupo ya fuese con libros, con cuchillos o con ambas cosas, aunque si tenía que elegir prefería evitar los cuchillos.

Me vais a perdonar, pero yo prefiero dormir. No sabemos cuánto tiempo podremos quedarnos aquí y, cuando nos vayamos, no sabemos cuándo encontraremos otro lugar para descansar.

Camino hacia la pulga con la intención de caer en coma el máximo número de horas posible.

Mañana registraremos este lugar a conciencia. Tengo el presentimiento de que encontraremos algo. De todos modos, me pregunto porque alguien abandonaría este lugar en tan buen estado. ¿Solo por una puerta que se podía reparar? Quizás se quedaron sin comida… o quizás salieron a cazar y van a volver…

Probablemente sean solo inquietudes estúpidas. Hemos tenido suerte. Y ya está.

A dormir…

¡Por fin un poco de tranquilidad! El día ha sido agotador.

"¡Bien hecho, chicos! Sunhee, no habría pensado que estabas tan fuerte. - le dije guiñándole el ojo - Antes de hacer ningún plan y de ir a dormir - miré directamente a Jose entornando los ojos - estaréis de acuerdo conmigo en que hay que hacer guardias. Estoy derrotada desde aquella noche que os dejé dormir mientras yo hacía guardia casi la noche entera, así que haré la última guardia, si estáis de acuerdo. Sunhee, lo siento, mañana jugamos ¿vale? - sonriendo levemente, le toco el hombro - Jose, por cierto, lo de antes ha sido increíble. Lo has hecho genial. Quizá debamos entrenar juntos los 4 cuando tengamos ratos tranquilos. - y le toco el hombro también - Gaspar, lo del claxon... ¿de qué va? ¿Quieres matarnos? - le miró directamente a los ojos con mirada asesina, y empieza a abrir la boca para hablar - Olvídalo, no nos ha pasado nada, pero por favor ten más cuidado. Y ahora, vámonos a la Pulga juntos bien encerrados, y a dormir.

Abro la puerta, y de un salto me tumbo a dormir dejando sitio para uno más a mi lado.

¿Quién hace la primera guardia?

Sin esperar respuesta, cojo una lata de comida, la devoro en un segundo sin moverme de la cama, me doy la vuelta y caigo rendida en un profundo sueño, lleno de imágenes extrañas y perturbadoras. Necesitaba este descanso.

—¡Soy pequeñita pero matona! —dije esbozando una sonrisa y a la par que enseñaba mis súper _mini biceps.

Sin embargo, ver que nadie se apuntaba a mi plan de jugar a las cartas hizo que la sonrisa cambiara a una mueca de... "¡eeeeeh!", y... segundos después, mis mofletes hinchados y enfurruñados. ¿Nadie quería divertirse al menos un rato? Solo me quedaba una única posibilidad...

—Gaspar, tú sí... ¿verdad~?

Intenté poner mirada de penita... ¡tenía que convencerle! Si no, ¡noche aburrida como el resto de noches...! ¡Argh! Bueno, al menos esta vez se podría dormir en una cama cómoda y calentita, y con la barriga llena.

Os disponéis a dormir dentro de la Pulga, que Gaspar ha aparcado dentro del recinto de la gasolinera. Afuera todo está en calma. La noche es fría y tranquila. El cielo está despejado pero sin luna, es un momento magnífico para mirar las estrellas.

Nara se mete en la cama muy decidida y Jose la sigue algo contrariado por sus pensamientos, ambos son los primeros en irse a dormir.

Sunhee parece que se ofrece para hacer la primera guardia cuando propone jugar a las cartas, usando unos trozos de plástico que he recogido del suelo y marcándolos con su cuchillo. Pero nadie la sigue, nadie parece estar de humor. Gaspar aún está nervioso por lo del claxon, y las palabras de Nara no le consuelan.

La noche, fría, sin Luna y despejada. La carretera, abandonada, tranquila y por unas horas, vacía.

