Partida Rol por web

—Hace tiempo que no nos visitabas, Tancredo. ¡Y hoy dos veces en un día! Espero que tengáis hambre, porque no es demasiado aconsejable salir. La noche en Montnoir no es lugar para unos chiquillos como vosotros.

Myrtle, la mayor de las tres hermanas, tenía un aspecto infantil y una voz acorde a su aspecto. No obstante, algo en su timbre angelical resultaba gélido y muy antiguo.

—Dime, Tancredo, ¿has averiguado algo acerca de la carta que te dio Gretel?

—Pues no, no gran cosa. Lo siento mucho. Solo sé que tengo que encontrar a dos gemelos, y que ya están en la ciudad. Creo que voy a aprovechar para revisar estos viejos anuarios y estudiar mi viejo grimorio.

Orrghk miró a la tal Myrtle con cara de sorprendido.

- Mire señora, yo cartas tampoco tengo, pero usted me da muy mal rollo. ¿No se supone que es la mayor de las tres? ¿Por qué parece tan joven? ¿Magia? En fin, tampoco es que me importe mucho, pero espero que no le importe que le diga que tiene algo que me congela la sangre. Pero de buen rollo, señora. ¿Señorita?

El semiorco pasó la mirada a su compañero Tancredo.

- Tancredo, noto como que me estás ignorando. Yo te he contado mi día, pero tu a mi el tuyo no. Venga hombre, suelta un poco esa lengua. ¿Qué pasó contigo desde que nos separamos?

Tancredo estaba atónito ante la irreverencia de las palabras del semiorco, y no paraba de darle puntapies por debajo de la mesa y lo exhortaba a mantener la boca cerrada entre susurros:
—[¡Pero qué dices tarado, déjalas en paz y no les faltes al respeto! ¡No sabes lo antiguas y poderosas que son!] 

Luego siguió con un tono más normal, como tratando de fingir que el clérigo no había dicho lo que había dicho:

—Estuve en la catedral con Golyav mientras él se recuperaba después de exorcizarlo con la ayuda del hermano Hugo, Le Maison y Kaleb, y en esto que apareció esa raposa de Beatrix, la inquisidora, y tuve que mentir como un hijo de perra para que me dejase tranquilo. Después nos largamos por las catacumbas y dimos con el archivo eclesiástico de la facultad, y robé un par de anuarios justo antes de que entrasen tres petimetres de la universidad y un inquisidor. También me encontré al imbécil de Le Maison y tuve que salvarle la vida al muy palurdo, porque aquel mal bicho de inquisidor quería acuchillarlo. Aún así me acusó a mi, así que volvimos a las catacumbas y hasta aquí llegamos.

—Orrghk, ¿puedo tutearte? Tengo una duda, ¿a que dioses rezas? Han encontrado una maza consagrada a... un culto muy primitivo, por decirlo de alguna manera, en una capilla secreta de la inquisición. Por lo que sea, puede que te interese.

El semiorco se volvió incómodo ante los golpes bajo mesa de Tancredo.

- [Antiguas si parecen, poderosas... pero vale vale, me comportaré mejor.]

Tras ello se dirigió a las camareras:

- ¿Señoras, muy buen te eh? Tienen mi visto bueno -, dijo esbozando su mejor sonrisa. O su peor. Era la misma.

Tras ello escuchó atentamente las palabras de su compañero.

- Pues no güeles tan mal, colega, para haber estado tanto tiempo por ahí abajo -, le respondió Orrghk. - Aunque claro, que te voy a decir yo, que la última vez que me duché fue por... si hombre... en fin, ahora no caigo. Bueno, que no tienes peor olor que yo. Creo. Es un intento de cumplido. Y lo de a quien rezo... heh, a veces me gustaría saberlo. Se llama Choló, o eso creo, pero solo me hace caso cuando quiere. Que tampoco pasa nada, por que yo tampoco le hago mucho caso a él. Mira, vamos a probar.

El semiorco se arremangó e invocó el poder de Choló a ver si por casualidad gustaba de presentarse.

Las hermanas más jóvenes observaron con curiosidad, tras agradecer con una sonrisa los elogios hacia el té, pero la hermana permaneció impasible ante la invocación.

Orrghk hincó sus afilados colmillos sobre la palma de su mano izquierda y la estrujó encima de la taza, tiñendo la infusión de un tono grisáceo. De pronto, la atmósfera se volvió mucho más pesada. El té comenzó a sisear y a arremolinarse hasta que un gran ojo se dibujó sobre su superficie. La sombra que arrojaba la taza se deshilachó en numerosos y umbríos apéndices que jugueteaban por los pliegues del mantel, retorciéndose con vida propia.

