Partida Rol por web

 
Era un día alegre en Azzimmaar. Siempre se encontraban cosas nuevas, por ejemplo el dia anterior habian encontrado un sistema de iluminación para las cámaras inferiores, pero no tenian ni idea de cómo hacerlo funcionar, según uno de los shustral, funcionaba quemando un líquido, lo cual resultaba desconcertante.

Asi que por ahora solo tendrían luz en los dos niveles por encima de la montaña, los otros cuatro inferiores seguirian necesitando antorchas. Cuatro por ahora, porque algunos voluntarios estaban excavando en un sitio derrumbado y quizá accedieran a nuevas cámaras, como habian hecho ya unas cuantas veces. Era un poco peligroso, a veces habian habido derrumbes, pero todos coincidian en que merecía la pena.

La fortaleza de los Ancestros podía albergar cinco veces más truil'aan de los que eran, no dejaba de sorprender, y aquí estaban más a salvo de los amnianos, sin duda. Bueno, cuando acabasen de reconstruir los portones, al menos. Alguien los destruyó cuando cayó Azzimmaar, y volver a colocar aquellas puertas de piedra de seis metros era una tarea titánica y que requeria unos métodos que escapaban a su comprensión. Seguramente poleas, pero...

Sin embargo, el gran portón era un problema menor. Los tres niveles superiores disponían de sus propias defensas, así que aún les quedaban dos, y la ventaja del laberíntico mareo de túneles. Ahora comenzaban a conocerlos, pero aún alguien se perdía de vez en cuando, y los pequeños se lo pasaban de fábula jugando al escondite.

La única pega era la falta de espacio para los caballos. ¿Es que los antepasados no usaban caballos?

Jaina se encontraba por la mañana echando un vistazo a la estepa que tenían al norte. No es que fuesen MAL de comida, pero si querían pasar el invierno cómodamente, debían buscar más para almacenarla, y cuanto más al noroeste avanzasen, más verdor parecía haber, además de unas ruinas que no habian explorado todavía a fondo. Edificios de piedra derruidos y quemados, a los que los exploradores no se habian acercado a echar un vistazo.
Hacia el Oeste no habian más que montañas y montañas hasta donde habian explorado, y hacia el sur un árido y estéril desierto.

El Mundo Grande era realmente grande y extraño...

Observo lentamente, cómo la trayectoria de Nura poco a poco va creciendo, desde la semilla que plantó Aan.

Es bello, verdad Ainara? -Digo, mientras meso lentamente el pelo de mi espíritu de Mundo Grande Tu conoces estas tierras, amiga, pero vuestro lenguaje no funciona con palabras, sino con sentimientos...

Me levanto lentamente, arqueando mi cuerpo, mientras me dirijo al interior de Azzimmeraan.

Un grupo de niños juega entre los túneles, a los que reuno.

Hermanos pequeños, decidle a vuestras madres y a los hombres del cielo que quiero hablar con ellos. No puede faltar ninguno, decidles que es importante. Que acudan lo más rápidamente al acantilado del Nuevo Hogar.

Espero lentamente, mientras busco un lugar donde poder hablar con mi pueblo, claramente.

Reunios, mis hermanos, el futuro de nuestras tierras depende de nuestra fe en que mañana Lunaclara siga arriba.

Una vez están todos, pido silencio, y lentamente, vocalizando y con pausa comienzo a hablar.

El gran Aan es bueno con nosotros, hermanos. Y por ello debemos agradecérselo en nuestras plegarias y en nuestros corazones. Nos ha traido a su propio hogar y nos ha acogido con desconocidos. Ha bajado a hombres del cielo para ayudarnos, y nos ha dado un lugar en el Mundo Grande.

Dejo una pequeña pausa, y prosigo, levantando el dedo:

No nos ha exigido nada, y ha sido generosos con nosotros. Es hora de que los Truil'aan puedan valerse tanto por medio del gran Aan cuando está contento, como por nosotros mismos, cuando causamos su ira.

