Partida Rol por web

Sheliane'e escuchó el relato de la boda en alta mar con interés y curiosidad. Recordaba su propia boda, aunque había olvidado detalles con el paso de los años. En realidad, había sido bastante corriente. Su superior había oficiado la ceremonia al mediodía y después habían caminado de la mano por la plaza hasta una colina, recibiendo regalos y felicitaciones de los invitados y los transeúntes. Allí habían celebrado un banquete bastante opulento gracias a los ahorros de los tiempos de aventureros. No recordaba bien a todos los invitados. La mayoría estaban muertos y nadie quedaba para acordarse excepto sus propios padres.

-Uno de los días más importantes en la vida de cualquier persona debe ser especial y hermoso, algo que propicie la felicidad en la nueva pareja. Recuerdo una vez, en nuestros viajes... La aldea en la que paramos fue atacada en mitad de una boda. Se llevaron a la novia y mataron al novio. ¡Qué desastre! Fue muy triste. Incluso cuando rescatamos a la novia. Ella nos dio la alianza de boda como pago. No queríamos aceptarla, pero ella insistía en que le daría mala suerte si se lo quedaba...

Karla se encogió de hombros.

—A mi todo eso me da igual —contestó tajantemente—. Casarse, establecerse, tener familia... es algo que todas las mujeres dan por supuesto, pero que a mi no me interesa. Estoy casada con el mar y con La Revivida, por así decirlo.

 
Dylon sonrió acercándose.

Vaya, ¿Y no me invitaste a la boda? Dijo entre risas. Por su actitud, parece que venía a algo más y no tardó en revelarse cuando habló a Sheliane'e. Señorita, servirán la cena pronto. ¿Se queda a cenar en la Revivida?

Aunque quizá para Sheliane'e no fuera tan evidente, Dylon asumía que el ofreicmiento no significaba cenar con la tripulación. Las chicas podrían cenar aparte si con ello estaban más a gusto. Simplemente se le olvidó mencionar esa posibilidad.

La elfa carraspeó y miró a Karla.

-Si soy invitada no diré que no. Suelo tener un estómago menos delicado que el resto de los elfos, estoy acostumbrada a comer raciones de viaje y cosas parecidas, así que me encantará probar la comida de a bordo.

—Hace un momento has estado a punto de vomitar un puñado de hojas de menta machacadas. No sé si es prudente que cenes lo mismo que una tripulación de hombres forzudos que han estado haciendo trabajo físico todo el día.

Karla echó un vistazo a Sheliane'e de arriba abajo. Con lo delgados que eran los elfos, pareciera que se alimentaran de pasto.

—¿No sería mejor que te preparan una sopa o unas verduras?

-Ni que nunca hubiese probado la menta -contestó Sheliane'e riendo-. No digo que no me haya sentado mal, pero si vomito probablemente sea por mi... digamos, cierta incompatibilidad con los barcos. Ha sido sólo un momento, ahora me encuentro mejor. Creo que el majado ha hecho efecto de verdad. Tampoco quiero ser un estorbo, Karla. Aceptaré lo que me deis, y si no... regresaré a tierra.

—No digo que seas un estorbo, encanto. Es sólo que yo que tú no pondría a prueba tu... incompatibilidad con los barcos con el estómago lleno, eso es todo —dedicó una sonrisa a la elfa antes de dirigirse a Dylon—. Cenaremos con el resto de la tripulación, si Sheliane'e no tiene inconveniente, claro está.

-Comeré poco de todos modos -respondió la elfa-. Te sigo, Karla.

 
Las dos mujeres bajaron al interior de la Revivida, al lugar donde se reunía la tripulación para comer. Ya estaban casi todos allí, ellos y el conocido "aroma a humanidad". 

Estaban en plena algarabía, soltando comentarios bromistas y alguno que otro un tanto machista. Para Karla, que los conocía bien, se les notaba cierto tono apesadumbrado a pesar de las bromas. Como Karla ya estaba acostumbrada a sus miradas no pasaba nada, pero esa vez cuando las vieron entrar callaron escalonadamente mientras miraban a la elfa.

Karla carraspeó y se puso en jarras, esperando a que las miradas de los marineros pasasen de la elfa a ella.

—Esta noche tenemos una invitada muy especial a cenar. Ella es Sheliane'e de Lazhander —enarcó las cejas en un gesto enfático—, intrépida aventurera, matadragones y... experta cazadora de muertos vivientes.

-Me sobrevaloras, Karla -contestó la elfa con una risita-. Soy sólo una clériga que ha visto algo de mundo y ha tenido alguna que otra aventura. Pero si volvéis a sufrir el acoso de los fantasmas, ya sabéis que podéis recurrir a mí.

La clériga estaba acostumbrada a hablar en público para gente de lo más variado, pero no podía evitar sentirse algo insegura. Era otro territorio diferente con el que no había tenido contacto. Alta mar, con sus leyes y costumbres.