Me despiertan para mi turno de guardia. Lo cierto es que no estaba acostumbrado a hacer ese tipo de turnos, aunque esperaba que se convirtiese en algo habitual lo antes posible. Después de todo esas guardias podían salvarnos la vida.

El lugar estaba tan tranquilo y apacible que parecía ajeno al mundo lleno de muerte que lo rodeaba. El descanso había sido aceptable teniendo en cuenta las circunstancias y la latita que me había abierto para el desayuno era mi preferida (para ser una lata).

Cuando alguien cazaba algo dejaba los huesos pelados. La comida que hacían en el refugio cuando tenían suerte era impresionante. Yo conocía la teoría sobre cocinar, pero el acto en si parecía mas un arte que una ciencia.

Albóndigas con tomate. Es una pena que no estén calentitas, pero tengo tanta hambre que voy a chupar el tomate hasta que la lata quede blanca.

Doy varias vueltas por el recinto, asomándome cuando puedo intentando escuchar algún tipo de ruido en el silencio de la noche.

Cuando termina mi turno y todo ha transcurrido sin incidentes no quepo en mi de alegría.

Lo hemos conseguido. Aun queda mucho camino por delante y seguro que muchos peligros pero, cada día que superamos, es un éxito.

¡Ay! Mi plan de jugar a las cartas no había surtido efecto. Yo sólo quería un poco de diversión para despejar la mente del hecho de que estábamos, por primera vez, lejos de nuestro hogar... pero los chicos no estaban por la labor. No les culpaba... entendía que había sido un día duro.

Las dos horas se me hicieron eternas. En primer lugar intenté jugar un poco yo sola con las cartas que había fabricado, pero... ¡era tan aburrido! Así que, en segundo lugar, cogí un trozo de madera del suelo e intenté arreglar el tirachinas entre vistazo a mi alrededor y vistazo a mi alrededor; sin embargo, eso tampoco ayudaba a entretenerme demasiado. Sólo había una cosa que sí me llamaba especialmente la atención.

—Tshh, Jose, despierta —dije, mientras zarandeaba un poco al chico para despertarle—. Te toca ya. Ehm... yo... voy a echar un vistazo a los surtidores, ¿vale? No tardo.

Llevaba tiempo preguntándome si aún quedaría algo de gasolina allí... pero, quizás no sólo había gasolina, sino también alguna bombona de gas con el que poder poner en marcha la cocina. Tenía hambre, pero no me importaba esperar unos minutos antes de comer si podía calentarme la comida en vez de comerla fría...

Dormida profundamente, noto que alguien toca mi hombro y me sobresalto. Por fin he conseguido descansar, aunque me harán falta unas cuantas noches más de sueño para sentirme del todo bien. En cuando Gaspar me despierta para que lo releve en su guardia,  me espabilo del todo, dado mi estado de alerta continuo al que estoy acostumbrada. Este es mi medio, me siento como pez en el agua (aunque haya tiburones cerca).

Me desperezo con cuidado de no despertar a los demás y salgo fuera. Las primeras luces del alba se adivinan en una parte del cielo, aunque aún se ven las estrellas. Puedo ver incluso aquello que los adultos llamaban la vía Láctea. Es un espectáculo impresionante que me deja hipnotizada. Miro las estrellas hasta dolerme el cuello. No se oye ni un ruido, se respira tranquilidad.

Sin embargo, soy consciente de que es cuestión de poco tiempo que llegue algún grupo de zombies alertados por el desafortunado bocinazo de Gaspar. Aún me hervía la sangre cuando me acordaba. Quería darle un buen codazo en la cara y partirle la nariz para descargar toda mi ira, pero no serviría para nada, y un error lo tiene cualquiera.

Escudriño con atención los alrededores del vallado, más allá de nuestra pequeña parcela de temporal seguridad. Tanto la carretera como el bosque cercano parecen tranquilos, pero en cualquier momento podría aparecer un zombie, o doce. Llevo la flecha en la mano para responder rápido. Si esto ocurriera, la valla puede aguantar bien. Ya he decidido que cuando aparezcan, me colocaré a un metro de la valla, ligeramente fuera del alcance de sus manos putrefactas, y los liquidaré uno por uno, con paciencia, será como una práctica de tiro más. Me siento segura tras la valla y matarlos será coser y cantar.

