Partida Rol por web

Se acercan varios grupos por todas partes, en total son unos 50. Estoy de acuerdo en que Gaspar se centre en arreglar la Pulga. Yo me dedicaré a matar. He visto que en el grupo más numeroso hay zombis más fuertes, como los "jefes". Voy a intentar disparar a uno de esos, para intentar intimidar a algunos y que se acerquen menos. No hay prisa, ya que la valla aguanta bien y podemos matarlos tranquilamente. Necesitaré ayuda - miro directamente a Jose - ¿Podrías matar conmigo en la valla, con el bordón? Estarás a salvo, solo tienes que acuchillar ojos.

​​​​​​Eso sí, Sunhee - la cojo del brazo - antes de buscar en los edificios, por favor atiéndeme bien. Si esas personas se encerraron dentro, y después murieron, hay zombies ahí dentro encerrados. Tenemos que ir con muchísimo cuidado o tendremos un problema bien gordo.

Dicho esto, ya cada uno con su cometido, me acerco a la zona por la que se aproxima el grupo grande por la carretera de Santiago. Me dispongo a matar al zombi jefe para intentar intimidarlos y preparo mi arco, concentrada. Sin embargo están muy lejos, la flecha no llega y encima llamo su atención. ¡Mierda!

Cuando Jose se acerca a la cafetería y llama educadamente a la puerta, puede oir algunos ruidos al otro lado, pero nadie responde a sus palabras. Puede ser una persona, o un zombi, o un gato... lo que sea, pero es algo que se mueve y que reacciona a su llamada. No consigue ver nada en el interior, ya que todo está tremendamente sucio y oscuro. También ve más de cerca el estado de los tablones y cómo el lugar está reforzado, cubierto de polvo, oxidado, abandonado... si alguien se refugió aquí lo hizo hace muchos muchos años...

Sunhee consigue fabricar un tirachinas utilizando la goma del antiguo y un trozo de madera con la forma apropiada. No es ni mejor ni peor que el que se rompió. Esperemos que esta vez dure algo más. Se dispone a echar un ojo a los edificios cerrados, y se acerca a Jose.

fachada de la cafetería

Gaspar empieza a manipular las tripas de la Pulga, este motor es muy antiguo y tiene muchas modificaciones hechas sobre él, tantas que ya casi ninguna pieza es original. Ayudándose del manual, lleno de anotaciones y nuevos esquemas a bolígrafo realizados por el viejo Vikingo, consigue reparar alguna cosa y poner a punto otras. Aún tiene tiempo de hacer algo más o de ir a explorar el garaje.

Nara se sitúa en el perímetro y empieza a disparar a los zombis que identifica como más fuertes de uno y otro grupo. Gasta bastantes flechas, pero merma la amenaza, especialmente a los que parecían más peligrosos. Los zombis no reaccionan como ella esperaba. Los más grandes y fuertes no son líderes ni nada por el estilo. Los zombis se mueven simplemente por su instinto, y ver caer a otro zombi a su lado no les afecta en nada.

estado actual

La gasolinera está rodeada de zombis, son unos cuarenta. Se apostan contra las vallas, y emiten ruidos parecidos a rugidos dirigidos hacia vosotros. Están muy hambrientos y sois su comida. El sol de la mañana brilla en el cielo despejado. Podéis ver con total claridad lo que hay a vuestro alrededor y dentro del área de servicio (dentro de los edificios todo es oscuridad y apenas podéis distinguir nada por las pequeñas rendijas que dejan los tablones). A lo lejos hay más grupos que se acercan lentamente; ciertamente el claxon ha debido atraer a podridos de todos los alrededores.

Venían zombies, y eso dificultaba la exploración. Si la cosa se ponía fea, podría ser una contrarreloj para conseguir materiales, así que no tenía más tiempo que perder. Más inclusive teniendo en cuenta que quería explorar también el garaje.

—Jose, toma el tirachinas —se lo tendí—. Yo me encargo de esto. Ve tú a ayudar a Nara.