 
El guardamarino del barco (Sacerdote de Valkur) que estaba con la tripulación se levantó y tras limpiarse la boca con una servilleta bastante usada, puso una mano en el vientre y extendió el otro brazo, inclinándose en un respetuoso saludo hacia la recién llegada, y habló con una gran sonrisa.

Bienvenida doblemente entonces, señorita. Por favor, disfrute de nuestra hospitalidad como nosotros disfrutamos de su compañía.

-¡Que se cuente una aventura! Voceó alguno

-Eso, eso! Corearon un par

Karla sonrió ante los ánimos de la tripulación. Aquello estaba mucho mejor. Se inclinó hacia Sheliane'e y le susurró al oído:

—Yo no les haría esperar. Y si exageras un poco tus habilidades... —le guiñó un ojo—, bueno, yo no te culparía.

-¿Una aventura? -Sheliane'e se mesó la barbilla-. Veamos... ¿Alguna vez habéis estado en los Valles? Nosotros pasamos allí un verano entero. En el Valle de la Daga nos ocurrió lo más emocionante. Mi amigo bardo Mortimer fue mordido por una suerte de vampiro que nos encontramos en una cripta. Aunque logramos destruirlo con la ayuda de Lazhander, en el pueblo nos dijeron que Mortimer había quedado maldito y que, si no encontrábamos una cura, se convertiría en la misma cosa que lo había mordido. Así pues, buscamos información en los alrededores y nos enteramos de que había un templo dedicado a Silvanus, perdido en el interior del bosque y ocupado por seguidores de Malar. Allí, nos dijeron, podríamos encontrar una cura.

Nos encaminamos al lugar y fuimos atacados por alimañas: mangostas, zorros, hurones... enloquecidos y corruptos por el toque de la bestia. Nos costó bastante hacernos camino entre ellos, pero logramos dispersarlos con ayuda del mago y sus bolas de fuego. Curamos nuestras heridas y acampamos al pie del templo, pues ya era tarde y no queríamos entrar habiendo anochecido. Entonces, durante el sueño, una presencia se introdujo dentro de mi cuerpo. Yo apenas recuerdo nada, pero me dijeron que me lancé como un animal salvaje intentando desgarrarle el cuello a Gunnar con mis dientes. Consiguieron despertarme y no ocurrió nada malo, alabado sea Lazhander. Y así, a la mañana siguiente, pudimos entrar en el templo perdido.

El lugar estaba desastrado. La sangre había corrido por el suelo, sangre de los antiguos druidas moradores del templo. Rebuscamos entre las cámaras y fuimos atacados por dos bestias mancilladas, dos mezclas de hombre y oso que estuvieron a punto de matarnos. Sólo con la ayuda de Silvanus logramos salvarnos, pues hizo crecer unas zarzas que los inmovilizaron justo cuando estaban a punto de acabar con Mortimer. Y, cuando los vencimos, el dios nos mostró un tomo de antiguo saber donde supimos cómo encontrar la cura...

...pero eso será otra historia diferente.

 
Los marineros escuchaban con atención. El hecho de que contara algunas hazañas y parecieran ciertas les daba confianza: No se trataría de una novata y se supone que algo podría hacer si esos muertos aparecían de nuevo.

Luego empezaron otros a contar sus propias aventuras, muchas de ellas bien exageradas, algunas otras inventadas o directamente en broma, pero algún otro preguntó a Sheliane'e por el resto de la historia...

 
Por la mañana, Ardell aún no había vuelto a la Revivida así que probablemente se hubiera quedado en tierra. Sheliane'e, tras la cena, regresó a la colonia para descansar y poder estar lista para las oraciones matutinas con la pequeña congregación lazhanderina que había acompañado a la expedición.

 
Al poco de amanecer, desde la cubierta, uno de los marineros señaló hacia tierra y llamó a otro, con quien cruzó algunas palabras antes de hablar a Dylon.

Eh jefe...! Mire, en la colonia están reuniendo tropas... ¿Es que van a atacar algo?

Si Karla echaba un vistazo a simple vista vería en efecto unos 200 soldados reuniéndose en las afueras del campamento. La tropa incluía caballería.

Karla torció el gesto. No le gustaban las guerras. La batalla siempre era mala para el negocio. Pero quizá ahora el almirante esperaba algo de ellos. Miró a Dylon.

—Deberíamos ir a echar un vistazo. El almirante te ha dejado al mando aquí, ¿te parece bien que vaya yo que vaya a ver si nos necesitan?

 
Dylon llego a su lado y tras darle una palmada en la espalda asintió.

Sí, desde luego... ve con alguien a ver qué pasa. Al menos para que sepamos de qué va esto y no se ponga la tripulación a imaginar sandeces.

Le guiñó un ojo.