Por suerte mis compañeros me dejan dormir bastante tiempo seguido. Me he quedado bastante desanimado después del espectáculo del claxon.

Cuando José me despierta lo miro un poco perdido primero y luego, con una sonrisa, lo saludo. – Buen día – digo sonriente en medio de la noche. – Oye, José, no tuve oportunidad de felicitarte por cómo te defendiste, aunque creo que con ese cuchillo tal vez no llegues lejos la próxima. Toma – rebusco entre mis cosas hasta hallar el hacha que traje del refugio – va a ser mejor ataque, ahora que eres todo un exterminador.

Ahora ya mejor descansado abro una lata de comida para llenar, aunque sea a medias, la panza.

Sigo pensando en el episodio de hace unas horas mientras como. No he terminado la ración cuando me levanto decidido, tomo un alicate y corto el cable del puto claxon, es un acto que en realidad más me sirve a mí para cortar con los pensamientos negativos. De todas formas dejo el cable cortado y las puntas peladas por si hay que conectarlo de emergencia.

Las siguientes horas ya son más tranquilas, recupero el buen humor que siempre me acompaña, lamento que Sunhee duerma, ahora si me gustaría jugar una partidita de naipes, además siempre me ha sido más fácil hablar con ella que con los demás.

Paso gran parte del tiempo que me queda parado fuera de La Pulga, estoy tranquilo de estar afuera ahora en esta estación, aprovecho a mirar el cielo y el paisaje nocturno.

Durante tu guardia efectivamente ves a varios grupos de zombis acercarse provenientes de todas direcciones. Por la carretera se acerca el grupo más grande, cuentas unos veinte. Son los que os siguen desde Santiago. Provenientes del bosque, del otro lado de la carretera, y de los campos tras la gasolineras vienen más. Todos lentos, bobos, pútridos. En total serán unos cincuenta o así. En cosa de una hora, o menos, rodearán vuestro refugio temporal.

Crees que a través de las vallas será fácil ir dándoles esa muerte definitiva que merecen a medida que lleguen. Podríais distribuiros en distintos puntos, e ir perforándoles el cráneo con vuestros cuchillos. El perímetro es resistente y aguantará. Y, ¿querrás irte sin inspeccionar los edificios?

Si quieres también puedes disparar a los grupos más numerosos para mermarlos antes de que lleguen al perímetro. Esto reducirá la cantidad a unos cuarenta, y además podrás elegir a los que parezcan más fuertes, pero gastarás flechas.

Durante tu guardia ves algún zombi a lo lejos. Se acercan, despacio, pero no es grave. Es algo cotidiano en este mundo. Además recorres el recinto, y te cercioras de que los surtidores están intactos, pero no funcionan. Tienen algún dispositivo de control electrónico que obviamente está más que fuera de servicio. Sabes que el combustible, de todas formas, no está en los surtidores en sí, sino en depósitos bajo tierra.

Algo te da mala espina de los edificios, de la tienda, de la cafetería. Están cerrados a cal y canto, con las persianas bajadas y tablones tapando las ventanas, clavados desde dentro. No te acercas mucho, la noche, tu imaginación y la soledad te pueden jugar una mala pasada.

Recibes el arma que te ofrece Gaspar. El hachuela es algo pesada, pero está muy afilada, es cómoda de manejar con una sóla mano y parece muy robusta y resistente. Sin duda es un buen arma.

Ese maldito claxon ya no te dará más sustos. A decir verdad nadie había comprobado nunca su funcionamiento; simplemente no lo usaban. Ha sido un error por tu parte descubrirlo de este modo, aunque pensándolo bien este error hizo asomarse a esos tres zombis que no habíais visto al principio.

Durante tu guardia ves grupos de zombis acercándose desde el horizonte. Nada que no supieras. Es algo cotidiano en vuestras vidas. Los zombis se acercan a las vallas, y con vuestros cuchillos les dais muerte, luego salís y los amontonáis para quemarlos. Esta era la rutina en Pedroso.