La teoría de Jose me había gustado, pero... viendo el polvo y la mugre que había, dudaba que fuera totalmente acertada. Más bien pensaba que el ruido que había escuchado en el interior de la cafetería sería de algún zombie. No tenía pinta de que allí hubiese alguien vivo ya, y probablemente la persona que se hubiera atrincherado allí ya no era más que un fiambre putrefacto. Con suerte, tal vez pudiera ser un animal que había entrado (aunque no sabría bien decir por donde, ya que todo parecía atrincherado); con menos suerte, un zombie. Más de uno sería un problema...

—No me rompas el tirachinas, ¿eh? Que lo quiero de vuelta.

Jose estaba hecho un asesino ya, así que estaba segura de que le sería de gran utilidad a Nara. Yo, por mi parte, me fui hacia un lado del edificio, algo apartado de la puerta, e hice ruido golpeando la pared con una piedra o algo similar. Luego, volví en el más sumo sigilo posible de nuevo a la puerta y empecé a manipularla con las ganzúas. Si había algún zombie, como pensaba que había, el haber llamado a la puerta le habría atraído a ella. Lo que menos quería era abrirla y que se me abalanzara encima de sopetón. De ahí los golpes en la pared...

Hay algo o alguien dentro, aunque no logro ver que.

Cojo el tirachinas de Sunhee, la verdad es que me hará mucho mas papel que el hacha. Pesa mucho y no consigo moverla con facilidad. Aunque, en esta ocasión, podría servir…

Chicos, no creo que podamos pasar otra noche aquí, se acercan muchos zombis.

Vuelvo a golpear la puerta…

Abra, por favor, tenemos algo de comida y medicamentos que podríamos compartir. Si no contesta entenderemos que no hay nadie con vida en el interior del edificio y entraremos.

Si nadie contesta utilizo el hacha para abrir un acceso. Lo lei en un libro… el resplandor.

Mientras mato a algunos zombies, me percato de lo que Jose pretende hacer y voy corriendo para allá.

Jose, ¿te parece prudente abrir de sopetón una puerta en la que probablemente hay zombis?

Este chico parece tener una inteligencia y unos instintos de lo más limitados.

¿De verdad piensas que esos ruidos los hace algo con vida?  ¡Estás cometiendo un claro suicidio y poniéndonos en grave peligro a los demás! Parece que tanto libro no te sirve para pensar con claridad. Hace años que esto está cerrado. Cuando salga el zombi y te muerda, tendré que matarte, y cualquiera aguanta a Sunhee si me ve hacer eso. Así que usa más la cabeza.

Saco el machete de la vaina y me pongo en guardia, preparada para lo que salga al abrir la puerta nuestro particular lumbreras del grupo.

Consigo acomodar un poco La Pulga. Durante varias horas trabajé en la dirección y ablandé un poco los amortiguadores aunque lo realidad es que tendría que reemplazarlos por otros en cuanto consiga algún vehículo para destripar.

Voy silbando y limpiándome las manos con la intención de revisar el garage de la estación cuando veo a José y Nara discutir frente a la puerta. Me aproximo por si necesitan ayuda con lo que haya ahí dentro.

- Creo que si nos ocupamos de los podridos de la valla si podríamos pasar la noche aquí.- Digo mientras aferro con firmeza la llave inglesa tamaño XL - Hay que pensar positivo.

Miré sorprendida como Jose volvía a golpear la puerta, y luego como Nara se acercaba a nosotros y le recriminaba a Jose, y luego como Gaspar venía también e intentaba calmar los ánimos. Y yo... se me quedó cara de tonta.

—Pero, chicos... ¿quién está vigilando a los zombies de la valla?

Sabía que se preocupaban por mí, pero... esto era excesivo. No estábamos en una situación como para que todos estuvieran a mi lado en esto.

—¡Vamos! Volved a la valla corriendo y evitad que se cuelen... o que se formen grupos grandes de zombies y la derriben. Si nos rodean muchos, estaremos en un buen lío. Podéis dejarme esto a mí, sola me moveré mejor... ¡ya lo he hecho otras veces! Bueno, no con zombies, pero sí con personas... ¡y las personas son más listas! No podré moverme sigilosamente si estáis todos siguiéndome.