El clérigo calló desplomado sobre la mesa, completamente inconsciente y con los ojos en blanco.

Una ominosa voz penetró, fría y pegajosa, en lo más profundo de la mente de Orrghk:

¡Ah! Mi caótico seguidor. Siempre es un placer estirarme en este plano sustancial, mucho mejor que flotar entre cuerpos gaseosos a punto de estallar. Supongo que vienes buscando mi guía, pero me siento un poco perezoso. ¿Por qué no me preguntas tú lo que quieres saber? Para algo me habrás convocado, ¿no?

Tancredo se giró hacia el acompañante del semiorco, con cara de pasmo:

—Madre mía... ¿esto pasa muchas veces? Vamos a observar un rato hasta que despierte, a ver que dice. Parece interesante.

Un húmedo murmullo surgía de la taza. Golyav se puso pálido, pero Cancoillote se limitó a enarcar una ceja. 

—Pues la verdad es que nunca le he visto hacer nada parecido —dijo el antiguo Azor, manoseando un pendiente de lineras que llevaba oculto entre sus ropas —. Soy un hombre temeroso de Lineras, como cualquier otro parroquiano de esta ciudad, pero mi trabajo me ha llevado a ver cosas bastante… extravagantes. No puedo decir que esto se lleve la palma, pero jamás había presenciado esta clase de "advenimientos".

—Bueno, parece que la potencia que causa esto es un espíritu bastante poderoso. Yo no diría que es un dios, básicamente por lo... rudimentario de su naturaleza, —dijo, metiéndo un dedo en los hilos de te que se retorcían como zarcillos, —pero sí que parece poderoso, y caótico, y sin duda tiene voluntad e inteligencia. Me pregunto... —se llevó el dedo a la boca, con la intención de entrar en contacto con esa entidad, e imediatamente se le pusieron los ojos en blanco y comenzó a soltar espuma por la boca y a convulsionarse violentamente, hasta caer de la silla.

—¡Es un dios! ¡Es un dios! ¡Hostia puta, qué dolor!

- Este...

Orrghk estaba asombrado. Más que nada porque Choló hasta ahora tan solo le había guiado de forma eterea y en pocas ocasiones. Tan eterea que el mismo clérigo pensaba que era más bien fruto del azar que de la mano divina de esta deidad tentacular.

- Si, si. Oh gran Choló... hmm... atrocidad repugnante entre seres del cosmos infinito... esto... gran insalubridad flotante... como era... y magnifica catástrofe divina. Este humilde seguidor necesita de su ayuda. ¿El caso es que se esta liando parda, sabe? En esta ciudad hay mucha mierda. Mierda que sin duda su ominosa deidad preferiría mantener bajo control. Al fin y al cabo, mientras la fe de los habitantes de esta ciudad se vuelca hacia el horror nocturno, no tienen tiempo de temerle a usted. ¿Cierto? 

Orrghk aclaró la voz.

- Entonces necesito de su poderosa intervención cósmica para saber... bueno, más que nada, cómo diablos enfrentarnos a esa criatura que asedia las pesadillas de esta ciudad. ¿Es asesinable en un plano físico, o hay que hacer algún tipo de ritual para que desaparezca? Y, si no es mucha molesta, y ya es de puro curioso... ¿Quién diablos son estas señoras? Mi compañero parece harto preocupado, pero mis miserables ojos impuros solo ven gente extraña. Y bueno, eso es todo. ¿Porfavornomemate?

—Spontiak!¹ ¡¿Te encuentras bien, Tancredo?! —exclamó asustado Golyav —¿No te digo siempre que eso de la magia no te traerá más que problemas? Mi madre siempre decía que no debes tocar cosas con tentáculos que susurran cosas, ¿sabes?

Venga, no es necesario que seas tan zalamero conmigo.

De pronto, Orrghk notó cómo la oscura inmensidad en la que flotaba se volvía más cálida y acogedora.

Pero tienes razón, hay algo que —cómo decís los Zorkianos?— huele a podrido bajo las sombras de Montnoir©. ¿Pero qué gracia tendría si te lo contase? Te basta con saber que tu amigo el hechicero tiene una misión que os será muy provechosa en el futuro.

La enorme visión se retorció y vibró. ¿Acaso se estaba riendo? 