También te fijas en un pequeño edificio que hay junto a la tienda de la gasolinera. Tiene una puerta de garaje, como la del garaje de Pedroso. Te gustaría echar una ojeada ahí, ya que las gasolineras son complejos en los que las personas del mundo antiguo traían sus coches para cuidarlos, repostarlos, lavarlos... y ¿por qué no? repararlos.

Pasas gran parte de tu guardia inspeccionando el lugar. Merodeas alrededor de los edificios y de los surtidores, entre los coches y las cabinas de lavado. No encuentras gran cosa. De vez en cuando miras hacia afuera. Algunos zombis se acercan a  los lejos, nada que no sepas ya.

En los surtidores puedes comprobar que no funcionan. Descuelgas las mangueras y aprietas una especie de palanca pero no sale nada. No sabes si están vacíos o secos o a saber... Más allá encuentras unas tapaderas en el suelo, candadas con unos candados muy robustos, es imposible abrirlos sin las llaves. Los colores se corresponden con los colores de las mangueras.

Por otro lado no consigues ver el interior ni de la tienda ni de la cafetería. Las persianas están bajadas, las ventanas tapadas con tablones colocados desde dentro. Parece que alguien se refugió ahí en algún momento cuando pasara todo esto... sientes que tienes que entrar ahí y ver si hay algo de valor. Algo en tu interior te dice que sí, pues, ¿dónde si no iba a estar la comida? Imaginas estanterías llenas de comida, medicinas, herramientas, armas... imaginas el paraíso. Además parece que hace muchísimo tiempo que nadie ha abierto estas puertas, o nunca desde antes del Xacobeo. Quizá esté todo intacto, nunca has estado ante una oportunidad así.

A la mañana siguiente, al acabar el turno de Nara, los cuatro os reunís en torno a la Pulga. Estáis descansados. La mañana es fresca pero parece que el sol os va a acompañar durante toda la jornada.

Grupos de zombis se están acercando. El lugar os parece bastante seguro. Los edificios pueden esconder cosas que os vengan bien, o más zombis quizá, o puede que estén vacíos. La Pulga debería ser revisada...

Me desperté más temprano de lo normal, incluso un poco antes de que Nara terminara su turno. Me había pasado parte de la mañana dándole vueltas a la idea de entrar en la cafetería. Lo que había visto durante la noche... bueno, en realidad no había visto gran cosa, pero algo me decía que tenía que entrar, costase lo que costase.

Así se lo hice saber a mis compañeros después del desayuno, donde comí la lata de comida de gatos que tenía en mi mochila.

—Tenemos que entrar —solté, con la boca aún llena. Luego tragué y proseguí—. En la cafetería, me refiero. ¿Lo habéis visto? Está todo tapiado... y eso solo quiere decir que había alguien dentro. ¡Estoy segura! ¿Por qué si no iban a tapar todo? Si fuera que habían zombies, hubieran salido huyendo sin perder tiempo en tapar nada.

Estaba orgullosa de mi deducción, así que sonreí ligeramente con cierto orgullo. Luego di otra cucharada a la comida pero no llegué a metérmela en la boca aún.

—¿Sabéis la de comida que podemos encontrar? Bueno, no tiene por qué ser comida... ¡quizás armas, medicinas o herramientas! ¡Deberíamos probar suerte! —hice una pausa, y señalé hacia los surtidores—. Los surtidores están secos, lo comprobé anoche. Dentro puede que haya gasolina, y la necesitamos para la Pulga. Aunque, ¿cogisteis algo que pueda cortar metal? También encontré unas tapaderas en el suelo y sus colores eran los mismos que los de los surtidores... pero estaban candadas, y cualquiera rompe esos candados con una piedra...