Algunos de nuestros hermanos excavan los túneles de Azzimmeraan con la esperanza de seguir encontrando regalos de Aan, y muchos de nosotros aún nos acostumbramos a nuestra nueva tierra. Pero el alimento escasea, y el ambiente es propicio para comenzar a cultivar. Por ello pido a mis hermanas curanderas que guíen a los muchachos ociosos y cultiven en los fértiles alrededores del río que cruza la ciudad.

También, algunos de nosotros deberán comenzar a pescar en la cala del Nuevo Hogar. Junto con los hermanos Falfarraan podremos iventar nuevos objetos para aumentar la pesca. Aprovechemos la fuerza de las mareas, pesquemos lo que Aan nos propicia!

Los hombres del cielo que no puedan ayudar a los Falfarraan en la creación de esos objetos ayudarán reconstruyendo la ciudad, y ayudando de ser posible en los túneles.

Para terminar, 20 hombres partirán durante a través del desierto, para volver aquí a la 5º luna desde hoy. Otros 20 se internarán en las montañas, y 20 más me acompañarán a las ruinas del norte.

Demos las gracias a Aan que todo nos lo da y que nos abre las puertas de su casa. ¿Alguien quiere darme la equivocación? Soy humilde como padre chamán, y otorgo la palabra a aquel que la requiera.

 
La tribu estaba contenta, y compartian las preocupaciones de Jaina respecto a la comida y la ilusión respecto a las nuevas posibilidades que se les abrían por delante.
Los hombres cielo no tenían necesidad de comer, así que tampoco estaban inquietos por eso y no entendían la inquietud que les causaba a los hermanos humanos ese problema. No al menos el alcance, vaya. Sabian que necesitaban comer, pero no entendían la molestia y la angustia del hambre o la sed.

El único en levantar la mano fue Macdur, un veterano y viejo amigo de Jaina, a pesar de la corta edad de la líder.

Jaina... ¿Qué crees que pueden encontrar en el desierto? Quizá sea un peligro innecesario... no? A menos que bordeen la costa árida, eso sugeriría yo. Así no se perderán. Y además... yo si quiero ir contigo a esas ruinas. Quién sabe, quizá hayan más Hombres Cielo.

Y dio una palmada a uno de ellos que estaba cerca. El hombre cielo le miró, con evidente confusión en su expesión inamovible, y después volvió a mirar a Jaina. No estaba seguro de haber entendido el gesto, pero como lo habia visto entre truil'aans amigos, entendió que no era un gesto malo.

Ainara, por su parte... no se movió del lado de Jaina, incluso la miraba cuando hablaba, como si quisiera entender qué era eso que decia a todos, que parecia tan importante.

Asiento ligeramente, diciendo:

 Gracias Macdur, me has hecho recordar que aún soy joven y cometo errores. No quiero correr riesgos innecesarios, por ello es necesario explorar nuestros alrededores. Pido pues que los hombres bordeen el desierto y regresen con la quinta luna desde hoy. Y pido además que tanto ellos como los hombres que irán a las montañas tengan cuidado, y observen. Que actúen por el influjo de su espíritu, pero que sean precavidos. Además, los ancianos que no puedan ayudar cultivando, que reunan a los hombres del Cielo y les enseñen, como ellos enseñaron a sus hijos y como sus padres les enseñaron a ellos. Tened paciencia, pues son diferentes, pero no olvideis que son hermanos, y son buenos. Pueblo, estas son mis palabras, las de Jaina, pero no las de Aan. Esperemos que de nuevo nos acoja.

Y esperemos que Aan acoja a Padre chamán y a nuestros hermanos de Tanaan. Que sea lo que Aan quiera, Truil'aans.

Bajo lentamente del público, mientras le digo a Macdur:

Amigo, reune a 20 jinetes, partiremos ahora mismo. Yo cargaré la comida y el agua. Me alegro de contar contigo en Mundo Grande.

Macdur asintió y preparó el equipo también. Entre unas cosas y otras, salieron de buena mañana hacia las ruinas, y en apenas cinco horas atravesando a caballo las colinas esteparias dieron con las ruinas con el mediodía pasado sobre sus cabezas. Desde fuera parecía un poco a la fortaleza de Azzimmaar, pero construida en colina, no en montaña frente al mar.