Ah, y ya que lo preguntas, no veo ningún motivo por el que no debas saber quiénes son las mentoras de tu amigo. Es un asunto largo y complicado, ¿sabes? Ellas y yo somos en cierto modo lo mismo. Entidades del destino… a su manera. 
Y ahora lárgate y no vuelvas a molestarme hasta que no hayas "difundido mi palabra" y esas cosas.
 

Orrghk despertó sobresaltado y empapado en sudor. Miró a los lados para constatar la evidencia de que todo daba vueltas a la misma velocidad. Gracias a los dioses, la habitación se estabilizó a tiempo y no tuvo que devolver todo lo que había consumido. 

Cancoillote, que le daba vueltas a un pendiente de Lineras —muy similar al que lleva Le Maison—, trató de calmar al mareado clérigo.

Agarrándose la cabeza, poco a poco Orrghk se estabilizó.

- Recordadme que no vuelva a hacer eso. Madre mia... necesito un trago.

El semiorco recorrió sus bolsillos en busca de alcohol. Hizo bien rellenando sus innumerables frascos, petacas, pellejos y cantimploras en el bar de Mac. Empezó a beber del primero que pilló.

- Disculpen que acompañe el te con licor, señoras. Si supieran lo que he visto... que, por cierto, quizá lo conozcan, visto lo visto. Bueno, no importa.

Tras acabar con la cantimplora de un trago, se giró hacia Tancredo.

- En fin, eso es lo que pasa cuando pido ayuda a Choló. Muy agradecido, por cierto -, corrigió mirando hacia el cielo. O el techo, lo que hubiera antes. - Bueno, volviendo a nosotros. Mi dios me ha contado un par de cosas interesantes, aunque ni de lejos todo lo que sabe. Creo que necesito romper más cabezas en su nombre. O incendiar más edificios. En cualquier caso, me ha dicho que tienes una misión concreta, y que te eche una mano. Que si lo hago arreglaremos las cosas. Bueno, esto último no lo ha dicho, pero vamos, lo he deducido yo. Así que, cuenta cuenta. ¿Qué vas a hacer ahora?

Orrghk se dirigió un momento a las ancianas:

- Ah, por cierto, una pregunta tonta, señoras. ¿No tendrán ustedes por ahí una maza o un arma contundente, no? Es que me dejé la mía en la cabeza de un inquisidor, ¿saben?

Tancredo estaba tirado en el suelo, con la barba llena de espuma, pero al semiorco aquello le parecía irrelevante. Pensaría que se cayó al suelo bebiendo demasiado. El brujo se incorporó a medias para quedarse sentado, con evidentes signos de mareo y se limpió la espuma con la manga de la camisa.

—Antes que nada, ¿que clase de dios es Choló? ¿Cuales son sus atributos? Antes traté de contactar con él probando el te, y casi me taladra el cerebro... y no me gusta colaborar con entidades de las que no conozco apenas nada. —Miró al semiorco un rato, como valorando si iba a contestar o no, y al final se animó a hablar. —En fin, qué cojones, no sé que hacer. Quiero estudiar el anuario que afané, y luego tengo que dar con las Avellaneda, supongo. Después de darle muchas vueltas a la cabeza y escuchar los vientos nocturnos no se me ocurren otros dos hermanos relevantes, la verdad. Además, no son horas de andar por ahí con el toque de queda...

Orrghk ni siquiera había tenido tiempo de ver el lamentable estado de Tancredo; los mareos provocados por el hechizo le habían impedido ser consciente de todo lo que le rodeaba.

- Pero... ¿Contactar con él? No se si estás loco o si no conoces el miedo, pero en cualquier caso, yo que tu me mantendría alejado de Choló. No es un dios amistoso, ni siquiera son sus fieles, maldita sea su estampa endemoniada. 

El semiorco escuchó el resto del relato.

- Las Avellaneda, ¿dices? Pues nada, habrá que buscar en algún lado. ¿Quizá estas señoras tan amables sepan algo? -, preguntó dirigiéndose una vez más hacia las hermanas. - En cualquier caso, tienes razón, deberíamos descansar. ¿Señoras, tienen camas aquí?

—Pues hemos de tener cuidado, querido amigo, porque por los ojos y las orejas de mi ave rapaz, sé que una es una ferviente devota de lineras, y por la línea de las armas además... y la otra administra la hacienda familiar, y se relaciona con ciertos personajes del mundo de lo oculto con dudosa reputación. No lo vamos a tener fácil, aún así no puedo afirmar con total seguridad que sean ellas dos las personas que tenemos que encontrar.