Era mucha información de sopetón, y quizás ahora se entendía más por qué me costó dormir y por qué me desperté tan temprano. ¡Estaba emocionada! Habían tantas cosas que explorar... ¡y podíamos conseguir tantas cosas! Y si había zombies dentro, ¡bueno! Ya nos habíamos encargado de los de fuera en un soplido y solo siendo Nara, yo y un poquito de Jose. Los cuatro juntos nos ventilaríamos a todo bicho malo que se nos pusiera por delante, ¡ja! Aunque, por si acaso, antes de entrar prestaría atención y daría unos golpecitos a la puerta... si hay zombies, siempre hacen "Grrrrrrh", "ummmgh" y "aaaaaagh" cuando escuchan, huelen o sienten carne fresca que zampar. ¡Es infalible!

Está claro que aquí hay dos puntos interesantes. En primer lugar, podría haber gasolina en los tanques. Estos lugares podían contener miles de litros de modo que, aunque solo quede el poso, podríamos llevarnos un par de garrafas llenas.

Que tengan candados puede indicar dos cosas. Que nunca han sido abiertos, lo cual dudo teniendo en cuenta el estado del lugar, o que tras abrirlos los vuelven a cerrar por seguridad. En ese ultimo caso las llaves deberían estar en el interior de los edificios.

Lo que tengo muy claro es que si esta todo absolutamente cerrado desde dentro podría haber mas supervivientes en su interior. Podría equivocarme pero, antes de entrar, deberíamos anunciar nuestras intenciones, no sea que nos llevemos un disparo o un flechazo.

Me acerco a la cafetería despacio, con las manos levantadas. Llamo a la puerta tres veces.

¿Hola? ¿Hay alguien? No pretendemos molestar ni robar. Si el lugar esta abandonado pretendemos conseguir suministros y, si no lo está, hacédnoslo saber para que nadie corra riesgos innecesarios.

Espero a ver si alguien contesta.

Tengo una teoría. Alguien se refugia aquí. La puerta se rompe y entran zombis. El o los mas fuertes salen a matar a los zombis pero mueren en el intento, de ahí que nos encontráramos con algunos al entrar, los que quedan en el interior no pueden o no se atreven a eliminar a los zombis que quedan de modo que se parapetan en su interior para sobrevivir tanto como puedan. Claro que solo es una teoría…

Durante el turno de vigilancia de Nara dormí un poco más pero no mucho. Estaba ansioso y de buen ánimo por fin.  Sentados, durante la mañana, no puedo dejar de mirar fijamente a Sunhee mientras come. Estoy boquiabierto siguiendo el movimiento de la cuchara. De la lata a la boca… de la lata a la boca. La comida de la noche anterior apenas logró acomodarme un poco, cuando éramos pequeños, y el alimento no era tan escaso, yo era el niño que más comía en el refugio… Dios… me comería un zombi.

- Amigos, creo que lo mejor es que yo me dedique a poner a punto nuestra casa – digo mientras señalo a La Pulga – Tuvo un día muy difícil ayer y creo que me va a tomar unas horas dejarlas a punto. Alguien debería aliviar la valla matando unos cuantos descerebrados antes de que se acumulen demasiados. Sobre los tanques de gasolina… no los toquen, ya me ocuparé de ellos. Si tienen algo de combustible pero no están llenos sus gases son tremendamente explosivos, hay que ir con cuidado. – Empiezo a levantarme para ponerme con el vehículo – Ah, Sunhee. ¿Ves aquel edificio? – Señalo una especie de garaje cerrado, es un edificio pequeño, algo apartado – Seguro allí hay cosas que pueden ser útiles para reparar La Pulga, échale un vistazo cuando puedas, yo mismo lo haré cuando termine.

—¿Quieres un poco? —le dije a Gaspar, ofreciéndole una cucharada—. ¡Avioncito~!

Sonreí y se lo acerqué de verdad como si fuera un avioncito. Ya había notado que Gaspar no dejaba de mirar mientras comía, así que daba por hecho que tenía hambre.

—¡Entendido! —contesté finalmente, se hubiese comido la cucharada o no, cuando me propuso mirar el edificio—. Me encargo de eso también. ¡Déjalo en mis manos~!