Me daba apuro decirlo, pero era así... con ellos no podría hacer nada de esto. Ellos ayudarían más defendiendo la valla mientras yo saqueaba todo lo que pudiera antes de que se nos echaran encima si las cosas se torcían. De un zombie me podía encargar yo solita, no necesitaba a los demás.

Sunhee consigue abrir la cerradura de la puerta de la cafetería, y tras ella Jose, sin recibir respuesta a sus palabras, da un fuerte golpe con el hachuela a la misma. La puerta se abre, y tras ella podéis ver una estancia muy oscura. Las precauciones de Sunhee no han servido de nada pues Jose ha desbaratado sus sigilosas intenciones.

Cuando Nara se percata de lo que ocurre se acerca rápidamente a sus compañeros. Hasta ahora sólo Jose ve al zombi, pues es el único que está frente a la puerta. Nara le reprende, muy enfadada. Sus gritos no hacen más que seguir rompiendo el silencio. Al ver al zombi agarra su machete y se prepara para recibirle.

Gaspar también se acerca al grupo tras mejorar un poco el estado de la Pulga. Al igual que Nara, al principio se acerca despreocupado, pero al percatarse de la presencia de zombis agarra su llave inglesa para camiones.

Por último, Sunhee pide a todos que se vayan y la dejen sola. Tiene mucha razón, la chica estaba haciendo las cosas bien, sigilosamente, y la presencia de sus compañeros no ha hecho más que romper el silencio y atraer a los zombis del interior, que ahora también ella puede ver.

El primer zombi sale por la puerta, los cuatro estáis ahí, ante él. Dentro hay más, pero no sabríais decir cuántos. Por el momento parece que la puerta hará de cuello de botella y les obligará a ir saliendo uno a uno.

Jose se encuentra confuso. Parece no haber calculado muy bien sus acciones, y empieza a ser consciente de que ha perjudicado al grupo. Las reprimendas de Nara y Sunhee no ayudan en este momento, le hacen sentir mal y su respiración se acelera...

Lo sabía...

Empujo a Jose fuera de peligro y cerceno la cabeza del primer zombi que sale por la puerta, dejando escapar un gemido. Me encantaría gritar como una vikinga, pero la prudencia me puede hasta en una situación extrema como ésta.

Sin pensarlo dos veces  ataco con el cuchillo. No me volverán a coger desprevenido.

Zombies... estaba claro. Era una fortuna que la puerta ayudaba a que salieran solo de uno en uno, pero... las cosas no deberían haber salido así. No era momento de recriminar nada, ni siquiera pensaba hacerlo. Jose se había equivocado, sí; pero todos nos equivocamos alguna vez; y la esperanza de encontrar a otra persona con vida, a pesar de lo difícil que es, siempre nos podía hacer cometer fallos que en otras circunstancias no hubieran ocurrido.

Sin perder ni un segundo, traté de alejarme a una distancia prudencial de la puerta y cogí algunas piedras del suelo. Me guardé todas menos una en el bolsillo, dejando la última para colocarla en la goma y apuntar.

No te rompas...

Aún recordaba como estalló el trozo de madera en mis manos. Esta vez me había asegurado de coger un trozo de madera algo más firme que el anterior para evitar que se volviera a repetir.

No hay más zombis. Eran tres. Pero hay algo extraño en ellos. El primero caminaba normalmente. Al segundo le faltaban los brazos y el tercero se arrastraba, reptando por el suelo. Les faltan trozos de sus cuerpos, miembros. El avanzado estado de descomposición dificulta mucho reconocer cómo han perdido sus extremidades.

Tras destrozar la cabeza del último zombie, miré con detenimiento lo que habían sido nuestras amenazas. Estaban mutilados... piernas, brazos... 

—¿Se... habrán comido entre ellos?