Aparentemente habia ardido, y la tierra y el polvo habian enterrado parte de las ruinas, en algunos puntos hasta medio metro.
Eran unas treinta edificaciones, pero con restos de haber habido muchas más hechas en mader y muchas de las de piedra conservaban trozos de tejado y hasta segundos pisos de suelo quebradizo maltratado por la intemperie y el abandono.

El silencio en aquél lugar era sepulcral, y el ruido de los cascos sonaba casi como un estruendo. Hasta el viento habia dejado de soplar.

Solo cinco edificios llamaban la atención sobre el resto por su tamaño. Dos de ellos eran particularmente grandes ¿Tal vez barracones? Y otro había sido muy alto, quizá una torre de vigilancia... ¡En piedra! a la que le quedaban tres pisos. Los otros dos eran de planta circular, uno muy grande, y el otro más pequeño. Ambos habían tenido cúpulas semiesféricas, pero la del pequeño estaba totalmente destruida, mientras que la del grande "solo" tenia grandes boquetes.

Mmm... Mi espíritu tendría el vello erizado Murmuró Macdur, por no romper demasiado el silencio. Jainara permanecia al lado del caballo de Jaina, moviendo la cola inquieta.

Alzando los brazos en cruz, con los ojos cerrados y mirando al cielo recito un suave cántico, durante alrrededor de unos 10 segundos.

Acto seguido desmonto del caballo, y tirando de sus riendas cojo un puñado de ceniza, arrojándolo al aire... Busco las huellas, intento leer lo ocurrido, aunque puede que sea inutil; parece que sólo el tiempo podria contar su historia.

Avanzo, lentamente, seguido por mis hombres entre el silencio y el polvo, camino del barracón.

Macdur, 10 hermanos y tu mirad en las cúpulas; otros 10 que me acompañen a la torre. Actuad con cautela y templad vuestros corazones... Los espíritus habitaron en esta zona.

 
Siguiendo tus órdenes, Macdur se aleja con la mitad del grupo hacia la cúpula precaria, y Jaina a la torre.

Tiene una anchura de unos doce metros, muros de dos de grosor, así que debió ser una fortaleza imponente. El portón metálico derribado así parece sugerirlo también. El interior está iluminado por la luz del exterior que entra por los ventanucos y el silencio sigue siendo la norma allá donde entran.

En la primera planta hay restos metálicos por doquier, que tras un examen minucioso resultan ser restos de armas y armaduras derretidas, así que los defensores debieron morir en el incendio, o al menos unos cuantos de ellos. Las escaleras eran de madera, por lo que subir al segundo piso exigirá la ayuda de algunos compañeros, y el techo puede que no aguante demasiado peso. Aunque arriba podrían encontrar alguna pista más, podria ser peligroso subir.

Cogiendo una cuerda del caballo digo:

Hermanos, esperadme fuera; podría ser peligroso.

Ato la cuerda a una flecha que enasto lentamente en mi arco, buscando algún sitio donde encajarla, lo suficiente para que subiese yo con el peso de mi arco y mi armadura, sin nada más.

Me lo tomo con calma, cerrando un ojo primero y luego el otro, lentamente. Los abro y dejo que zumbe, cruzando al segundo piso.

 
Cuando Jaina lo tenia todo listo y habia visto un lugar donde clavar la flecha, oyó que el grupo de Macdur se ponía a gritar aterrorizado y desesperado repentinamente, voceando desde la cúpula, a un par de manzanas.

Dos de los jinetes que iban con Jaina no esperaron órdenes y tomaron la iniciativa, yendo a ver qué sucedía

Pero que...!!!!

De un salto monto en mi caballo y lo espoleo, diciendo:

Adelante, hermanos!! Rescatad a Macdur y los nuestros, y alejaos del peligro!!

Para cuando termino la frase ya he abandonado el edificio, galopando velozmente entre las ruinas de los edificios, con el arco en mi mano y con las armas listas.

Jainara corre a mi lado, sorprendida por el grito, y lista para entrar en acción si fuese necesario.