No sabía lo que les había pasado, pero eso fue lo primero que se me vino a la mente. Quizás se habían encerrado allí personas vivas, como había supuesto Jose, y al quedarse sin comida... se habían comido sus propias extremidades. Era un poco macabro, a decir verdad, pero fue lo que pensé. Eso podría significar que... dentro no habría comida.

En cualquier caso, sacudí la cabeza tratando de quitarme aquella imagen de encima. No quería saber lo que había ocurrido... solo quería rebuscar aquel lugar.

—Entro —dije, no sin antes mirar a la valla por si había alguna novedad con los zombies que la golpeaban.

Si veía que estaban a punto de romperla, avisaría a mis compañeros para que ellos defendieran el perímetro. Si no, entraría en la cafetería intentando no hacer ruido por si acaso había algún zombie rezagado y buscaría todo lo que pudiera sernos de utilidad.

Cuando revienta la cabeza del último enemigo aún me quedo unos segundos esgrimiendo mi llave inglesa y conteniendo la respiración. Finalmente... nada más sale d ese lugar. Los cuerpos de los zombies están extrañamente mutilados pero eso no puede importarme menos.

Me pongo el arma al hombro y continúo con la canción que venía silbando justo donde la había dejado. camino hacia el garage para ver si encuentro algo de utilidad. Cuando llego al ingreso llamo con unos golpecitos, nada muy sonoro pero suficiente para que escuche cualquier cosa que pudiera estar dentro. - Pam Pam - ¿Hay algo acá?

Si no se escuchan sonidos dentro abro de lo más confiado, si escucho algo esperaré a Sunhee.

Intrigadisima por el estado de los cadáveres, decido entrar con mucha cautela. Despacio y con sigilo, intento averiguar qué ha pasado para que los zombis estén mutilados de esa manera...

Ves cómo todo termina bien. Estás más tranquilo. Notas que ni Gaspar ni Sunhee te miran mal, para ellos no ha sido tan grave como para Nara, que te dedica miradas y palabras de odio y desprecio.

El estado de los zombis te desconcierta. Algo no te da muy buena espina, intuyes que algo muy siniestro ha ocurrido ahí dentro. No estás seguro de querer averiguarlo.

Dentro hay muy poca luz, los tablones de las ventanas impiden que el radiante sol del exterior penetre en lo que fue la cafetería de la gasolinera. Todo está desordenado, hay basura por todas partes. el aire está muy viciado y huele fatal, da náuseas. Debéis andar con cuidado para no tropezar.

Aquí, a vuestra derecha, hay mesas y sillas amontonadas, junto a un gran montón de basura. Al fondo está la barra de la cafetería, y tras ella baldas con vasos, copas, tazas... a primera vista no hay comida ni nada que se le parezca. Una puerta a la izquierda da a otra estancia; está abierta.

Te separas del grupo y cruzas la gasolinera por debajo del techo de los surtidores hasta llegar al garaje. Es pequeño, y sólo tiene una puerta de persiana, bajada. Al llegar haces un poco de ruido, como para provocar a lo que puede que haya en el interior. No oyes nada. Abres la puerta con mucha dificultad, tirando hacia arriba, sólo un poco; lleva cerrada muchos años y está muy oxidada, pero consigues levantarla lo suficiente como para pasar por debajo; debes agacharte para entrar.

La luz se cuela por el hueco e ilumina toda la estancia. Efectivamente es un garaje, pero está vacío, no hay ningún vehículo en el interior. Una gran mancha de aceite en el suelo es lo que encuentras donde podría haber un flamante Maserati como el de las revistas que te mostraba el viejo Vikingo. En la pared de la izquierda hay estanterías metálicas con cajas de cartón, paquetes envueltos en plástico, garrafas con etiquetas despintadas... en la de la derecha hay un banco de trabajo y un tablero con herramientas colgadas.

¡Es una maravilla! Nada más verlo sabes que podrás reparar mucho mejor la Pulga en este lugar, e incluso añadir algunas herramientas a tu caja personal y sustituir otras que están en pésimo estado. En el tablero reconoces el cerco de dos serruchos que ya no están, pero hay llaves, destornilladores, alicates... y a saber lo que pueden contener esas cajas.