 
Sin terminar de registrar las ruinas, el grupo de exploración, junto con el dragón, regresaron a la ciudad fortificada. Se trataban de unas ruinas también, aunque el tiempo las habia tratado maravillosamente. Conservaba sus muros y algunas torres, situado en la cima de un acantilado al borde la Costa de la Espada, y en la pared del acantilado sobresalían balcones y ventanas, pues aunque la ciudadela tenia dos pisos sobre el suelo, tenia otros tres bajo tierra. Era obvio que las gentes de Jaina no habian construido eso, y de hecho al entrar, Phynoleidon lo encontró considerablemente deshabitado, teniendo en cuenta su tamaño.

Aunque el dragón asombró a todo el mundo, lo que sin duda sorprendió al dragón fue la... ¿Raza? De algunos de sus habitantes. Se trataban de unas criaturas con voluntad propia creadas con metal y carne... y desde luego la gente de Jaina dudaba que fuesen sus creadores.

Pero algo no iba todo lo bien que debería.

 
Una docena de guerreros de cielo armados con espadas y grandes escudos metálicos desenvainaron sus espadas y se acercaron a Phynoleidon con intenciones nada amistosas. Aún estaban a unos quince metros y caminaban juntos formando una muralla con sus cuerpos.

Interponiéndome entre Phynoleidon y los hombres cielo grito:

-¡Atras hermanos! ¡Atrás! ¡Es un ser de honor, no podéis atacarle! ¡Volved a la ciudad, no continueis!

Giro la cabeza hacia el dragón y con una pregunta interrogante y ligeramente preocupada digo:

¿Acaso os conocíais? ¡Nunca se habían comportado así! Te pido que nos disculpes. Muchas cosas son nuevas, y nuestros hermanos pequeños a veces son impulsivos.

Con un gesto ladeo la cabeza y doy una rápida instrucción:

Macdur, reune a todas las hermanas curanderas, que traigan su sabiduría, necesitamos curar sus heridas. Él ha vivido más tiempo en Mundo Grande y no debemos ser descorteses.

Miro a los guerreros metálicos extrañado por su comportamiento. A primera vista parecía una verdadera emboscada, lo cual no me agradaba en absoluto y ya estaba dispuesto a atacar y buscar una vía de escape para cuando Jaina Owlsinger intervino.

Aún así, la primera impresión de su pueblo no había sido lo que me esperaba de alguien que hablaba por ellos, y menos por esas carcasas metálicas, así que debería tener cuidado mientras permaneciera con ellos.

- Parece que Amran sobrevivió a su destrucción y recuerda las viejas guerras.

Me limito a comentar sobre su comportamiento.

Amran? ¿Vuestros antepasados?

Doy orden de guardar los caballos y digo:

Mañana deberíamos volver a las ruinas, aún quedan cosas por inspeccionar. A propósito, Phynoleidon, ¿Que hay más allá de estas tierras? Sabemos que al oeste hay montañas, que al sur hay desierto y al norte selva, pero no lo que allí se encuentre. Tú hablas como un anciano, así que puedes contarnos lo que allí mora.

- Podría.

En efecto, podría hacerlo si quisiera o conociera lo que allí hubiera. Pero tras este recibimiento lo último que me apetecía era colaborar. Y es por ello que me dejo caer donde estoy mientras mantengo la vista en los guerreros de metal, no fueran a dejarse llevar por sus impulsos.

 
Los guerreros se detuvieron con las armas en ristre. En principio solo miraron a Jaina y dijeron, casi a la vez: 

Dra... gón...

Y aunque se detuvieron y bajaron las armas, no las envainaron. En sus rostros inamovibles podía adivinarse quizá algo de tensión.

Al escuchar la conversación entre el dragón y Jaina, se miraron entre sí. Jaina habia visto ese comportamiento antes. De algún modo se 'ponían de acuerdo' para que solo hablase uno a la vez, y nunca era el mismo, casi como si lo decidieran al azar. Cualquier guerrero de cielo podía hablar por todos en la mayoría de los casos, pero a medida que iban aprendiendo, también iban discrepando más entre sí.

Amran... Hogar. Guerras. Fin. Al fin recordamos... ¿Sois Amran? ¿Habéis vuelto, amos...?